La TV mostró las aparentemente interminables imágenes con telefoto de los manifestantes en contra de la dictadura de Mubarak, luego de sus hampones disfrazados de manifestantes pro-gubernamentales. ¿Sugerencia de caos?
El 3 de febrero los medios dedicaron su atención a su propio dolor: a Anderson Cooper le dieron una trompada; Katie Couric fue acosada, y a los camarógrafos los maltrataron y les impidieron tomar fotos. El 4 de febrero los matones atacaron a Al Jazeera y destruyeron su propiedad. Los seguidores de Mubarak intimidaron a algunas personalidades conocidas de la TV ara que se marcharan.
Las distantes tomas borrosas que parecían de filmes de Andy Warhol de la década de 1960 con imágenes borrosas que casi nunca cambiaban y reporteros mal informados balbuceando tras de ellas, arrojaban poca luz acerca de por qué los egipcios habían salido en masa a las calles. A pesar de los berridos de Dick Cheney acerca de las virtudes de Mubarak (obediencia y una sonrisa amistosa), los egipcios vieron 30 años de robo, corrupción y brutalidad recientemente fusionados con una economía neoliberal dictada por Washington (bajos salarios y altas ganancias) y súbitas alzas de precio en el costo de los alimentos ‑en parte debido al cambio climático. (”Por séptimo mes consecutivo los precios mundiales de alimentos en enero alcanzan su punto histórico más alto”, dice la FAO, MERCOPRESS, 3 de febrero de 2011.)
Al igual que millones en Túnez, Yemen y Jordania, los egipcios respondieron al dolor y al ultraje: una pequeñísima minoría rica favorecida por el sistema se dedicaban al placer y los excesos; el pueblo pasaba hambre.
Irónicamente, un tabloide londinense superaba a la televisión al presentar un cuadro más divertido y expresivo que las “noticias” de TV. El 31 de enero, Rhodri Phillips, de The Sun, reportó que “se dice que la familia del presidente Mubarak, presa del pánico, huyó de Egipto para refugiarse en su lujosa mansión londinense de £8.5 millones”.
“El clan íntimo y sus “noventa y siete piezas de equipaje” llegaron en un jet privado a su mansión georgiana de seis pisos, a un paso de Harrods en Knightsbridge, Londres del Oeste”.
“Maleteros egipcios en Heathrow” reportaron su llegada. Según The Sun, “Se dice que Mubarak ha amasado una fortuna de £25 mil millones para su familia –otras fuentes estiman que hasta $70 mil millones de dólares– desde que se hizo del poder en 1981″.
Su esposa y sus dos hijos mayores “se han convertido en símbolos de excesos y corrupción en Egipto”. A Suzanne, la esposa de Hosni (medio galesa) se le ha dado el sobrenombre de María Antonieta, en recuerdo de la reina amante de la opulencia y que perdió la cabeza en la revolución francesa”.
De esa manera, las “masas” británicas reciben las noticias de un hecho que amenaza con alterar el curso de la geopolítica.
Los astutos ideólogos de derecha Frank Gaffney y Glen Beck se refieren a los hechos como parte del secreto complot fanático del extranjero Obama para traicionar a un leal aliado. (¿Qué importa un poco de robo en comparación con la lealtad?) Más importante aún, los televidentes de Al Jazeera se enteraron de una “revolución” que se extiende por todo el mundo árabe.
Durante más de 50 años, Washington ha apoyado a crueles tiranos como Mubarak y Ben Alí en Túnez. A cambio, los déspotas obedecieron órdenes y se robaron fortunas de la mayoría árabe ‑y torturaron y encarcelaron a disidentes.
Entonces en Túnez, un hombre valiente se prendió fuego y provocó que otros se lanzaran a las calles: “¡Basta ya!”, gritaron millones. “¡Es hora de cambiar!”
Los matones del régimen y la policía, símbolos de intimidación, ya no mantienen la obediencia frente a las airadas masas que protestan por la injusticia gubernamental, la corrupción y la perfidia.
Entran en escena los enigmáticos militares, a cargo de casi la tercera parte de la economía egipcia. El 2 de febrero, como observó Barry Lando, disciplinadas pandillas de matones pasaron de alguna manera “a través de los puntos militares de control para atacar a los manifestantes contra Mubarak, mientras que los militares quedaron de brazos cruzados y lo presenciaron”. (http://barrylando.blogspot.com/2011/02/egytian-army-big-unknown-updated.html)
Después de que Mubarak anunciara que no sería candidato en las próximas elecciones para presidente, la máxima camarilla militar quería restablecer el orden sin que sus miembros usaran la fuerza contra sus compatriotas. Así que los hampones fueron culpados, no los hombres de uniforme, del derramamiento de sangre. Pero la gente se mantuvo firme.
Como explica Lando, los militares se preocupan “por su propio pellejo”. Después de la revolución de Khomeini en 1979, los general iraníes recibieron si justo merecido. Al igual que otras elites militares del Tercer Mundo, nos recuerda Lando, la de Egipto “también ha disfrutado de una existencia mimada (…) espaciosos y subsidiados condominios (…) jardines infantiles, escuelas y cooperativas militares de consumo en los que hay productos nacionales e importados a bajo precio”. Washington recompensa a los militares de Egipto con $1,3 mil millones -”ayuda”-que dependen de la obediencia a las políticas de EE.UU. con respecto a Israel.
La semana pasada, Yemen y Jordania también hicieron explosión. El síndrome de la “propagación” llegó a Washington. No es bueno mostrar a millones de pobres airados exigiendo sus derechos. No aparecen los súper ricos que dependen de los militares para que protejan su fortuna y privilegios. Ellos lo ven en TV ‑desde Londres o Nueva York.
¿Qué hará Washington que no sea retorcerse las manos y emitir lugares comunes de “democracia” por medio de secretarios de prensa? La democracia, como el mundo ha aprendido, ha sido reemplazada por preocupaciones norteamericanas más serias: garantía de suministro de petróleo e Israel. Pero la Casa Blanca también sabe que la mayoría en la región piensa que Israel y Estados Unidos, no Irán, constituyen la gran amenaza. (88 por ciento dijo que Israel; 77% que Estados Unidos; y 10% pensó que Irán es una amenaza. Noam Chomsky, “Democracy Now,” 3 de febrero.)
Los militares norteamericanos aprendieron en Viet Nam no luchar contra enemigos que se defienden Ni W. Bush ni Obama interiorizaron esa lección. W destruyó la integridad de Irak como nación y comenzó la guerra en Afganistán, que Obama heredó. Si la abandona ‑como abandonó a Ben Alí y a Mubarak-se convertirá en blanco de los halcones republicanos. ¡Imagínense!
¿Qué hará el corajudo presidente si las masas egipcias y de otros países árabes continúan ocupando las calles? Los títeres de EE.UU. vuelven sus ojos a Washington mientras que sus expertos en política preparan propuestas de compromiso que desliza el statu quo por debajo de la puerta revolucionaria.
“Tal como se aplica a la política norteamericana con Egipto, significa reemplazar un régimen dictatorial que hizo lo que EE.UU. le dijo que hiciera con un régimen democrático que haga lo que EE.UU. le diga”, dijo Josiah Swampoodle (Sam Smith’s Progressive Review, 5 de febrero.)
*El nuevo filme de Saul Landau es Por favor, que se ponga de pie el verdadero terrorista.