Un grueso mar de fondo se ha ido agitando en las últimas semanas en el panorama político vasco, en coincidencia ‑y no precisamente casual- con la recta final del debate interno de la izquierda abertzale. Los intentos de condicionarlo han sido constantes; inicialmente fue a través del desprecio o el menosprecio, después con medias verdades y finalmente a través de intoxicaciones puras y duras. Una práctica que se ha acelerado en las últimas semanas con episodios como el intento de implicar a ETA en el incidente-montaje del cuartel de Leitza (aún sin explicación oficial casi mes y medio después), como las afirmaciones del ministro Rubalcaba sobre un presunto plan de secuestro al que ningún partido dio credibilidad, como la falsa atribución a Arnaldo Otegi de una carta que no escribió y como la admisión de José Luis Rodríguez Zapatero de que el Gobierno español tiene una «estrategia» oculta que impregna todo ello.
Todas estas distorsiones han creado una gran ceremonia de confusión que dificulta la lectura de cualquier hecho, incluidas las detenciones de los dos últimos días y las intenciones reales de los arrestados junto a un zulo en el Estado francés y en una carretera con rumbo a Portugal. Hasta las fuentes oficiales españolas admitían ayer su dificultad para precisar la situación con exactitud y, en lugar de las habituales especulaciones que suceden habitualmente a estos arrestos, preferían destacar esta vez que el explosivo de Zamora no estaba preparado para estallar.
Hecha esta salvedad, tampoco cabe desdeñar la situación ni resignarse ante estrategias gubernamentales que no parecen tener otro objetivo que el de la provocación. Un escenario tan confuso hace convenientes clarificaciones, y no sólo por parte de la izquierda abertzale, que afronta la recta final de su debate, sino también del resto de los agentes vascos y del propio Ejecutivo español. Todos pueden hacer algo para que se materialice esa figura retórica, tan usada en procesos de solución de conflictos, de que la oscuridad siempre es más cerrada en el momento justo previo al amanecer.
Gara