El neoliberalismo ha sido más que un modelo económico de acumulación capitalista. Su articulación, sus bases de legitimidad política e ideológica, han sido el producto de una intensa actividad de los Aparatos Ideológicos del Estado, desde los cuales se logró construir un verdadero Bloque de fuerzas políticas y sociales que han legitimado, consolidado y sostenido el modelo neoliberal. Dentro de este Bloque al que, aplicando la terminología de Gramsci, calificamos como hegemónico, han sido integradas fracciones cuantitativa y cualitativamente muy significativas de la clase trabajadora. No debemos olvidar este hecho. Ya no se tratan solamente de fracciones de cierta “aristocracia obrera”, hoy representada por gerentes, directivos o encargados, que siempre han sido identificados- y se han identificado- con el Capital, sino de importantes segmentos de la clase trabajadora, que se han constituido en verdaderos agentes legitimadores del sistema vigente.
Este fenómeno consideramos que va mucha más allá de un problema de alienación, en el sentido en el que éste concepto suele ser utilizado. No se trata de un problema de “falsa conciencia”, sino de un nuevo tipo de conciencia ligado a unas condiciones de existencia que convierten la condición asalariada en irrelevante para afirmarse como miembros de la clase trabajadora. Son “clase media”, con propiedades inmobiliarias, segundas residencias, acceso a bienes de consumo ostentoso, acceso y posibilidad de acceder a productos financieros de alta rentabilidad…desde trabajadores de la construcción que han trabajado a destajo en la época dorada de la industria del ladrillo, recibiendo altos salarios y condiciones laborales muy beneficiosas, hasta funcionarios de altas categorías, burócratas de partidos o sindicatos… en definitiva, grupos de asalariados cuyos intereses como tál grupo, pasaban por la defensa del sistema que les posibilitaba su bienestar material y su prestigio social.
Esta “clase media”, aporta al sistema estabilidad política e ideológica, además de por su legitimidad consciente, por asumir el papel de “espejo” en el que las fracciones asalariadas no tan favorecidas deseaban verse. La posibilidad de ascenso social, repercute de manera evidente en la percepción que se tiene sobre el propio sistema, apostando no por su transformación, sino por el sometimiento y la cualificación necesaria para que se llegue a formar parte de esta “clase media”.
El capitalismo deja de ser dominación o explotación, es EL Sistema. El Sistema que posibilita acceder a mayores niveles de bienestar material y reconocimiento social, fundamentados en un sometimiento, que no es percibido como tál, sino como «vida cotidiana», «lo que hay», lo evidente. Y de otra parte, impone la necesidad de una cualificación para funcionar y alcanzar el éxito social en él, saber funcionar, moverse, ser «listo», adaptarse. Esto tiene importantes consecuencias políticas e ideológicas, en tanto que el enemigo es el que no se integra, el rojo, el abertzale, el extranjero…que trastoca lo existente, lo cotidiano, lo evidente.
La crisis del modelo económico neoliberal y el paquete de medidas regresivas impulsado desde las clases dominantes, consistentes en un recrudecimiento de la explotación y la pérdida de derechos sociales, si bien ha impulsado movilizaciones y protestas, éstas no han tenido, ni mucho menos, el alcance que debieran. El trabajo ideológico desarrollado por el neoliberalismo, unido a la debilidad de la Izquierda revolucionaria, lo han imposibilitado. La Izquierda revolucionaria, también desde Euskal Herria, tiene un largo y laborioso trabajo por delante. Sabemos el objetivo final: independencia y socialismo, pero existe un trayecto intermedio que es el que debemos construir y transitar. Adelante.
Jon Mailu de la Hoz es miembro de Boltxe Kolektiboa