De pronto, cuando teníamos la atención concentrada en Irak y en Pakistán-Afganistán y en la posible apertura de nuevos frentes de guerra en Sudán, o Irán… ocurre un extraño intento de sabotaje navideño contra un avión usamericano en Detroit, y nos encontramos súbitamente con Yemen convertido en la base central de operaciones de Al Qaeda y, en consecuencia, en el nuevo objetivo de la guerra global contra el terror. De este modo, el fallido atentado del nigeriano, calificado en un principio de «hecho aislado», se transmuta en pocas horas en la excusa perfecta para poner en marcha la maquinaria de propaganda imperialista y repetir jugada: generar la histeria entre la población y desatar una nueva campaña contra el «terrorismo islámico», centrándola esta vez en Yemen, país contra cuya población civil Obama había ya ordenado anteriormente mortíferos ataques con aviones sin piloto y misiles de crucero, y donde, siguiendo el ejemplo de Pakistán y Afganistán, se entrenan, dicen, terroristas (como el fracasado «ponebombas») y se planean ataques contra el civilizado Occidente. El imperialismo consigue así legitimar un nuevo campo de batalla y justificar la expansión de su intervención militar «preventiva» en Oriente Medio y Asia Central, el Cuerno de África… Y, de paso, el reciente Nobel de la Paz ya tiene una guerra más de su estilo, menos farragosa que la de Afganistán, y más limitada y en la sombra. El 1 de diciembre de 2009, ya anunció en West Point que sus próximos pasos contra Al Qaeda iban a ser Yemen y Somalia que, por cierto, también lleva tiempo sufriendo ataques yanquis contra su población civil.
Así, va quedando cada vez más claro que, muy a pesar de los Obama-maníacos, el famoso «gran cambio» ha sido puro espejismo: Barack mantiene el embargo a Cuba, Guantánamo y los «tribunales especiales»; apoya el golpe de Honduras; garantiza el no enjuiciamiento a los agentes de la CIA involucrados en torturas a prisioneros; sustenta dictaduras como la de Uribe en Colombia o la de Ali Saleh en Yemen; aumenta las ayudas a Israel, a quien permite seguir estableciendo asentamientos ilegales; y, en términos generales, y por mucho que sus equipos de imagen hayan rebautizado «la guerra global contra el terror» de Bush como las eufemísticamente llamadas «operaciones de contingencia exterior», sigue una política exterior que, en palabras de James Petras, «supera las posturas bélicas» del anterior presidente.
El dirigente negro está resultando ser un negro de betún, una «cebra blanca con rayas negras», un hombre de paja, que exhibe en su discurso la insoportable retórica mesiánica, el insufrible lenguaje religioso, que ha dominado la política exterior yanqui durante más de un siglo para justificar su intervencionismo de pueblo elegido por Dios para liderar el mundo, incluido el derecho al uso indiscriminado y unilateral de la fuerza. En sus declaraciones contra el terrorismo, nada fundamental le diferencia de Bush. Y es que la elección de este «Bush light» no ha sido sino el lifting que necesitaba USA para garantizar la continuidad de su hegemonía imperial al servicio de un régimen plutocrático. Obama es un «salvador» de pega, pero con Obama nos han metido un gol… Dicen que su relevo será mujer.
En ese contexto de necesario cambio de imagen y de estrategia, le ha tocado la china a un país atrasado como Yemen que, «casualmente», tiene importantes yacimientos de hidrocarburos y una localización geoestratégicamente vital, es frontera con el aliado saudí enfrentado a Irán por la hegemonía en la zona y, sobre todo, se ha convertido en socio comercial preferente de Pekín y ha firmado millonarios acuerdos militares con Rusia de cara a reducir su dependencia de Washington. China y Rusia tienen un renovado interés en el Oriente Medio, lo que puede utilizar en su provecho el dictador yemení Saleh, pero que indudablemente preocupa a Brzezinski, el famoso cofundador de la Trilateral, que es quien ha dirigido los hilos del ascenso de Obama y establecido las pautas de su política, incluida esta campaña militar contra Yemen, para que ejerza de avanzadilla yanqui en la península arábiga. De hecho, para comprender quién manda, no hay más que comprobar el elevado número de miembros de la Comisión Trilateral que ha «colocado» el nuevo presidente en puestos clave de su administración, así como el ultraderechismo de muchos de sus consejeros.
Obama, The Postmodern Coup», «Obama: Trilateral Commission Endgame», «The Making of a President», «The True Story of the Bilderberg Group»… Son ya muchos y demostradamente fiables los materiales que se acumulan en torno al protagonismo de Brzezinski y la Trilateral en el diseño, lanzamiento y financiación de Obama. Del mismo modo que son numerosos y de calidad los libros y artículos que desenmascaran los planes cumplidos y por cumplir de esos aspirantes al dominio total del planeta, entre los que se incluyen también los selectos miembros del Grupo Bilderberg y los del Council on Foreign Relations (CFR) que concentran información y poder económico, político, militar, mediático, educacional, ideológico… y vehiculizan decisiones de tremendo calado como el modo de gestionar una crisis como la actual, provocada para reestructurar un sistema en el que les sobran los derechos de la inmensa mayoría (incluidos los de ciertas clases medias), para lo cual es siempre útil montarse una «mortífera» pandemia, atemorizar con un global y desalmado terrorismo que requiere fascistas medidas de control poblacional y genera estados policiales… y, para que todo no sea tan negativo, mientras el paro aumenta, hablarnos de unos green shoots (que la ministra española de Economía ha traducido, políglota ella, por «brotes verdes») que nos den un poco de esperanza en el futuro.
Todos los medios y think tanks que trabajan para el sistema se empeñan en decirnos que no existen tales planes ocultos, que no existe una conspiración global montada por sociedades secretas como el Grupo Hilderberg o la Trilateral, que la realidad actual es excesivamente compleja como para que la manejen unos pocos… pero la realidad demuestra que son muy pocos los que marcan las pautas económicas, militares y sociales a seguir y sufrir por la gran mayoría. Esa minoría es la que pactó la intensificación de la explotación mundial del trabajo, el giro multinacional del capitalismo hacia el llamado neoliberalismo y la guerra permanente. Esa minoría es la que pactó el camino para conseguir que reneguemos de nuestras libertades y derechos individuales y sociales, en base a una supuesta gran amenaza o crisis. Esa minoría es la que permitió la burbuja inmobiliaria y los fraudes bancarios. Esa minoría es la que impulsó el acceso a la presidencia de Obama y de otros altos mandatarios. Esa minoría es la que, por «guerras interpuestas», quiere ir limitando el creciente poder de China y Rusia, miembros de la Organización de Cooperación de Shanghai que, entre otros objetivos, incluye el de servir de contrapeso a la OTAN y EEUU y evitar conflictos que «permitieran» la intervención estadounidense en regiones limítrofes con ambas potencias.
Que, en política internacional, Barack Obama esté yendo justo por el camino contrario al que con su Yes, we can dijo que iba a emprender no es, pues, casualidad, porque, en lo esencial, es cautivo de la oligarquía dominante. Como en su momento expresó el ministro británico de Defensa Denis Healey, repitiendo lo anteriormente manifestado por Roosevelt, «los acontecimientos mundiales no ocurren por casualidad. Se hace que ocurran… y la mayoría de ellos los organizan y gestionan quienes manejan los hilos».
Es algo que los pueblos y trabajadores explotados y oprimidos de este mundo nunca deberíamos olvidar.