Hon­du­ras. Elec­cio­nes, otra esta­fa al acecho

Por Geral­di­na Colot­ti, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 27 de noviem­bre de 2021. 

El domin­go 28, cer­ca de 5,2 millo­nes de hon­du­re­ños son con­vo­ca­dos a las urnas para ele­gir al pre­si­den­te (para el perío­do 2022 – 2026), tres vice­pre­si­den­tes, 128 dipu­tados del Con­gre­so Nacio­nal, 20 del Par­la­men­to Cen­tro­ame­ri­cano y los alcal­des de 298 ciu­da­des. Pare­ce que el par­ti­do se jue­ga entre Nasry Asfu­ra y Xio­ma­ra Cas­tro. Asfu­ra es el can­di­da­to de dere­cha y actual alcal­de de la capi­tal, que se pos­tu­la por el Par­ti­do Nacio­nal, el par­ti­do en el poder des­de el gol­pe de Esta­do con­tra Manuel Zela­ya en 2009. Xio­ma­ra Cas­tro, líde­re­sa del Par­ti­do Libre, espo­sa de Zela­ya, repre­sen­ta la izquier­da alter­na­ti­va. Apa­re­ce cla­ra­men­te favo­re­ci­da en las encues­tas, pero es poco pro­ba­ble que la oli­gar­quía apo­ya­da por el gran capi­tal inter­na­cio­nal dé rien­da suel­ta a la volun­tad popu­lar, como ya ha ocu­rri­do en oca­sio­nes anteriores.

Hon­du­ras sigue sien­do, de hecho, un peón deci­si­vo para el impe­ria­lis­mo esta­dou­ni­den­se, tan­to des­de el pun­to de vis­ta eco­nó­mi­co como mili­tar. Las mul­ti­na­cio­na­les mine­ras o hidro­eléc­tri­cas domi­nan más del 30 por cien­to del terri­to­rio, jun­to con los cien­tos de empre­sas ile­ga­les, a las que da rien­da suel­ta un sis­te­ma cons­trui­do para pro­te­ger sus intere­ses. La vida de quie­nes se opo­nen vale menos que nada, como recuer­da el ase­si­na­to de la ambien­ta­lis­ta indí­ge­na Ber­ta Cáceres.

Por­ta­voz del pue­blo indí­ge­na Len­ca y cofun­da­do­ra del Con­se­jo de Orga­ni­za­cio­nes Popu­la­res e Indí­ge­nas de Hon­du­ras, Ber­ta fue ase­si­na­da el 3 de mar­zo de 2016. Por ese ase­si­na­to, y gra­cias a la pre­sión de los movi­mien­tos inter­na­cio­na­les, una octa­va per­so­na fue con­de­na­da a unos pocos meses atrás, un alto eje­cu­ti­vo de la empre­sa hidro­eléc­tri­ca DESA.

En Hon­du­ras, don­de ope­ra la base mili­tar esta­dou­ni­den­se más gran­de de la región, la cre­cien­te mili­ta­ri­za­ción del terri­to­rio sir­ve para pro­te­ger los intere­ses capi­ta­lis­tas en las áreas más ricas en agua, petró­leo y bio­di­ver­si­dad y cier­ta­men­te no la segu­ri­dad de las pobla­cio­nes que viven allí. Des­de el homi­cí­dio de Ber­ta Cáce­res, 39 ambien­ta­lis­tas han sido ase­si­na­dos. Y, de enero a hoy, han sido eli­mi­na­dos 68 polí­ti­cos, 19 de ellos en mar­zo y cua­tro en noviem­bre. Hon­du­ras tie­ne la tasa de homi­ci­dios más alta del mundo.

En un con­tex­to simi­lar, resul­ta iró­ni­co el lla­ma­mien­to de la Alta Comi­sio­na­da de las Nacio­nes Uni­das para los Dere­chos Huma­nos, Miche­lle Bache­let, y de la euro­dipu­tada croa­ta Žel­ja­na Zov­ko, que diri­ge la Misión de Obser­va­ción de la Unión Euro­pea (UE) para que “el día de las elec­cio­nes, se desa­rro­lle en un ambien­te de sere­ni­dad y civil con­vi­ven­cia». Una exhor­ta­ción que sigue a la igual­men­te sua­ve de Esta­dos Uni­dos. Tonos muy dis­tin­tos a los uti­li­za­dos para des­acre­di­tar a prio­ri tan­to las elec­cio­nes en Nica­ra­gua como las de Venezuela.

Por otro lado, como con­fe­só la enton­ces secre­ta­ria de Esta­do de Oba­ma, Hillary Clin­ton, en sus memo­rias, Hon­du­ras inau­gu­ró el mode­lo de «gol­pe ins­ti­tu­cio­nal» en Cen­troa­mé­ri­ca. El 28 de junio de 2009, el pre­si­den­te Manuel Zela­ya, un libe­ral que se había atre­vi­do a diri­gir la mira­da hacia la Alian­za Boli­va­ria­na para los Pue­blos de Nues­tra Amé­ri­ca, con­ce­bi­da por Cuba y Vene­zue­la, fue secues­tra­do en la noche por las fuer­zas arma­das y lle­va­do al exte­rior. Siguió un perío­do de repre­sión, abu­sos e inestabilidad.

El entre­la­za­mien­to de la polí­ti­ca y el nar­co­trá­fi­co es cier­ta­men­te una evi­den­cia fla­gran­te, tan­to que el her­mano del pre­si­den­te salien­te, Juan Orlan­do Her­nán­dez Alva­ra­do, expo­nen­te del Par­ti­do Nacio­nal, en el car­go des­de 2013, fue con­de­na­do a cade­na per­pe­tua en Esta­dos Uni­dos como tra­fi­can­te de dro­ga. El pro­pio jefe de esta­do que expi­ra está bajo inves­ti­ga­ción. Yani Rosenthal, secre­ta­rio del Par­ti­do Libe­ral, aho­ra can­di­da­to a la pre­si­den­cia, tam­bién tie­ne una sen­ten­cia de tres años por lava­do de dine­ro en Esta­dos Unidos.

En Hon­du­ras, dos de cada tres habi­tan­tes viven en la pobre­za. Una situa­ción agra­va­da por los efec­tos del cam­bio cli­má­ti­co (solo en el últi­mo año se han pro­du­ci­do dos hura­ca­nes). Cada mes, miles de per­so­nas ali­men­tan las cara­va­nas de migran­tes que se diri­gen, vía Méxi­co, a Esta­dos Uni­dos, don­de ya resi­de un millón de hon­du­re­ños. El de los migran­tes, que crean un cue­llo de bote­lla en la fron­te­ra, es uno de los pro­ble­mas polí­ti­cos más espi­no­sos para Biden. El otro es la del mani­fies­to des­cré­di­to del gobierno de Hernández.

Para sal­var las apa­rien­cias en un país alia­do, cru­cial para el con­trol regio­nal, es nece­sa­rio por tan­to cen­trar­se en un caba­llo «caris­má­ti­co» como apa­re­ce Nasry Asfu­ra, mien­tras el tam­bor mediá­ti­co hace cos­qui­llas a vie­jos y nue­vos con­ser­va­du­ris­mos para des­acre­di­tar a «la comu­nis­ta» Xio­ma­ra Cas­tro, y robar­le de nue­vo la victoria.

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