El cura y beneficiado español, Juan de Castellanos, escribe en el S. XVI en octavas reales sobre el vasco Lope de Aguirre:
“Él era de pequeña compostura
gran cabeza, grandísima viveza,
pero jamás perversa criatura
que de razón formó naturaleza:
Todo cautelas, todo maldad pura,
sin mezcla de virtud ni de nobleza;
sus palabras, sus tratos, su gobierno
eran a semejanza del infierno.
Charlatancillo y algo rehecho,
sin un olor de buenas propiedades.
La cosa más sin ser y sin provecho
que conocieron todas las edades:
Pero nunca jamás se vio pecho
lleno de tan enormes crueldades”.
El 27 de octubre de 1561, ahora hace 450 años en Barquisimeto, dos de sus hombres disparan contra Lope de Aguirre, y quien más tarde fuera cronista, Hernández, le corta la cabeza. “El torso es despedazado y exhibido en picas a la vera del camino. La cabeza es expuesta en una jaula de hierro en El Tocuyo, residencia del gobernador de Venezuela”. Este hombre, ese mismo octubre de 1561, escribía en carta a Felipe II, al todopoderoso de su tiempo: “Por cierto lo tengo que van pocos reyes al infierno, porque sois pocos; que si muchos fuésedes, ninguno podría ir al cielo, porque creo allá seríades peores que Lucifer, según teneis sed y hambre y ambición de hartaros de sangre humana”.
También a ETA, Euskadi Ta Askatasuna, los cronistas oficiales, al igual que Juan de Castellanos, le vienen denominando en octavas reales desde tiempos “banda terrorista”. A esa ETA, que en octubre del 2011 declaró el fin de la lucha armada, el mismo día en que los Estados europeos, Estados Unidos y nuestros gobiernos, mediante la OTAN, asesinaban al jefe de gobierno de Libia, Gadafi, invadiendo su país. Y, a pesar, los cronistas oficiales siguen llamando terroristas a los primeros y demócratas a los segundos.
ETA a muchos nos ha limpiado los ojos y despejado la mente, a pesar de los cronistas oficiales.