Honduras. Xiomara Castro inaugura una nueva era

Hon­du­ras. Xio­ma­ra Cas­tro inau­gu­ra una nue­va era

Por Ati­lio A. Boron, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 29 de noviem­bre de 2021.

La aplas­tan­te vic­to­ria de Xio­ma­ra Cas­tro en las elec­cio­nes pre­si­den­cia­les de Hon­du­ras pone un bro­che de oro a un mes polí­ti­ca­men­te excep­cio­nal de Nues­tra Amé­ri­ca. Que­da aún pen­dien­te el balo­ta­je chi­leno, pero el triun­fo de la can­di­da­ta de LIBRE tie­ne un relie­ve y una tras­cen­den­cia que exce­de con cre­ces el ámbi­to cen­tro­ame­ri­cano y se pro­yec­ta a esca­la con­ti­nen­tal. Su haza­ña fue el pre­mio a doce duros años de mili­tan­cia en los cua­les ella y su mari­do, el derro­ca­do ex pre­si­den­te Manuel “Mel” Zela­ya, mili­ta­ron incan­sa­ble­men­te para cons­truir una alter­na­ti­va a las mario­ne­tas que Washing­ton se las inge­nió para impo­ner en Hon­du­ras lue­go de la des­ti­tu­ción de Zela­ya, el 28 de Junio de 2009. 

Este fue el pri­mer “gol­pe blan­do o ins­ti­tu­cio­nal” que el gobierno de Esta­dos Uni­dos puso en prác­ti­ca en la región y, tal vez, la par­ti­da de naci­mien­to del Law­fa­re como prác­ti­ca des­ti­tu­yen­te y de per­se­cu­ción polí­ti­ca. Des­de enton­ces se uti­li­za para pros­cri­bir ‑o por lo menos obs­ta­cu­li­zar- la pre­sen­cia de líde­res popu­la­res en Lati­noa­mé­ri­ca. En 2012 la víc­ti­ma fue Fer­nan­do Lugo en Para­guay y en 2016 Dil­ma Rous­seff. Muchos otros y otras son víc­ti­mas de esa nefas­ta inven­ción nor­te­ame­ri­ca­na: Lula, Evo, Correa, Cris­ti­na, Glas, Riva­de­nei­ra, Pati­ño, etc, y la lis­ta no es exhaus­ti­va. No fue casual que en ambos paí­ses –Para­guay y Bra­sil- y en esos pre­ci­sos momen­tos la emba­ja­do­ra de Esta­dos Uni­dos fue­se la mis­ma: Lilia­na Ayalde. 

¿El peca­do de Zela­ya? Haber incor­po­ra­do su país al ALBA, for­tal­ci­do los víncu­los con la Vene­zue­la boli­va­ria­na y pre­ten­der con­sul­tar a la ciu­da­da­nía si que­ría o no que se con­vo­ca­ra a una asam­blea cons­ti­tu­cio­nal. Lo que siguió fue una tenaz resis­ten­cia de Zela­ya y Xio­ma­ra, lue­go el exi­lio y des­pués una impla­ca­ble per­se­cu­ción, mien­tras el país se con­ver­tía en un pára­mo sumi­do en la pobre­za y la vio­len­cia. Washing­ton impu­so, median­te elec­cio­nes frau­du­len­tas a dos peo­nes: Por­fi­rio Lobo Sosa y Juan Orlan­do Her­nán­dez, el hiper­co­rrup­to ‑según la Jus­ti­cia de Esta­dos Uni­dos y la opi­nión de las segun­das líneas del Depar­ta­men­to de Esta­do- pese a lo cual Barack Oba­ma, Donald Trump y Joe Biden siguie­ron admi­tién­do­lo como uno de los líde­res demo­crá­ti­cos de la región. Más de una trein­te­na de muer­tos en pro­tes­tas popu­la­res jalo­na­ron la re-elec­ción de Her­nán­dez a la pre­si­den­cia en 2017. Pare­ce que Alma­gro no se ente­ró; tam­po­co lo hicie­ron sus amos en Washing­ton. Pero Xio­ma­ra no aflo­jó en su lucha.

Así las cosas hoy adquie­re el méri­to his­tó­ri­co de haber barri­do con un alu­vión de votos a la mafia polí­ti­ca enquis­ta­da en Hon­du­ras con la ben­di­ción de la Casa Blan­ca. Y lo hizo en las elec­cio­nes con la mayor tasa de par­ti­ci­pa­ción de la his­to­ria hon­du­re­ña (unos tres millo­nes y medio de votan­tes) que la con­vir­tie­ron en la pre­si­den­ta más vota­da de su país y, ade­más, en la que atra­jo a las urnas al des­en­can­ta­do voto juve­nil, unos dos millo­nes en total. Su arro­lla­dor avan­ce liqui­dó tam­bién, oja­lá que para siem­pre, el arcai­co bipar­ti­dis­mo libe­ral-con­ser­va­dor que toda­vía ago­bia a Colom­bia, y puso fin a uno de los nar­co­go­bier­nos más des­ca­ra­dos de Lati­noa­mé­ri­ca y el Cari­be, sos­te­ni­do con­tra vien­to y marea por suce­si­vos pre­si­den­tes norteamericanos.

Ama­ne­ce en Hon­du­ras, lo cual no es poca cosa. Mel ha sido rei­vin­di­ca­do por su com­pa­ñe­ra de toda la vida; y ella, Xio­ma­ra, demos­tró poseer un talen­to y unas aga­llas –sí, “aga­llas”, por­que sin ellas no se pue­de hacer polí­ti­ca- que la con­vier­ten en una refe­ren­cia insos­la­ya­ble en los nue­vos vien­tos que están barrien­do la región. Como lati­no­ame­ri­cano sólo pue­do hacer­le lle­gar mi más emo­cio­na­do agra­de­ci­mien­to por su épi­ca batalla.

Itu­rria /​Fuen­te

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