BILDU y la nueva vuelta de tuerca del fascismo español.- JON MAILUA DE LA HOZ
Aún queda el Tribunal Constitucional, después el Tribunal de Estrasburgo, pero lo que ha quedado meridianamente claro es que la prohibición de las candidaturas de BILDU ha supuesto un salto cualitativo en la estrategia del Estado español en su lucha contra el Bloque social de Izquierdas y Abertzale en Euskal Herria.
El Estado español y sus aparatos represivos e ideológicos, han traspasado una línea que rompe incluso con los mecanismos de la democracia formal. La democracia real en el Estado español nunca se ha hecho efectiva, pero incluso la deriva autoritaria y de deslizamiento progresivo, tanto del entramado institucional, como de importantes y significativas fracciones de la sociedad española hacia un fascismo ideológico-político, mantenía las limitaciones de la formalidad jurídica.
Es decir, a pesar de que la denominada “Ley de partidos”, en realidad “Ley anti Izquierda Abertzale”, pueda ser definida como antidemocrática, fascista, impresentable o propia de una democracia “a la turca”, lo previsible, lo jurídicamente “normal”, hubiera sido que, su estricto cumplimiento, aún a sabiendas de su carácter anti-democrático, posibilitara la concurrencia de la coalición BILDU a las elecciones del próximo día 22. La presencia de dos organizaciones políticas, como Eusko Alkartasuna y Alternatiba, con “label democrático” reconocido, el rechazo a la violencia de ETA, incluso con la declaración expresa de los candidatos de este rechazo, el compromiso a trabajar por el fin de la violencia y la defensa de que todas las opciones políticas puedan plasmar sus proyectos y, en definitiva, la consecución de un Marco democrático en Euskal Herria, ahora ya es insuficiente. De hecho todo es insuficiente, porque el objetivo es que el Bloque social de Izquierdas y Abertzale no exista.
Cuando un Estado no cumple con sus propias leyes y instrumentaliza, las ningunea y las crea ad hoc, en función de los intereses políticos del Bloque en el poder, se rompe la línea que separa una democracia liberal de una democracia orgánica o del fascismo puro y duro. Es tal el escándalo político y jurídico, que hasta el nacionalismo reaccionario jeltzale ha tenido que salir a la palestra amenazando con romper sus pactos con el PSOE… aunque suponemos que más por la reacción de su base electoral y a cálculos electorales que por vocación democrática, eso también es cierto.
Y es que, de manera creciente, inexorable y palpable, la ciudadanía vasca está confirmando que el independentismo representa la confirmación política de una evidencia: la radical heterogeneidad de la “nación española” con respecto a Euskal Herria. El nacionalismo español, no es ni siquiera “patriotismo constitucional”, es otra cosa –sin duda sociológica- que termina aglutinando a una derecha fascista o filofascista (Partido Popular), a una Izquierda que hace mucho tiempo que no lo es (PSOE) o anémica y sin futuro (IU), y a un sindicalismo burocrático, subvencionado y convertido en un Aparato Ideológico de desmovilización social. Y no, no nos vale el recurso de la alienación de la clase trabajadora y los sectores populares españoles, que legitiman este nacionalismo agresor y negador de derechos. Existen excepciones que escapan de este pozo ideológico, muy valiosas y sabemos que desde Euskal Herria contamos con su solidaridad, pero de manera mayoritaria y consciente, el español medio ha decidido convertir a catalanes, vascos, inmigrantes y rojos en la cabeza de turco de una perversa ideología que se ceba en el débil, en el diferente, en el que desea transformar la sociedad, en lugar de ocuparse de sus problemas reales, tales como la corrupción del entramado político-sindical, del 20% de desempleo, o de la ofensiva del capital contra los derechos de los trabajadores.
Pueden ganar esta batalla, pueden negar la presencia de BILDU en las elecciones, pero lo que no pueden hacer es negar nuestra existencia y nuestro objetivo: Independencia y Socialismo. Frente a la deriva fascista del Estado español, más movilización popular, más democracia y más voluntad de construir nuestra Euskal Herria soberana y anticapitalista.