¡Envia­mos médi­cos y no sol­da­dos! por Fidel Castro

En la Refle­xión del 14 de enero, dos días des­pués de la catás­tro­fe de Hai­tí que des­tru­yó ese her­mano y vecino país, escri­bí: “Cuba, a pesar de ser un país pobre y blo­quea­do, des­de hace años vie­ne coope­ran­do con el pue­blo hai­tiano. Alre­de­dor de 400 médi­cos y espe­cia­lis­tas de la salud pres­tan coope­ra­ción gra­tui­ta al pue­blo hai­tiano. En 127 de las 137 comu­nas del país labo­ran todos los días nues­tros médi­cos. Por otro lado, no menos de 400 jóve­nes hai­tia­nos se han for­ma­do como médi­cos en nues­tra Patria. Tra­ba­ja­rán aho­ra con el refuer­zo de médi­cos nues­tros que via­ja­ron ayer para sal­var vidas en esta crí­ti­ca situa­ción. Pue­den movi­li­zar­se, por lo tan­to, sin espe­cial esfuer­zo, has­ta mil médi­cos y espe­cia­lis­tas de la salud que ya están casi todos allí y dis­pues­tos a coope­rar con cual­quier otro Esta­do que­de­see sal­var vidas hai­tia­nas y reha­bi­li­tar heridos.”

“La situa­ción es difí­cil ―nos comu­ni­có la jefa de la Bri­ga­da Médi­ca Cuba­na― pero hemos comen­za­do ya a sal­var vidas.”

Hora tras hora, de día y de noche, en las pocas ins­ta­la­cio­nes que que­da­ron en pie, en casas de cam­pa­ña o en par­ques y luga­res abier­tos, por temor de la pobla­ción a nue­vos tem­blo­res, los pro­fe­sio­na­les cuba­nos de la salud comen­za­ron a labo­rar sin descanso.

La situa­ción era más gra­ve que lo ima­gi­na­do ini­cial­men­te. Dece­nas de miles de heri­dos cla­ma­ban por auxi­lio en las calles de Puer­to Prín­ci­pe, y un núme­ro incal­cu­la­ble de per­so­nas yacían, vivas o muer­tas, bajo las rui­nas de barro o ado­be con que habían sido cons­trui­das las vivien­das de la inmen­sa mayo­ría de la pobla­ción. Edi­fi­cios, inclu­so más sóli­dos, se derrum­ba­ron. Fue nece­sa­rio ade­más loca­li­zar, en medio de los barrios des­trui­dos, a los médi­cos hai­tia­nos gra­dua­dos de la ELAM, muchos de los cua­les fue­ron afec­ta­dos direc­ta o indi­rec­ta­men­te por la tragedia.

Fun­cio­na­rios de Nacio­nes Uni­das que­da­ron atra­pa­dos en varios de sus alber­gues y se per­die­ron dece­nas de vidas, inclui­dos varios de los jefes de la MINUSTAH, una fuer­za de Nacio­nes Uni­das, y se des­co­no­cía el des­tino de cien­tos de otros miem­bros de su personal.

El Pala­cio Pre­si­den­cial de Hai­tí se derrum­bó. Muchas ins­ta­la­cio­nes públi­cas, inclu­so varias de carác­ter hos­pi­ta­la­rio, que­da­ron en ruinas.

La catás­tro­fe con­mo­vió al mun­do, que pudo pre­sen­ciar lo que esta­ba ocu­rrien­do a tra­vés de las imá­ge­nes de los prin­ci­pa­les cana­les inter­na­cio­na­les de tele­vi­sión. De todas par­tes, los gobier­nos anun­cia­ron el envío de exper­tos en res­ca­te, ali­men­tos, medi­ci­nas, equi­pos y otros recursos.

De con­for­mi­dad con la posi­ción públi­ca for­mu­la­da por Cuba, per­so­nal médi­co de otras nacio­na­li­da­des, como espa­ño­les, mexi­ca­nos, colom­bia­nos y de otros paí­ses, labo­ró ardua­men­te jun­to a nues­tros médi­cos en ins­ta­la­cio­nes que había­mos impro­vi­sa­do. Orga­ni­za­cio­nes como la OPS y paí­ses ami­gos como Vene­zue­la y de otras nacio­nes sumi­nis­tra­ron medi­ca­men­tos y varia­dos recur­sos. Una ausen­cia total de pro­ta­go­nis­mo y cho­vi­nis­mo carac­te­ri­zó la con­duc­ta inta­cha­ble de los pro­fe­sio­na­les cuba­nos y sus dirigentes.

Cuba, al igual que lo ha hecho en situa­cio­nes simi­la­res, como cuan­do el Hura­cán Katri­na cau­só gran­des estra­gos en la ciu­dad de Nue­va Orleáns y puso en peli­gro la vida de miles de nor­te­ame­ri­ca­nos, ofre­ció el envío de una bri­ga­da médi­ca com­ple­ta para coope­rar con el pue­blo de Esta­dos Uni­dos, un país que, como se cono­ce, posee inmen­sos recur­sos, pero lo que se nece­si­ta­ba en ese ins­tan­te eran médi­cos entre­na­dos y equi­pa­dos para sal­var vidas. Por su ubi­ca­ción geo­grá­fi­ca, más de mil médi­cos de la Bri­ga­da “Henry Reeve” esta­ban orga­ni­za­dos y lis­tos con los medi­ca­men­tos y equi­pos per­ti­nen­tes para par­tir a cual­quier hora del día o de la noche hacia esa ciu­dad nor­te­ame­ri­ca­na. Por nues­tra men­te no pasó siquie­ra la idea de que el Pre­si­den­te de esa nación recha­za­ra la ofer­ta y per­mi­tie­ra que un núme­ro de nor­te­ame­ri­ca­nos que podían sal­var­se per­die­ran la vida. El error de ese Gobierno tal vez con­sis­tió en su inca­pa­ci­dad para com­pren­der que el pue­blo de Cuba no ve en el pue­blo nor­te­ame­ri­cano un enemi­go, ni como cul­pa­ble de las agre­sio­nes que ha sufri­do nues­tra Patria.

Tam­po­co aquel Gobierno fue capaz de com­pren­der que nues­tro país no nece­si­ta men­di­gar favo­res o per­do­nes de quie­nes duran­te medio siglo han tra­ta­do inú­til­men­te de poner­nos de rodillas.

Nues­tro país, igual­men­te en el caso de Hai­tí, acce­dió de inme­dia­to a las soli­ci­tu­des de sobre­vue­lo en la región orien­tal de Cuba y a otras faci­li­da­des que reque­rían las auto­ri­da­des de Esta­dos Uni­dos para pres­tar asis­ten­cia lo más rápi­da­men­te posi­ble a los ciu­da­da­nos nor­te­ame­ri­ca­nos y hai­tia­nos afec­ta­dos por el terremoto.

Estas nor­mas han carac­te­ri­za­do la con­duc­ta éti­ca de nues­tro pue­blo que, uni­do a su ecua­ni­mi­dad y fir­me­za, han sido los ras­gos per­ma­nen­tes de nues­tra polí­ti­ca exte­rior. Eso lo cono­cen bien cuan­tos han sido adver­sa­rios nues­tros en la esfe­ra internacional.

Cuba defen­de­rá fir­me­men­te el cri­te­rio de que la tra­ge­dia que ha teni­do lugar en Hai­tí, la nación más pobre del hemis­fe­rio occi­den­tal, cons­ti­tu­ye un reto a los paí­ses más ricos y pode­ro­sos de la comu­ni­dad internacional.

Hai­tí es un pro­duc­to neto del sis­te­ma colo­nial, capi­ta­lis­ta impe­ria­lis­ta impues­to al mun­do. Tan­to la escla­vi­tud en Hai­tí como su ulte­rior pobre­za fue­ron impues­tas des­de el exte­rior. El terri­ble sis­mo se pro­du­ce des­pués de la Cum­bre de Copenha­gue, don­de fue­ron piso­tea­dos los dere­chos más ele­men­ta­les de 192 Esta­dos que for­man par­te de la Orga­ni­za­ción de Nacio­nes Unidas.

Tras la tra­ge­dia, se ha des­ata­do en Hai­tí una com­pe­ten­cia por la adop­ción pre­ci­pi­ta­da e ile­gal de niños y niñas, que obli­gó a que la UNICEF toma­ra medi­das pre­ven­ti­vas con­tra el des­arrai­go de muchos niños, que des­po­ja­ría a fami­lia­res alle­ga­dos de tales derechos.

El núme­ro de víc­ti­mas mor­ta­les sobre­pa­sa ya las cien mil per­so­nas. Una ele­va­da cifra de ciu­da­da­nos ha per­di­do bra­zos o pier­nas, o ha sufri­do frac­tu­ras que requie­ren reha­bi­li­ta­ción para el tra­ba­jo o el des­en­vol­vi­mien­to de sus vidas.

El 80% del país debe ser recons­trui­do y crear una eco­no­mía sufi­cien­te­men­te desa­rro­lla­da para satis­fa­cer las nece­si­da­des en la medi­da de sus capa­ci­da­des pro­duc­ti­vas. La recons­truc­ción de Euro­pa o Japón, a par­tir de la capa­ci­dad pro­duc­ti­va y el nivel téc­ni­co de la pobla­ción, era una tarea rela­ti­va­men­te sen­ci­lla en com­pa­ra­ción con el esfuer­zo a rea­li­zar en Hai­tí. Allí, como en gran par­te de Áfri­ca y en otras áreas del Ter­cer Mun­do, es indis­pen­sa­ble crear las con­di­cio­nes para un desa­rro­llo sos­te­ni­ble. En solo 40 años la huma­ni­dad ten­drá más de9 mil millo­nes de habi­tan­tes, y enfren­ta el reto de un cam­bio cli­má­ti­co que los cien­tí­fi­cos acep­tan como una reali­dad inevitable.

En medio de la tra­ge­dia hai­tia­na, sin que nadie sepa cómo y por qué, miles de sol­da­dos de las uni­da­des de infan­te­ría de mari­na de Esta­dos Uni­dos, tro­pas aero­trans­por­ta­das de la 82 Divi­sión y otras fuer­zas mili­ta­res han ocu­pa­do el terri­to­rio de Hai­tí. Peor aún, ni la Orga­ni­za­ción de Nacio­nes Uni­das, ni el Gobierno de Esta­dos Uni­dos han ofre­ci­do una expli­ca­ción a la opi­nión públi­ca mun­dial de estos movi­mien­tos de fuerzas.

Varios Gobier­nos se que­jan de que sus medios aéreos no han podi­do ate­rri­zar y trans­por­tar los recur­sos huma­nos y téc­ni­cos envia­dos a Haití.

Diver­sos paí­ses anun­cian, por su par­te, el envío adi­cio­nal de sol­da­dos y equi­pos mili­ta­res. Tales hechos, des­de mi pun­to de vis­ta, con­tri­bui­rían a cao­ti­zar y com­pli­car la coope­ra­ción inter­na­cio­nal, ya de por sí com​ple​ja​.Es nece­sa­rio dis­cu­tir seria­men­te el tema y asig­nar a la Orga­ni­za­ción de Nacio­nes Uni­das el papel rec­tor que le corres­pon­de en este deli­ca­do asunto.

Nues­tro país cum­ple una tarea estric­ta­men­te huma­ni­ta­ria. En la medi­da de sus posi­bi­li­da­des con­tri­bui­rá con los recur­sos huma­nos y mate­ria­les que estén a su alcan­ce. La volun­tad de nues­tro pue­blo, orgu­llo­so de sus médi­cos y coope­ran­tes en acti­vi­da­des vita­les, es gran­de y esta­rá a la altu­ra de las circunstancias.

Cual­quier coope­ra­ción impor­tan­te que se ofrez­ca a nues­tro país no será recha­za­da, pero su acep­ta­ción esta­rá subor­di­na­da por ente­ro a la impor­tan­cia y tras­cen­den­cia de la ayu­da que se requie­ra de los recur­sos huma­nos de nues­tra Patria.

Es jus­to con­sig­nar que, has­ta este ins­tan­te, nues­tros modes­tos medios aéreos y los impor­tan­tes recur­sos huma­nos que Cuba ha pues­to a la dis­po­si­ción del pue­blo hai­tiano no han teni­do difi­cul­tad algu­na en lle­gar a su destino.

¡Envia­mos médi­cos y no soldados!

Fidel Cas­tro Ruz

Enero 23 de 2010

5 y 30 p.m.

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