En negrilla, cubriéndose las espaldas, destaca el editor que el libro se publica en ediciones RJL con el debido permiso frailuno, por la provincia capuchina de Cracovia el nihil obstat viene dado por el provincial Fray Jacek Waligóra y en Navarra-Cantabria-Aragón fray José Luis Iso otorga su placet. El libro, que lleva por título “No le tengas miedo al sexo. El Kama Sutra para católicos”, es una entrevista entre Sylwester Szefer y el padre Ksawery Knotz. Y para colmo el prólogo está redactado por Rafa Lazcano, director del programa “El sexo como Dios manda” en Radio María. Diríamos que todo queda en casa.
Los jerarcas, papa, obispos, curas y frailes, que como se ha visto con la pederastia en colegios y sacristías de las diversas partes del mundo tantos problemas afectivos arrastran en su vida, no dejan de aleccionar a las gentes sobre la sexualidad. Y el libro indica, de nuevo, que en este terreno se hacen la picha un lío:
“Para el marido, el tiempo del amor sensual empieza por la noche: basta acurrucarse junto a su mujer para que al instante se le ponga en marcha la pasión. Mientras que la mujer, para estar preparada para una relación sexual, espera gestos y palabras de amor desde mucho antes; lo mejor justo desde el primer instante nada más despertarse y, después, muchas veces a lo largo del día”, alecciona al mundo el capuchino Knotz desde su celda frailuna polaca posiblemente indagando enfermizamente su cuántas veces en el confesionario sobre el sexto.
“Vale la pena invitar a Dios a la propia cama y, además, no se trata de un viejecito con barba, como se lo imaginan algunos” insiste el padre capuchino Ksawery. Son varias las similitudes entre el padre Knotz y el joven Karol Wojtyla, “el Grande”, anota el radiomariano Lazcano.
Hubertus Mynarek, analista del pontificado del papa Wojtyla, dejó escrito en su libro “El papa polaco. Balance de un pontificado”, que “Juan Pablo II calla que el feminismo exige para las mujeres toda una serie de derechos legítimos, que él les niega categóricamente. La mujer, en la visión del papa, tiene que funcionar en primera línea como madre de los hijos, paridos por ella –plenamente entregada, dispuesta al sacrificio, en silencio y dulce‑, necesariamente tenía que prohibirle el servicio oficial y más público en la Iglesia católica y romana, el servicio sacerdotal. Con ello mantenía en la Iglesia la sociedad masculina y patriarcal estructurada en dos clases respecto a este ministerio, por lo tanto los derechos superiores del hombre, a quien por principio en la Iglesia le corresponde el derecho de ser sacerdote. Al papa polaco le cabe en suerte el triste mérito de haber cementado la exclusión de las mujeres del sacerdocio ministerial de la Iglesia católica romana de una manera que sobrepasa a la de todos sus predecesores”.
Para colmo, tanto Wojtyla como Knotz, forman parte de una de las zonas más retrógadas y carcas de la Iglesia católica, la polaca. ¡Vaya, del cuerno la punta!