Corre el año 2023 y los australianos han votado libre y democráticamente en referéndum mantener a los aborígenes en el estatus infrahumano que siempre ha sido legal en este país «desarrollado»… algún día, todos tendrán que rendir cuentas por toda la negrofobia del mundo.
Los australianos han votado en contra de la reforma constitucional para crear un órgano especial para los aborígenes en el parlamento. Cuando ya se han contado el 70% de los votos escrutados, el «no» se ha impuesto tanto en el conjunto de Australia (60,3%) como en cada uno de los seis estados. El primer ministro, Anthony Albanese, que era partidario del «sí» a la reforma, ha prometido que su gobierno seguiría escuchando a todo el pueblo australiano, también a los ciudadanos indígenas.
Ha recordado que en su primera intervención como primer ministro prometió que implantaría la Declaración de todo corazón de Uluru[cite] La Declaración de Uluru desde el Corazón es una petición de 2017 al pueblo de Australia, redactada y respaldada por los líderes aborígenes australianos e isleños del Estrecho de Torres seleccionados como delegados en la Convención Constitucional Nacional de las Primeras Naciones. El documento pide un cambio constitucional sustantivo y una reforma estructural mediante la creación de dos nuevas instituciones: una Voz de las Primeras Naciones protegida por la Constitución y una Comisión Makarrata[a], para supervisar la elaboración de acuerdos y la búsqueda de la verdad entre los gobiernos y las Primeras Naciones. Se argumenta que estas reformas deben aplicarse tanto en reconocimiento de la soberanía permanente de los pueblos indígenas como para abordar la «impotencia» estructural que ha dado lugar a graves disparidades entre australianos indígenas y no indígenas. Estas reformas pueden resumirse como Voz, Tratado y Verdad. En octubre de 2017, el entonces Gobierno de Coalición rechazó la propuesta de «Voz», caracterizándola como un cambio constitucional «radical» que no contaría con el apoyo de la mayoría de los australianos en un referéndum. Tras esto, en mayo de 2022 el líder laborista Anthony Albanese respaldó la Declaración de Uluru con motivo de su victoria electoral de 2022 y se comprometió a aplicarla en su totalidad.[/cite], un documento dirigido al conjunto del pueblo australiano escrito por los pueblos aborígenes que pedía la reforma constitucional que hoy se ha rechazado en referéndum: «Di mi palabra a los dirigentes y ancianos de los aborígenes y los isleños del Estrecho de Torres que pusieron sus deseos y esperanzas en aquella declaración extraordinaria».
La campaña electoral del referendo ha estado marcada por una gran polarización y los partidarios de la propuesta han denunciado una ola de desinformación, de tergiversación y de noticias falsas para asustar al electorado blanco.
Los aborígenes, que han sido víctimas constantes de persecución, desposesión y discriminación desde la colonización británica, no llegan al 4% de la población australiana, que es de 27 millones de personas.
Los partidarios indígenas de la «Voz» expresaron su desencanto ante lo que consideraron una «amarga ironía», ya que «personas que solo han estado en este continente durante 235 años se negaron a reconocer a aquellos cuyo hogar ha sido esta tierra durante 60.000 años».
Las estimaciones más conservadoras dicen que los primeros pueblos originarios llegaron hace unos 60.000, pero otras incluso colocan a los primeros pobladores allí hace unos 120.000.
Conformaban una sociedad cazadora-recolectora que se había adaptado de manera excepcional al entorno que los rodeaba. En el año 1788, cuando los británicos arribaron a estas tierras, se estima que entre 300,000 y 950,000 aborígenes poblaban el continente australiano. En esa época, existían alrededor de 260 grupos lingüísticos distintos, cada uno con su propio sistema de comunicación que daba lugar a más de 500 dialectos.
Desde la invasión el sistema de justicia penal y de protección social australiano se ha centrado en las mujeres indígenas. A lo largo de 40 años, un gran número de mujeres aborígenes ha visto como el Estado les quitaba sus hijos en virtud de las políticas de asimilación forzada. A estos niños se los conoce como «Generaciones Robadas». Tras ser arrebatados de sus familias y su cultura indígena, los menores eran internados en instituciones del gobierno, hogares de la Iglesia o adoptados por colonos. Para legalizar su traslado y para que pasaran a la tutela del Estado, se acusó a las madres del delito de abandono, legitimando el control estatal sobre la vida de los niños. Al mismo tiempo, los antecedentes penales de la acusación garantizaban una relación perpetua de las madres e hijos con las autoridades policiales, judiciales y de asistencia social.
El maltrato del Estado australiano aún continúa. Las «Generaciones Robadas» siguen luchando por asimilar la profunda pérdida de su conexión familiar y cultural. La criminalización de los niños aborígenes bajo las políticas de asimilación legitima la discriminación estructural de la sociedad australiana y perpetúa la vigilancia de los agentes de protección social y de la policía sobre los pueblos indígenas y, especialmente, las mujeres.
El control sobre la vida de las mujeres aborígenes e isleñas del Estrecho de Torres continúa vigente en la legislación. A pesar de las modernas políticas de protección de la infancia en Australia, se sigue apartando a un ritmo alarmante a los niños indígenas de sus familias. El informe Family Matters, elaborado por la Secretaría de Gestión Indígena del Cuidado Nacional del Niño Aborigen e Isleño de 2020 afirma: «Los niños aborígenes e isleños del Estrecho de Torres representan el 37% de la población total de todos los niños que han sido separados de sus padres, una cifra que asciende a 20.077 niños, pero que representan solo el 6% de la población total de niños en Australia».
Las madres de los niños separados de sus familias siguen siendo acusadas por los asistentes sociales de negligencia hacia sus hijos. De esa manera, el Estado justifica la intervención de la asistencia social y la eventual separación. En Australia, una gran cantidad de mujeres indígenas y sus familias son víctimas de un sistema de protección de la infancia que, en los hechos, son una reinvención de las políticas de asimilación forzada del pasado. Este sistema de «protección» ha dado lugar a una nueva y creciente generación de niños aborígenes robados. Es evidente que el sistema es ineficaz y perpetúa ciclos de desigualdad intergeneracional.
Australia es la única nación industrializada con un pasado colonial que no reconoce a los indígenas en su Constitución.
Amnistía Internacional denuncia que Australia continúa «discriminando a los pueblos aborígenes» y a los niños indígenas.
En su informe anual, la entidad alerta de que el porcentaje de presos aborígenes y de naturales de las islas del Estrecho de Torres es «desproporcionadamente alto» y que el año pasado 21 personas indígenas murieron mientras estaban bajo custodia.
También asegura que el país sigue deteniendo a niños y niñas de solo 10 años, y que el 50% de los menores que fueron detenidos el año pasado eran indígenas, aunque la población aborigen solo represente al 6% de la población de entre 10 y 17 años de todo el país.
Además, la entidad alerta de que se ha trasladado a 17 menores a la cárcel de Casuarina, un centro de máxima de seguridad para adultos, y de casos de autolesiones entre estos menores.
También recuerda que, hace un año, el Comité de Derechos Humanos de la ONU concluyó que la falta de medidas por parte del gobierno australiano para proteger de forma adecuada a la población indígena de las islas del Estrecho de Torres contra los efectos del cambio climático «violaba sus derechos a disfrutar de su cultura y a no sufrir injerencias arbitrarias en la vida privada, la familia y el hogar».
Parece que Australia es un país más, como «Israel», en el que los habitantes de las tierras que han robado son «animales».
Recordemos lo que decía Aimé Césaire en su Discurso sobre el colonialismo:
Lo primero que hay que hacer es estudiar cómo la colonización actúa para incivilizar al colonizador, para embrutecerlo en el verdadero sentido de la palabra, para degradarlo, para despertarle instintos enterrados, la lujuria, la violencia, el odio racial, el relativismo moral, y demostrar que cada vez que hay una cabeza cortada y un ojo arrancado en Viet-Nam y Francia lo acepta, o una niña violada y Francia lo acepta, se tortura a un malgache y Francia lo acepta, la civilización pierde su peso muerto, se produce una regresión universal, se produce una gangrena, se extiende un foco de infección, y al final de todos esos tratados violados, de todas esas mentiras propagadas, de todas esas expediciones punitivas toleradas, de todos esos prisioneros atados e «interrogados», de todos esos patriotas torturados, al final de este orgullo racial alentado, de esta jactancia alardeada, está el veneno inculcado en las venas de Europa, y el progreso lento pero seguro del ensañamiento del continente.
Texto realizado por Boltxe a partir de varios artículos y noticias de: https://www.vilaweb.cat/, @gauz04, https://www.ccma.cat/, https://www.lr21.com.uy/ y https://debatesindigenas.org
16 de octubre de 2023