La resistencia palestina recuerda hoy con múltiples actos de desobediencia, en las calles de Gaza y Cisjordania, el día de la Tierra.
Mientras se suceden nuevos bombardeos israelíes contra Gaza, sumando más víctimas inocentes a la cuenta de quienes hace 63 años crearon el Estado de Israel, la población de los territorios ocupados se apresta a recordar un año más una fecha emblemática de su historia de dolor y muerte. Se trata del Yaum el-Ard o Día de la Tierra.
La gesta se remonta al 30 de marzo de 1976, cuando tropas y tanques llegados desde Israel mataron siete jóvenes palestinos (algunos de ellos, casi niños) que protestaban, desafiando el toque de queda impuesto en varios pueblos.
El porqué de estos hechos que derivaron en una masacre hay que buscarlo en todo lo ocurrido con anterioridad a esa fecha y que fue generando un clima de gran descontento.
Los palestinos que permanecieron luego de la creación de Israel en 1948 y que se negaron sumarse al gran éxodo, quedaron aferrados a suspoblados de Galilea, Acre, Safad, Haifa, Jaffa y Nazareth, entre otros. Desde allí, resistieron desalojos, usurpaciones, maltratos, humillaciones y discriminación. Israel buscó todos los medios para judaizar las tierras del 48, pero no lo logró.
En los 28 años que transcurrieron entre la ocupación de 1948 y esa nueva explosión represiva contra la protesta palestina del 76, la reivindicación de la lucha por las tierras que les habían sido quitadas se constituyó en un motor esencial del movimiento de resistencia. En ese período, sólo en Galilea, salieron de manos palestinas 100 mil hectáreas de tierras cultivables, Las nuevas generaciones de palestinos nacieron y crecieron escuchando frases más que significativas para su futuro, como por ejemplo, «ley de propietarios ausentes», una disposición puesta en marcha por el Estado israelí a partir de 1950 que le ha permitido arrebatar a sus anteriores dueños el 78 % de su territorio original.
La ley israelí atribuye al Estado el papel de «custodio de buena fe», encargado de las tierras de los «ausentes» palestinos sin derecho de propiedad absoluta. Se ocupó un territorio que tenía dueño, se incendiaron sus viviendas y sus campos, se destrozaron sus olivares y se mató el escaso ganado de los pastores, se expulsó violentamente al destierro a un millón de personas, que con el correr del tiempo han llegado a alcanzar la cifra de 3 millones, que hoy viven en la diáspora.
A estos últimos se los tipifica como «ausentes» y de allí a disponer de sus tierras había un solo paso, que Israel lo recorrió a toda marcha. Posteriormente, la ley tuvo una hermana gemela, la ley que generó la llamada «Autoridad para el desarrollo», y que le dio potestad para utilizar, alquilar o vender las tierras, pero solamente a entidades judías.
En 1960, el Estado israelí dio por terminado el conflicto legal sobre los bienes confiscados a los palestinos ausentes, aprobándose una Ley israelí de Administración de Tierras.
Este entramado jurídico permitió, con el tiempo, que los kibbutzim y otros asentamientos pasaran de ser inquilinos a propietarios legales de la mayor parte de las tierras. Si a esto se suma la continua y agobiante presencia de las tropas israelíes, deteniendo, torturando y hasta asesinando ciudadanos palestinos, se podrá entender el escenario que se fue instalando para que ocurrieran los hechos de 1976.
A principios de marzo de ese año, las autoridades israelíes anunciaron su intención de expropiar más de 2.000 hectáreas de tierra en la zona rural de Galilea, destinándolas a edificar asentamientos para colonos judíos y también iniciar la construcción de un campo de entrenamiento para el Ejército. Esto generó un inmediato levantamiento de repudio por parte de la población palestina.
El día 29, desde Tel Aviv se ordenó un toque de queda para todos los poblados de la Baja Galilea, entre ellos, Sajnin, Arrabieh, Der Jannah, Trjan, Tamra y Kabul, pero el hartazgo hizo que los ciudadanos palestinos de Israel se lanzaran, primero a cumplir una importante huelga que paralizó por completo todos los territorios, a la que se le sumó enseguida la convocatoria a salir a la calle para comenzar una Intifada.
El movimiento huelguístico se extendió por toda Palestina, desde la parte ocupada en 1948 hasta la ribera occidental del río Jordán, la actual Cisjordania, Jerusalén y Gaza ocupadas en 1967 .
La mañana del 30 de marzo, soldados israelíes con tanques y artillería pesada que estaban situados en esos pueblos, desencadenaron una violenta represión. El resultado fue que asesinaron siete jóvenes árabes palestinos, la mayoría adolescentes. Una de las víctimas fue la joven de 16 años Jadiyeh Shawahdeh, de Sajnin, baleada cuando salía de
su casa para recoger a su hermano de cinco años que había salido corriendo detrás de su gato. Su nombre quedó como ejemplo de la resistencia.
A pesar de las balas y los muertos, la sublevación no cedió y fue sumando nuevas adhesiones, abarcando desde el “triángulo del Norte” (la región de Galilea de asentamiento palestino) y al Neguev. A la protesta por la tierras, se agregaron además el repudio contra el trabajo esclavo, la falta de derechos sociales y la educación impuesta a los niños, que les prohibía la literatura e historia palestinas para extirpar sus conciencias y su idioma árabe.
El grito lanzado en 1976 encontró cada vez más audiencia, y posteriormente la Intifada se convirtió en recurso obligado para responder a las injusticias cotidianas.
Lamentablemente, la construcción de asentamientos para colonos judíos (la mayoría de ellos pertenecientes a organizaciones extremistas) no ha cesado y hoy ese problema ‑junto con el destino de los desplazados palestinos- es una de las claves para alcanzar una paz que suena cada vez más lejana.
Precisamente en estos días, cuando el férreo bloqueo militar israelí se acentúa y existe el peligro de una nueva escalada bélica, el recuerdo del asesinato (aquel 30 de marzo de 1976) de la niña Shawahdeh vuelve a cobrar dolorosa vigencia.
Como si de un trágico espejo se tratara, otros tres adolescentes de 12, 16 y 17 años, que jugaban al fútbol para tratar de olvidar por un momento el drama de la guerra en la que se encuentran involucrados, cayeron bajo las bombas
de aviones israelíes en Gaza.
Ayer en Galilea, hoy en cada uno de los rincones de un país militarizado, el pueblo palestino sigue siendo perseguido por reivindicar algo tan elemental como es una pequeña franja de tierra donde habitar, reconstruir los olivos arrasados por el fuego de los invasores y en el que sus hijos puedan disfrutar de la niñez y la adolescencia sin temer perder la vida por ello. De allí, que este 30 de marzo, viejos y nuevos rostros, volverán a homenajear a los caídos, tratando a la vez de que la comunidad internacional no se sienta ajena de la resolución de tan prolongado conflicto.