Cuba. ¿Por qué no tiene un movimiento antivacunas?

Cuba. ¿Por qué no tie­ne un movi­mien­to antivacunas?

Por: Marc Van­de­pit­te, Toon Danhieux. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 3 de enero de 2022.

Cada vez más, amplios sec­to­res de la pobla­ción euro­pea expre­san abier­ta­men­te su des­con­fian­za hacia las polí­ti­cas para com­ba­tir la COVID-19. La reac­ción de la polí­ti­ca tra­di­cio­nal es de páni­co y se carac­te­ri­za por el pater­na­lis­mo y la repre­sión: obli­ga­ción gene­ral de vacu­nar­se y res­trin­gir la liber­tad de cir­cu­la­ción. Esa no es la for­ma de crear apo­yo en la pobla­ción. Para ello será nece­sa­rio, como míni­mo, escu­char los temo­res y las preo­cu­pa­cio­nes de las per­so­nas no vacu­na­das. Pero tam­bién hay otros ele­men­tos en jue­go. La com­pa­ra­ción con Cuba es interesante.

Des­con­fian­za en el gobierno

Muchas per­so­nas no vacu­na­das dudan, con razón, de la com­pe­ten­cia y/​o de la bue­na fe de los gobier­nos que aho­ra quie­ren vacu­nar lo antes posi­ble. No es tan incomprensible.

Los paí­ses euro­peos están impro­vi­san­do des­de mar­zo de 2020. No exis­te nin­gún tipo de uni­for­mi­dad o lógi­ca en las polí­ti­cas para ata­car la pan­de­mia de COVID-19. Con índi­ces de con­ta­gio simi­la­res las medi­das difie­ren mucho de un país a otro.

En Bél­gi­ca, don­de yo vivo, como en otro paí­ses en Euro­pa, la impro­vi­sa­ción era incom­pren­si­ble. El gobierno bel­ga espe­ró has­ta media­dos de mar­zo antes de tomar medi­das. Eso fue un mes y medio dema­sia­do tar­de. Si hubie­ran toma­do medi­das antes, la tasa de pro­pa­ga­ción habría sido mucho menor y se habrían evi­ta­do miles de muer­tes por COVID-19. Y pare­ce que no apren­den de sus erro­res. La res­pues­ta a cada nue­va ola de COVID-19 lle­ga tarde.

Aun­que los exper­tos lle­va­ban años advir­tién­do­lo, el gobierno bel­ga no esta­ba pre­pa­ra­do para una pan­de­mia. Al prin­ci­pio decía que las mas­ca­ri­llas no ser­vían, por­que (toda­vía) no se dis­po­nía de ellas debi­do a una mala ges­tión. Lue­go, de repen­te, se con­vir­tie­ron en obligatorias.

En sep­tiem­bre de 2021 las medi­das se rela­ja­ron en Bél­gi­ca con cifras peo­res, mien­tras que en los Paí­ses Bajos se endu­re­cie­ron con mejo­res cifras. ¿Cómo expli­car eso? En Bél­gi­ca se tie­nen que poner de acuer­do sie­te minis­tros de Sani­dad para poder imple­men­tar una nue­va polí­ti­ca. Al mis­mo tiem­po, los gober­na­do­res y alcal­des intro­du­cen nor­mas más estric­tas o más per­mi­si­vas y los pre­si­den­tes de los par­ti­dos pulen su ima­gen a cos­ta de la salud pública.

Cuan­do esa des­con­fian­za lle­ga a las calles y a las redes socia­les, la extre­ma dere­cha solo tie­ne que meter el balón de cabe­za. Atraen a su lado a quie­nes están legí­ti­ma­men­te des­con­ten­tos solo con mos­trar empa­tía con su des­con­fian­za en el gobierno. El obje­ti­vo, por supues­to, no es exi­gir más demo­cra­cia para los que no tie­nen voz. La his­to­ria nos ense­ña por que el obje­ti­vo de la extre­ma dere­cha es apre­su­rar la for­ma­ción de un régi­men auto­ri­ta­rio que deje com­ple­ta­men­te fue­ra a estas per­so­nas y lle­ve al extre­mo la explo­ta­ción de todo y de todos por par­te del 1%.

Las medi­das anti-COVID-19 en muchos paí­ses euro­peos fue­ron y siguen sien­do un enor­me caos. Pero, en reali­dad, la des­con­fian­za es mucho más pro­fun­da. En la ante­rior gran cri­sis, la ban­ca­ria de 2008, los ciu­da­da­nos tam­bién fui­mos los que paga­mos el pato. Los ban­cos que habían espe­cu­la­do con nues­tro dine­ro se salie­ron con la suya y fue­ron sal­va­dos. Y la gen­te común paga­mos la fac­tu­ra. Es obvio que exis­te des­con­fian­za en la capa­ci­dad de ges­tión de una cri­sis por par­te del gobierno.

¿Y en Cuba?

Ya en enero de 2020, casi dos meses antes de que los polí­ti­cos en Euro­pa entra­ran en acción, el gobierno cubano puso en mar­cha un plan nacio­nal para com­ba­tir el coro­na­vi­rus. Se lan­za­ron cam­pa­ñas masi­vas de infor­ma­ción en los barrios obre­ros y en la tele­vi­sión. Ni gobier­nos con­tra­dic­to­rios ni sie­te minis­tros de sani­dad que se tenían que poner de acuer­do ni dis­cu­sio­nes sobre mas­ca­ri­llas obligatorias.

El gobierno actuó con deci­sión e hizo todo lo posi­ble para cor­tar el virus de raíz. Nada de pro­me­sas fáci­les dicien­do que íba­mos a recu­pe­rar el ‘rei­no de la liber­tad’ gra­cias a las vacu­nas, nada de sol­tar las rien­das dema­sia­do rápi­do, debi­do a moti­vos elec­to­ra­les o a la fal­ta de cora­je polí­ti­co, sino medi­das fir­mes. Algu­nos ejem­plos. El turis­mo, prin­ci­pal fuen­te de ingre­sos pero tam­bién de con­ta­gio, se detu­vo inme­dia­ta­men­te. Los niños a par­tir de seis años están obli­ga­dos a lle­var mas­ca­ri­lla. Cuan­do que­dó cla­ro que las escue­las tam­bién eran impor­tan­tes focos de con­ta­gio, se pasó a la edu­ca­ción en casa, con muy buen apo­yo de la tele­vi­sión esco­lar, entre otras cosas.

“Al infor­mar ade­cua­da­men­te a la pobla­ción sobre los ries­gos sani­ta­rios, los cuba­nos com­pren­den la impor­tan­cia de que­dar­se en casa. Saben cómo trans­mi­tir la enfer­me­dad, y se res­pon­sa­bi­li­zan de su pro­pia salud y de la de sus fami­lia­res y veci­nos”, dice Ais­sa Naran­jo, médi­ca en La Habana.

La asis­ten­cia sani­ta­ria en Cuba se cen­tra prin­ci­pal­men­te en la pre­ven­ción y está muy des­cen­tra­li­za­da. Cada barrio tie­ne su poli­clí­ni­ca y exis­te un fuer­te víncu­lo de con­fian­za entre la pobla­ción local y el per­so­nal sani­ta­rio. Des­de mar­zo de 2020 casi 30.000 ‘ras­trea­do­res de con­tac­tos’ han ido de puer­ta en puer­ta, has­ta los rin­co­nes más ale­ja­dos de la isla, para com­pro­bar en cada fami­lia si uno de sus miem­bros esta­ba infec­ta­do. Se movi­li­zó a los estu­dian­tes uni­ver­si­ta­rios para ayu­dar en ese ras­treo. En Bél­gi­ca la detec­ción la rea­li­za­ron per­so­nas anó­ni­mas en cen­tros de lla­ma­das, lo que no ins­pi­ra pre­ci­sa­men­te confianza.

Mien­tras tan­to, todo se cen­tró en el desa­rro­llo de vacu­nas con­tra el coro­na­vi­rus. En mar­zo de 2021 tres vacu­nas esta­ban ya en fase de prue­ba. En la actua­li­dad Cuba cuen­ta con cin­co vacu­nas pro­pias, una de ellas para niños de tan solo dos años.

Las dife­ren­cias en las polí­ti­cas COVID-19 entre Cuba y Bél­gi­ca se refle­jan tam­bién en las cifras. En Cuba hubo 146 muer­tes por COVID-19 a fina­les de 2020. En Bél­gi­ca, con el mis­mo núme­ro de habi­tan­tes, la cifra era de casi 20.000. Eso fue antes de la varian­te Del­ta. Cuba no lle­gó a tiem­po. Las vacu­nas pro­pias recién se ter­mi­na­ron tres meses des­pués de que la varian­te Del­ta empe­za­ra a pro­li­fe­rar. La rápi­da vacu­na­ción en Bél­gi­ca, a par­tir de fina­les de 2020, ha per­mi­ti­do redu­cir sig­ni­fi­ca­ti­va­men­te el núme­ro de muer­tes cau­sa­das por la varian­te Del­ta, al menos en las fases iniciales.

En Cuba la varian­te Del­ta en reali­dad lle­gó dema­sia­do pron­to; no había vacu­nas en ese momen­to. El pico de infec­ción se pro­du­jo en el mes de julio. Esto cau­só muchas muer­tes y sacu­dió el sis­te­ma sani­ta­rio. Esta pre­ca­ria situa­ción sani­ta­ria se sumó a los gra­ves pro­ble­mas eco­nó­mi­cos deri­va­dos del blo­queo eco­nó­mi­co de Esta­dos Uni­dos, la pér­di­da de turis­mo y el aumen­to del pre­cio de los ali­men­tos. Como resul­ta­do, hubo mucho des­con­ten­to entre la gen­te. A tra­vés de las redes socia­les se ha inten­ta­do des­de Esta­dos Uni­dos agi­tar ese des­con­ten­to y cana­li­zar­lo en pro­tes­tas. El inten­to aca­bó fracasando.

Una vez ini­cia­da la cam­pa­ña de vacu­na­ción en Cuba los resul­ta­dos fue­ron espec­ta­cu­la­res. El 20 de sep­tiem­bre, al ini­cio de la cam­pa­ña, toda­vía había dia­ria­men­te más de 40.000 nue­vas infec­cio­nes y 69 muer­tes. Hoy en día hay 120 nue­vas infec­cio­nes y una muer­te al día. En Cuba tam­bién se vacu­na a los niños a par­tir de dos años. El 2 de diciem­bre el 90% de los cuba­nos había reci­bi­do su pri­me­ra dosis. Es el segun­do por­cen­ta­je más alto del mun­do, des­pués de los Emi­ra­tos Ára­bes Uni­dos, y el más alto de Amé­ri­ca Lati­na. En Bél­gi­ca esta­mos al 75%.

2. Des­con­fian­za en las gran­des farmacéuticas

A muchas per­so­nas no vacu­na­das en Euro­pa les pare­ce sos­pe­cho­so que el gobierno pro­por­cio­ne vacu­nas gra­tui­ta­men­te. Hay que pagar cada vez más por otros medi­ca­men­tos. La sani­dad cues­ta cada año más a los pacien­tes y aho­ra, de repen­te, todos “tene­mos” que vacu­nar­nos gra­tui­ta­men­te. ¿No hay nada detrás? ¿Se es un teó­ri­co de la cons­pi­ra­ción si se hace esta pregunta?

La gen­te sabe que las gran­des far­ma­céu­ti­cas sólo miran las ganan­cias y no siem­pre se toman en serio la segu­ri­dad de las per­so­nas. Entre 1940 y 1980 millo­nes de futu­ras madres toma­ron DES (die­tils­til­bes­trol) con­tra los abor­tos espon­tá­neos y en los años 60 se les rece­tó Sof­te­non con­tra los mareos del emba­ra­zo. Esas deci­sio­nes pro­du­je­ron miles de bebés defor­mes. En Esta­dos Uni­dos Pur­due Phar­ma, pro­pie­dad de la acau­da­la­da fami­lia Sac­kler, ven­día has­ta hace poco el poten­te anal­gé­si­co Oxy­Con­tin, sabien­do per­fec­ta­men­te que es alta­men­te adictivo.

Pur­due es res­pon­sa­ble de la muer­te de miles de esta­dou­ni­den­ses y de la adic­ción de millo­nes. El fen­ta­ni­lo, inven­ta­do por Paul Jans­sen, del gigan­te far­ma­céu­ti­co bel­ga del mis­mo nom­bre (que aho­ra for­ma par­te de John­son & John­son), es tam­bién un anal­gé­si­co alta­men­te adic­ti­vo que se podía adqui­rir libre­men­te en Esta­dos Uni­dos y que se pro­mo­cio­na­ba con fuer­za. Johnson&Johnson fue con­de­na­da por su res­pon­sa­bi­li­dad en este caso.

La gen­te tam­bién sabe que las com­pa­ñías far­ma­céu­ti­cas están cobran­do pre­cios dema­sia­do altos por sus vacu­nas con­tra el COVID-19 y que muy están sub­ven­cio­na­dos por el gobierno, pero se les per­mi­te que­dar­se con miles de millo­nes de bene­fi­cios. Cuan­do estas mis­mas empre­sas dicen enton­ces que es nece­sa­rio otra inyec­ción de refuer­zo, esto des­pier­ta com­pren­si­ble­men­te la sos­pe­cha, aun­que la nece­si­dad sea cien­tí­fi­ca­men­te correcta.

¿Y en Cuba?

En Cuba no exis­te una indus­tria far­ma­céu­ti­ca pri­va­da. Todas las vacu­nas con­tra el COVID-19 las fabri­can labo­ra­to­rios bio­mé­di­cos de pro­pie­dad guber­na­men­tal. El 80% de las vacu­nas uti­li­za­das en los pro­gra­mas de vacu­na­ción del país son de fabri­ca­ción nacio­nal. Aquí no encon­tra­rá pre­cios escan­da­lo­sos ni bene­fi­cios usureros.

Des­de la infan­cia toda a pobla­ción está vacu­na­da con­tra una serie de enfer­me­da­des, al igual que aquí en Euro­pa. Este es uno de los prin­ci­pa­les fac­to­res del rapi­dí­si­mo aumen­to de la espe­ran­za de vida en Cuba en las últi­mas déca­das. En Cuba la espe­ran­za de vida es mayor que en Esta­dos Uni­dos y la mor­ta­li­dad infan­til menor. En los últi­mos meses se ha demos­tra­do que las vacu­nas tam­bién son muy efi­ca­ces. Por eso no es de extra­ñar que cual­quier per­so­na cuba­na no solo con­fíe en sus empre­sas far­ma­céu­ti­cas nacio­na­les, sino que se sien­ta orgu­llo­sa de ellas.

Des­con­fian­za en la ciencia

La cien­cia real y la pseu­do­cien­cia se uti­li­zan a menu­do para hacer publi­ci­dad de todo tipo de cosas aquí en Euro­pa: suple­men­tos ali­men­ti­cios, paña­les per­fec­tos, pro­duc­tos para cre­ci­mien­to de pelo, móvi­les super­só­ni­cos… A con­se­cuen­cia de ello la cien­cia ha per­di­do gran par­te de su esta­tus para muchas per­so­nas. Los fre­cuen­tes frau­des de inves­ti­ga­ción y a gran esca­la (pen­se­mos en el die­sel­ga­te) hacen que la gen­te sos­pe­che aún más.

Ade­más, muchas per­so­nas salen de la ense­ñan­za secun­da­ria o supe­rior sin ser capa­ces de enten­der las esta­dís­ti­cas o su repre­sen­ta­ción en los artícu­los. “Hay tan­tas per­so­nas vacu­na­das como no vacu­na­das en el hos­pi­tal, ¿no?”. Todo esto expli­ca que gran­des gru­pos de per­so­nas se sien­tan atraí­dos por teo­rías oscu­ras o, al menos, quie­ran tomar­las en serio por­que pien­san que “ellos” están tra­tan­do de hacer­nos creer algo. Que “ellos” quie­ren obli­gar­nos a cum­plir con una serie de cosas: pasa­por­te COVID, vacu­nas, etc. “Ellos” es, enton­ces, una amal­ga­ma de polí­ti­cos, exper­tos y medios de comunicación.

¿Y en Cuba?

En Cuba la gen­te se enfren­ta a la publi­ci­dad pro­fe­sio­nal solo muy espo­rá­di­ca­men­te. La cien­cia lle­ga a la gen­te a tra­vés de la edu­ca­ción ‑de alta cali­dad- y de medios de comu­ni­ca­ción no comer­cia­les. Inclu­so antes de la pri­me­ra infec­ción se expli­có a todos los cuba­nos en la tele­vi­sión qué es el COVID-19, cómo se desa­rro­lló la pan­de­mia en todo el mun­do, qué se pue­de hacer al res­pec­to y, por con­si­guien­te, qué medi­das se iban a tomar.

La pobla­ción cuba­na sabea que sus cien­tí­fi­cos tra­ba­jan por el bien común de su país. La pobla­ción lo cons­ta­ta casi todos los años, por ejem­plo, en las eva­cua­cio­nes pre­ven­ti­vas de los pue­blos y ciu­da­des que se encuen­tran en las rutas de los hura­ca­nes, tra­za­das por los mejo­res meteo­ró­lo­gos del mun­do. Vió cómo el VIH se con­tu­vo rápi­da­men­te con un fuer­te com­pro­mi­so de pre­ven­ción, cómo el den­gue y el zika (1) se tra­tan de for­ma cien­tí­fi­ca, efi­cien­te y trans­pa­ren­te, lo que tie­nen como resul­ta­do un núme­ro míni­mo de víctimas.

4. Des­con­fian­za en la solidaridad

Una ges­tión efi­caz de la pan­de­mia pre­su­po­ne soli­da­ri­dad. La mayo­ría de la pobla­ción, que per­so­nal­men­te tie­ne poco que temer de la enfer­me­dad, debe soli­da­ri­zar­se con las mino­rías de per­so­nas (muy) mayo­res y físi­ca­men­te débi­les. La vacu­na­ción es impor­tan­te para un hom­bre o una mujer nor­mal, y tam­bién para los niños, para redu­cir la cir­cu­la­ción del virus en la comu­ni­dad lo antes posi­ble en favor de los más débi­les. La mayo­ría de la gen­te ‑tam­bién en Euro­pa- con­si­de­ra que eso es una razón sufi­cien­te para par­ti­ci­par. Esto tam­bién se apli­ca al cum­pli­mien­to de las medi­das de seguridad.

Es real­men­te sor­pren­den­te que no haya más gen­te en Euro­pa dicien­do: “Estoy lo sufi­cien­te­men­te sano y fuer­te, no nece­si­to una vacu­na, el res­to tie­ne que hacer lo suyo”. Toda la cul­tu­ra comer­cial y neo­li­be­ral de aquí le recuer­da a la gen­te a dia­rio su deber de desa­rro­llar­se, de hacer­lo cada vez mejor en la vida, entién­da­se, ser más rico. El ideal es la auto­no­mía abso­lu­ta, no depen­der de los demás, ni mucho menos del ‘Esta­do’, pues de lo con­tra­rio se es un apro­ve­cha­do. Los sin­di­ca­tos son enton­ces los pro­tec­to­res de esos ‘apro­ve­cha­dos’. Hay que des­en­gra­sar el Esta­do, recor­tar la asis­ten­cia social y sani­ta­ria. Esa no es pre­ci­sa­men­te una cul­tu­ra que fomen­te la solidaridad.

¿Y en Cuba?

Las y los cuba­nos no están en una situa­ción de com­pe­ten­cia o de ‘sál­ve­se quien pue­da’. La pobla­ción cuba­na sabe por expe­rien­cia que solo jun­tos pue­den afron­tar los gran­des retos del país. Supe­rar los pro­ble­mas jun­tos es a lo que están acos­tum­bra­dos, des­gra­cia­da­men­te hoy más que nun­ca. Ayu­dar a los veci­nos, lim­piar el barrio jun­tos, cele­brar reunio­nes y tomar deci­sio­nes jun­tos en el lugar de tra­ba­jo, etc., es su for­ma de vida.

La soli­da­ri­dad for­ma par­te de su ADN. Duran­te déca­das han envia­do médi­cos, enfer­me­ros y pro­fe­so­res al res­to del mun­do. Un peque­ño país de once millo­nes de habi­tan­tes, con diez veces menos recur­sos que Bél­gi­ca, envió médi­cos a luchar con­tra el COVID en luga­res tan leja­nos como Italia.

Esta acti­tud y for­ma de vida es la cuar­ta razón por la que hay pocos o nin­gún anti­va­cu­nas en Cuba.

(Toma­do de Rebe­lion)

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