A falta de conocer a fondo los puntos en los que basó su comparecencia la nueva diputada de Cultura de Araba, encuentro necesario repasar algunas de las declaraciones que han trascendido en prensa al hilo de su intervención. Mi intención es aclarar ciertas cuestiones con respecto al trabajo llevado a cabo por el Proyecto Amarika, al que he estado vinculado a través de la Asamblea Amarika durante los últimos años. Se trata de opiniones a título personal que no eluden un debate sobre el futuro del arte y de la cultura en nuestro territorio.
La primera cuestión, que quedó ya expresada en el comunicado de la Asamblea Amarika, se refiere a la negativa de la diputada a recibir al Consejo Amarika, encargado de la gestión de los consabidos espacios expositivos de la Diputación, una posición que niega de partida toda posibilidad de entendimiento y que anula la condición comunicativa que debería estar inserta en el ámbito público de la cultura. Una posición de fuerza tal, una demostración como ésta, significa no querer conocer la visión general y la perspectiva de quienes han mantenido un contacto estrecho y continuado con la situación artística del territorio, significa no querer conocer los lazos que unen lo artístico con otros campos culturales y los contactos de nuestra provincia con otros territorios, lugares (ciudades, comunidades) y proyectos (centros de arte, iniciativas, etc.) forjados durante todo este tiempo. Significa, además, no querer saber en qué términos han tenido lugar las relaciones del proyecto Amarika con la Administración y qué aspectos podrían ser revisados a futuro. Significa, en definitiva, no querer saber, y lamentablemente ese es un mal comienzo al frente de una institución cultural.
Otro de los juegos de palabras que se utiliza, por cierto nada inocente, es su referencia a la «externalización» de la gestión de estos espacios de exposición. Hay que recordar que el Proyecto Amarika ha planteado siempre el hecho cultural como un espacio común donde tuvieran cabida voces distintas, así como diferentes planteamientos y visiones de nuestra sociedad. (No es momento de recordar aquí el extenso y variado listado de iniciativas, colaboraciones y avales que por parte del mundo del arte ha recibido el Proyecto durante todos estos años). Precisamente por ello, Amarika tiene su razón de ser en la puesta en cuestión de ciertas políticas culturales en las cuales la «externalización» o la «expropiación» llevada a cabo desde las instituciones ha permitido el desprendimiento de su carácter público y ha dado pie a modelos de producción cultural basados en la banalización de los discursos. Un tipo de cultura «externalizada» en el que han crecido empresas de servicios, mecanismos y proveedores cuyo papel ha sido evacuar la crítica, el debate cultural, la experimentación y la producción de pensamiento. No hay externalización, sino todo lo contrario: práctica instituyente.
Hay cierto grado de perversión en este enfoque de la actividad cultural cuando se dice que todo se hará «desde la institución», porque lo que vamos descubriendo poco a poco es que la institución está pasando a ser el espacio privado del poder, la herramienta que permite trabajar con las manos libres desde lo público pero sin tener que mirar de frente a la vida pública y, mucho menos, dialogar con ella.
Otra cuestión es la lectura que hace la diputada de la gestión del Proyecto Amarika como «subvención de estructuras paralelas». Conviene recordar que la Asamblea Amarika no está subvencionada por la Diputación y que es una iniciativa independiente y abierta. La Asamblea Amarika, que tiene vida más allá de su participación en la programación de los espacios expositivos, proporciona mediante un proceso abierto y democrático un Consejo que gestiona dicha programación en base a diferentes modos de diálogo con la actualidad y con el tejido cultural. Pueden consultarse los honorarios de dicho consejo, así como todas las cuentas del proyecto durante estos años, pero no estaría de más comparar estos números con los gastos que generaría otro modelo, incluso con los planes de la Diputación para los próximos meses; solo así se comprenderá que el proyecto Amarika ha sido eficaz en la relación de lo económico con lo práctico y solo así se comprenderá por qué el proyecto Amarika es incómodo para el tipo de política cultural al que nos enfrentamos a partir de ahora.
Por tanto no ha habido una estructura paralela, sino que la estructura se ha hecho transparente y horizontal, permitiendo el acercamiento natural de los focos de producción cultural.
La próxima edición de Inmersiones será la número cuatro. Con Inmersiones se puso en marcha este proyecto hace cuatro años. Son incontables los artistas que han pasado durante este tiempo, como lo son las relaciones a las que ha dado lugar y la energía creativa que ha provocado. Son muchas las publicaciones llevadas a cabo, las conexiones establecidas, las experiencias generadas y las que aún quedan en marcha…
Sería fantástico que la próxima edición de Inmersiones fuese una fiesta en la que quedara patente el compromiso ciudadano con el arte y con la cultura que existe en nuestra comunidad.