Irán. En memo­ria de Moh­sen Fakh­ri­za­deh: el ase­si­na­to de los líde­res iraníes

Resu­men Medio Orien­te, 29 de noviem­bre de 2021-.

Ha pasa­do un año des­de que el cien­tí­fi­co ira­ní, el Dr. Moh­sen Fakh­ri­za­deh, fue ase­si­na­do en Tehe­rán. No era el pri­mer ase­si­na­to que la Repú­bli­ca Islá­mi­ca pre­sen­cia­ba des­de el triun­fo de su revo­lu­ción en 1979. De hecho, el régi­men revo­lu­cio­na­rio ira­ní con­si­guió hacer fren­te y supe­rar una lar­ga serie de com­plots y ase­si­na­tos que tenían como obje­ti­vo a sus más altos diri­gen­tes y sím­bo­los. He aquí un ejem­plo de la his­to­ria con­tem­po­rá­nea de Irán.

La pri­me­ra olea­da de ase­si­na­tos se pro­du­jo poco des­pués del regre­so del imán Jomei­ni y la caí­da del régi­men del Sha. La lis­ta de enemi­gos poten­cia­les del nue­vo régi­men islá­mi­co que subió al poder en 1979, que podrían estar detrás de la horri­ble cam­pa­ña de ase­si­na­tos, era muy lar­ga e incluía a Esta­dos Uni­dos, «Israel» y otras poten­cias occi­den­ta­les y regio­na­les que no que­rían ver una revo­lu­ción popu­lar vic­to­rio­sa con­tro­lan­do un país tan impor­tan­te como Irán. Sin embar­go, el ver­du­go fue bási­ca­men­te local: la feroz orga­ni­za­ción cono­ci­da como «Mujahi­deen Khalq» que tenía un lide­raz­go extre­ma­da­men­te auto­ri­ta­rio y bru­tal. Esta seve­ra orga­ni­za­ción era un híbri­do de nacio­na­lis­mo ira­ní y orien­ta­cio­nes socia­lis­tas con un ros­tro islámico.

«Mujahi­deen Khalq» tra­tó de apro­ve­char el caos gene­ral del país para secues­trar la revo­lu­ción, impo­ner su visión y hacer­se con la mayor par­te del nue­vo Irán. Pero como no pudo con­tra­rres­tar la abru­ma­do­ra popu­la­ri­dad del imán Jomei­ni, su caris­má­ti­ca per­so­na­li­dad y su influen­cia en las masas, la orga­ni­za­ción recu­rrió rápi­da­men­te a la vio­len­cia san­grien­ta para lograr sus obje­ti­vos. Para ello, abra­zó la inje­ren­cia extran­je­ra con los bra­zos abier­tos y empe­zó a coope­rar con los enemi­gos de la revo­lu­ción, y esta­ble­ció víncu­los con varios apa­ra­tos de inte­li­gen­cia secre­tos muy acti­vos en Irán. 

La pri­me­ra fase del com­plot con­sis­tió en una serie de tram­pas explo­si­vas, enfren­ta­mien­tos espo­rá­di­cos, ope­ra­cio­nes arma­das en deter­mi­na­das zonas, aten­ta­dos con bom­bas en los auto­bu­ses, que­ma de coches y moto­ci­cle­tas, ase­si­na­to de emplea­dos del gobierno y de comer­cian­tes pro-Kho­mei­ni… vio­len­cia arma­da que pro­vo­có un esta­do de extre­ma agi­ta­ción en Tehe­rán en par­ti­cu­lar, y en el país en general.

Lue­go, pasa­ron a la fase más peli­gro­sa del com­plot, que es el ase­si­na­to de todos los cua­dros supe­rio­res y líde­res de la Repú­bli­ca Islá­mi­ca en los que se apo­ya el Imán Jomei­ni. Entre las víc­ti­mas de esta olea­da de ase­si­na­tos en 1979 se encon­tra­ban Mor­ta­za Motaha­ri, jefe del Con­se­jo de Man­do de la Revo­lu­ción, Muham­mad Qar­ni, el pri­mer Jefe de Esta­do Mayor tras la revo­lu­ción, y el aya­to­lá Taba­ta­bai. Con­ti­nua­ron y ase­si­na­ron al aya­to­lá Sado­qi, el imán de la Juma de Yazd, al aya­to­llah Dastgheeb, el imán de la Juma de Shi­raz, y al aya­to­lá Mada­ni, el imán de la Juma de Tabriz. En las filas del ban­do del Imam Jomei­ni rei­na­ba un esta­do de horror por el extre­mo peli­gro que les rodea­ba has­ta el pun­to de que el jeque Hashe­mi Raf­san­ja­ni no se movía por Tehe­rán si no era tum­ba­do en una ambu­lan­cia para inten­tar escon­der­se (como le dijo al perio­dis­ta egip­cio Fahmy Huwaidi). 

«Mujahi­deen Khalq» con­ti­nuó con sus mor­tí­fe­ras acti­vi­da­des a lo lar­go de 1980, y en 1981 sus ope­ra­cio­nes alcan­za­ron su pun­to álgi­do. El 27 de junio se pro­du­jo un aten­ta­do con­tra el aya­to­llah Kha­me­nei (actual líder supre­mo), que enton­ces era el repre­sen­tan­te del imán Jomei­ni en el Con­se­jo Supre­mo de Defen­sa, ade­más de ser el imán de Juma’ de Tehe­rán. «Mujahi­deen Khalq» colo­có una bom­ba en el púl­pi­to y la hizo esta­llar mien­tras Say­yed Ali Kha­me­nei pro­nun­cia­ba su ser­món en la mez­qui­ta de Abu Dhar en Tehe­rán. El aya­to­llah Kha­me­nei fue tras­la­da­do al hos­pi­tal en esta­do de extre­mo peli­gro tras sufrir gra­ves heri­das, pero esca­pó a la muer­te (aun­que su mano dere­cha seguía para­li­za­da has­ta aho­ra por los efec­tos de esa explosión).

Al día siguien­te, el 28 de junio de 1981, «Mujahi­deen Khalq» lle­vó a cabo su mayor ope­ra­ción. Una ver­da­de­ra masa­cre entre los prin­ci­pa­les diri­gen­tes y fun­cio­na­rios del régi­men de la Repú­bli­ca Islá­mi­ca. Una enor­me explo­sión des­tru­yó por com­ple­to la sede del Par­ti­do Repu­bli­cano Islá­mi­co (el Imán Jomei­ni había acor­da­do for­mar­lo para que com­pi­tie­ra en las elec­cio­nes, como repre­sen­ta­ción polí­ti­ca de la Revo­lu­ción Islá­mi­ca) duran­te una reu­nión de sus máxi­mos diri­gen­tes. El obje­ti­vo más des­ta­ca­do de la explo­sión fue el aya­to­lá Muham­mad Hus­sein Behesh­ti, con­si­de­ra­do uno de los pila­res de la revo­lu­ción y el hom­bre más influ­yen­te de Irán des­pués del imán Jomei­ni, que era el líder del par­ti­do y el jefe del poder judicial.

El núme­ro de víc­ti­mas mor­ta­les del aten­ta­do ascen­dió a 73 impor­tan­tes diri­gen­tes. Ade­más del aya­to­llah Behesh­ti, la lis­ta de víc­ti­mas incluía a Muham­mad Mon­ta­ze­ri (uno de los líde­res y fun­da­do­res de la Guar­dia Revo­lu­cio­na­ria e hijo del aya­to­llah Mon­ta­ze­ri ‑el enton­ces adjun­to del imán Jomei­ni-), ade­más de cua­tro minis­tros del gobierno (sani­dad, tele­co­mu­ni­ca­cio­nes, ener­gía y trans­por­te), así como 17 miem­bros del Con­se­jo de la Shu­ra (Par­la­men­to). En cuan­to al jeque Hashe­mi Raf­san­ja­ni, ¡era cues­tión de minu­tos entre la vida y la muer­te! Salió del edi­fi­cio cin­co minu­tos antes de la explo­sión debi­do a una emer­gen­cia per­so­nal y así sobre­vi­vió. «Hoy el régi­men de Jomei­ni ha muer­to», dijo Mous­sa Khe­ya­ba­ni, a quien Mas­soud Raja­vi (líder de Mujahi­deen Khalq) asig­nó la tarea de pla­ni­fi­car la operación.

Las expec­ta­ti­vas de «Mujahi­deen Khalq» eran que sólo es cues­tión de tiem­po que el nue­vo régi­men se derrum­be, unos días, y el par­ti­do reco­ge­rá los fru­tos de su «lucha». Es «un gol­pe final y una puña­la­da en el cora­zón del régi­men que no pue­de recu­pe­rar­se de ello», aña­dió Khe­ya­ba­ni en su infor­me a Raja­vi. Pero lo que real­men­te sal­vó al régi­men y frus­tró los esfuer­zos de «Mujahi­deen Khalq» fue el Imán Jomei­ni, con su enor­me per­so­na­li­dad y su abru­ma­do­ra pre­sen­cia entre las masas que res­pon­die­ron a su lla­ma­da y salie­ron por millo­nes a llo­rar a las víc­ti­mas del aten­ta­do, en un cla­ro men­sa­je a Raja­vi y su gru­po de que la pobla­ción ira­ní no deja­rá solo al Imán Jomeini. 

«Mujahi­deen Khalq» con­ti­nuó su san­grien­to cur­so de acción, y pron­to siguió con otra ope­ra­ción no menos feroz. Esta vez el obje­ti­vo era el Pre­si­den­te de la Repú­bli­ca, recién ele­gi­do para el car­go, Muham­mad Ali Raja’ei. El Pre­si­den­te asis­tía a una reu­nión en la sede del Pri­mer Minis­te­rio para el Con­se­jo Supre­mo de Defen­sa cuan­do una bom­ba explo­tó, matan­do a otro gru­po de altos diri­gen­tes del gobierno de la revo­lu­ción: El pre­si­den­te Muham­mad Ali Raja’ei, y con él el pri­mer minis­tro Muham­mad Javad Bah­ner, ade­más del jefe de la poli­cía de la Repú­bli­ca Islá­mi­ca, el coro­nel Waheed Dast­jer­di. Ellos fue­ron las víc­ti­mas más des­ta­ca­das de la nue­va explosión.

A pesar de estas pér­di­das, bajas y san­gre, el régi­men de la Revo­lu­ción Islá­mi­ca logró supe­rar las gra­ves ame­na­zas y salir del ato­lla­de­ro. A par­tir de 1982 el «Mujahe­deen Khalq» esta­ba muy debi­li­ta­do y sus ele­men­tos y líde­res comen­za­ron a huir fue­ra de Irán des­pués de que los Guar­dias Revo­lu­cio­na­rios y los nue­vos ser­vi­cios de segu­ri­dad se hicie­ran más fuer­tes. El imán Jomei­ni tenía aho­ra una fuer­za que gol­pea­ba con puño de hie­rro si era nece­sa­rio. «Mujahi­deen Khalq» fue derro­ta­do, pero a un cos­te muy alto.

Los ase­si­na­tos no se detu­vie­ron des­pués de eso, con­ti­nua­ron pero la natu­ra­le­za y los obje­ti­vos de las ope­ra­cio­nes cam­bia­ron. Los obje­ti­vos empe­za­ron a pro­ve­nir de par­tes exter­nas y se diri­gían sobre todo a cua­dros cien­tí­fi­cos y téc­ni­cos o a figu­ras mili­ta­res y de segu­ri­dad de alto rango.

Entre 2010 y 2012, cua­tro cien­tí­fi­cos de alto nivel del pro­gra­ma nuclear ira­ní y pro­fe­so­res uni­ver­si­ta­rios fue­ron ase­si­na­dos, y todas las sos­pe­chas apun­ta­ban al Mos­sad israe­lí, que posi­ble­men­te podría haber esta­do uti­li­zan­do viejos/​nuevos ele­men­tos de «Mujahi­deen Khalq» u otros enemi­gos del régi­men. Has­ta que lle­ga­mos al año 2020, que comen­zó con el ase­si­na­to del gran sím­bo­lo de Irán, Qas­sem Sulei­ma­ni, y ter­mi­nó con el ase­si­na­to de Moh­sen Fakh­ri­za­deh, el padre del pro­gra­ma nuclear. 

Al apun­tar a Fakh­ri­za­deh, los ase­si­nos que­rían, apa­ren­te­men­te, impe­dir el pro­gra­ma nuclear de Irán matan­do a su cabe­za y a su figu­ra más sig­ni­fi­ca­ti­va, que era muy apre­cia­da por los altos diri­gen­tes de Irán.

Como ocu­rrió en el pasa­do, lo mis­mo ocu­rri­rá aho­ra y maña­na: Las capa­ci­da­des mili­ta­res y tec­no­ló­gi­cas de Irán no se verán afec­ta­das. Los enor­mes pro­gra­mas cien­tí­fi­cos, tec­no­ló­gi­cos y estra­té­gi­cos de Irán fun­cio­nan ins­ti­tu­cio­nal­men­te. La enti­dad sio­nis­ta lo sabe, pero ata­ca como una cues­tión de auto­afir­ma­ción, con la inten­ción de des­mo­ra­li­zar e inti­mi­dar a los que pue­den ser inti­mi­da­dos de entre los aca­dé­mi­cos y fun­cio­na­rios de Irán. 

«Israel» no ten­drá éxi­to en su empe­ño. Cada már­tir que cae en Irán recuer­da a su pue­blo la injus­ti­cia his­tó­ri­ca come­ti­da con­tra él por tira­nos y opre­so­res y aumen­ta su apo­yo a su régi­men. Y no olvi­de­mos que el mar­ti­rio está en el cora­zón del alma y la con­cien­cia del pue­blo ira­ní, des­de el imán Hus­sein bin Ali has­ta… ¡Moh­sen Fakhrizadeh!

Fuen­te: Al Mayadeen

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