¿De aque­lla tran­si­ción este fran­quis­mo?- Alfons Cervera

Una de las pala­bras más repe­ti­das cuan­do el asun­to ana­li­za­do se refie­re a la Jus­ti­cia es “res­pe­to”. Y lo que pasa es que muchas veces con­fun­di­mos apos­ta el res­pe­to con la acep­ta­ción implí­ci­ta o explí­ci­ta de aque­llo sobre lo que esta­mos opi­nan­do. Res­pe­to a la Jus­ti­cia, pues, y ade­lan­te con esta demo­cra­cia que vie­ne de la tran­si­ción más res­pe­tuo­sa con una dic­ta­du­ra que uno pue­da echar­se a la cara. Me refie­ro, cla­ro está, a nues­tra tran­si­ción, a ese tiem­po que ejer­ció de puen­te entre el fran­quis­mo y la demo­cra­cia, a los años en que el con­sen­so polí­ti­co y la ideo­lo­gía de los par­ti­dos mayo­ri­ta­rios de izquier­das en stand by dibu­ja­ron una épo­ca que fue expor­ta­da como mode­lo a otros paí­ses que habían pasa­do por cir­cuns­tan­cias terri­bles pare­ci­das a la nues­tra. Muchas de las estruc­tu­ras fran­quis­tas y orga­ni­za­cio­nes que como la Igle­sia siem­pre actua­ron de mam­po­rre­ras de la dic­ta­du­ra se man­tu­vie­ron into­ca­das por la demo­cra­cia. La moral de la tran­si­ción fue la moral de una espe­ran­za frus­tra­da en un cam­bio de para­dig­ma. Los valo­res de antes per­ma­ne­cían intac­tos. Los bue­nos seguían sien­do los de dere­chas y los malos los de izquier­das. Se lo decía a una ami­ga mía, de padre comu­nis­ta exi­lia­do, una de sus pri­mas de dere­chas. Le decía la pri­ma: “voso­tros creéis que vues­tro padre es de izquier­das, pero en reali­dad es de dere­chas por­que tie­ne un buen cora­zón”. La con­ver­sa­ción tenía lugar a la puer­ta de mi casa, en Ges­tal­gar, hace ape­nas tres años. El más recien­te ejem­plo de esa derro­ta moral de la demo­cra­cia: la exal­ta­ción has­ta el har­taz­go de Fra­ga Iri­bar­ne, el últi­mo gran pro­ta­go­nis­ta de los horro­res del franquismo.

De aque­llos con­sen­sos (poco o nada avan­za­ron los suce­si­vos gobier­nos de Feli­pe Gon­zá­lez en ese sen­ti­do) vie­nen bas­tan­tes de los lodos que aho­ra nos aque­jan. Estos días, esos lodos tie­nen un nom­bre pro­pio inex­cu­sa­ble: la Jus­ti­cia. En el mun­do ente­ro se echan las manos a la cabe­za por el caso Gar­zón. Dejan­do bien cla­ras las som­bras que tan­tas veces han oscu­re­ci­do sus ins­truc­cio­nes y toma de deci­sio­nes, nadie entien­de que el juez que ha inves­ti­ga­do los crí­me­nes de dic­ta­du­ras como la chi­le­na y la argen­ti­na, esté sien­do juz­ga­do en su país por inten­tar hacer lo mis­mo con el fran­quis­mo. Tam­po­co entien­den que los corrup­tos de la tra­ma Gür­tel no hayan ido al ban­qui­llo de los acu­sa­dos o hayan sido absuel­tos y el juez que los inves­ti­ga ‑el mis­mo Gar­zón- aca­ba de ser expul­sa­do de la carre­ra judi­cial por hacer pre­ci­sa­men­te eso: inves­ti­gar a los miem­bros de esa tra­ma corrup­ta. Y la nue­va píl­do­ra que tie­ne como pro­ta­go­nis­ta a la Jus­ti­cia: el juez José Cas­tro, que inves­ti­ga el caso Urdan­ga­rin, está sien­do inves­ti­ga­do por el Con­se­jo Gene­ral del Poder Judi­cial. Aquí no cua­dra nada y la Jus­ti­cia se está lle­van­do la pal­ma en este deli­rio de demo­cra­cia que tenemos.

Decía el Rey en su alo­cu­ción navi­de­ña que la Jus­ti­cia ha de ser igual para todos. A estas altu­ras de la pelí­cu­la ya nadie duda de que men­tía. Lo que tenía que haber hecho el Rey ‑si pien­sa que la Jus­ti­cia ha de ser igual para todos- es poner a su yerno en manos de esa Jus­ti­cia igua­li­ta­ria. Pero en vez de eso, lo man­dó a Esta­dos Uni­dos para apar­tar­lo de la que­ma. Y lo que ha hecho aho­ra es pre­sio­nar para que la decla­ra­ción de Urdan­ga­rin no sea gra­ba­da y pues­ta al alcan­ce de la ciu­da­da­nía. Y es que la Monar­quía es otro ‑uno de los más fuer­tes, si no el que más- con­sen­sos de la tran­si­ción. Si no fue­ra el mari­do de la infan­ta Cris­ti­na quien está impu­tado, ¿esta­ría sien­do inves­ti­ga­do el juez que inves­ti­ga ese caso de corrup­ción? Y más: ¿por qué no está impu­tada la hija del Rey si era socia prin­ci­pal ‑con su mari­do- de la empre­sa a la que se des­via­ban frau­du­len­ta­men­te los fon­dos de Nóos? Sé que el espa­cio de que dis­pon­go es poco para refle­xio­nar sobre tan­ta mier­da suel­ta en esta demo­cra­cia nues­tra tan enfer­ma y tan insu­fi­cien­te. Lo que aquí he inten­ta­do ‑con res­pe­to o sin res­pe­to, me da igual- es sim­ple­men­te lan­zar algu­nas suge­ren­cias, unas suge­ren­cias que están la men­te de todo el mun­do. Y cuan­do digo mun­do me refie­ro al mun­do ente­ro, a ese mun­do que está echán­do­se las manos a la cabe­za por­que no entien­de lo que pasa en Espa­ña. ¿Cómo va a enten­der nadie que si Fran­co se murió hace casi cua­ren­ta años, el fran­quis­mo siga en este país más vivo que nun­ca? Pues eso.

Alfons Cer­ve­ra es novelista

Fuen­te: Car­te­le­ra Turia, Valen­cia, Nº 2507 (febre­ro de 2012)

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