Ale­xandr Yako­vlev y el anti­co­mu­nis­mo caver­ní­co­la- Miguel Urbano

El ruso Ale­xandr Yako­vlev es casi un des­co­no­ci­do en Por­tu­gal y en los demás paí­ses de Euro­pa Occidental.

Ami­go ínti­mo de Mijail Gor­ba­chov y su con­se­je­ro prin­ci­pal, desem­pe­ñó un papel fun­da­men­tal en el pro­ce­so con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rio que con­du­jo a la res­tau­ra­ción del capi­ta­lis­mo en Rusia.

De pura casua­li­dad, hace días encon­tré en la libre­ría de una peque­ña ciu­dad alen­te­ja­na un libro suyo edi­ta­do en Por­tu­gal en 2004: «Un siglo de vio­len­cia en la Rusia Soviética».

Es com­pren­si­ble que este manual de anti­co­mu­nis­mo haya sido reci­bi­do con entu­sias­mo en los Esta­dos Uni­dos. En la fal­si­fi­ca­ción de la his­to­ria A. Yako­vlev se vale de todo lo nega­ti­vo que sobre el tema se escri­bió acer­ca de la Unión Soviética.

Es escla­re­ce­dor que los edi­to­res por­tu­gue­ses hayan con­si­de­ra­do útil trans­cri­bir en la con­tra­por­ta­da la opi­nión sobre este libro de Zbig­new Brze­zinsky, el con­se­je­ro de segu­ri­dad nacio­nal del pre­si­den­te Car­ter: «La reve­la­ción pro­fun­da­men­te con­mo­ve­do­ra y sóli­da­men­te docu­men­ta­da de los crí­me­nes de Lenin y Sta­lin, escri­ta por un hom­bre de cons­cien­cia que hizo par­te del Buró polí­ti­co del CC del PCUS en los años del fin de la Unión Soviética».

Ale­xandr Yako­vlev se enor­gu­lle­ce de haber per­sua­di­do a Gor­ba­chov para des­truir la URSS a tra­vés de una «rees­truc­tu­ra­ción» del régi­men, la peres­troi­ka, pre­sen­ta­da al Par­ti­do y al pue­blo sovié­ti­cos como ini­cia­ti­va revo­lu­cio­na­ria cuyo obje­ti­vo sería el regre­so a los orí­ge­nes del leninismo.

Falle­ci­do en 2005 a los 82 años, fue duran­te más de cua­tro déca­das con­si­de­ra­do un comu­nis­ta ejem­plar. Miem­bro del Par­ti­do des­de 1944, entró al Comi­té Cen­tral diez años des­pués, des­ta­cán­do­se en tareas refe­ri­das a la ideo­lo­gía y la propaganda

Siem­pre se abs­tu­vo de cri­ti­car al régi­men y se com­por­ta­ba como comu­nis­ta convencido.

Nom­bra­do emba­ja­dor en Cana­dá en l973, desa­rro­lló una fra­ter­nal amis­tad con el Pri­mer minis­tro Pie­rre Tru­deau. Fue en Ota­wa cuan­do cono­ció a Gor­ba­chov en l983 duran­te una visi­ta a aquel país del futu­ro secre­ta­rio gene­ral del PCUS. Trans­cu­rri­dos muchos años, cuan­do Rusia ya era un país capi­ta­lis­ta, Gor­ba­chov reve­ló que las con­ver­sa­cio­nes man­te­ni­das con el emba­ja­dor lo ayu­da­ron mucho a com­pren­der por qué era nece­sa­rio des­truir el régi­men soviético.

Tales elo­gios hizo de Yako­vlev al regre­so, que Yuri Andro­pov lo lla­mó a Mos­cú y lo nom­bró direc­tor del Ins­ti­tu­to de Eco­no­mía Mun­dial y de Rela­cio­nes Inter­na­cio­na­les de la Aca­de­mia de Cien­cias de la URSS. Y en el 87, ya en ple­na peres­troika, fue nom­bra­do miem­bro del Secre­ta­ria­do y del Buró polí­ti­co del Comi­té Cen­tral del PCUS.

Deci­dió enton­ces que había lle­ga­do el momen­to de qui­tar­se la más­ca­ra. De la crí­ti­ca del socia­lis­mo pasó sin tran­si­ción al elo­gio al capi­ta­lis­mo. Acom­pa­ñó a Gor­ba­chov en su pri­me­ra visi­ta a los Esta­dos Uni­dos y sus cati­li­na­rias con­tra el régi­men sovié­ti­co le valie­ron los títu­los de «arqui­tec­to de la peres­troi­ka» y «padre de la glas­nost».

La influen­cia que ejer­cía sobre el secre­ta­rio gene­ral era tan osten­si­va que el ex pre­si­den­te del Soviet Supre­mo, Ana­toly Luk­ya­nov, duran­te una visi­ta mía a Rusia en 1994, me dijo, que todos «mira­ban hacia Yako­vlev cuan­do Gor­ba­chov hablaba».

EL ODIO Y LA CALUMNIA

Yel­tsin no escon­día su admi­ra­ción por Yakovlev.

Más de una vez elo­gió el tra­ba­jo del autor de The Fate of Mar­xism in Rus­sia –, publi­ca­do por la Uni­ver­si­dad de Yale – y lo nom­bró pre­si­den­te de la «Fun­da­ción Demo­cra­cia Inter­na­cio­nal”, crea­da en Mos­cú para fal­si­fi­car la his­to­ria de la URSS.

Lo que el ex-pre­si­den­te ruso no podía pre­ver es que hoy, sie­te años des­pués de falle­cer, Ale­xandr Yako­vlev ins­pi­ra­ra un sen­ti­mien­to gene­ra­li­za­do de des­pre­cio en los inte­lec­tua­les rusos. Al igual que en Occi­den­te, su deli­ran­te libro «Un siglo de vio­len­cia en la Unión Sovié­ti­ca», ya no se con­si­de­ra un ins­tru­men­to útil de com­ba­te al comunismo.

En el esfuer­zo por pre­sen­tar a la Unión Sovié­ti­ca como un infierno más tene­bro­so que el idea­do por Dan­te, Yako­vlev gene­ra en el lec­tor una reac­ción opues­ta a la deseada.

El libro es un gri­to de odio. Y el odio no con­ven­ce, desprestigia.

El pano­ra­ma de vio­len­cia que esbo­za pre­ten­de estar basa­do en docu­men­ta­ción ofi­cial. Pero las fuen­tes a que recu­rre o care­cen de cre­di­bi­li­dad o las citas hechas con fre­cuen­cia son mani­pu­la­das o fragmentadas.

His­to­ria­do­res, filó­so­fos y soció­lo­gos res­pe­ta­dos, rusos y occi­den­ta­les, publi­ca­ron en las últi­mas déca­das tra­ba­jos serios que ya per­mi­ten tener una visión amplia sobre las revo­lu­cio­nes rusas de febre­ro y octu­bre de 1917 y los acon­te­ci­mien­tos que per­mi­tie­ron apun­ta­lar las sie­te déca­das de exis­ten­cia de la Unión Soviética.

Pen­sa­do­res como el hún­ga­ro Ist­van Mes­za­ros y el ita­liano Dome­ni­co Losur­do, de pres­ti­gio mun­dial, ‑ape­nas dos ejem­plos- ilu­mi­na­ron sin pasión los erro­res y des­víos del lla­ma­do «socia­lis­mo real», y simul­tá­nea­men­te las trans­for­ma­cio­nes revo­lu­cio­na­rias bené­fi­cas que resul­ta­ron para la huma­ni­dad de la vic­to­ria y el desa­fío bol­che­vi­ques. No escon­den crí­me­nes que mar­ca­ron esos años de tran­si­ción del capi­ta­lis­mo hacia el socia­lis­mo. Sin embar­go, coin­ci­den al con­cluir que la desin­te­gra­ción de la URSS fue una tra­ge­dia para la huma­ni­dad que abrió puer­tas a la bar­ba­rie imperialista.

Anta­gó­ni­co es el libro de Yako­vlev. ¿Qué cre­di­bi­li­dad pue­de mere­cer un inte­lec­tual para el cual la Revo­lu­ción de Octu­bre fue un gol­pe contrarrevolucionario?

En su opi­nión, demo­crá­ti­cos y pro­gre­sis­tas eran los gobier­nos del prín­ci­pe Lvov y de Kerensky. Para él la Rusia impe­rial era una monar­quía cons­ti­tu­cio­nal (en fase de ace­le­ra­do pro­gre­so) que se trans­for­mó en febre­ro del 17 en una repú­bli­ca democrática.

Pudie­ra el lec­tor ima­gi­nar que el blan­co prin­ci­pal de este libro es Sta­lin. Pero lo que des­cri­be de Lenin el retra­to de un ser demo­nía­co, bru­tal y enemi­go de la huma­ni­dad. Ése es el gran obje­ti­vo del autor.

Para Yako­vlev, «Vla­di­mir Ilich Ulia­nov (Lenin) diri­gen­te máxi­mo del pri­mer gobierno sovié­ti­co des­pués de la vio­len­ta toma del poder en 1917» es «el expo­nen­te del terror y de la vio­len­cia a las masas, de la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do, de la lucha de cla­ses y de otros con­cep­tos des­hu­ma­nos». Afir­ma que Lenin creó «cam­pos de con­cen­tra­ción para niños», es res­pon­sa­ble de la muer­te «de millo­nes de ciu­da­da­nos rusos» y como tal «plau­si­ble de con­de­na pós­tu­ma por crí­me­nes con­tra la humanidad».

Jun­to a Hitler, colo­ca a Lenin y Sta­lin como «los peo­res cri­mi­na­les del siglo (…) el siglo de Caín, el siglo que vio a Rusia arrui­na­da y a su mode­lo de desa­rro­llo echa­do por tie­rra». «Rusia – afir­ma- esta­ba en buen camino. Lo que ocu­rrió no fue que Rusia retro­ce­die­ra sino que los bol­che­vi­ques le que­bra­ron las pier­nas, le vacia­ron el cere­bro y se lo reco­lo­ca­ron jus­ta­men­te al revés».

Lenin tam­bién es acu­sa­do de esti­mu­lar la tor­tu­ra. «Era el pro­pio Inqui­si­dor ‑escri­be Yako­vlev- quien deci­día qué tor­tu­ras usar con los dete­ni­dos, con vis­tas a obte­ner con­fe­sio­nes de cul­pa y era él per­so­nal­men­te quien ave­ri­gua­ba el buen cum­pli­mien­to de sus órdenes».

En este libro de pesa­di­lla el autor res­pon­sa­bi­li­za en 15 párra­fos al bol­che­vis­mo de crí­me­nes monstruosos.

No me resis­to a dejar de trans­cri­bir el pri­me­ro: «El bol­che­vis­mo no pue­de esca­par a la res­pon­sa­bi­li­dad por la con­tra­rre­vo­lu­ción, por el vio­len­to gol­pe con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rio de 1917».

Es lamen­ta­ble que un libro tan pro­fun­da­men­te reac­cio­na­rio haya sido publi­ca­do, con un pró­lo­go alta­men­te elo­gio­so, por una edi­to­ra por­tu­gue­sa tradicional.

(1) Ale­xandr Yako­vlev, Um Secu­lo de Vio­len­cia na Rús­sia Sovié­ti­ca, Edi­to­ra Ulis­seia, Lis­boa ‚Junho de 2004

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