El pro­ble­ma no es la extre­ma dere­cha – Flo­ren Aoiz

Las elec­cio­nes en el terri­to­rio de la Repu­bli­que Fra­nçai­se han vuel­to a pre­sen­tar­nos a una «extre­ma dere­cha» cre­ci­da y cre­cien­te que apa­re­ce como un nue­vo peli­gro con­tra el que todas las demás fuer­zas, según el dis­cur­so domi­nan­te, deben unir­se. Así, se repi­te que don­de uno de los secua­ces de Mari­ne Le Pen ten­ga posi­bi­li­da­des de impo­ner­se debe apo­yar­se al can­di­da­to alter­na­ti­vo con más opcio­nes. Ésta es una vie­ja his­to­ria y un vie­jo recur­so. Una tram­pa a la que se ha recu­rri­do en muchos luga­res. No he olvi­da­do las crí­ti­cas que reci­bi­mos en su día por no apo­yar al can­di­da­to del PSN al Gobierno de Nafa­rroa, Urral­bu­ru, un furi­bun­do con­ver­so al espa­ño­lis­mo, corrup­to y pre­cur­sor de la cri­mi­na­li­za­ción del aber­tza­lis­mo. Debía­mos dar­le nues­tro apo­yo, nos decían, por­que era el mal menor fren­te a UPN. Algo que no deja de ser curio­so, por­que si algo ha carac­te­ri­za­do la polí­ti­ca nava­rra en las últi­mas déca­das es, pre­ci­sa­men­te, la sin­to­nía entre UPN y PSOE. Así, era muy com­pli­ca­do no ya ele­gir, sino cap­tar las dife­ren­cias entre Urral­bu­ru y sus «opo­nen­tes».

Ésa es, pre­ci­sa­men­te, la jus­ti­fi­ca­ción según la cual, para librar­nos de los Le Pen, habría que dar el voto a can­di­da­tos, por ejem­plo, de Sar­kozy. Cier­ta­men­te, en algu­nas oca­sio­nes es muy difí­cil expli­car a la socie­dad la elec­ción de otros cami­nos y la opción del mal menor pue­de ser la razo­na­ble o inclu­so la úni­ca posi­ble. Pero, una vez supe­ra­da la situa­ción de emer­gen­cia, hay que refle­xio­nar y bus­car la mane­ra de esca­par del calle­jón sin salida.

El pro­ble­ma es muy gra­ve cuan­do la opción del mal menor se con­vier­te en una cons­tan­te, como en el Esta­do fran­cés con el Front Natio­nal. Allá la situa­ción de emer­gen­cia no es excep­cio­nal, sino casi per­ma­nen­te. Y es que si nos pre­gun­ta­mos por qué tie­ne tan­ta fuer­za un par­ti­do como el FN, ten­dre­mos que res­pon­der que bue­na par­te de la res­pon­sa­bi­li­dad está, pre­ci­sa­men­te, en la dere­cha que no se pre­sen­ta como «extre­ma», pero que ha ali­men­ta­do los dis­cur­sos y estra­te­gias que han alen­ta­do a los Le Pen.

Sar­kozy y su par­ti­do, sin ir más lejos, han desa­rro­lla­do una polí­ti­ca en torno a la segu­ri­dad, la cri­mi­na­li­dad, la inmi­gra­ción y la iden­ti­dad, ade­más de los recor­tes socia­les neo­li­be­ra­les, que ha for­ta­le­ci­do el poso más reac­cio­na­rio de la socie­dad. Lejos de des­au­to­ri­zar las ten­den­cias xenó­fo­bas, chau­vi­nis­tas y auto­ri­ta­rias, las han for­ta­le­ci­do. Han pen­sa­do y actua­do tan­to como la «extre­ma dere­cha» que han ter­mi­na­do por abrir­les todas las puer­tas. Y aho­ra se nos pro­po­nen como la vacu­na a la enfer­me­dad que ellos mis­mos han agravado.

La cues­tión es cómo salir del círcu­lo vicio­so de ele­gir entre lo malo y lo peor. Pero este pro­ble­ma no está limi­ta­do a las elec­cio­nes en la Repú­bli­ca Fran­ce­sa. A fin de cuen­tas, lo mis­mo ocu­rre en el Esta­do espa­ñol en el dile­ma entre la dere­cha y lo que era en su día la social­de­mo­cra­cia: optar entre el fue­go y las llamas.

Hay que crear otras alter­na­ti­vas que nos per­mi­tan ele­gir una bue­na opción. En Eus­kal Herria, hoy por hoy, eso es posi­ble, por for­tu­na. Lo es en tér­mi­nos polí­ti­cos y el reto aho­ra es hacer­lo posi­ble tam­bién en tér­mi­nos elec­to­ra­les e institucionales.

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