Vaya por delante que creo necesaria la existencia de los sindicatos. Y que así lo he manifestado tanto en público como en privado. Del mismo modo, y lo creo totalmente compatible, estoy en contra de la imposición de la huelga y de usar esta como una amenaza, casi, para cada conflicto laboral. Y más en época de crisis.
No estoy afiliado a ningún sindicato, y salvo uno universitario en el que militan gente a la que tengo alta estima personal y profesional, ninguno me ha parecido atractivo. Eso sí, la actitud de los mayoritarios en España (que no en Euskadi) me está pareciendo especialmente reseñable por mezquina.
¿De verdad que nadie se ha dado cuenta de que Zapatero necesitaba ayer, y justo ayer, la foto del «pacto social»? No podía ser otro día diferente a la víspera de la visita de Angela Merkel, que viaja a España para pasar revista al presidente español.
Ayer, justo ayer, el día de la gran foto, se hicieron públicas las peores cifras de desempleo en el estado español desde que existen los registros. Presentarse ante la canciller alemana (sólo la expresión, acojona) sin algo que echarse a la boca, sin un «pero ya ves, Angela, cómo pese a todo España es un país tan estable que hasta los sindicatos quieren trabajar junto al Gobierno», era un auténtico suicidio.
Así que CCOO y UGT (sindicato al que está afiliado Zapatero, por cierto), en mi opinión, accedieron a montar el enésimo teatrillo en el que ganan todos (PSOE, UGT, CCOO y Gobierno) y a bajar el telón justo ayer. Ni un día antes ni uno después.
Pero no es la primera vez: montaron la huelga general para cuando todo estuviera firmado. Y antes de eso, Zapatero inauguraba y/o clausuraba los congresos de ambos sindicatos, entre flashes y amplias sonrisas de todos los asistentes.
Sinceramente, oír hablar ayer a Cándido Méndez y a Ignacio Fernández Toxo, provocaba en mí una mezcla de vergüenza ajena y cierta tistreza: los sindicatos se han convertido en comparseros del PSOE, que agitan, se enfrentan y llegan a los acuerdos, justo, en el momento que mejor le viene a los dirigentes socialistas.
Han pasado a un segundo plano de tal modo que apenas sí se notan las diferencias y comienzan a actuar como un sindicato único con dos portavoces. Salgan a la calle y pregunten si Méndez pertenece a UGT o a Comisiones, y de qué sindicato forma parte Toxo, y saquen sus propias conclusiones del porqué de esta falta de personalidad