Tres fuen­tes y tres par­tes inte­gran­tes del mar­xis­mo por V.I. Lenin

Con­ti­nuan­do con tex­tos cla­si­cos del mar­xis­mo, de nue­vo Lenin y un tex­to fun­da­men­tal, las 3 par­tes inte­gran­tes del marxismo…a disfrutarlo!

NOTA DEL EDITOR
La pre­sen­te ver­sión ha sido rea­li­za­da sobre la base de diver­sas edi­cio­nes en len­gua cas­te­lla­na y con­fron­ta­da con el ori­gi­nal ruso.
TRES FUENTES Y TRES PARTES INTEGRANTES DEL MARXISMO
La doc­tri­na de Marx sus­ci­ta en todo el mun­do civi­li­za­do la mayor hos­ti­li­dad y el odio de toda la cien­cia bur­gue­sa (tan­to la ofi­cial como la libe­ral), que ve en el mar­xis­mo algo así como una «sec­ta per­ni­cio­sa». Y no pue­de espe­rar­se otra acti­tud, pues en una socie­dad que tie­ne como base la lucha de cla­ses no pue­de exis­tir una cien­cia social «impar­cial». De uno u otro modo, toda la cien­cia ofi­cial y libe­ral defiende
la escla­vi­tud asa­la­ria­da, mien­tras que el mar­xis­mo ha decla­ra­do una gue­rra impla­ca­ble a esa escla­vi­tud. Espe­rar que la cien­cia sea impar­cial en una socie­dad de escla­vi­tud asa­la­ria­da, sería la mis­ma absur­da inge­nui­dad que espe­rar impar­cia­li­dad por par­te de los fabri­can­tes en lo que se refie­re al pro­ble­ma de si deben aumen­tar­se los sala­rios de los obre­ros dis­mi­nu­yen­do los bene­fi­cios del capital.
Pero hay más. La his­to­ria de la filo­so­fía y la his­to­ria de la cien­cia social mues­tran con diá­fa­na cla­ri­dad que en el mar­xis­mo nada hay que se parez­ca al «sec­ta­ris­mo», en el sen­ti­do de que sea una doc­tri­na faná­ti­ca, petri­fi­ca­da, sur­gi­da al mar­gen de la vía prin­ci­pal que ha segui­do el desa­rro­llo de la civi­li­za­ción mun­dial. Por el con­tra­rio, lo genial en Marx es, pre­ci­sa­men­te, que dio res­pues­ta a los pro­ble­mas que el pen­sa­mien­to de avan­za­da de la huma­ni­dad había plan­tea­do ya. Su doc­tri­na sur­gió como la continuación
direc­ta e inme­dia­ta de las doc­tri­nas de los más gran­des repre­sen­tan­tes de la filo­so­fía, la eco­no­mía polí­ti­ca y el socialismo.
La doc­tri­na de Marx es omni­po­ten­te por­que es ver­da­de­ra. Es com­ple­ta y armó­ni­ca, y brin­da a los hom­bres una con­cep­ción inte­gral del mun­do, intran­si­gen­te con toda supers­ti­ción, con toda reac­ción y con toda defen­sa de la opre­sión bur­gue­sa. El mar­xis­mo es el here­de­ro legí­ti­mo de lo mejor que la huma­ni­dad creó en el siglo XIX: la filo­so­fía ale­ma­na, la eco­no­mía polí­ti­ca ingle­sa y el socia­lis­mo francés.
Nos deten­dre­mos bre­ve­men­te en estas tres fuen­tes del mar­xis­mo, que cons­ti­tu­yen, a la vez, sus par­tes inte­gran­tes.

I
La filo­so­fía del mar­xis­mo es el materialismo.
A lo lar­go de toda la his­to­ria moder­na de Euro­pa, y en espe­cial en Fran­cia a fines del siglo XVIII, don­de se desa­rro­lló la bata­lla deci­si­va con­tra toda la esco­ria medie­val, con­tra el feu­da­lis­mo en las ins­ti­tu­cio­nes y en las ideas, el mate­ria­lis­mo se mos­tró como la úni­ca filo­so­fía con­se­cuen­te, fiel a todo lo que ense­ñan las cien­cias natu­ra­les, hos­til a la supers­ti­ción, a la moji­ga­ta hipo­cre­sía, etc. Por eso, los enemi­gos de la demo­cra­cia empe­ña­ron todos sus esfuer­zos para tra­tar de «refu­tar», minar, difa­mar el mate­ria­lis­mo y salie­ron en defen­sa de las diver­sas for­mas del idea­lis­mo filo­só­fi­co, que se reduce
siem­pre, de una u otra for­ma, a la defen­sa o al apo­yo de la religión.
Marx y Engels defen­die­ron del modo más enér­gi­co el mate­ria­lis­mo filo­só­fi­co y expli­ca­ron reite­ra­das veces el pro­fun­do error que sig­ni­fi­ca­ba toda des­via­ción de esa base. En las obras de Engels
Lud­wig Feuer­bach y Anti‑D&uumlhring, que – al igual que el Mani­fies­to Comu­nis­ta son los libros de cabe­ce­ra de todo obre­ro con con­cien­cia de cla­se, es don­de apa­re­cen expues­tas con mayor cla­ri­dad y deta­lle sus opiniones.
Pero Marx no se detu­vo en el mate­ria­lis­mo del siglo XVIII, sino que desa­rro­lló la filo­so­fía lle­ván­do­la a un nivel supe­rior. La enri­que­ció con los logros de la filo­so­fía clá­si­ca ale­ma­na, en espe­cial con el sis­te­ma de Hegel, el que, a su vez, había con­du­ci­do al mate­ria­lis­mo de Feuer­bach. El prin­ci­pal de estos logros es la
dia­léc­ti­ca, es decir, la doc­tri­na del desa­rro­llo en su for­ma más com­ple­ta, pro­fun­da y libre de uni­la­te­ra­li­dad, la doc­tri­na acer­ca de lo rela­ti­vo del cono­ci­mien­to humano, que nos da un refle­jo de la mate­ria en per­pe­tuo desa­rro­llo. Los noví­si­mos des­cu­bri­mien­tos de las cien­cias natu­ra­les – el radio, los elec­tro­nes, la tras­for­ma­ción de los ele­men­tos – son una admi­ra­ble con­fir­ma­ción del mate­ria­lis­mo dia­léc­ti­co de Marx, quié­ran­lo o no las doc­tri­nas de los filó­so­fos bur­gue­ses, y sus «nue­vos» retor­nos al vie­jo y deca­den­te idealismo.
Marx pro­fun­di­zó y desa­rro­lló total­men­te el mate­ria­lis­mo filo­só­fi­co, e hizo exten­si­vo el cono­ci­mien­to de la natu­ra­le­za al cono­ci­mien­to de la socie­dad humana.
El mate­ria­lis­mo his­tó­ri­co de Marx es una enor­me con­quis­ta del pen­sa­mien­to cien­tí­fi­co. Al caos y la arbi­tra­rie­dad que impe­ran has­ta enton­ces en los pun­tos de vis­ta sobre his­to­ria y polí­ti­ca, suce­dió una teo­ría cien­tí­fi­ca asom­bro­sa­men­te com­ple­ta y armó­ni­ca, que mues­tra cómo, en vir­tud del desa­rro­llo de las
fuer­zas pro­duc­ti­vas, de un sis­te­ma de vida social sur­ge otro más ele­va­do; cómo del feu­da­lis­mo, por ejem­plo, nace el capitalismo.
Así como el cono­ci­mien­to del hom­bre refle­ja la natu­ra­le­za (es decir, la mate­ria en desa­rro­llo), que exis­te inde­pen­dien­te­men­te de él, así el cono­ci­mien­to social del hom­bre (es decir, las diver­sas con­cep­cio­nes y doc­tri­nas filo­só­fi­cas, reli­gio­sas, polí­ti­cas, etc.), refle­ja el
régi­men eco­nó­mi­co de la socie­dad. Las ins­ti­tu­cio­nes polí­ti­cas son la super­es­truc­tu­ra que se alza sobre la base eco­nó­mi­ca. Así vemos, por ejem­plo, que las diver­sas for­mas polí­ti­cas de los Esta­dos euro­peos moder­nos sir­ven para refor­zar la domi­na­ción de la bur­gue­sía sobre el proletariado.
La filo­so­fía de Marx es un mate­ria­lis­mo filo­só­fi­co aca­ba­do, que ha pro­por­cio­na­do a la huma­ni­dad, y sobre todo a la cla­se obre­ra, la pode­ro­sa arma del saber.

II
Des­pués de haber com­pren­di­do que el régi­men eco­nó­mi­co es la base sobre la cual se eri­ge la super­es­truc­tu­ra polí­ti­ca, Marx se entre­gó sobre todo al estu­dio aten­to de ese sis­te­ma eco­nó­mi­co. La obra prin­ci­pal de Marx, El Capi­tal, está con sagra­da al estu­dio del régi­men eco­nó­mi­co de la socie­dad moder­na, es decir, la capitalista.
La eco­no­mía polí­ti­ca clá­si­ca ante­rior a Marx sur­gió en Ingla­te­rra, el país capi­ta­lis­ta más desa­rro­lla­do. Adam Smith y David Ricar­do, en sus inves­ti­ga­cio­nes del régi­men eco­nó­mi­co, sen­ta­ron las bases de la
teo­ría del valor por el tra­ba­jo Marx pro­si­guió su obra; demos­tró estric­ta­men­te esa teo­ría y la desa­rro­lló con­se­cuen­te­men­te; mos­tró que el valor de
toda mer­can­cía está deter­mi­na­do por la can­ti­dad de tiem­po de tra­ba­jo social­men­te nece­sa­rio inver­ti­do en su producción.
Allí don­de los eco­no­mis­tas bur­gue­ses veían rela­cio­nes entre obje­tos (cam­bio de una mer­can­cía por otra), Marx des­cu­brió rela­cio­nes entre personas.
El cam­bio de mer­can­cías expre­sa el víncu­lo esta­ble­ci­do a tra­vés del mer­ca­do entre los pro­duc­to­res aislados.
El dine­ro, al unir indi­so­lu­ble­men­te en un todo úni­co la vida eco­nó­mi­ca ínte­gra de los pro­duc­to­res ais­la­dos, sig­ni­fi­ca que este víncu­lo se hace cada vez más estrecho.
El capi­tal sig­ni­fi­ca un desa­rro­llo ulte­rior de este víncu­lo: la fuer­za de tra­ba­jo del hom­bre se tras­for­ma en mer­can­cía. El obre­ro asa­la­ria­do ven­de su fuer­za de tra­ba­jo al pro­pie­ta­rio de la tie­rra, de las fábri­cas, de los ins­tru­men­tos de tra­ba­jo. El obre­ro emplea una par­te de la jor­na­da de tra­ba­jo en cubrir el cos­to de su sus­ten­to y el de su fami­lia (sala­rio); duran­te la otra par­te de la jor­na­da tra­ba­ja gra­tis, crean­do para el capitalista
la plus­va­lía, fuen­te de las ganan­cias, fuen­te de la rique­za de la cla­se capitalista.
La teo­ría de la plus­va­lía es la pie­dra angu­lar de la teo­ría eco­nó­mi­ca de Marx.
El capi­tal, crea­do por el tra­ba­jo del obre­ro, opri­me al obre­ro, arrui­na a los peque­ños pro­pie­ta­rios y crea un ejér­ci­to de des­ocu­pa­dos. En la indus­tria, el triun­fo de la gran pro­duc­ción se advier­te en segui­da, pero tam­bién en la agri­cul­tu­ra se obser­va ese mis­mo fenó­meno, don­de la supe­rio­ri­dad de la gran agri­cul­tu­ra capi­ta­lis­ta es acre­cen­ta­da, aumen­ta el empleo de maqui­na­ria, y la eco­no­mía cam­pe­si­na, atra­pa­da por el capi­tal mone­ta­rio, lan­gui­de­ce y se arrui­na bajo el peso de su téc­ni­ca atra­sa­da. En la agri­cul­tu­ra la deca­den­cia de la peque­ña pro­duc­ción asu­me otras for­mas, pero es un hecho indiscutible.
Al azo­tar la peque­ña pro­duc­ción, el capi­tal lle­va al aumen­to de la pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo y a la crea­ción de una situa­ción de mono­po­lio para los con­sor­cios de los gran­des capi­ta­lis­tas. La mis­ma pro­duc­ción va adqui­rien­do cada vez más un carác­ter social – cien­tos de miles y millo­nes de obre­ros liga­dos entre sí en un orga­nis­mo eco­nó­mi­co sis­te­má­ti­co –, mien­tras que un puña­do de capi­ta­lis­tas se apro­pia del pro­duc­to de este tra­ba­jo colec­ti­vo. Se inten­si­fi­can la anar­quía de la pro­duc­ción, las cri­sis, la carre­ra deses­pe­ra­da en bus­ca de mer­ca­dos, y se vuel­ve más
inse­gu­ra la vida de las masas de la población.
Al aumen­tar la depen­den­cia de los obre­ros hacia el capi­tal, el sis­te­ma capi­ta­lis­ta crea la gran fuer­za del tra­ba­jo conjunto.
Marx sigue el desa­rro­llo del capi­ta­lis­mo des­de los pri­me­ros gér­me­nes de la eco­no­mía mer­can­til, des­de el sim­ple true­que, has­ta sus for­mas más ele­va­das, has­ta la gran producción.
Y la expe­rien­cia de todos los paí­ses capi­ta­lis­tas, vie­jos y nue­vos, demues­tra cla­ra­men­te, año tras año, a un núme­ro cada vez mayor de obre­ros, la vera­ci­dad de esta doc­tri­na de Marx.
El capi­ta­lis­mo ha triun­fa­do en el mun­do ente­ro, pero este triun­fo no es más que el pre­lu­dio del triun­fo del tra­ba­jo sobre el capital.

III
Cuan­do fue derro­ca­do el feu­da­lis­mo y sur­gió en el mun­do la «libre» socie­dad capi­ta­lis­ta, en segui­da se puso de mani­fies­to que esa liber­tad repre­sen­ta­ba un nue­vo sis­te­ma de opre­sión y explo­ta­ción del pue­blo tra­ba­ja­dor. Como refle­jo de esa opre­sión y como pro­tes­ta con­tra ella, apa­re­cie­ron in-
media­ta­men­te diver­sas doc­tri­nas socia­lis­tas. Sin embar­go, el socia­lis­mo pri­mi­ti­vo era un socia­lis­mo utópico.
Cri­ti­ca­ba la socie­dad capi­ta­lis­ta, la con­de­na­ba, la mal­de­cía, soña­ba con su des­truc­ción, ima­gi­na­ba un régi­men supe­rior, y se esfor­za­ba por hacer que los ricos se con­ven­cie­ran de la inmo­ra­li­dad de la explotación.
Pero el socia­lis­mo utó­pi­co no podía indi­car una solu­ción real. No podía expli­car la ver­da­de­ra natu­ra­le­za de la escla­vi­tud asa­la­ria­da bajo el capi­ta­lis­mo, no podía des­cu­brir las leyes del desa­rro­llo capi­ta­lis­ta, ni seña­lar qué fuer­za social está en con­di­cio­nes de con­ver­tir­se en crea­do­ra de una nue­va sociedad.
Entre­tan­to, las tor­men­to­sas revo­lu­cio­nes que en toda Euro­pa, y espe­cial­men­te en Fran­cia, acom­pa­ña­ron la caí­da del feu­da­lis­mo, de la ser­vi­dum­bre, reve­la­ban en for­ma cada vez más pal­pa­ble que la base de todo desa­rro­llo y su fuer­za motriz era la lucha de clases.
Ni una sola vic­to­ria de la liber­tad polí­ti­ca sobre la cla­se feu­dal se logró sin una deses­pe­ra­da resis­ten­cia. Ni un solo país capi­ta­lis­ta se for­mó sobre una base más o menos libre o demo­crá­ti­ca, sin una lucha a muer­te entre las diver­sas cla­ses de la socie­dad capitalista.
El genio de Marx con­sis­te en haber sido el pri­me­ro en dedu­cir de ello la con­clu­sión que ense­ña la his­to­ria del mun­do y en apli­car con­se­cuen­te­men­te esas lec­cio­nes. La con­clu­sión a que lle­gó es la doc­tri­na de la lucha de clases.
Los hom­bres han sido siem­pre, en polí­ti­ca, víc­ti­mas necias del enga­ño ajeno y pro­pio, y lo segui­rán sien­do mien­tras no apren­dan a des­cu­brir detrás de todas las fra­ses, decla­ra­cio­nes y pro­me­sas mora­les, reli­gio­sas, polí­ti­cas y socia­les, los intere­ses de una u otra cla­se. Los que abo­gan por refor­mas y mejo­ras se verán siem­pre bur­la­dos por los defen­so­res de lo
vie­jo mien­tras no com­pren­dan que toda ins­ti­tu­ción vie­ja, por bár­ba­ra y podri­da que parez­ca, se sos­tie­ne por la fuer­za de deter­mi­na­das cla­ses domi­nan­tes. Y para ven­cer la resis­ten­cia de esas cla­ses, sólo hay un medio: encon­trar en la mis­ma socie­dad que nos rodea, las fuer­zas que pue­den – y, por su situa­ción social, deben­cons­ti­tuir la fuer­za capaz de barrer lo vie­jo y crear lo nue­vo, y edu­car y orga­ni­zar a esas fuer­zas para la lucha.
Sólo el mate­ria­lis­mo filo­só­fi­co de Marx seña­ló al pro­le­ta­ria­do la sali­da de la escla­vi­tud espi­ri­tual en que se han con­su­mi­do has­ta hoy todas las cla­ses opri­mi­das. Sólo la teo­ría eco­nó­mi­ca de Marx expli­có la situa­ción real del proíe­ta­ria­do en el régi­men gene­ral del capitalismo.
En el mun­do ente­ro, des­de Nor­te­amé­ri­ca has­ta el Japón y des­de Sue­cia has­ta el Afri­ca del Sur, se mul­ti­pli­can orga­ni­za­cio­nes inde­pen­dien­tes del pro­le­ta­ria­do. Este se ins­tru­ye y edu­ca al librar su lucha de cla­se, se des­po­ja de los pre­jui­cios de la socie­dad bur­gue­sa, está adqui­rien­do una cohe­sión cada vez mayor y apren­dien­do a medir el alcan­ce de sus éxi­tos, tem­pla sus fuer­zas y cre­ce irresistiblemente.

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