Comenzó el sábado la gira del jefe de gobierno chino, Wen Jiabao, por Europa. Hacía 24 años que un primer ministro chino no pisaba Grecia, y no es casualidad que lo haya hecho el año en que Grecia ‑y Europa- han sufrido una crisis tan grave como la que vivimos. Tras su visita de tres días a Atenas, China se lleva en las alforjas 13 acuerdos bilaterales que abarcan áreas relacionadas con la cooperación en transporte marítimo, préstamos, telecomunicaciones, exportaciones e intercambio cultural a cambio de seguir adquiriendo bonos del Estado griego. Además, China avanzó cinco propuestas muy tentadoras: un fondo especial para la cooperación sino-griega en transporte marítimo, con una partida inicial de cinco mil millones de dólares USA; la adopción del mayor puerto de Grecia, Pireo, como centro de distribución regional de las exportaciones chinas dirigidas a Europa; un volumen de comercio bilateral de ocho mil millones de dólares en cinco años; incremento del intercambio en turismo, cultura y humanidades; y coordinación en las intervenciones en las organizaciones internacionales. Después de pronunciar un discurso ante el Parlamento heleno, el primer ministro chino voló a Bruselas para asistir a la Octava Reunión Asia-Europa (ASEM, siglas en inglés), a la 13ª cumbre China-UE en Bruselas, además de realizar una visita oficial a Bélgica, tras la invitación de su homólogo belga, Yves Leterme. Jiabao finalizará su gira pasando por Italia y Turquía.
Europa creía estar hasta ahora en una posición de fuerza en las cumbres UE-China. Se permitía hacerle feos como aquella reunión en 2008 de los líderes europeos con el Dalai Lama a la que China respondió aplazando la XI Cumbre bilateral; o como la concesión del Premio Sajarov del Parlamento Europeo al activista chino pro derechos humanos Hu Jia a pesar de las advertencias y las críticas de Pekín. Pero la crisis ha inclinado la balanza de negociación a favor de China, que intentará conseguir varios objetivos durante esta visita. Entre ellos, que Europa permita la exportación de productos chinos de alta tecnología, pero sobre todo, que cambie la proporción de voto del Consejo de 24 directores que gobierna el día a día del Fondo Monetario Internacional o en el G20.
Difícilmente podrá la Unión Europea presentarse ante China como adalid de los derechos humanos, y deberá usar con arte la única baza que le queda en la negociación: que China acelere la apreciación del yuan frente al resto de divisas internacionales por considerar que el tipo de cambio de la moneda china está «anormalmente bajo».
Lo que es seguro es que cuando Wen Jiabao vuelva a su casa después de esta semana por tierras europeas, las bodegas del avión estarán más llenas, su orgullo henchido y los países europeos, con un rival más fuerte que antes. (En los ocho primeros meses de 2010 ha aumentado un 30% el negocio entre UE y China, y ha superado los 300.000 millones de dólares; el año pasado China superó a Alemania para convertirse en el primer país exportador del mundo). Otra cosa sería si hubiera habido un Servicio de Acción Exterior que hubiera negociado con China en nombre de todos los países, pero parece que ni los países cerditos (PIIGS) lo quieren, convencidos de que obtendrán más beneficios negociando por separado con el Dragón, ni ese Servicio Exterior Europeo es capaz de momento de afrontar una negociación bilateral, ocupada como está la Alta Representante en repartir las poltronas de los distintos embajadores de la UE entre los 27 países. Todo un quebradero de cabeza. Toda una ventaja para China.
Falta, pues, perspectiva estratégica a medio plazo. El día en que las relaciones comiencen a tensarse y la competencia a intensificarse bastará con que China muestre su cartera de bonos griegos para que en Alemania o Francia entiendan a la perfección que el futuro del euro ya no está en sus manos. Los chinos acaban de comprarse algo más que media Grecia. El Dragón acaba de comprarse el euro de los cerditos.
P.S.: Una noticia chiquita para terminar: China ayudará también al sistema financiero y la economía de la República de San Marino, donde reina el secreto bancario.
Gorka Larrabeiti