Hoy hace 25 años de la detención, tortura y asesinato de nuestro tío Miguel Mari, Mikel Zabalza. 25 años en los que la justicia brilla por su ausencia, si bien todos sabemos qué pasó. Durante estos días vuelven a reaparecer los sentimientos y recuerdos tristes y aciagos de hace 25 años (aunque realmente nunca desaparecen). Estos días sus hermanos tienen semblantes serios, hay menos conversación en cada comida familiar… Y eso a nosotros nos corroe.
Las preguntas que azuzan nuestras cabezas estos días son varias. ¿Cómo es posible que llevemos 25 años sin ver a los culpables ante un juez? ¿Acaso nuestro caso depende de los réditos electorales de los partidos políticos? Porque cuando había que machacar constantemente al PSOE con el GAL, el periódico «El Mundo» (y por consiguiente el PP) bien que investigaban y publicaban información acerca de este caso. Se reabrió el caso, se llegó a publicar una conversación grabada entre dos señores (por llamarlos de alguna manera) en la cual uno le confesaba al otro que Mikel había muerto en Intxaurrondo. Por desgracia esta prueba fue desestimada y se tuvo que cerrar una vez más el caso. Y ya no sé cuántas veces hemos padecido la reapertura/clausura del mismo. ¿Hasta cuándo durará esta situación? ¿Verán los hermanos de Mikel a los culpables sentados delante de un juez? ¿Oirán alguna vez el reconocimiento público de que su hermano mayor fue asesinado a consecuencia de la tortura? Lo que está claro es que su aita y su ama se fueron de este mundo sin poder contemplar tal escena. Aunque para ellos daba igual, su hijo mayor estaba muerto y se habían vertido mil y una mentiras sobre él. El dolor ya estaba causado.
De pequeño, una vez nos enseñaron la representación de la justicia, era una bella dama que llevaba en una mano una espada y en la otra una balanza. Nos dijeron que para ser justa llevaba la venda de los ojos, para ser imparcial. Enseguida nos dimos cuenta que ésa no era la imagen más acertada. Si nos hubieran preguntado a nosotros, habríamos dicho que la balanza está inclinada hacia el lado del torturador y, por supuesto, la dama seguiría llevando la venda. Prefiere la oscuridad y la ignorancia a la luz y la verdad.
En aquellos días éramos unos críos. Cualquier mentira piadosa nos valía para seguir viviendo en nuestro mundo de fantasía mientras los demás sufrían. Pero ya no nos vale. Sobre todo sabiendo que la verdad está ahí fuera. Por eso, hoy más que nunca, apoyamos y queremos a nuestros padres.