Mi abuelo materno fue asesinado en el Camp de la Bota de Barcelona en mayo de 1939, a los 52 años de edad, tras un juicio no sólo ilegítimo sino ilegal. Su crimen: haber sido militante de la CNT. El PP y algún que otro partido nunca han condenado los crímenes, las “acciones armadas”, del Estado fascista español. Treinta y tres mil tan sólo en el País Valencia. Pido, sin esperar respuesta, que condenen explícitamente el asesinato al que he hecho referencia. Si no, en buena lógica, debería aplicarse a su organización la nefasta Ley de Partidos Políticos que ellos mismos impulsaron. No en solitario.
Ni que decir tiene que, sin duda, la comparación no se mantiene en pie. No lo he pretendido. Los asesinatos de miles y miles de luchadores antifascistas republicanos fueron crímenes de Estado; las muerte de Manzanas y Carrero Blanco fueron acciones armadas, ampliamente apoyadas por la ciudadanía democrática, de la resistencia democrática antifascista, equiparables desde luego a las que realizaron los partisanos italianos o los resistentes franceses.
En Italia y en Francia se le consideran héroes, libertadores; aquí, en el país de Aznar, Arias Navarro y Pita da Veiga criminales, bestias inmundas.
Mirar todo ello desde esta perspectiva es alimentar el fuego del triunfante revisionismo histórico español(ista) que intenta, con indudable éxito, lo que parecía imposible: la cuadratura del círculo. Que los crímenes fascistas no sean crímenes fruto de la infamia, la impiedad y de juicios sumarísimos e ilegales, y que las arriesgadas acciones de resistencia ante la bota y las instituciones del fascismo nacional-católico no sean actos de liberación democrática ciudadana.
¡Basta de cuentos de horror!
Nota:
[1] Sabido es que, en 2001, durante el segundo gobierno Aznar con mayoría absoluta, Melitón Manzanas fue distinguido a título póstumo con la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo. Si no ando errado, la sigue ostentando.