Lo que está sucediendo ahora en el mundo no es más, pero tampoco menos, que «un momento de la historia del pensamiento político»; un momento que ya viene acreditando desde hace unos meses su vocación de alcanzar un largo recorrido mundial, global. Atendiendo a esa vocación de futuro, yo me propongo en estas líneas documentar, aunque sea ligeramente, el mundo en que nacieron las raíces que hoy tienden a una nueva y más extensa floración. ¿De dónde viene todo esto históricamente hablando, y adónde puede ir? Tomamos unos datos de cierta entrevista en la que el lúcido periodista Ignacio Ramonet viene a dar un claro testimonio del fenómeno social al que nos estamos refiriendo. Se trata de «El 15‑M, un formidable despertador social», una entrevista aparecida en el «Periódico de Catalunya» el 15 octubre 2011. Sirva recordar esta entrevista como idea general de estos acontecimientos:
«El 15‑M ha sacado a la política del formol en el que se hallaba». Comporta en suma «una nueva esperanza», que denuncia la «crisis de la democracia representativa, la dictadura de los mercados, los abusos de los banqueros, las connivencias de los medios, etc. (…) Ya estamos viviendo una suerte de Mayo del 68 (…) Lo importante es esto: con el 15‑M el genio de la protesta popular se ha salido de la botella. Ya nadie lo hará regresar a su cubil».
Entre lo más importante de lo que está sucediendo se encuentra la incorporación de los Estados Unidos a esta situación de rebeldía. Las protestas comenzaron en una plaza de Nueva York próxima a Wall Street el 17 de septiembre ‑Occupy Wall Street- y se han extendido a todo el país en menos de un mes. 24 de septiembre: miles de ciudadanos marchan por las calles. Se producen setecientas detenciones. 5 de octubre: más de quince mil obreros marchan por el centro financiero de Nueva York, etc., etc. «Lo que estamos viendo aquí ‑se escribe- es una abierta guerra de clases».
¿Qué está sucediendo? ¿Por qué está saliendo la gente a la calle simultáneamente, de esta manera, en tanta cantidad y a estas alturas de la Historia? ¿Son estas las famosas «multitudes» que parecía anunciar Toni Negri hace unos años, y a las que Antonio Álvarez Solís se refirió recientemente cuando en un artículo de GARA tomaba nota de esta referencia, muy oportuna para una discusión? En efecto, se ha producido «una agitación que afecta a muchos ciudadanos descolgados de la estructura social y que podríamos agrupar en la inmensa masa que vive de precario (…). Estas multitudes (cuya formulación adelantó ya Toni Negri) no tienen la coherencia universal de objetivos que tenía la clase trabajadora -¡proletarios de todo el mundo, uníos! (…). La cuestión estriba, de cara al establecimiento de un nuevo modelo de sociedad, en la búsqueda de una base común para que esta diversa multitud de esquilmados opere coordinada (…) sin reproducir estérilmente la vieja lucha entre las dos viejas clases de poseedores y desheredados». Entendamos nosotros que no es que la lucha de clases sea una noción sobrepasada sino que se configura de nuevas formas pues la verdad esencial que encierra esa noción reside en el hecho clave de que hay poseedores de la riqueza (una minoría) y poseídos por esos posesores; en suma, pobres y ricos, y eso será así ‑y las luchas consiguientes- hasta la instalación del comunismo, la sociedad sin clases.
Las multitudes aparecen como tales en la Historia en muchas ocasiones. El joven lector no debe pensar que son una aparición reciente. Escritores como E.A. Poe las tuvieron presentes y ahí está su famoso cuento «El hombre de la multitud» que lo prueba.
Lo que está ocurriendo hoy, creo yo, es que se está reactualizando, con grandes dificultades y zozobras, la clásica dialéctica entre el Individuo y la Sociedad, en la cual durante el capitalismo (o sea, que va para rato) manda la lucha de clases en sus distintas formas y momentos. Esta es, en mi opinión, una «ley de hierro» de la vida social hoy por hoy, con más o menos multitudes indignadas y más o menos formas secundarias como: personalidades egregias vs. masas gregarias automatizadas y controladas por los grandes medios de comunicación, y contradicciones sociales de orden secundario como: mujeres vs. hombres (feminismo mal entendido) o jóvenes vs. viejos (generaciones).
En realidad, hoy estamos ante nuevos planteamientos de la antigua dialéctica de las relaciones entre «individuo» y «sociedad», que tanto se ha ramificado y cambiado de nombres y matices históricamente; y bueno es recordar que con frecuencia creemos estar pensado nosotros nuestro discurso y tenemos pensamientos que ya estaban pensados y que nosotros repetimos sin saberlo. Sólo voy a dar unas pocas muestras, a propósito de este tema de «las multitudes», y refiriéndome a grandes investigadores.
Empiezo por Sören Kierkegaard (siglo XIX), el cual fijó su atención en la existencia de multitudes lectoras de diarios a las que consideraba hundidas en una vida «inauténtica» al hacerse sus lectores, por el hecho de su lectura, intercambiables los unos con los otros. Saltemos, en esta breve presentación de unas pocas muestras, a Sigmund Freud, que publicó una «Psicología de las masas» (1921), a la que da el nombre de «psicología colectiva»: una disciplina que a este respecto considera al individuo «como miembro de una tribu, de un pueblo, de una casta, de una clase social o de una institución, o como elemento de una multitud humana que en un momento dado y con un determinado fin se organiza en una masa o colectividad». A este respecto, Freud nos presenta y aconseja leer para entrar en materia la obra de Gustavo Le Bon «Psicología de las multitudes», en la que leemos como «sorprendente que en determinadas circunstancias, nacidas de su incorporación a una multitud humana que ha adquirido el carácter de masa psicológica (…), piense, sienta y obre de un modo absolutamente inesperado». ¿Con qué efecto? Para Freud, «por el solo hecho de formar parte de una multitud desciende el hombre varios escalones en la escala de la civilización». Léase a Freud y no se pase por alto su referencia al autor Mac Dougall y a su libro «The Group Mind» (el entendimiento grupal), en el que «a una masa desorganizada (group) le da el nombre de multitud, crowd». Evidentemente son temas a estudiar. (¿Y decimos algo sobre Jung? Sí, aunque nada más sea que a él le debemos grandes descubrimientos sobre el «inconsciente colectivo», que no es poco deber.
Salgamos de la psicología aunque nada más sea para respirar un poco en el exterior. Aquí está la «filosofía» de la mano de uno de sus pontífices del siglo pasado; nada menos que José Ortega y Gasset.
Desde luego él hizo los mayores esfuerzos por alejarse lo más posible de «las masas» y ciertamente lo consiguió aunque fuera acercándose un tanto al franquismo, del que había huido a galope con muy buen sentido de su seguridad. Bien, aquí están sus libros «La rebelión de las masas» y «El Hombre y la Gente». ¿Y qué había escrito en ellos? Léanlos quizás más tarde; pero ahora tomen sólo unas muestras y ya se harán una idea: Del primero, un par de ellas: «Ser de la izquierda ‑dice el filósofo- es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser imbécil»; y en otro lugar: «Cuando la masa actúa por sí misma, lo hace sólo de una manera porque no sabe otra: lincha». Del segundo: «Lo usual lo hacemos porque se hace. Pero ¿quién hace lo que se hace? ¡Ah! Pues la gente. Bien, pero, ¿quién es la gente? ¡Ah! Pues todos, nadie determinado». El autor de lo que se hace es ese extraño e impersonal «se».
No terminaré sin recordar la lectura del certero libro de Atilio Boron en el que él dio una buena somanta a los autores de la obra «Imperio», Hardt y Negri, ante la incongruencia de éstos sobre la noción de la «multitud» como posible sujeto de la Historia en nuestro tiempo. Eso no se lo creían ni ellos, y así ha ocurrido que cuando inopinadamente se han echado multitudes a las calles, H. y N. han sido los primeros sorprendidos, y hasta se diría que asustados: «Habrá violencia, enfrentamientos y conflictos», ha dicho Negri en unas declaraciones irrelevantes.
Yo no sé lo que pasará con el 15‑M y con los movimientos de «indignados» ‑ojalá tenga razón Naomi Klein, quien ha dicho que «es lo más importante que está sucediendo en estos momentos»-, pero sí sé que no tendrá mucha relación con lo que los señores Hardt y Negri pensaron hace unos años en sus gabinetes de trabajo.