¿Cuál revolución del pueblo? El que el descontento popular reaccionara y pusiera “enemigos” de sus intereses a gobernar. Antes había mandado al retiro al pequeño hombre de Colombia, Alvaro Uribe Vélez, sin necesidad de armarle una revolución. Una simple orden bastó para que obedeciera.
Los tres tristes tigres… de papel
Entre Zine El Abidine Ben Alí (Túnez), Josni Mubarak (Egipto) y Alvaro Uribe (Colombia), existían muchas similitudes de carácter. Los tres déspotas y criminales en sus gobiernos, débiles frente al amo e implacables con el pueblo, con un culto enfermizo de la personalidad y una obsesión aguda por el poder. Los tres parecían intocables y mantenían un férreo control de todo. Los medios locales de comunicación eran sus cómplices aduladores y directores de la orquesta en el aparato de propaganda.
Por ejemplo, era tal el ego de Mubarak, que mandó a falsear una foto durante la reunión de dignatarios sobre la paz en el Medio Oriente. En la foto original Mubarak aparecía caminando al extremo derecho del grupo. Al otro día los medios publicaban la foto de Mubarak a la cabeza del grupo y los demás dignatarios siguiéndole.
Vea la foto original acá:
Vea la foto falseada acá:
Con el presidentico de Colombia, Alvaro Uribe Vélez, fue bien fácil sacarlo. Acosado por los escándalos de corrupción de sus hijos y compinches, crímenes de lesa humanidad cometidos bajo su batuta, el fracaso de la “seguridad democrática” y el espionaje nacional e internacional a los opositores políticos, defensores de derechos humanos, periodistas y magistrados de la Corte Suprema de Justicia, lo ponían en una posición indefendible para el poder imperial.
Ya incluso gran parte de sus áulicos lo abadonaban y sus compinches cantaban a los cuatro vientos sus fechorías en las que afloraba siempre su espurio narcogobierno. El rechazo popular crecía y era cuestión de tiempo que las alianzas sociales arrojarían sus frutos, en especial, cuando las guerrillas permanecían prácticamente intactas, combatiendo, a la espera de la oportunidad de oro. Semejante cuadro apocalíptico se dibujaba frente a los ojos del imperio y éste no podia darse el lujo de perder su estratégica colonia (la tercera beneficiaria de su Complejo Industrial Militar después de Israel y Egipto).
El prontuario criminal del buen amigo de Pablo Escobar (como lo califica un informe de inteligencia de los Estados Unidos) era más que suficiente para disuadirlo de buscar una reelección. Fue así como el servil enano se fue a rumiar su derrota, acosado por juicios en Alabama e investigaciones en Colombia y su temor a un cobro de cuentas de los narcoparamilitares que lo llevaron al poder y que él traicionó al extraditarlos.
“Varito”, como se le conoce en el bajo mundo, cedió el poder a su ministro de Defensa. Otro criminal de mente siniestra, auspiciador de las ejecuciones extrajudiciales (los “Falsos Positivos”) de miles de jóvenes que luego fueron vestidos como guerrilleros para inflar las cifras de resultados de un ejército descompuesto y mercenario. Con el “nuevo” gobierno de Juan Manuel Santos el imperio respiraba tranquilo. Ahora la gran prensa lo vende como “de centro izquierda”, “el lado opuesto a Uribe”, etc., cuando en realidad son lo mismo.
No espontánea sino fríamente calculada
El incremento desmesurado del precio de los alimentos era uno de los tantos motivos que incrementaron la rabia popular tanto en Túnez como en Egipto. Pero se mentiría si se dijera que fueron la razón de las “revoluciones”.
El imperio olió el descontento de los egipcios con su marioneta y supo que si no se actuaba rápido otro Irán estaría en cierne si las corrientes religiosas tumbaban al rancio dictador Josni Mubarak. “Los Hermanos Musulmanes”, organización proscripta del concurso político, ganaba adeptos por montones y se erigía como una gran amenaza para los intereses de las potencias occidentales e Israel.
En un artículo que fue silenciado intencionalmente por la gran prensa, The Daily Telegraph (enero 11 de 2008), los periodistas Tim Ross, Matthew Moore and Steven Swinford, denunciaban que desde hacía tres años se venía planeando el derrocamiento de Mubarak, pues desde la embajada de Estados Unidos en El Cairo (diciembre de 2008) se entrenaban jóvenes para armar la revuelta y ya se había establecido la fecha: 2011
Lea la nota que medios y agencias internacionales silenciaron: http://www.telegraph.co.uk/news/worldnews/africaandindianocean/egypt/8289686/Egypt-protests-Americas-secret-backing-for-rebel-leaders-behind-uprising.html
Esto coincide con otras fuentes (bajo reserva del nombre) que me dijeron que desde diciembre de 2008 varias ONG’s occidentales se habían desplazado a El Cairo “con todos los juguetes tecnológicos” y activistas pagados para apoyar, entrenar y coordinar unas acciones en el terreno. Del mismo modo, se habían establecido “intercambios estudiantiles” para preparar en “cursos de liderazgo” a los grupos de jóvenes que “operarían en otros países como Cuba, Argentina, Nicaragua, Ecuador, Bolivia y Venezuela”. No hubo más detalles, pero llama la atención que esos países afrontarán elecciones en años muy próximos.
Lo anterior tiene sentido. Los mismos periodistas del Daily Telegraph descubrieron un documento secreto en el cual detalladamente se especifica cómo y en dónde operarían esos grupos para derrocar a Mubarak.
Vea el documento secreto acá:
Una “revolución” sin pueblo
Recuerdo que desde el Foro Social Europeo de 2008, en donde tuve el honor de participar, las delegaciones musulmanas europeas denunciaban la alarmante situación social de Egipto. Desempolvando algunas notas encontré que a esa fecha se calculaba que el 75% de la población vivía en pauperización (por debajo de los niveles de pobreza) y el 15% eran pobres. Tomando en cuenta que la prensa occidental afirmaba que la “revolución” se había iniciado por Twitter y Facebook, convocando a estudiantes, me puse a pensar que tal vez el restante 10% de la población no tuviera toda el acceso al internet, a los teléfonos celulares, a computadores y demás elementos por los cuales los jóvenes se convocan hoy en día. Y que mucho menos tuvieran acceso a la educación. Entonces, necesariamente, se tenía que pensar en manos extranjeras para dotar de estos elementos a los “jóvenes revolucionarios”.
Dice Wikipedia sobre la situación social en Egipto: “Hay dos clases principales. Los primeros son la élite, con educación de influencia occidental, de clase alta y media. Al segundo grupo, que es mucho más humilde, pertenecen los agricultores, la población urbana y la clase obrera. Existen enormes diferencias en el estilo de vida, hábitos, alimentación, vestimenta, etc. En 1970 el gobierno ha introducido políticas económicas liberales conocida como la «puerta abierta». Esta política es más demanda por el primer grupo, porque conecta con la cultura y el capital extranjero”.
Cuando comenzaron a salir las primeras imágenes de las protestas en la Plaza de Tharir, yo no veía ese pueblo de las estadísticas del 2008 pero sí muchos jóvenes bien vestidos, pintados, con sus cámaras y celulares disparando fotos y palabras en inglés a cada segundo. Algunas de sus camisetas tenían la imagen de Lady Gaga. Las pancartas que llevaban eran bien grandes y diseñadas adecuadamente para hacerlas visibles a los periodistas. Pero me llamó la atención que eran hechas en el idioma inglés en su gran mayoría y el pueblo egipcio habla el árabe. Cosa similar ocurrió con las pancartas de la fracasada “revolución verde” en Irán, donde casi todas eran hechas en inglés. Sin embargo, la caja de sorpresas estaba por abrirse: la gran prensa occidental dio especial cubrimiento a estos eventos y entrevistaba en el terreno a miembros de miles de ONG’s que estaban “colaborando” y “acompañando” a los elegantes protestantes. Y de remate, el imperio apoyaba vigorosamente a los manifestantes y pedía a su antiguo y fiel aliado, Josni Mubarak, que se apartara del poder. ¿Estados Unidos respaldando una revolución del pueblo?
Más tarde el ejército “patriota” respalda “la revolución” y ordena a los jovencitos de clase media alta, fans de Lady Gaga, que se vayan a casa pero antes limpien bien la plaza Tharir. Y así lo hicieron tal cual los miembros del rebaño. Limpiaron, se fueron y dejaron en el poder precisamente a quienes deberían tumbar. En una revolución de verdad, el pueblo estaría allí hasta montar su propio gobierno y pondría a los vencidos a limpiar la plaza.
Todas las portadas de los periódicos y telenoticieros abrían al día siguiente con imágenes de la gente limpiando la plaza y celebrando el triunfo de “la revolución” como diciendo: “Trabajo hecho, vámonos a casa!”. Cualquier semiólogo desprevenido nos diría que esto fue una propaganda bien orquestada. Como en realidad lo fue.
El resultado del plan fue claro: A Mubarak lo tumbó su propio ejército (sostenido por el imperio) porque no quiso renunciar; pero nadie vio la renuncia ni sabe para dónde cogió el tirano. Eso no importa ahora. Se quedaron los militares que eran el poder real y quienes lo sostuvieron por 30 años. Sacaron al incómodo títere pero dejaron a los titiriteros. Ese era el plan y resultó a las mil maravillas. Además “los revolucionarios” se fueron a casa y limpiaron muy bien la plaza Tharir como les ordenaron.
“Guerra de Cuarta Generación” y “Guerra Asimétrica”
Como bien se dijo antes, “la revolución de los papiros” comenzó en Twitter y en Facebook y de este modo lo agradecían los “jóvenes revolucionarios” exhibiendo una pancarta bien hecha dándole las gracias a Facebook.
(Ver la foto de portada).
En la doctrina militar imperial nacieron los conceptos “Guerra de Cuarta Generación” y “Guerra Asimétrica” que barren con los límites entre lo militar, lo político y lo civil. En esta guerra el estado-gobierno no entra inicialmente en el conflicto con costosas invasiones militares sino que utiliza sus agentes (mercenarios que llaman “contratistas”, ONG’s, etc.), para que hagan el trabajo por ellos. Una forma de guerra tal vez menos violenta al ojo humano, “donde todo vale”, pero una guerra al fin de cuentas. De estos anteriores conceptos son hijas las llamadas “revoluciones de colores” (“Color revolutions”), conocidas también como “revoluciones silenciosas” (“Silent revolutions”) y “revoluciones suaves” (“Soft revolutions”).
La Guerra de Cuarta Generación se desarrolla en los medios de comunicación de masas (radio, prensa, television con gran participación del cine y video juegos), en el ciberespacio (internet y servicios como Google, Facebook, Twitter, correos electrónicos, páginas web, etc.) y en los dispositivos electrónicos (teléfonos celulares, servicio por cable, tableros de internet, memorias portátiles, computadoras, etc.).
La experiencia del imperio en América Latina con los gobiernos “desobedientes” como el de Chávez, Ortega, Evo , Correa, Cristina, etc., obligó a que las “revoluciones blandas” o “de colores”, aplicadas en las ex-repúblicas soviéticas, Irán, etc., tuvieran una doble vía, esto es, que no solamente fueran para tumbar a los presidentes “enemigos” sino que también sirvieran para quitar a los presidentes incómodos e insostenibles antes que el mismo pueblo pasara la cuenta y pusiera uno de los suyos que seguiría la línea de los presidentes latinoamericanos ya mencionados.
“Cuando veas las barbas de tu vecino arder, pon las tuyas a remojar”. Las próximas “revoluciones” pueden estallar en Venezuela, Bolivia, Argentina, Ecuador, Nicaragua, Cuba, Libia, Siria, El Líbano u otra vez reactivarla en Irán. Quedan advertidos.
Autor: Juan Carlos Vallej
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