Los paralelismos políticos que vivimos en la actualidad, protagonizados por dirigentes y gobiernos, nos remiten a ciertas consideraciones graves sobre el profundo fracaso del modelo democrático que estamos soportando como pueblo. Entre esos paralelismos hay uno que me ha remitido la memoria y que resulta muy expresivo para analizar la capacidad de soberanía que tienen realmente los españoles. El primer viaje con categoría internacional que hizo Felipe González cuando empezó a actuar como secretario general del PSOE, tras el manipulado Congreso de Suresnes, fue a Washington. Parece obvio que de allá volvió instruido sobre el carácter otánico que habría de tener España, amén de otras cargas que debería soportar también la ciudadanía española. Anoten el dato. Pues bien, el último viaje internacional que ha hecho Mariano Rajoy como secretario general del PP, y antes de ocupar previsiblemente La Moncloa, ha sido a Alemania. También parece que a ser instruido. Del encuentro con la Sra. Merkel no portará otra cosa que las exigencias para reducir la calidad y las posibilidades de vida de los atropellados habitantes de España.
Cuestión a plantear: ¿hay alguna posibilidad de que tras el lunes, como antes sucedió con el Sr. González, el Gobierno de Madrid pueda intentar siquiera una relativa política soberana propia de la democracia? ¿Cabe esperar que el voto produzca alguna suerte de poder en manos de la ciudadanía? Me pregunto para qué se nos consulta. ¿Se trata de un ritual religioso como las visitas ad límina de los prelados o estamos ante una ceremonia de absoluta sumisión? ¿Qué significan las urnas?