Arnaldo Otegi se ha convertido en un caso peculiar. No es único a nivel mundial («no veo mucha diferencia entre su caso y los de Aung San Suu Kyi o Liu Xiaobo actualmente», apuntaba un forero en el principal diario español), pero sí peculiar. A la opinión pública le siguen interesando enormemente sus posicionamientos políticos, y no sólo en Euskal Herria, sino también en el conjunto del Estado español. De hecho ayer, cuando faltaba casi una hora para empezar la vista, responsables de prensa y de seguridad de la Audiencia Nacional polemizaban en los pasillos porque se habían acabado ya las credenciales para prensa. El problema es precisamente ése. Otegi interesa mucho, pero sólo se le puede escuchar en salas de vistas judiciales –en intervenciones condicionadas por la situación y cercenadas además por los jueces– o en entrevistas desde la celda –mediante cuestionarios que siempre acaban siendo fríos e incompletos – . Y, pese a ello, cada vez suscita más expectación lo que pueda decir la izquierda abertzale: el de ayer era un juicio similar en presencia e imputaciones al del homenaje a Gatza, pero ha suscitado mucha más expectación –mediática y política– que el de hace diez meses.
Por eso, los juicios en la Audiencia Nacional seguro que son un incordio para Otegi y quienes le van acompañando en el banquillo, pero se han terminado convirtiendo también en un cierto quebradero de cabeza para quienes le juzgan.
Ayer, el tribunal encabezado por Fernando García Nicolás optó por afrontar el tema de un modo muy diferente al que utilizó en enero Ángela Murillo. Todo el mundo recuerda el modo en que esta jueza intentó arrancarle una condena a ETA, a través de una pregunta directísima, lanzada como si fuera un gancho a la mandíbula. Ayer, medios como la televisión pública española especulaban con que se repetiría la maniobra, entonces esquivada por Otegi. Sin embargo, García Nicolás hizo justo lo contrario: cuando el abogado del Foro Ermua le preguntó al líder abertzale si había condenado a ETA en el acto de Anoeta, el presidente del tribunal declaró rápidamente «impertinente» tal pregunta.
Si en enero la Audiencia Nacional apostó por la provocación, en noviembre ha preferido otra táctica: esquivar el debate. En el fondo, el tribunal especial español sabe que le puede condenar, pero no doblegar políticamente. Sabe también que cuanto más político sea el juicio, más tiene que ganar el líder independentista. Y sabe además, por lo menos desde ayer, que Otegi y el resto de la izquierda abertzale ya no están solos con sus propuestas, sino que dentro de ellas va una parte muy importante, quizás mayoritaria, de la sociedad vasca: partidos, sindicatos, organizaciones sociales que quisieron estar en Madrid. Parafra– seando a Unamuno, quizás condenarán, pero no convencerán.