La importancia del llamado eje ?Afg-Pak? (Afganistán-Pakistán) dentro de la estrategia militar de Estados Unidos ha quedado remarcada recientemente tras un documento del presidente Obama donde señalaba que esa región seguí centrando buena parte de sus próximos movimientos en política exterior, y añadía que ?nuestro objetivo sigue siendo el mismo: desbaratar, desmantelar y derrotar a al Qaida en Afganistán y Pakistán, y al tiempo que evitamos que su capacidad amenace a Estados Unidos y a sus aliados en el futuro?.
En el citado documento, se añadía además que la estrategia de la ocupación ya estaba dando sus frutos en las citadas áreas, a pesar de ?que la amenaza todavía está presente y puede dificultar nuestros objetivos?. Pero todo ese despliegue optimista de los dirigentes norteamericanos no debe ocultar que la verdadera realidad afgana trascurre por otros parámetros, bastante alejados además de los que nos quieren presentar.
Importantes analistas coinciden con esa ?otra? realidad, alejada del optimismo propagandístico de la Casa Blanca y de sus aliados occidentales, y que no dudan en afirmar que la actual estrategia de ocupación está condenada al fracaso, más allá de los retoques que se le quiera imprimir en cada momento.
Así, esa postura tan optimista puede acabar ?poniendo en serio peligro la credibilidad? de sus defensores, sobre todo ante la propia opinión pública local que ve con el transcurso de los años, la ocupación sigue dando síntomas de un peligroso estancamiento. Y por otro lado, se denuncia ese intento por defender lo indefendible, presentando una y otra vez a la resistencia afgana como una ?simple realidad pastum y local (situada fundamentalmente en el sur del país)?, desdeñando una realidad más compleja en torno a la estructura y capacidad operativa de los grupos de la resistencia.
Hasta los mayores defensores de la estrategia ocupante reconocen en privado que todo lo más que se puede pretender llevar a delante en la actual coyuntura es contener a la resistencia en algunos puntos clave del país, pero en ningún momento se ve como realizable a medio plazo una victoria sobre los resistentes.
La debilidad, o inexistencia, del gobierno central, el incumplimiento occidental en torno a las ayudas y la reconstrucción, la corrupción y la dependencia hacia las plantaciones de opio, son algunos aspectos que se nos obvian en los comentarios de la Casa Blanca, y que sin embargo son claves para entender mejor la realidad en Afganistán y el equilibrio de fuerzas que se está dando en el tablero regional.
Washington anunció hace ya doce meses una ?nueva estrategia? para Afganistán, pero a tenor de lo que hemos visto hasta ahora nos encontramos con el mismo guión, añadiéndole nuevas dosis en forma de más tropas de combate estadounidenses para intentar contener a la resistencia afgana. Además, recientemente hemos podido ver cómo otro de los pilares de esa estrategia podría tambalearse en el futuro o condicionar al menos las intenciones iniciales de Obama.
Tras la última cumbre de la OTAN en Lisboa la mayor parte de sus miembros han manifestado su intención de abandonar Afganistán en los tres o cuatro próximos años, y sobre todo, se puede constatar que las tropas de esos estados en suelo afgano intentarán evitar que el número de sus bajas se incremente, lo que directa o indirectamente condicionará su supuesta capacidad operativa (limitándose, como ya hacen algunas de esas fuerzas, a permanecer dentro de las bases que a día de hoy tienen en suelo afgano).
Ante ese futuro escenario en torno a sus aliados que se le avecina a Estados Unidos, los estrategas de Obama siguen empeñados en mantener la ocupación y la guerra, sin una hoja de ruta real para poner fin a la situación y sin un panorama donde ceses definitivamente las operaciones militares.
La fecha ?mágica? de 2014 puede acabar siendo una promesa electoral más, o convertirse en un mero espectáculo propagandístico al estilo del que hemos podido ver recientemente en Iraq, donde para justificar la supuesta salida de las tropas militares estadounidenses del país, se ha cambiado la definición de las mismas, y con un nuevo nombre seguimos viendo cómo EEUU ocupa las llamadas bases ?permanentes? en Iraq.
La estrategia estadounidense se agrieta en Afganistán. Mientras que nos quieren hacer creer que la resistencia está encajonada en ciertas regiones, que es un mero movimiento taliban o que está debilitada, y todo ello gracias a la ?presión militar? estadounidense; la realidad es muy diferente, tal y como hemos podido comprobar estas semanas a través de los artículos del periodista Karlos Zurutuza en GARA.
Ese castillo de naipes que ha construido EEUU, aderezado con supuestos movimientos (o fraudes) negociadores, pretende otorgarle una posición ventajosa a Washington, sin embargo casi nada es del color que nos lo pintan.
A día de hoy, la resistencia está más fuerte que nunca, controlando grandes partes del país y con una presencia ?eficaz? en más del ochenta por ciento del mismo. Los recientes avances de los grupos resistentes en el norte y en el este de Afganistán muestran la capacidad operativa, tanto militar como diplomática, de la resistencia. Por un lado logra romper el mito de un movimiento localizado en el sur, al tiempo que ha sido capaz de entablar alianzas tácticas y estratégicas con diferentes grupos y etnias del país.
Otro factor a tener en cuenta es la extrema dependencia que EEUU tiene a día de hoy del otrora defenestrado Karzai, quien pierde enteros cada día que pasa a os ojos de su pueblo, que le ve claramente como la materialización de las promesas occidentales (corrupción, manipulación electoral, debilidad?). La inexistencia de un gobierno operativo más allá del palacio presidencial de Kabul hace que el verdadero aparato estatal se esté conformando en torno a la resistencia, y la población más allá de Kabul tiene que dirigirse a las autoridades nombradas por los rebeldes para solucionar cualquier problema cotidiano.
Tampoco conviene olvidar los movimientos de otros actores. Desde hace tiempo el teatro afgano está sirviendo para que los intereses de poderes regionales o emergentes muevan también sus fichas. El pulso entre Pakistán e India, bajo la sombra de lograr ser ?socio preferente? de EEUU; los movimientos y recelos de China, que no quiere que un nuevo frente se le abra en Asia; las coincidencias entre Teherán y Washington, más allá de las noticias propagandísticas de los medios o de los propios interesados; son todos ellos factores a tener en cuenta a la hora de analizar el devenir de Afganistán.
Lo que se hace cada día más apreciable es la incapacidad de la actual estrategia militar de la ocupación, y más allá de las maniobras interesadas en torno a una supuesta negociación, lo que es evidente es que los dos ejes centrales de los próximos meses en aquella región, si hablamos en clave de resolución del conflicto, van a girara en torno a la finalización de la ocupación extranjera y a una mesa de negociaciones donde deben estar representados los actores locales con peso real, y donde los invitados extranjeros deberán evitar condicionar los resultados de las negociaciones en busca de unos beneficios o intereses propios.
TXENTE REKONDO.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)