Una de las expresiones más concluyentes de la validez del concepto de división de la sociedad en clases y de lucha de clases para explicar la esencia del funcionamiento social es su reflejo en la mortalidad de las poblaciones.
Una vez más la ideología judeocristiana yerra: ni a la hora de morir somos todos iguales. Si la desigualdad social es el rasgo definitorio de la vida en el capitalismo, lo es mucho más la muerte prematura en la clase obrera. Otra cosa es la asunción en la opinión pública, y sobre todo en la conciencia de clase, de la forma en que el capital – trabajo muerto –destruye la vitalidad de los trabajadores y trabajadoras en la reproducción de las relaciones sociales de explotación y opresión.