En lo que va del año los mercados financieros están metidos en una montaña rusa de “olas de optimismo y pesimismo”, en la mejor definición de Keynes. A comienzos del año, reflejando la creencia en una recuperación económica continuada, subieron las bolsas de valores, se mantuvieron relativamente altos los precios de las materias primas, y bajaron las tasas de interés para empresas. Pero después vino la crisis griega, precedida por el temblor que emanó de Dubai, y seguida por la incertidumbre en torno a la deuda española, irlandesa, portuguesa e incluso italiana. En consecuencia, a finales de abril aumentó la volatilidad en los mercados financieros; subieron las tasas interbancarias y los spreads que se pagan por los bonos de empresas; cayeron las acciones; y cayó el euro en relación al dólar y el yen. El spread de los bonos griegos llegó a superar los 1200 puntos básicos. Los bonos de Estados Unidos y Alemania, y el oro, volvieron a ser refugios de valor. Los pronósticos sobre una nueva caída de la economía global –la idea de un movimiento en W– cobraron fuerza.
Pero en las semanas siguientes la situación mejoró parcialmente. El euro recuperó algo del terreno perdido, subieron Wall Street –hacia el 20 de julio estaba un 7% por encima de su punto más bajo este año – , el petróleo y otras materias primas. Bajó la prima que se paga por la deuda griega, y de otros países. Las buenas ganancias presentadas por las empresas de Estados Unidos, más noticias alentadoras sobre perspectivas de los empresarios (ejemplo encuesta del verano boreal JP Morgan Markit, realizada a 11.000 corporaciones en todo el mundo), sustentaron el veranito. Pero no iba a durar. Al escribir estas líneas –12 de agosto– cobraron nueva fuerza los temores de una recaída de la economía. Wall Street está en terreno negativo en su rendimiento anual; el dólar está en los mínimos contra el yen en 15 años; el euro sufre ventas masivas; la Reserva Federal acaba de hacer pronósticos bastante sombríos, y otro tanto el Banco de Inglaterra sobre la economía británica; el déficit comercial de Estados Unidos sigue ampliándose (y demanda interna debilitándose); la creación de empleo en los países desarrollados está estancada; China se desacelera; los inversores nuevamente se refugian en los títulos de Estados Unidos, Alemania y en el oro.
La idea más generalizada entre los economistas y de los organismos internacionales es que la recuperación en los países desarrollados será muy débil. La economía se movería en forma de una L, al estilo Japón 1992 – 2010 (o con un ascenso lento). Y aumentan las probabilidades de una nueva caída global; que podría volver a arrastrar a los países atrasados.
El objetivo de esta nota es examinar con algún detalle esta coyuntura, ubicarla en la dinámica que ha tenido la Gran Recesión, para terminar con algunas conclusiones provisorias.
NOTA: presento este borrador provisorio de análisis de la coyuntura; mi intención es pasarlo en algunos días a mi página web. En tanto, bienvenidas las críticas y observaciones
Caída y salida del fondo
En 2009, en promedio, las economías de los países capitalistas desarrollados cayeron 3,2%. La economía de Estados Unidos se redujo un 2,4%; la zona del euro cayó 4,1%; la de Japón 5,2%; y la economía de Gran Bretaña un 4,9%. El PBI mundial bajó el 0,6%, ya que las economías de los países atrasados, de conjunto, se desaceleraron, pero no cayeron (World Economic Outlook, IMF, 2010; el FMI mide el PBI en términos de paridad de poder de compra, por lo que aumenta la incidencia de China, y otros países en el producto mundial. Si el PBI se mide a los tipos de mercado corrientes, el PBI mundial en 2009 cayó 2%).
Pero las cifras globales de 2009 ocultan que hacia mitad de ese año se inició una recuperación, que se prolonga en 2010. Este año el producto mundial crecería este año 4,6% (previsión del FMI, julio 2010). Las economías desarrolladas lo harían el 2,6%. Estados Unidos crecería al 3,3%; los países de la zona del euro 1%; Japón 2,4% y Gran Bretaña 2,1%.
Sin embargo son las economías atrasadas (“en desarrollo”) las que impulsarían la demanda mundial. Siempre según la previsión del FMI de abril, crecerían en promedio 6,8% en 2010. Rusia lo haría el 4,3%; Brasil 7,1%, India 9,4% y China 10,5%.
La Gran Recesión (término que se aplica a la actual crisis de acumulación) tuvo entonces como epicentro a los países desarrollados. Hubo luego una recuperación bastante pronunciada; pero la misma está a mitad de camino….y hay muchos signos de que puede haber una nueva y profunda caída.
El descenso de las economías y su posterior recuperación parcial también se puede advertir en la evolución del producto de las industrias manufactureras (lo que sigue, basado en JP Morgan, Markit).
Para el conjunto de los países desarrollados, desde el pico previo a la recesión, que se produjo en febrero de 2008, hasta el fondo del ciclo, en marzo de 2009, la caída del producto manufacturero fue del 21,7%; desde marzo de 2010 creció 10,9%, lo que significa que recuperó el 46% del producto perdido por la crisis. A principios de 2009 la tasa anualizada de variación del índice de manufacturas globales era negativa 15%; en marzo de 2010 era 14% positiva. Precisando por las grandes áreas de los países desarrollados, en Estados Unidos, desde el pico previo a la recesión, en diciembre de 2007, hasta el fondo del ciclo, en junio de 2009, la caída del producto manufacturero fue del 16,9%; desde ahí hasta abril de 2010 se recuperó 7,4%. En la zona del euro, desde el pico previo a la crisis, en febrero de 2008, hasta el fondo en mayo de 2009, la caída fue del 22,2%; desde el piso de la caída a marzo de 2010, la recuperación fue del 8,3%. En Japón, desde el pico previo a la recesión, en febrero de 2008, hasta el fondo, 12 meses más tarde, la caída fue del 35,2%; desde febrero de 2009 a abril de 2010 el aumento fue del 34,6%. En Gran Bretaña, desde el pico previo a la recesión, en febrero de 2008, hasta el piso en agosto de 2009, la caída fue del 15,7%; desde el fondo de la recesión hasta abril de 2010 la recuperación fue del 5,3%.
La clave el derrumbe de la inversión
La caída de las economías capitalistas estuvo liderada por el derrumbe de la inversión, no del consumo. En 2007 el consumo en los países desarrollados había crecido 2,5%; en 2008 se desaceleró al 0,3%; y en 2009 cayó 0,8% (los dato son del FMI). No estamos, por lo tanto, ante una caída dramática. En cualquier caso, fue una baja menor que la caída del PBI. De hecho, además, la caída del consumo fue el resultado de la caída de la inversión, y no al revés. La inversión se estaba debilitando, o cayendo, antes de que comenzara a disminuir el consumo. Debe tenerse en cuenta que al caer la inversión, las empresas contratan menos trabajadores (o disminuyen las horas de trabajo); lo que repercute negativamente en el consumo de bienes salariales, especialmente no durables. Con la crisis también se reduce, y de manera más pronunciada, el consumo de bienes durables, que depende parcialmente del gasto salarial; y del gasto de plusvalías.
La actual debilidad del consumo está determinada por el alto nivel de desempleo; el estancamiento de los salarios; y el elevado endeudamiento (en particular por hipotecas) de los hogares. Dada la necesidad de afrontar deudas, y la incertidumbre, la tasa de ahorro de los hogares aumentó con la crisis y la recesión. En Estados Unidos, la tasa de ahorro personal había aumentado, en el primer trimestre de 2009, al 4,2%, desde su punto más bajo, 0,7% en 2005. La OECD espera que en 2011 la tasa de ahorro sea 0,2 puntos porcentuales más alta en Estados Unidos, y 0,8 puntos más alta en Japón.
Si la caída de la demanda no fue liderada por el consumo, la “culpable” es la inversión. Efectivamente, ésta se derrumbó en los países desarrollados. Incluyendo la construcción residencial (véase nota al final del trabajo sobre este rubro), en términos porcentuales, la inversión para el conjunto de los países desarrollados bajó al 18% del PBI en 2009. La formación de capital bruto fijo en las economías desarrolladas, cayó el 1,9% en 2008; y se desplomó 12% en 2009. En Estados Unidos, en 2009, disminuyó 14,5%; en la zona del euro 11,1%; en Japón 14,3% y en Gran Bretaña 14,9%. Además, se proyecta que en 2010 la inversión para el promedio de los países adelantados se ubique en el 18,4% del PBI, o sea, por debajo de los promedios anteriores a la crisis. En 1988 – 1995 fue 22,7%, y 1996 – 2003 21,3%. La formación de capital bruto fijo aumentaría solo 0,9%. También por debajo de los promedios de las últimas dos décadas. Entre 1992 y 2001 la formación de capital bruto fijo aumentó a una tasa del 3,7% anual; y entre 2002 y 2007 creció al 2,6%.
La debilidad de la inversión es la clave de la debilidad general de la recuperación. Como una consecuencia, el consumo crecería en los países adelantados solo un 1,6% en 2010.
Gasto estatal y déficits crecientes
El estallido de la crisis y el descenso económico general devolvió actualidad a las políticas de estímulo de la demanda, tan rechazadas en los ochenta y parte de los noventa. La fuerte baja de las tasas de interés de referencia de los bancos centrales, y las inyecciones de liquidez, impidieron que las economías cayeran en una espiral contractiva bancaria y financiera como la de los treinta. Como consecuencia, el balance de la Reserva Federal se triplicó. Solo por la incorporación activos hipotecarios, se incrementó en 1,2 billones de dólares.
La intervención monetaria no solo atenuó la crisis financiera, luego de la quiebra de Lehman, sino también ayudó a la recomposición de algunas empresas importantes. Contribuyó a que la aseguradora AIG, y las instituciones hipotecarias, semi-estatales, Fannie Mae y Freddie Mac, redujeran pérdidas. Colaboró también para que los bancos aumentaran sus ganancias, luego de asimilar grandes desvalorizaciones de capital. Pero por sí mismos los estímulos monetarios no reactivaron la demanda. Las tasas de interés de referencia están cercanas a cero en Estados Unidos y Japón, sin que se reactive la inversión.
De ahí que se haya recurrido al aumento del gasto fiscal para amortiguar la caída de la demanda. En muchos países los gobiernos otorgaron rebajas impositivas (para aliviar la situación de las hipotecas inmobiliarias, o reactivar la venta de automóviles, por ejemplo); y aumentaron el gasto en infraestructura. También se incrementó el gasto por seguros de desempleo y similares. Todo esto atenuó la caída de la demanda. De conjunto, el gasto público en 2009 aumentó, en el promedio en los países adelantados, 2,3%. Entre 1992 y 2001 se había incrementado al 1,8% anual; y entre 2002 y 2007 al 2%. Se espera que en 2010 el gasto aumente 1,3% (aunque podría revisarse, en la medida en que continúen los signos de debilitamiento de la economía).
Sin embargo el aumento del gasto como factor contrarrestante de la crisis tiene límites. Es que su contrapartida es el aumento de los déficits y del stock de deudas públicas, que deben ser financiados colocando cada vez más deuda, o mediante emisión monetaria. . Solo en la segunda mitad de 2010 los gobiernos de los países desarrollados deberán refinanciar deuda por un valor global de cuatro billones de dólares. Y la deuda sigue creciendo, a la par del déficit.
Con la crisis, los déficits de los países adelantados se incrementaron, para llegar, en promedio, al 9% del PBI. El déficit fiscal de Estados Unidos, en 2010, es el 8,8% del PBI; en la zona del euro, el 7%; en Japón, el 7,8% y en Gran Bretaña el 10,5% del PBI. A su vez, el stock de la deuda pública en Estados Unidos pasó de representar el 62,1% del PBI en 2007, a un proyectado de 92,6% en 2010. En la zona del euro pasó del 65,7% al 84,1%; en Japón del 187,7% al 227,3%; y en Gran Bretaña del 44,1% al 78,2% (World Economic Outlook, abril 2010, IMF).
Subrayamos que la deuda empieza a poner límites a este sostén de la demanda, como lo demostró la crisis en los eslabones más débiles de la cadena, los países del sur de Europa, Irlanda o Dubai.
Desempleo y mercado mundial
Con la Gran Recesión, el desempleo creció considerablemente. A nivel mundial, la OIT calcula que el número de desempleados aumentó en 50 millones (dato de octubre 2009). En los países desarrollados, la tasa de desempleo promedio pasó del 5,8% en 2008, al 8% en 2009, y se proyecta una tasa del 8,4% en 2010. En Estados Unidos pasó del 5,8% en 2008 al 9,3% en 2009, y en junio de 2010 se mantiene en 9,5%. En la zona del euro aumentó del 7,6% en 2008 al 9,4% en 2009, y en mayo de 2010 estaba en el 10%. En Japón subió del 4% en 2008 al 5,1% en 2009, y era del 5,2% en mayo de 2010. En Gran Bretaña pasó del 5,6% de 2008 al 7,5% en 2009, y era del 7,8% en mayo de 2010 (WEO 2010, IMF y The Economist). Además, en muchos países aumenta la cantidad de desempleados a largo plazo. En Estados Unidos, por ejemplo, en marzo de 2010 el 44% de los desocupados estaba sin trabajo desde hacía seis o más meses.
Frente a este panorama, no ha habido una respuesta política del movimiento obrero que, en algún sentido profundo, haya cuestionado al capital. El aumento de la desocupación puede que ayude a explicarlo. De ahí que en algunos países, notablemente en Estados Unidos, el capital haya aumentado la tasa de explotación. Pareciera que uno de los resultados de las crisis capitalistas es que el trabajo se debilita frente al capital. Marx extraía conclusiones radicalmente revolucionarias de este hecho.
En cuanto al comercio mundial, su crecimiento se desaceleró al 2,8% en 2008 (entre 1992 y 2007 creció a casi el 7% anual promedio), para hundirse, en términos de volumen, 10,7% en 2009. Se espera una recuperación del 7% en 2010 (WEO 2010, IMF, abril 2010). Las cifras anuales no permiten, sin embargo, tener dimensión de la magnitud de la caída (y también de la fuerte recuperación). Desde el pico más alto, en mayo de 2008, al fondo en mayo de 2009, el comercio mundial cayó 27,6%; de mayo de 2009 a mayo 2010 aumentó 27%. La tasa de crecimiento se hizo algo más lenta desde entonces (JP Morgan, Markit).
Desaceleración
A mediados de 2010 estamos en presencia de una recuperación, pero es parcial. Canadá recuperó el 85% del PBI perdido en la recesión y Estados Unidos el 66%. La zona del euro solo el 25% (con el crecimiento del segundo trimestre de 2010), y Gran Bretaña el 11% (JP Morgan Markit). Por otra parte, se trata de una recuperación con poca generación de empleo. Las empresas intensifican los ritmos de producción, se reestructuran, y en algunos casos incorporan tecnología que ahorra mano de obra. La inversión en ampliación o nuevas plantas no crece. Como resultado, en 2010 el empleo aumenta a una tasa muy baja, de aproximadamente el 1% anual. Es la mitad del crecimiento anterior a la crisis.
Pero además, la recuperación se está desacelerando. El segundo trimestre de 2010 habría marcado el pico de la recuperación, con una tasa anualizada de crecimiento de la economía mundial del 4%. Pero desciende al 2% en julio (estimación JP Morgan Markit; aunque el FMI mantiene una previsión más alta de crecimiento para el año). También el índice compuesto de indicadores líderes (CLI, por sus siglas en inglés), para el área de los países de la OECD, bajó en junio 0,1. Precisemos que el CLI es un índice que se apoya esencialmente en el índice de la actividad industrial, que puede tomarse como una aproximación a la actividad económica. El CLI no sirve para medir la fuerza o debilidad de una recuperación, o de una caída, sino para detectar puntos de viraje en el ciclo económico. Esto porque muestra proyecciones de la actividad económica con relación a la tendencia; en otras palabras, muestra si las condiciones están mejorando o empeorando.
Pues bien, los CLIs para Francia, Italia, China e India apuntan todos por debajo de la tendencia de crecimiento en los próximos meses, en tanto que para Gran Bretaña el índice señala que se llegó a un pico en el ritmo de expansión. También hay fuertes signos de que se ha llegado a un pico de expansión en Brasil y Canadá. Además, el CLI para Estados Unidos fue negativo por primera vez desde febrero de 2009. Para Japón y Rusia los CLIs muestran una expansión más lenta en el futuro, y para Alemania se mantiene relativamente alto (Composite Leading Indicators, OECD, agosto 2010).
En Estados Unidos, que es la economía más importante, la mayoría de los economistas prevé para la segunda mitad de año un crecimiento anualizado de un 2,5%. En mayo las ventas minoristas cayeron 1,1%, y en junio lo hicieron 0,5%. En junio las ventas de automóviles disminuyeron 2,3%. Una encuesta realizada por Bloomberg, da por resultado que los economistas esperan (principios de agosto) que el consumo crezca solo un 1,5% en el año, contra el 2,4% que esperaban un mes atrás. Otra expresión de la debilidad es la utilización de capacidad instalada en la industria. En junio de 2010 fue del 74,1%. Es un 5,9% por encima de junio de 2009, pero un 6,5% por debajo del promedio 1972 – 2009 (Federal Reserve). La Reserva Federal reconoce (10 de agosto) que el ritmo de la recuperación se ha debilitado en lo que atañe a producto y empleo. El gasto de las empresas en equipo y software aumentó, pero se mantiene débil en plantas y estructuras, y las empresas no contratan trabajadores. Los préstamos bancarios continúan contrayéndose. Por eso la Reserva decidió mantener bajas las tasas de interés, y continuar inyectando liquidez.
Al terminar de escribir esta nota (13 de agosto), se conocen las cifras para el segundo trimestre del crecimiento europeo, que moderan en cierta medida la desaceleración. Es que el crecimiento de la zona del euro fue del 4%, anualizado. Este crecimiento estuvo empujado por Alemania, que creció a una tasa anualizada del 8,8%. Francia, en cambio, lo hizo al 2,4%, Italia al 1,6% y España al 0,8%. Esto es, el crecimiento es muy desigual. Más importante, el aumento del producto de Alemania estuvo ligado al vigor de sus exportaciones. El neto comercial de Alemania, entre enero y mayo, llega casi a los US$ 77.000 millones; en junio sus exportaciones eran un 28,5% superiores con respecto a igual mes de 2009. Esto contrasta con los déficits de Gran Bretaña, Francia y España. Dada la dependencia de Alemania de las exportaciones, el enfriamiento de la economía mundial podría determinar que este crecimiento no se sostenga. En cualquier caso, también está por verse hasta qué punto el crecimiento alemán genera demanda para el resto de las producciones europeas.
Desaceleración por sectores, y presión deflacionaria
La desaceleración que estamos viendo a nivel global se puede analizar de manera más desagregada. La tasa de crecimiento de la producción manufacturera mundial pasó del 14% de marzo, a aproximadamente el 4 o 5% en julio. El índice elaborado por JP Morgan y Markit para el sector manufacturero, que indica el grado de cambio de la actividad (no su nivel), cayó en julio a su nivel más bajo en los últimos 12 meses. También se desacelera (o sigue estancado, según los países) el sector servicios, que es altamente dependiente de la demanda de consumo. El índice de JP Morgan y Markit para servicios a nivel mundial cayó en julio a su nivel más bajo en los últimos cinco meses. El sector, en promedio y a nivel global, no está generando empleos. La producción de las empresas de servicios se mantiene particularmente débil en Gran Bretaña, pero también en Estados Unidos. En la zona del euro está en retroceso en España e Italia; aunque en Francia y Alemania, el consumo de servicios mantuvo una tónica positiva. En Japón la debilidad del sector es significativa; a lo largo de casi todo el año estuvo despidiendo trabajadores. La anemia de la demanda interna –la inversión no ligada a las industrias exportadoras es muy débil– explica que la economía japonesa dependa fuertemente de la exportación industrial a China, Estados Unidos y Europa.
Por otra parte, la construcción continúa muy débil en los países en los que estuvo el centro de la burbuja inmobiliaria previa a la crisis. En Gran Bretaña los precios volvieron a caer en julio, y los permisos para construcción de nuevas viviendas son 6% más bajos que hace un año, cuando la crisis tocaba fondo. En Estados Unidos el inicio de construcción de casas en junio cayó a su nivel más bajo en ocho meses, al expirar el incentivo impositivo del gobierno. Además, se mantienen los desalojos por falta de pagos de hipotecas (de acuerdo a la Mortgage Banker Association, entre 2005 y 2008 se perdieron aproximadamente 1,2 millones de hogares; por ejemplo, gente joven que debe abandonar su casa y volver a vivir con sus padres). Por lo tanto continúa incrementándose la oferta; lo cual mantendrá deprimidos los precios. En términos anualizados, la venta de viviendas en mayo y junio permanecía un 70% por debajo del pico alcanzado en 2005.
Señalemos todavía el peligro de deflación, que muchas veces es pasado por alto en los análisis. Si bien hubo una recuperación de precios, en las economías capitalistas desarrolladas continúan operando fuertes presiones deflacionarias. En Japón el índice de precios al consumidor está en terreno negativo, en un 1% anual. En Estados Unidos, la inflación, descontados los precios de comida y energía, se ubicaba, en marzo, en el 0,5% anual. Esto significa que en muchos sectores los precios están en baja (además, en las mediciones existe un sesgo a aumentar la tasa de inflación). Una caída de la demanda puede agravar estas presiones, profundizando la crisis.
Fragilidades financieras globales
La situación financiera muestra que el terreno está minado de posibilidades de nuevas explosiones. Por empezar, Grecia, Portugal, Irlanda, España están pagando una alta tasa para financiarse, y no han desaparecido las razones de fondo que pueden llevar, en el mediano plazo, a que alguno de estos países declare el default. Muchas instituciones financieras, en especial europeas, tienen una alta exposición a esta deuda. Ya cuando estalló la crisis griega en marzo, varios bancos tuvieron problemas para conseguir fondos; y las tasas de préstamos interbancarios se elevaron considerablemente. Aunque no llegaron al nivel que siguió a la caída de Lehman, y luego la situación se calmó con el paquete de ayuda aprobado por la Unión Europea, se mantiene la incertidumbre.
A su vez, la situación de los bancos continúa siendo difícil. Muchos no han terminado las rebajas contables en sus balances, en particular la depuración de los activos basados en créditos hipotecarios. Según el FMI (Global Financial Stability Report, abril 2010), entre 2007 y fines de 2009, las rebajas contables y provisiones por pérdidas insumieron unos 1,5 billones de dólares. Pero aún quedarían 0,8 billones de dólares en activos sobre los que deberían realizarse las rebajas contables (el cálculo es incierto; la cifra dependerá de cómo evolucione la crisis, y de la consecuente valorización, o desvalorización, de los activos).
Esto se combina con las dificultades del sector inmobiliario. Además de lo ya señalado sobre Estados Unidos y Gran Bretaña, son importantes las dificultades en España. En mayo el gobierno tuvo que tomar control de CajaSur. Si bien se trata de un banco pequeño, puede ser la punta del iceberg. Es que las Cajas españolas abarcan casi la mitad del sistema bancario del país, y han sido fuertemente golpeadas por la caída de los precios de las propiedades. Tampoco hay que olvidarse de Dubai, que hace unos meses provocó un temblor en los mercados financieros. Allí los precios de las propiedades han bajado un 50% en los últimos dos años, y continúan hundiéndose. Los constructores buscan no ejecutar hipotecas, y siguen renovando los créditos; pero en la medida en que continúa la deflación, los inversores no compran, y la economía se contrae. Si esto continúa, los bancos van a quedarse con cantidad de propiedades que no podrán colocar (los proyectos faraónicos de desarrollo turístico de este país parecen estarse haciendo trizas).
A las dificultades que derivan de los activos inmobiliarios, se suma la estructura de deudas de corto plazo. De conjunto, los bancos de los países desarrollados tienen vencimientos de deuda en los próximos tres años por unos cinco billones de dólares. Dada la desconfianza y el temor de los inversores, no es sencillo refinanciar semejante suma. Además, se aproximan las fechas en que los bancos deberán refinanciar gran parte de los títulos que entregaron como colateral a los Bancos Centrales, en lo peor de la crisis financiera. A lo que se suma que muchos bancos también tienen necesidad de capitalizarse, por lo cual deberían salir a los mercados de capitales a conseguir fondos. En la medida en que la economía continúe débil, en que la acumulación productiva no retome, las dificultades serán mayores. Si bancos y otras grandes instituciones financieras caen, los efectos se harán sentir sobre la producción y la demanda.
Desvalorización del capital y mejora de las ganancias
La crisis generó la “revolución de los valores” (Marx), esto es, una gigantesca desvalorización de capitales. En términos de valor neto, en Estados Unidos, las corporaciones no financieras y no agrícolas tuvieron una pérdida de valor neto entre 2007 y 2009 de 3,5 billones de dólares; las empresas que no son corporaciones, no agrícolas, en ese lapso disminuyeron su valor neto en 2,3 billones de dólares (cálculo en base a “Flow of Funds Accounts”, Federal Reserve, junio 2010). A esto se agrega la desvalorización del capital financiero.
Paralelamente, hubo una mejora de las ganancias, una variable fundamental para la inversión. Las ganancias de las empresas han estado en alza en los últimos meses. Por ejemplo, el European Central Bank reporta que el excedente operativo bruto (o margen) de las empresas no financieras europeas aumentó fuertemente en el primer trimestre de 2010, debido a la mejora en las exportaciones y los recortes de costos. En Japón, las empresas vinculadas a la exportación también han mejorado sus balances.
Pero es en Estados Unidos donde el aumento de las ganancias ha sido muy fuerte. Los beneficios antes de impuestos de las corporaciones no financieras y no agrícolas aumentaron, desde el primer cuatrimestre de 2009 al primero de 2010, en US$ 354.000 millones; esto es un incremento del 52%. En ese lapso los beneficios de las manufacturas, también antes de impuestos, crecieron un 176%; los beneficios por dólar de ventas, antes de impuestos, aumentaron de 4,1 a 9,9 centavos. La tasa de beneficios, calculada como beneficios antes de impuestos, sobre capital accionario, pasó de 7,5% a 17,6% (datos del Quaterly Financial Report, primer trimestre 2010, publicado por U.S. Census Bureau; también Reserva Federal). Según Fortune, el aumento de beneficio de las 500 empresas más importantes en abril de 2010 con respecto al año anterior, es el segundo más grande en los 56 años que la revista lleva el registro. La relación entre beneficios/ventas de estas empresas pasó de ser menor al 1%, al 4%. El promedio histórico es 4,7%. En el segundo trimestre de 2010, los beneficios continuaron sólidos; en promedio, las empresas habrían recuperado un 90% del nivel de beneficios perdidos con la Gran Recesión.
Sin embargo este incremento de beneficios se dio en el marco de debilidad de las ventas, y presión bajista de los precios. ¿Cómo es que las empresas mejoraron entonces la rentabilidad? Principalmente porque cayeron drásticamente los costos laborales. En 2009 las 500 empresas Fortune suprimieron unos 821.000 puestos de trabajo. Se trata de la mayor eliminación de trabajo de su historia; es casi el 3,2% de su nómina. Por eso, cuando las ventas comenzaron a subir, a mediados de 2009, y no se elevó el empleo, el resultado fue el aumento de la productividad. En otras palabras, los empresarios mantienen bajos los salarios, e incrementan los ritmos de producción. Todo lo cual redundó en el recorte de los costos laborales; cayeron el 4,6%, la mayor baja en la posguerra.
Las inversiones en tecnología, y ahorradoras de trabajo, también jugaron su rol en la recuperación de muchas empresas. Por ejemplo, Ford realizó en el segundo cuatrimestre de 2010 una ganancia de US$ 2.300 millones; esto representa el 75% de sus beneficios de hace una década. Pero tiene la mitad de trabajadores que en 1999. Entre la segunda mitad de 2009 y el primer trimestre de 2010 hubo un repunte de las inversiones en equipos y software, que permitieron a muchas corporaciones ahorrar costos.
Pero la inversión sigue débil
El consumo no fue la clave de la caída, y no puede ser la llave de la recuperación. En principio, porque se mantiene alto el desempleo y los salarios están estancados, o en baja. Y porque los hogares siguen reduciendo su nivel de deuda. En Estados Unidos, en el primer trimestre, los hogares estaban disminuyendo su deuda hipotecaria a una tasa anual superior al 3%; siendo el séptimo trimestre consecutivo de reducción. La deuda de los hogares, a su vez, se reducía a una tasa del 2,5%; y el crédito al consumo bajaba el 1% (“Flow of Funds Accounts”, Federal Reserve, junio 2010).
La clave de una recuperación sostenida reside en la inversión. Pero ésta se mantiene anémica, a pesar de la mejora de los beneficios. El aumento de la inversión que se registró desde mediados de 2009 tuvo que ver, en lo esencial, con la reposición de inventarios. Los inventarios incluyen los stocks de materias primas, de bienes semi terminados en proceso, y de las mercancías terminadas, listas para la venta. Al desatarse la crisis, las empresas redujeron fuertemente sus inventarios. La relación nuevos pedidos/inventarios cayó, a nivel mundial, a 0,8 en diciembre de 2008. Desde ese punto rebotó, llegando a un pico en agosto de 2009 por encima de 1,3, para estabilizarse en enero de 2010 en 1,2 (JP Morgan, Markit). Este tipo de inversión habría contribuido entonces entre 1,5 y 2 puntos al crecimiento del PBI de los países de la OECD, desde el tercer trimestre de 2009 al primero de 2010. En 2010, en Europa, constituyó el motor de la inversión; en Japón representó la mitad de la inversión durante el primer cuatrimestre; y en Estados Unidos la tercera parte en el segundo cuatrimestre. En Estados Unidos contribuyó en un punto porcentual al crecimiento durante el primer cuatrimestre de 2010.
Naturalmente, la inversión en inventarios no puede sostener la acumulación del capital en el mediano plazo. Ésta depende de la inversión en equipos y estructuras no residenciales. Pero la misma no se recupera. En Europa, la formación neta de capital seguía siendo negativa en el primer trimestre de 2010 en un 2,6%; aunque representa una mejora con respecto al –21% del cuarto trimestre de 2009, sigue siendo extremadamente débil. En Estados Unidos la inversión en equipos fue mayor, pero la inversión en estructuras sigue sin aumentar.
En consecuencia, la coyuntura se caracteriza por empresas con altas ganancias, pero baja disposición a invertir. Lo cual se traduce en atesoramiento de liquidez, de cash. El Banco Central Europeo anota que las empresas se aprovisionan de liquidez, o reparten dividendos a sus accionistas, pero no amplían su stock de capital (Monthly Bulletin, agosto 2010). Agrega que esto refleja incertidumbre con respecto a la actividad económica global, y a las posibilidades de financiamiento bancario, y que por lo tanto intentan reducir su exposición a la deuda. The Economist (3÷07÷10) también destaca que los beneficios han sido más que suficientes para cubrir los gastos de las corporaciones en muchas partes del mundo desarrollado, pero la inversión es baja y las empresas disponen de un exceso de fondos. En Gran Bretaña las empresas (en su mayoría no bancarias) tienen un excedente financiero neto equivalente al 8% del PBI. En la zona del euro las empresas globalmente están en equilibrio, ya que Francia, España y otros países, redujeron fuertemente el gasto; y en Alemania tienen excedentes. La gran liquidez también se advierte en Estados Unidos; las empresas poseen 1,6 billones de dólares en depósitos bancarios, fondos monetarios o títulos.
Factores que se retroalimentan
La conjunción de ganancias en alza e inversión debilitada debemos explicarla a partir de la interacción de muchos factores, que de conjunto determinan que no se han restablecido las condiciones para una acumulación sostenida. El panorama financiero continúa siendo extremadamente frágil; y la sobreacumulación de capital se mantiene en ramas muy importantes de la economía mundial. Las dificultades financieras inciden negativamente en las decisiones de invertir del sector productivo; y la debilidad de la inversión productiva, y de la demanda, afecta a su vez a las finanzas. Además, al aumentar los déficits estatales, reaparecen las dificultades que se buscaba evitar, bajo otras formas, y circunstancias. Así, la crisis griega y de otros países europeos, aumenta la incertidumbre y posterga decisiones de inversión. Los ajustes fiscales, por otra parte, no despejan el horizonte. Es que hay conciencia de que el ajuste contraerá la demanda; lo que a su vez redundará en menor recaudación, y mayores déficits (aquí sí opera la “paradoja” del ahorro, que se estudia en macroeconomía). Por eso la fragilidad financiera lleva a muchas empresas a hacerse de liquidez, para reducir deudas –que aumentaron producto de la crisis– y prevenir dificultades de financiamiento futuro.
También incide negativamente en la inversión el exceso de capacidad. El capital ha sobreinvertido, y no se pueden realizar los valores. El mercado de viviendas es un ejemplo claro, pero hay otros. En el transporte marítimo hay aguda sobrecapacidad, y se sigue agregando tonelaje por barcos encargados a los astilleros antes de la crisis. También hay sobrecapacidad en industrias claves, como automotriz, química y petroquímica. En la industria automotriz, la capacidad anual mundial de producción es de unas 90 millones de unidades; pero en condiciones normales el mercado absorbe unas 60 millones de unidades. A pesar de esto, se continúan abriendo plantas, por ejemplo en Asia. Con respecto a la industria química, el Consejo Europeo de la Industria Química señala que a nivel mundial la industria opera con niveles de utilización de capacidad muy por debajo de su óptimo, lo cual representa graves problemas para empresas que están muy endeudadas. Pero en un sector clave como petroquímica, se ha continuado invirtiendo en instalaciones en Medio Oriente y Asia. De manera que el Consejo espera que en 2010 la capacidad mundial de producción aumente un 8%.
También se habla de sobrecapacidad en la industria pesada china. Aunque en este punto hay que tener en cuenta que existen intereses de los europeos y norteamericanos para que China impulse sus importaciones, es indudable que el plan de estímulo, lanzado por el gobierno, estuvo centrado en incrementar la inversión en industria pesada. El Consejo Estatal Chino reconoció, en septiembre de 2009, que la sobrecapacidad se había convertido en un problema en muchas industrias. Según un estudio de la Cámara Europea del Comercio en China (Overcapacity in China. Causes, Impact and Recommendations, 2010), habría exceso de capacidad en el acero, aluminio, química, refinación y construcción de equipos de energía eólica. La Cámara considera que muchas de estas industrias colocan más presión competitiva en los mercados mundiales. A su vez, el freno que está poniendo el Gobierno chino a la sobreacumulación (busca frenar también una burbuja en el sector inmobiliario), debilita relativamente la demanda mundial.
Las inyecciones monetarias de los gobiernos, las bajas tasas de interés, la reprogramación de deudas, incluso las nacionalizaciones (parciales o totales) de empresas, no solucionan esta cuestión de fondo. La restauración de las condiciones “normales” para la acumulación exige que los capitales más débiles desaparezcan. En otras palabras, que opere hasta el final la desvalorización del capital. En tanto esto no ocurra, pueden empezar a aparecer empresas “zombis”. Esto es, empresas que se mantienen más o menos artificialmente gracias al crédito o estímulos, en el marco de una economía con débil crecimiento. Algo que ha sido común en Japón durante los últimos 15 años.
Todas estas instancias se retroalimentan, para conformar un cuadro de crecimiento débil, minado por contradicciones que pueden dar lugar a más estallidos financieros
Conclusión
No existe manera de determinar cómo va a evolucionar la economía mundial en los próximos meses. Pero todo indica que las economías de Estados Unidos, Europa y Japón están entrando en una fase de bajo crecimiento, alto desempleo y débil inversión. A esto se suman las presiones deflacionarias, que ya hemos apuntado. En este marco, el estallido de una eventual crisis financiera –por ejemplo, porque algún país deje de pagar la deuda– podría generar una nueva recesión, que afectaría a la economía mundial. Está en curso, por otra parte, un proceso de intensa reestructuración del capital, y agudización de las tensiones competitivas. Nada indica que se revierta la tendencia a la internacionalización del capital (como hemos explicado en otra nota en este blog). Y nada indica que el mundo se dirija hacia algún tipo de régimen de acumulación con una distribución más progresista del ingreso, o algo parecido.
Una vez más, el mecanismo de salida de la crisis pasa por el aumento de la explotación del trabajo, y por las desvalorizaciones del capital. Lo que dará renovados impulsos a la concentración de la riqueza, y a la mundialización de la economía.
NOTA sobre inversión residencial: Desde el punto de vista del análisis marxista de los componentes de la demanda, las cifras de las cuentas nacionales de la inversión residencial presentan problemas, relacionados con su agregación. Es que el gasto de un trabajador asalariado en construir su vivienda constituye gasto de salario (esto es, consumo de bienes salariales), y no debería incluirse en la inversión. Algo similar se aplica al gasto del capitalista para hacer construir su vivienda. Se trata de consumo de plusvalía. La situación es más ambigua si ese capitalista ordena construir una vivienda, con vistas al alquiler. No es gasto de consumo, aunque la vivienda tampoco constituye capital, en sentido estricto. Por último, puede haber inversión en construcción de viviendas por parte de capitalistas, los llamados desarrolladores inmobiliarios. En este caso se trata de inversión, o de acumulación de plusvalía, en el sentido pleno. Estos capitalistas construyen viviendas con el objetivo de venderlas y valorizar su capital, de la misma manera que otros capitalistas fabrican automóviles, o cualquier otro bien. Si las viviendas (o los automóviles, o cualquier otro bien) luego no pueden venderse, por alguna razón, tenemos una desvalorización del capital mercancía. Conceptualmente es un caso distinto del que sucede cuando se desvaloriza la vivienda de un trabajador, o la vivienda del capitalista. En este caso hay desvalorización de valores de uso, pero no desvalorización de capital. Sin embargo, por otra parte, la inversión en viviendas no aumenta la capacidad productiva, y en este respecto se distingue de las inversiones en equipos y no residenciales. Estas complejidades se borran en el agregado de las cuentas nacionales.
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