Con esas palabras definía hace unos días Chris Patten, del International Crisis Group (ICG), la situación que afronta Sri Lanka ante las elecciones presidenciales del 26 de enero. Los dos candidatos que tienen más posibilidades de acceder a la presidencia del país, son el actual presidente, Mahinda Rajapaksa y el general retirado Sarath Fonseka.
Los otrora aliados en la guerra contra el pueblo tamil y la ofensiva contra el LTTE, se han distanciado y se presentan como las dos caras de una misma moneda, el chauvinismo cingalés, más allá de lecturas interesadas que pretenden encontrar diferencias de calado donde no las hay.
Ambos se presentan como los artífices de la derrota militar de los Tigres tamiles, y qué paradoja, ambos precisan ahora del voto del pueblo tamil para vencer a su contrincante. Desde el final ?oficial? de la guerra el presidente Rajapaksa ha intentado asentar los pilares de su poder, fuertemente ligados a redes familiares y de algunos aliados claves. Para ello ha decidido adelantar dos años la convocatoria de elecciones presidenciales, esperando poder aprovechar la ola de entusiasmo chauvinista que inundó la isla tras la derrota militar del LTTE.
Desde el verano Rajapaksa ha venido maniobrando para apartar a cualquiera que pudiera hacerle sombra en su reelección, y el principal adversario lo encontraba en el general Fonseka, de ahí que haya intentado marginarlo institucionalmente, lo que finalmente ha provocado la ruptura de los otrora aliados y que Fonseka se presente también a las elecciones.
El mismo perro con distintos collares, así definen algunos tamiles la carrera de esos dos políticos cingaleses hacia la presidencia. La política del actual presidente hacia la población tamil es de sobra conocida, ya que durante su mandato, el chauvinismo cingalés ha regido los parámetros políticos y sociales de Sri Lanka. Las celebraciones posteriores a la derrota tamil, la declaración de fiesta nacional, forzando a muchos tamiles a participar a la fuerza de esos actos, alcanzando nuevos grados de humillación hacia la población tamil.
Por su parte Fonseka, ha logrado aunar en torno a su candidatura apoyos de lo más dispar. Los principales partidos de la oposición y significantes dirigentes del clero budista (siempre en primera línea contra el pueblo tamil y defendiendo posturas chauvinistas) han manifestado su voluntad de apoyar al general retirado, como vía para evitar que el actual presidente repita mandato.
Esta situación aboca al electorado cingalés a elegir entre ambos candidatos, lo que traerá una clara división del voto, y que al mismo tiempo haga necesario otro tipo de apoyos para que uno u otro logren alcanzar la presidencia. Y en este contexto entra uno de los sarcasmos de la campaña. Ambos candidatos pueden depender del voto tamil para lograr su objetivo.
Algunos miembros de la elite política tamil han manifestado su intención de apoyar a Fonseka para evitar que el presiente repita mandato. En ese sentido se inscribe la declaración de algunos miembros de la Alianza Nacional Tamil (TNA) que han encontrado en esa fórmula el único camino para expulsar a Rajapaksa del sillón presidencial.
Otros tamiles, en cambio, rechazan ambas candidaturas. Y al mismo tiempo recuerdan el papel desempeñado por ambos personajes en la represión y persecución del pueblo tamil. En ese sentido, también recuerdan las palabras del propio Fonseka, cuando señaló que ?Sri Lanka pertenece a los cingaleses, y las ?comunidades minoritarias?, como los tamiles, pueden vivir en este país con nosotros. Pero no pueden pretender, bajo el pretexto de ser una minoría, alcanzar determinadas cosas?.
Por todo ello, esos mismos agentes están pidiendo que son se participe en es ?farsa electoral?. Otro intento por articular nuevamente el movimiento político tamil en trono al derecho de autodeterminación ha surgido en los últimos meses de la mano de un proyecto lanzado desde la poderosa diáspora tamil. Se trata de la puesta en marcha de los mecanismos necesarios para la creación de un Gobierno Transnacional, con un protagonismo de posprincipios de la Resolución Vaddukkoaddai (adoptada durante el primer congreso del Frente de Liberación Unido Tamil en mayo de 1976) y la formación de Asambleas en los diferentes estados donde la presencia de la diáspora tamil es importante (Canadá, Reino Unido, Francia, Suiza, Alemania, EEUU, Australia?.)
La realidad hace que la mayoría de los tamiles todavía se estén recuperando de las duras consecuencias sufridas en la ofensiva militar de Colombo y que en buena medida determinan el futuro de su pueblo. La fotografía actual pesa todavía mucho sobre las conciencias tamiles a la hora de depositar o no su voto.
Con decenas de prisioneros políticos, que han iniciado hace unos días una huelga de hambre; con cerca de 300.000 que han pasado o todavía permanecen en los llamados ?campos de exterminio?; la desolación que encuentran al volver (los que han podido hacerlo) a sus hogares, con las viviendas destrozadas, imposibilitados para trabajar, con familias enteras separadas o que han perdido a algún miembro de la misma; bajo el atosigante control militar de sus tierras; o el riesgo a ser nuevamente detenidos, como les ha ocurrido ya ha muchos de los que abandonaron hace una semanas los campos de concentración; con todas esa expectativas, poca ilusión de votar a los candidatos cingaleses debería quedarle al pueblo tamil.
Sri Lanka, y su clase política, religiosa y militar, tiene diseñada una estrategia de asimilación evidente, así lo han expresado en el pasado esos mismos dirigentes. La militarización del pueblo tamil, la confiscación de tierras, el vuelco demográfico que se pretende y el control absoluto sobre todas las instituciones, son algunos de los ejes de esa política cingalesa. Tal y como señala un analista local, el gobierno de Colombo, independientemente de quien esté en él, busca crear un ?nuevo norte?.
Tampoco deberían olvidar aquellos que en la escena internacional, por intereses o por ignorancia, han mostrado su apoyo a la política criminal de Colombo, la cara menos amable de la realidad de Sri Lanka. Los ataques contra medios de comunicación y periodistas (cierras, censura, muertes, detenciones),; los secuestros, detenciones ilegales o desapariciones; los ataques contra opositores al gobierno; la violación de la inmunidad de miembros de Naciones Unidas y el constante acoso a las ONGs internacionales; los abusos policiales en toda la isla; son algunas de las características del régimen cingalés.
Rajapaksa se presenta como el actor clave que acabó militarmente con el LTTE, mientras que Fonseka se agarra a su ?carrera militar contra el LTTE? como principal argumento en su campaña. Ambos son los que quieren rentabilizar la guerra contra los tamiles, donde por cierto, tal y como se ha denunciado recientemente, se dieron ejecuciones sumarias de algunos dirigentes del LTTE tras haber acordado éstos con los militares cingaleses su rendición.
De confirmarse esos datos, algo que cada día es más evidente, tanto Fonseka como Rajapaksa estarían implicados en esos crímenes de guerra, y por tanto, tal y como señala Patten, el futuro presidente de Sri Lanka sería un criminal de guerra.
TXENTE REKONDO.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)