Al hilo del excelente artículo del historiador e investigador Iñaki Egaña “Udalbiltza: atrapados en el bucle de la historia” invoco el recuerdo del viejo alcalde de Bilbao por aquellas fechas, la figura preclara de D. Ernesto Ercoreca, alcalde que, como otros más tarde y por parecidas causas –ejemplo nítido José Luis Elkoro y, como nos relata Egaña, los representantes hoy de Udalbiltza‑, fueron y son hechos prisioneros en nuestros días.
De pie ante el retrato de Ernesto Ercoreca, pintado al óleo por su amigo Párraga, rescatado del sótano del Reina Sofía y colgado en la pared del Ayuntamiento del Botxo, traigo a la memoria del lector tres momentos difíciles de su vida de republicano.
1.- Monumento al Sagrado Corazón
El actual monumento al Sagrado Corazón en Bilbao se inauguró el 26 de junio de 1927, a las 11 de la mañana, con gran boato y solemnidad. La colocación de la primera piedra data del 29 de junio de 1924. La junta del Apostolado de la Oración, promotora de la idea, había abierto en 1922 un concurso internacional entre arquitectos y escultores. Se presentaron 110 trabajos, al final el jurado premió y seleccionó el proyecto de monumento presentado por el arquitecto Pedro Muguruza y el escultor Lorenzo Coullaut Valera. La erección de un monumento al Sagrado Corazón en nuestra Villa estuvo plagada de sinsabores y disputas. En las actas del pleno del 9 de noviembre de 1923 se recogen las amargas palabras del alcalde, Justo Diego de Somonte e Iturrioz: «En la visita hecha a los asilos he visto muchas calamidades». Estima que la cantidad de 800.000 pesetas, que se destina al monumento, honraría más al Sagrado Corazón si fuera invertida en un refugio para niños. Ya anteriormente, en 1922, al tratarse este tema en pleno, el edil Laiseca había sostenido que «es una vergüenza para Bilbao la colocación de ese monumento». Acusó a los jesuitas de «visitar a los concejales y familias, llegándoles a poner un dogal en el cuello, obligándoles a votar el proyecto. La erección del monumento iba a ser una bofetada a los elementos que profesan otras ideas religiosas o no tienen ninguna». La propuesta siguió adelante por escaso margen.
Y es en el pleno del 4 de enero de 1933 cuando siendo alcalde Ernesto y a propuesta del edil Aznar ‑de la minoría socialista– se acuerda la desaparición del monumento. «Ha transcurrido cerca de dos años de República, se ha llegado a la práctica secularización de los cementerios, de las escuelas, es hora de que de la vía pública desaparezcan todas aquellas cosas que pueden representar una religión que signifique la idolatría que puede sentir una parte de la población hacia una religión determinada. Eso es lo que representa este monumento que, en tiempos de la dictadura y por muy escasos votos, se permitió su erección». Tras tenso debate sale adelante el desmantelamiento del monumento al Sagrado Corazón. Desmantelamiento que, como se ve, no sólo no se llevó a cabo sino que el 11 de enero de 1941 otro pleno acordó «grabar en la parte zaguera del basamento de la estatua la inscripción: este monumento fue erigido por el apostolado de la oración con la colaboración de los vizcaínos. El Ayuntamiento de la victoria en homenaje al Sagrado Corazón de Jesús acordó grabar en él los nombres de los que murieron por Dios y por España».
Como es conocido, D. Ernesto Ercoreca y Régil fue elegido provisionalmente alcalde del Botxo el 14 de abril de 1931 a las 19´15 de la tarde por unanimidad (un voto en blanco, posiblemente el suyo). Su ser republicano lo manifiesta ya en el primer discurso, tras acceder a la alcaldía: «¡Pueblo republicano!… Nosotros venimos a esta casa, porque nos ha traído el pueblo, para defender la causa de la República, y la defenderemos con verdadero entusiasmo. Yo sé que el día de hoy es de júbilo para todos los liberales españoles… Mi primera medida en esta casa va a ir encaminada a que desaparezcan todos los atributos monárquicos y sean cambiados por los republicanos».
Y se acuerda por unanimidad en el primer pleno: sustituir y cambiar el nombre de la plaza de primo de Rivera por el de plaza de Galán y García Hernández. Tras la propuesta de demolición del monumento al Sagrado Corazón yacía la idea de una ciudad laica, sin intromisión de la Iglesia en calles y plazas, respetando sus símbolos en Iglesias y hogares. Fue un ateo, que acompañó y despidió a sus muchos amigos católicos a la puerta de la iglesia.
2.- Cárcel por reclamar el estatuto de autonomía
Tenía 91 años cuando murió el viejo y querido alcalde de Bilbao, D. Ernesto Ercoreca y Régil. Nació en la Villa en 1866, murió el 22 de diciembre de 1957, hace 53 años, luego de una vida azarosa. Fue elegido alcalde de Bilbao el 14 de abril de 1931 y el 12 de agosto de 1934 fue destituido con todos sus compañeros ediles –a excepción de los tres monárquicos- por defender el Concierto Económico y la Autonomía municipal. Antes el gobernador civil de turno, Ángel Velarde, había tomado este Ayuntamiento por las armas tratando de impedir que el pleno del Ayuntamiento eligiera a los representantes que iban a formar parte de la comisión que representara a los ayuntamientos vascos en la defensa del Concierto Económico y de la Autonomía Municipal. El 16 de septiembre él y 31 concejales son encerrados en la cárcel de Burgos y, más tarde, trasladados a la cárcel de Larrínaga en Bilbao. Terminarían siendo repuestos, de nuevo, al frente del pueblo de Bilbao el 23 de febrero de 1936.
D. Ernesto convoca el pleno para las 12 del 12 de agosto de 1934, se trata de elegir a los representantes que van a formar parte de la comisión que represente a los ayuntamientos vascos en la defensa del Concierto Económico y de la Autonomía Municipal. El gobierno quiere impedir el acto y manda al gobernador civil, Ángel Velarde, a que lo destituya como alcalde por su postura de rebeldía frente al poder público. Los pasillos del Ayuntamiento se convierten en «verdaderas murallas de guardias de asalto». Por este motivo el alcalde Ercoreca y otros concejales son encerrados en la cárcel de Larrínaga y Burgos. El 23 de febrero de 1936 el pleno del Ayuntamiento de Bilbao se reúne de nuevo bajo la presidencia del alcalde Ercoreca. Punto central de la sesión: «Integrarse a sus cargos los concejales de esta corporación que en virtud de resoluciones judiciales y gubernativas habían sido privados de sus cargos». Y de nuevo la vena autonomista del republicano Ercoreca: «Al entrar nuevamente en esta casa, después de una ausencia de año y medio, siento una viva emoción viéndome entre mis queridos compañeros… En el pleito municipalista vasco, que ha sido el origen de tantas persecuciones contra nosotros nos guiaron dos fines: primero la defensa del concierto económico, atropellado repetidas veces por el poder central y, después, la defensa entusiasta de la autonomía de los municipios».
3.- Caja Municipal
Ernesto Ercoreca, por ser alcalde, fue presidente del consejo de la Caja de Ahorros Municipal de Bilbao y como tal asistió a una reunión de banca con el consejero de Hacienda del Gobierno Vasco, Heliodoro de la Torre, el 5 de mayo de 1937. A Ercoreca le acompañaba el director de la Caja Municipal, Eliseo Migoya. La orden del gobierno de Euskadi fue la de trasladar todos los valores a Francia. El señor Migoya se encargó de embalarlos sin poner reparo legal alguno y supervisar la carga en tres barcos diferentes. Pero a la llegada de Ercoreca a Iparralde se da cuenta que Migoya sirve ahora a otros señores; el alcalde de la Villa desde el 21 de junio del 37, a la 1 de la tarde, es José María de Areilza. Y lo que antes era poner a salvo aquellos tesoros, que estuvieron en riesgo de ser destruidos por los bombardeos contra el edificio central de la Caja el 25 de septiembre de 1936 o de que cayeran en manos de los insurgentes se convirtió en «la expoliación es de tal envergadura y merece una tal reprobación que las pérdidas deducidas han provocado un movimiento de indignación contra los individuos que han causado estos quebrantos… y del actual estado de despojo en que han quedado los bienes que nos fueron confiados».
Mikel Cruzado ha estudiado con bastante detalle este tema, que tardó años en solucionarse mientras los barcos permanecían bajo arresto en la Rochelle y el puerto holandés de Flessinque. Todo este tema, la postura de su antiguo colaborador, Eliseo Migoya, sus acusaciones… supusieron un trago amargo para este republicano, alcalde del Botxo, que con su hombría de bien tuvo que dirigir la Villa en años difíciles.
Mikel Arizaleta, 17 827 048