El crepúsculo de los “Condenados de la Tierra”
A lo largo de la última década, en todo el mundo los “condenados de la tierra’ han dirigido su mirada proletaria, esperanzadora, llena de lágrimas, hacia la Revolución Bolivariana latinoamericana, en particular, hacia Venezuela, el Presidente Hugo Chávez Frías y el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Sin duda, lo que está ocurriendo aquí en Venezuela tiene una relevancia transhistórica a nivel global. Tanto interna como externamente, hay un sin número de camaradas sinceros y solidarios que están confundidos acerca del carácter de la Revolución Bolivariana, están preocupados por su futuro inmediato; algunos expresan su crítica constructiva y otros su crítica desesperada en torno a la situación actual, como también hay algunos que se dejan engañar por la actual guerra mediática internacional contra el gobierno venezolano. Las siguientes reflexiones son de carácter general y teóricas, y serán completadas por un detallado análisis más adelante. El tema es delicado, por lo tanto, es imperativo colocarlo en su contexto global emancipatorio.
Sin duda, es nuestra responsabilidad histórica de defender a todos los logros que la Revolución Bolivariana ha traído a los trabajadores pobres. No hace falta categorizar todos estos logros aquí; el Presidente Hugo Chávez Frías nos los recuerda a diario en todos sus programas y entrevistas nacionales e internacionales. Aquellos que dudan de las estadísticas y de los hechos, pues que vengan a Venezuela para investigar la realidad de la Revolución Bolivariana aquí y ahora mismo.
Sin embargo, debemos recordar que la historia burguesa capitalista ha demostrado que una de las cosas más complicadas de hacer es una revolución global. El modo de producción actual que hoy se está aniquilando sistemáticamente, nació en Mileto hace casi tres milenios: sólo ahora se volvió ‘adulto’ o en las palabras de Immanuel Kant, se ha transformado hacia su plena reconocibilidad.
El que no lo puede ver ahora, no tendrá mucho tiempo para aprender a verlo en el futuro inmediato. La revolución capitalista ha sido el arma formidable del capitalismo revolucionario. Mediante un cuidadoso estudio podemos darnos cuenta que ¡lo revolucionario no es el socialismo, sino su negación, el capitalismo!
Ahora, con respecto a la coyuntura política actual que están viviendo la Revolución Bolivariana, su líder Hugo Chávez Frías y el Partido Socialista Unido de Venezuela, ¿qué está pasando? ¿De verdad todo anda bien? Por ahora y para empezar, sólo nos podemos enfocar en el concepto de la revolución, tratando de verlo bajo una crítica macroscópica.
¿Por qué es sólo ahora, que un número considerable de simpatizantes de nuestro proceso en Venezuela, de repente están muy preocupados que algo anda mal con la Revolución Bolivariana? ¿Por qué casi pasa desapercibido que algo andaba mal en todas las revoluciones pasadas e incluso en aquellas en curso, todas emprendidas en nombre de los “condenados de la tierra”? En cambio, ¿cuales fueron las revoluciones que realmente se han materializado, y en cuyo interés? ¿Quién se benefició o se beneficia?, o como reza la pregunta en latín: ¿«cui bono»? ¿Cuál es la clase interesada en que se “radicalice” la Revolución Bolivariana, y qué clase quiere más bien deshacerse del presidente Chávez y del PSUV? Entonces, ¿el PSUV defiende los intereses de quién? ¿Por qué ha habido una avalancha de advertencias y llamadas a la autocrítica y la rectificación? ¿A quién realmente le preocupa el socialismo en Venezuela?
Bueno, ¡ciertamente a mí me importa, como también le importa a muchos de nuestros y nuestras camaradas!
¡Desde hace tres décadas he estado viviendo, enseñando y luchando por la emancipación de este hermoso país que es Venezuela, entre su cálida población trabajadora! Y durante la última década, desde la llegada al poder de Hugo Chávez, he estado completamente libre de expresar mis opiniones políticas, siempre tratando de hacer mis contribuciones de manera académica, científica y filosófica, sin atacar a nadie ad hominem, porque los problemas no se pueden reducir a las acciones de un solo individuo, sino más bien hay que colocarlos en su contexto histórico.
Ahora, vamos con algunas preguntas orientadoras.
En la historia, en el transcurso de la lucha de clases, ¿cuál de las revoluciones definitivamente logró defenderse y globalizarse después de su victoria política y militar? ¿Cuál fue la revolución que definitivamente materializó sus intereses de clase y alcanzó sus objetivos sociales, políticos, económicos y culturales?
Es precisamente en la respuesta a esta pregunta, donde se encuentra la propia quintaesencia de una revolución y la pista para verificar, si hoy en alguna parte de nuestro planeta de verdad está ocurriendo una revolución que se expresa en la práctica y la ideología.
Tomando como ejemplo algunas auténticas revoluciones de mayor envergadura como la americana, la francesa y las industriales, debemos preguntarnos lo siguiente: ¿Qué intereses de clase tenían en común esas revoluciones? ¿De qué manera estaban vinculadas entre sí? ¿Cuál era su misión histórica respectiva? ¿En qué punto convergieron todas? ¿Quién realmente celebró estas revoluciones? ¿Acaso las celebraron los siervos, esclavos, campesinos o trabajadores? ¿Después de eones, por qué no ha llegado todavía el amanecer de los “condenados de la tierra’?
Entonces, ¿qué fue y qué sigue siendo la función social de una revolución? Venezuela, examinemos lo siguiente:
* La revolución – “rivoluzzione” o “rivoltura’ – nació en una época histórica específica para llevar al poder el capitalismo como modo de destrucción global dominante;
* La revolución tuvo la tarea histórica de destruir el modo de producción feudal, su estructura de clase, su superestructura teológica y el Estado absolutista;
* La revolución tuvo la tarea histórica de industrializar los países metropolitanos y convertir el «Tercer Mundo» en un gran campo de concentración de mano de obra barata, y en un paraíso para la explotación de recursos naturales.
* La revolución tuvo la tarea histórica de dialécticamente establecer y reforzar el «intercambio desigual» (Samir Amin), los dos lados del mercado mundial, la división del mundo en países capitalistas y coloniales. Por ejemplo, como país productor agrícola y más tarde como economía de extracción petrolera, sin acumulación originaria de capital y sin estructura de clases correspondiente, Venezuela se subdesarrolló al mismo paso en que se «desarrollaron» Europa o los Estados Unidos.
* El último país a entrar en el ámbito de los países metropolitanos industrializados del siglo 20 fue Japón. Antes de la globalización, al resto de las ‘Naciones Unidas’ no se les permitió participar en este sonoro proceso de la revolución global y la globalización revolucionaria.
* Por lo tanto, una cosa es hacer la revolución democrática burguesa capitalista en los países metropolitanos, y otra cosa es ser un Estado víctima (lo que hoy es cínicamente llamado una «sociedad fracasada» o un «Estado forajido»), saqueado por la misma globalización revolucionaria o revolución global. Este es el caso de la Venezuela contemporánea. No cualquier país del mundo puede hacer una revolución, ni siquiera una revolución “sui generis”, compitiendo contra el «Imperio». Para tener un mínimo de chance, tenemos que ser muy precisos con nuestros pensamientos y actos.
* La revolución, como fue comprobado históricamente, es capitalista por naturaleza. Es nada más ni nada menos que el propio capitalismo el que ha sido el primer y único modo de producción revolucionario en la historia, según lo constatado por los mismísimos Karl Marx y Friedrich Engels en el Manifiesto del Partido Comunista. Ahora, con respecto a la emancipación y su «vehículo» teórico y político para activar el freno de emergencia y poner fin a la explotación del hombre por el hombre, así como a la explotación de la naturaleza por la sociedad, necesitamos una nueva filosofía, mucho más potente que toda la Ilustración burguesa en su momento, una filosofía que incluso ‘trasciende’ el materialismo dialéctico. No podemos caer hacia atrás y tratar de hacer una revolución que ya se ha hecho y se ha globalizado y de la que hemos sido las víctimas históricas, desde el momento en que comenzó la trata transatlántica de esclavos; y mucho menos podemos seguir siendo sumergidos en la confusión ideológica y las ilusiones religiosas y mesiánicas. Dejemos la incorporación al capitalismo corporativo revolucionado a otros posibles candidatos, que aspiran ser los nuevos socios en esta “Santa Alianza” imperialista, como Rusia, India, China, Brasil y quién sabe, Sudáfrica. Esto no es, ni debe ser, objetivo nuestro.
Lo que realmente está en el orden del día en Venezuela y el mundo, es la emancipación de los esclavos asalariados en las fábricas, en las industrias petroleras, en la agricultura, en los laboratorios, en las oficinas, en el sector educativo, en los ejércitos, en los aparatos del Estado. Es en este ámbito, y en lo que respecta a la destrucción de plusvalía y la aniquilación de la propiedad privada de los medios principales de producción, donde aún hemos hecho muy poco. Nacionalizar empresas no es socialismo, y mucho menos emancipación, en realidad, no es otra cosa que el quid pro quo, los negocios de costumbre como se suelen practicar en el capitalismo.
El socialismo como anti-capitalismo y anti-imperialismo tiene que reflejarse en palabras y hechos, las palabras solas no bastan. Podemos encontrar las joyas emancipatorias más preciosas en los discursos del Presidente Chávez, en las transmisiones de las radios y la televisión comunitarias alternativas, incluso en los medios de comunicación estatales, y más aún, incluso en el programa político del propio PSUV. Allí se encuentran todas las expectativas, anticipaciones y deseos emancipatorios de los obreros y campesinos, es decir de las clases explotadas. Sin embargo, si en la realidad concreta no se refleja ninguna de estas múltiples expresiones anti-capitalistas, con excepción de una u otra tendencia apenas perceptible, entonces nuestros discursos, transmisiones y programas se convierten en pura ideología, es decir, en mentiras repetidas.
¿Será que tal vez tenemos un problema con la tesis número 11 de Marx sobre Feuerbach? Es decir, que ¿sólo interpretamos la realidad venezolana de varias maneras, pero no cambiamos las condiciones del capitalismo, no creamos real y concretamente un mundo mejor para los millones de trabajadores pobres, como lo exigió Bertolt Brecht con tanta elocuencia?
¿No será por eso que muchos camaradas perciben un peligro y temen por la Revolución Bolivariana, temen que podríamos perder nuestra revolución? ¿No podría ser ésta la razón por la tendencia a la disminución del apoyo de la base popular de la Revolución Bolivariana? ¿Será ésta la razón por la que una vez más tendremos que ver a los nefastos rostros del pasado en el nuevo parlamento venezolano a partir del próximo año?
Una cosa es cierta: algo anda mal y debe corregirse con urgencia. Para empezar, tenemos que lograr la eliminación de esa inmensa discrepancia que existe entre un tan noble programa político del Partido Socialista Unido de Venezuela y la realidad concreta, hay que eliminar esa brecha ideológica entre lo que los políticos dicen o escriben y lo que realmente hacen. Sólo cuando se logre esto, sólo cuando se establezca la dialéctica entre la praxis y la teoría, podemos tener la esperanza de captar una vez más la imaginación, la fantasía y el entusiasmo incondicional de los trabajadores venezolanos, al igual que en los años 2002/2003, cuando por un breve lapso de tiempo nuestras ideas emancipatorias se transformaron en una fuerza material liberadora. La ausencia de teoría y praxis y la presencia nefasta de la ideología y la práctica, donde se dice una cosa y se hace otra, son las razones principales por las que nuestro buque Bolivariano se está trancando en las calmas caribeñas.
Por último, en vez de preguntarnos si estamos perdiendo nuestra revolución, más bien deberíamos preguntarnos: ¿Estamos logrando la emancipación humana? ¿Hemos avanzado en trascender el capitalismo corporativo global, la revolución globalizada y la globalización revolucionaria? ¿Hemos eliminado la explotación del hombre por el hombre y de la naturaleza por la sociedad? ¿O nos encontramos ante una especie de juego al estilo Cancún donde predominan las negociaciones y la intermediación, todo en torno a las grandes corporaciones, como de costumbre, no importa las consecuencias catastróficas para la humanidad?