El aten­ta­do frus­tra­do con­tra un avión esta­dou­ni­den­se, hue­le a gato ence­rra­do por JM Alvarez

La jus­ti­cia de Esta­dos Uni­dos (EEUU) ha acu­sa­do al nige­riano Umar Farouk Abdul­mu­ta­llab, de inten­tar des­truir un avión Air­bus de la com­pa­ñía Del­ta Air­li­nes, pero a pesar de que el terro­ris­ta frus­tra­do haya decla­ra­do haber sido entre­na­do en Yemen por Al Qae­da, exis­ten pun­tos extra­ños que bene­fi­cia­rían al pre­si­den­te Oba­ma en un momen­to en que su ima­gen bea­tí­fi­ca está cayen­do en pica­do, debi­do a sus últi­mas manio­bras que recuer­dan, en todo, a Geor­ge Bush.

Lla­ma la aten­ción que una per­so­na inclui­da en una lis­ta de sos­pe­cho­sos, obtu­vie­ra, sin pro­ble­ma alguno, auto­ri­za­ción para via­jar a un país que exi­ge, con varios días de ante­la­ción, a las com­pa­ñías aéreas las lis­tas de los pasa­je­ros, en las que figu­ran los datos per­so­na­les de los via­je­ros. Para “acla­rar” este pun­to, las auto­ri­da­des esta­dou­ni­den­ses han mani­fes­ta­do que si bien, Umar Farouk figu­ra­ba como sos­pe­cho­so, no tenía prohi­bi­do volar a EEUU, una afir­ma­ción que sue­na a chiste.

Por otro lado, la espon­tá­nea incul­pa­ción del dete­ni­do, y su supues­ta for­ma­ción en cam­pos de adies­tra­mien­to de Al Qae­da en Yemen, jus­ti­fi­ca­ría la polí­ti­ca beli­cis­ta que el pre­mio Nobel de la Gue­rra, ha ini­cia­do en la fron­te­ra entre Yemen y Ara­bia Sau­di­ta, don­de los bom­bar­deos indis­cri­mi­na­dos esta­dou­ni­den­ses son cada día más fre­cuen­tes, debi­do a la con­fu­sa situa­ción que se vive allí entre “mili­cia­nos irre­gu­la­res chií­tas”, sol­da­dos de Yemen y de Ara­bia Saudita.

Este aten­ta­do falli­do bene­fi­cia al actual Gobierno en el deba­te abier­to sobre la vigen­te Ley Patrió­ti­ca, deba­te que la Cáma­ra de Repre­sen­tan­tes deci­dió apla­zar (no hace mucho), para den­tro de 60 días, antes de que expi­re la ley, al con­si­de­rar que no era momen­to apro­pia­do para tomar una deci­sión sobre un tema que en abso­lu­to es banal, pues afec­ta a las liber­ta­des fun­da­men­ta­les en EEUU, limi­ta­das des­de hace más de ocho años.

La Ley Patrió­ti­ca se apro­bó des­pués de los aten­ta­dos de sep­tiem­bre de 2001. Des­de enton­ces, dife­ren­tes gru­pos socia­les exi­gen su dero­ga­ción por­que vul­ne­ra, entre otros, los dere­chos de pri­va­ci­dad y con­fi­den­cia­li­dad, y facul­ta al Secre­ta­rio de Esta­do para con­si­de­rar “terro­ris­ta” a cual­quier gru­po cuan­do sus acti­vi­da­des «ame­na­zan la segu­ri­dad nacio­nal, la polí­ti­ca exte­rior o la eco­no­mía de EEUU», algo tan ambi­guo que per­mi­te incluir en esa cate­go­ría, a las orga­ni­za­cio­nes que no sean del agra­do del Gobierno.

Por si fue­ra poco, se tra­ta de una ley extra­te­rri­to­rial, abar­ca juris­dic­ción inter­na­cio­nal, y al estar basa­da en creen­cias polí­ti­cas, posi­bi­li­ta la crea­ción de lis­tas negras de las que salen y entran los paí­ses, en fun­ción de los intere­ses geo­es­tra­té­gi­cos de Washing­ton. Los últi­mos movi­mien­tos de EEUU en Amé­ri­ca Lati­na pro­pi­cia­rían la apa­ri­ción de nue­vos Esta­dos “terro­ris­tas” que bien podrían ser Boli­via, Vene­zue­la o Ecua­dor. Lo suce­di­do, le ha veni­do tan bien a Oba­ma que resul­ta impo­si­ble evi­tar la suspicacia.

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