Crecen las tensiones entre Estados Unidos y Pakistán debido a la injerencia norteamericana en la nación asiática
Resumen Latinoamericano/AVN - La relación entre Estados Unidos y Pakistán se ha convertido en una pendiente pronunciada que todavía no ha llegado a su fin, pese a que en 2001 Islamabad fue un aliado fundamental para la Casa Blanca en su guerra contra «el terrorismo», que tiene como blanco a Afganistán.
Los últimos meses fueron de profundización de las diferencias diplomáticas y los cruces verbales entre ambas naciones, donde el detonante es la cada vez mayor injerencia de Washington en territorio paquistaní.
El asesinato del líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden, el pasado 2 de septiembre en la localidad de Abbottabad por parte de una tropa de élite estadounidense que ingresó al país sin autorización, y los ataques de las tropas de la Organización del Tratado para el Atlántico Norte (Otan) el último 26 de noviembre contra dos puestos de control del Ejército paquistaní, donde murieron 24 soldados, se transformaron en las dos gotas que terminaron de rebasar la paciencia de la administración local.
La comandancia de las fuerzas armadas paquistaníes fueron quienes respondieron con mayor indignación, mientras que el gobierno del primer ministro Yousuf Raza Gilani convocó a una gran reunión con los partidos opositores, donde repudiaron los bombardeos estadounidenses y coincidieron en defender la soberanía del país.
La volatilidad en la frontera afgano-paquistaní es otro punto que ha llevado al resquebrajamiento de las relaciones. La administración de Gilani bloqueó el traslado de armamentos y suministros desde su país a territorio afgano, medida que reafirmó el rechazo a la actual política de Washington.
A su vez, el gobierno paquistaní presionó a la Casa Blanca para que abandone a tiempo la base militar en el aeropuerto de Shamsi, en la noroccidental provincia de Baluchistán, medida cumplida por Estados Unidos.
El énclave, donde se encontraban 71 soldados y los drones con los cuales Washington bombardea la frontera, se ubica en las cercanías con la frontera con Irán, por lo cual el retiro de las tropas estadounidenses se puede leer como otro golpe contra la política norteamericana de rodear a la nación islámica.
Luego de los ataques contra los puestos militares paquistaníes, el general Pervez Ashfaq Kayani, dejó en claro que su país rechazaría con toda su fuerza, sin importar el costo ni las consecuencias, cualquier nueva agresión, por lo cual ordenó plena libertad a sus soldados para responder a las agresiones extranjeras.
Los bombardeos de drones en la frontera afgana-paquistaní son justificados por Washington como una forma de terminar con las células de Al Qaeda, pero con más frecuencia los blancos son los civiles, situación que ha despertado protestas en la población.
Frente a la actual situación, el propio secretario estadounidense de Defensa, Leon Panetta, reconoció que Pakistán es fundamental para triunfar en Afganistán, hecho que se observa cada vez más lejano. Por eso, Panetta se manifestó confiando en superar las diferencias con Islamabad.
A las actuales preocupaciones de Washington, se les suma la creciente relación de Pakistán con China e India, potencias que podrían relegar el poder de Estados Unidos en la región.
En el artículo «Prioridades de Pakistán ante la agresión de EE.UU. y sus aliados», publicado en Information Clearing House, el general paquistaní y ex Jefe del Estado Mayor del Ejército, Mirza Aslam Beg, aseguró que el último ataque estadounidense contra su país «forma parte de una conspiración» que responde a la derrota de la Otan en Afganistán.
El militar reconoció que en 2001, Pakistán se unió a las tropas invasores contra la nación afgana «y cometimos el peor pecado», por lo cual «debemos corregir ese error, estableciendo nuestras relaciones» con el pueblo afgano «y colaborar totalmente con él para reconstruir el país y su modo de vida tradicional».
Aunque las relaciones se mantienen tensas, el gobierno paquistaní ha reiterado su compromiso en la lucha contra el terrorismo y en sostener las buenas relaciones con Estados Unidos.
Pero a su vez aseveró que esto se puede cumplir si Washington respeta plenamente la soberanía del país, algo que por lo visto Islamabad ya no está dispuesto a negociar.
Sin avanzar demasiado en el objetivo de controlar Afganistán, y recibiendo permanentes golpes por parte de la resistencia talibán, el gobierno de Estados Unidos dio nuevos pasos hacia el fondo de una pendiente que, no sería extraño, lo encuentre aislado en una región que invadió sin pruebas reales y sin respetar el rechazo internacional a la guerra.