DE VIAJE POR NUESTRA MAYÚSCULA AMÉRICA
Hijo de Ernesto, un constructor civil de convicciones progresistas, y Celia, una mujer culta y de mente avanzada, que le inculcó el interés por la literatura (especialmente francesa) y la filosofía, el Che disfrutó de una infancia tranquila y afectuosa, sólo alterada por el asma. Su carácter se forjó en la lucha contra una enfermedad, que le empujó a practicar deportes intensos, como el fútbol, el rugby, la natación y, ocasionalmente, el alpinismo. Sólo era un estudiante de medicina aficionado a la poesía y la filosofía cuando recorrió 4.500 kilómetros en una bicicleta con un pequeño motor. Sin ningún acompañante, evitó los lugares turísticos para internarse en las regiones más humildes y atrasadas. Sin una conciencia política definida, comprendió en seguida que los edificios y monumentos más emblemáticos sólo son una “lujosa cubierta”. Si se quiere conocer el alma de una comunidad hay que acercarse a los enfermos, los presos, los campesinos, donde está escrita la verdadera historia de un pueblo. Su hábito de reflejar todas sus experiencias y reflexiones en sucesivos cuadernos, nos permiten conocer su evolución espiritual, las diferentes etapas de su itinerario como ser humano y revolucionario. En este primer viaje, descubre su aversión al estilo de vida de la cultura occidental, con grandes ciudades que propician la angustia y la despersonalización: “Me doy cuenta de que ha madurado en mí algo que hace tiempo crecía dentro del bullicio ciudadano y es el odio a la civilización, la burda imagen de gentes moviéndose como locos al compás de ese ruido tremendo”.
En 1952 hizo un nuevo viaje, pero esta vez con Alberto Granado, utilizando en primer lugar una motocicleta (“la Poderosa II”) y, más tarde, cualquier medio que les permitiera continuar, sin descartar ardides picarescos, como explotar su condición de científicos en viaje de investigación para obtener un plato de comida y un techo. Sin embargo, no se limitaron al papel de aventureros sin recursos, hambrientos de nuevas experiencias. Su paso por la gigantesca mina de cobre de Chuquicamata de propiedad norteamericana y su trabajo como voluntarios en la leprosería de San Pablo a orillas del río Amazonas les abrieron los ojos. Ernesto Guevara pronunció un pequeño discurso en la leprosería, afirmando que “la división de América en nacionalidades inciertas e ilusorias es completamente ficticia. Constituimos una sola raza mestiza desde México hasta el estrecho de Magallanes”. Poco antes de marcharse, los enfermos les organizaron una fiesta de despedida. Ernesto relata la experiencia a sus padres: “Para decirnos adiós, los enfermos se agruparon en un coro. Al acordeonista ya no le quedaban dedos en la mano derecha, así que los reemplazó por cañas de bambú atadas a la muñeca. El cantante estaba ya ciego, y todos los demás, desfigurados por la forma específica de lepra que se da en esta región. Todo esto alumbrados por farolas y linternas. Era un espectáculo digno de una película de terror que, sin embargo, quedará en mi memoria como uno de los recuerdos más hermosos de mi vida”.
Poco después de comprobar la inhumana explotación de los mineros de Chuquicamata, los dos amigos subieron a un camión con la parte trasera al descubierto. Cuando se desató un violento temporal, les invitaron a refugiarse en la cabina. Ernesto y Alberto se negaron, alegando que las mujeres y los niños indígenas tiritaban de frío con el cuerpo totalmente empapado. No entendieron su postura, pues en la región nadie reparaba en el bienestar de los indios. Se les consideraba seres inferiores sin los mismos derechos que los blancos. En las ruinas de Machu Picchu, el Che tal vez sintió el espíritu de Túpac Amaru, invitándole a la rebelión contra las odiosas desigualdades y discriminaciones que afectaban a toda América Latina. Al regresar a Buenos Aires, escribió una premonitoria reflexión: “El personaje que escribió estas notas murió al pisar de nuevo tierra argentina. El que las ordena y pule, ‘yo’, no soy yo; por lo menos no soy el mismo yo interior. Este vagar sin rumbo por nuestra ‘Mayúscula América’ me ha cambiado más de lo que creí”.
LA FORJA DE UN REVOLUCIONARIO
Ernesto se marcha de nuevo en 1954, esta vez con su amigo de infancia Carlos “Calicla” Ferrer. Su madre les acompaña hasta la estación de tren. Ernesto se asoma por la ventanilla y exclama: “¡Aquí va un soldado de América!”. Aún no ha madurado sus ideas políticas, pero tiene claro que ha escogido combatir contra la pobreza y la explotación. Se detienen unos días en Bolivia, presenciando las fuertes tensiones sociales entre los campesinos y la oligarquía terrateniente. Los dos amigos se separan en Perú. Ernesto decide dirigirse a Guatemala, donde el general Jacobo Arbenz ha comenzado una reforma agraria para repartir la tierra entre los campesinos. Encuentra un nuevo compañero de viaje, el argentino Eduardo García, el “Gualo”. Viajan en un barco de la United Fruit Company. En Costa Rica, Ernesto entra en contacto con los primeros exiliados cubanos. Habla con Calixto García, más tarde comandante del ejército rebelde de Sierra Maestra, y le impresiona profundamente Severino Rosell, que ha participado en el asalto al Cuartel Moncada. Continúa hacia Guatemala, con un objetivo muy claro: “Me perfeccionaré y lograré lo que me falta para ser un auténtico revolucionario”. El país le reserva experiencias que decidirán su futuro. Conoce a Hilda Gadea, exiliada peruana y ferviente revolucionaria, que le ayuda a profundizar su cultura política y le presenta a Ñico López, el “Flaco”, otro superviviente de la intentona contra el Cuartel Moncada. Hilda será su primera esposa y la madre de su primera hija, Hildita. Ernesto lee a Marx, Sartre, Freud, Mao. El 18 de junio, Estados Unidos bombardea la capital guatemalteca para frenar la reforma agraria de Arbenz y defender los privilegios de la United Fruit Company. Ernesto intenta participar en la resistencia civil, pero Arbenz se rinde el 26 de junio. Inmediatamente se desata la represión. “Me voy a México –anota Ernesto-. Pase lo que pase, participaré en la próxima revuelta armada”.
En julio de 1955 conoce a Fidel Castro en casa de María Antonia Sánchez. Hablan toda la noche en el nº 49 de la calle Emparán, sin discrepancias ni recelos, transformándose en amigos y camaradas. Fidel le propone sumarse a la sublevación contra Fulgencio Batista y el Che acepta, anotando al día siguiente en su diario: “Es un acontecimiento haber conocido al Fidel Castro, el revolucionario cubano, muchacho joven, inteligente, muy seguro de sí mismo y de extraordinaria audacia”. Y en una de sus conversaciones con Hilda, asegura: “Si algo bueno se ha producido en Cuba desde Martí es Fidel Castro; él hará la revolución”. Sin experiencia militar, les entrena el exiliado español Alberto Bayo, que había alcanzado el grado de teniente coronel del Ejército de la Segunda República Española. Durante la instrucción, Ernesto –que se ha convertido definitivamente en “Che Guevara” por su uso reiterado de la interjección argentina- se revela como un excelente combatiente. Antes de embarcarse en el yate Granma, escribe unas líneas para su hija Hildita: “Llegó el momento de combatir para expulsar la explotación y la miseria de nuestro continente. Con la voluntad de construir un mundo mejor en el que tú puedas vivir”. Algo antes, ha escrito a sus padres: “No soy moderado sino que trataré de no serlo nunca […]. Para toda obra grande se necesita pasión y para la revolución se necesita pasión y audacia en grandes dosis, cosa que tenemos como conjunto humano. […] Por la vida he pasado buscando la verdad a mis tropezones y ya en el camino y con mi hija que me perpetúa he cerrado el ciclo. Desde ahora no consideraría mi muerte una frustración apenas como Hikmet: ‘Sólo llevaré a la tumba /la pesadumbre de un canto inconcluso”.
SIERRA MAESTRA
Después de una travesía de siete días, con lluvia, niebla y temporales, el Granma llega a Cuba el 2 de diciembre de 1956, pero bastante lejos de la playa escogida para el desembarco. Emboscados en una plantación de azúcar llamada Príncipe Pío, las tropas de Batista les masacran. Apenas sobreviven veinte hombres de los 82 iniciales. El Che es herido en el pie y en el cuello. Sobrevive gracias a Juan Almeida Bosque, que le ayuda a huir. Poco a poco, consiguen reagruparse y ganarse la confianza de los guajiros y los negros, los colectivos más despreciados de la sociedad cubana de la época. Se establecen en Sierra Maestra y el Che abandona poco a poco la medicina para convertirse en un caudillo militar. Disciplinado, serio y con capacidad de mando, no se muestra menos exigente consigo mismo que con sus hombres. El asma que le atormenta desde la infancia se agudiza en los manglares, pero su voluntad le ayuda a sobrellevar la enfermedad. Participa en la alfabetización de los compañeros que no saben leer ni escribir, insistiendo en la importancia de adquirir conocimientos para mantener la lucha revolucionaria. Se muestra comprensivo con los errores de sus camaradas, no consiente los malos tratos a los prisioneros y se ocupa personalmente de su atención médica, pero cuando el guerrillero Eutimio Guerra les traiciona y facilita al enemigo su posición, causando un desastre que cuesta muchas vidas y les coloca al borde del fracaso, se encarga personalmente de su ejecución, asumiendo una responsabilidad que todos eluden. Es fácil reprobar esa conducta en una situación donde la supervivencia no es un problema cotidiano y el adversario respeta ciertas reglas, pero las tropas de Batista no se molestaban en hacer prisioneros, salvo para torturarlos y ejecutarlos.
El 17 de julio de 1957 Fidel le nombra comandante de una columna que se encargará de garantizar la seguridad de los campesinos, combatiendo a los bandoleros que se hacen pasar por guerrilleros para cometer robos y violaciones. Las tareas militares se combinan con la actividad política. El Che impulsa la creación del periódico El Cubano Libre y la emisora Radio Rebelde, que nunca ha cesado de retransmitir. Ante el avance de los rebeldes, Batista organiza una expedición de 3.500 soldados apoyados por un tren blindado, pero no consigue evitar que la ciudad de Santa Clara, la cuarta más importante del país, sucumba al ataque de 350 guerrilleros comandados por el Che. El 1 de enero de 1959 se produce la entrada de los barbudos de Sierra Maestra en La Habana, que son recibidos con esperanza y alegría.
LA REVOLUCIÓN EN MARCHA
Comienzan las tareas de gobierno y la lucha para salvar a la Revolución de sus múltiples enemigos. El Che se convierte en el máximo responsable de la Fortaleza de San Carlos de La Cabaña, donde se juzga a mil prisioneros, acusados de crímenes de guerra o de colaborar activamente en el aparato represivo de Batista. Se dictaron y ejecutaron algo más de 500 sentencias de muerte. El Che reconoció los hechos en las Naciones Unidas el 11 de diciembre de 1964. Nunca se ocultó a la opinión pública mundial. Se pueden objetar los mismos argumentos que cabría oponer al uso de la pena capital en los juicios de Núremberg. Los reos habían aprovechado el poder del Estado para aterrorizar, torturar y asesinar con impunidad. El Che estableció un sistema que contemplaba tribunales de primera instancia, con fiscales, abogados defensores, testigos y un tribunal de apelación. Las audiencias fueron públicas y cada proceso incluyó alegaciones, testimonios, pruebas y un veredicto fundamentado. Nunca he sido partidario de la pena capital, pero las circunstancias se asemejan mucho al juicio de Eichmann en Jerusalén o a las decenas de procesos que se celebraron contra los criminales de guerra nazis en la postguerra, muchas veces con sentencias de muerte aplaudidas por intelectuales de la talla de Primo Levi o Hannah Arendt.
El Che desempeñó diferentes cargos en el gobierno (Ministro de Industria, presidente del Banco Nacional, diplomático), pero se comprometió especialmente en la aplicación de la reforma agraria: “El guerrillero –afirmó- es, fundamentalmente, y antes que nada, un revolucionario agrario. Interpreta los deseos de la gran masa campesina de ser dueña de la tierra, dueña de los medios de producción, de sus animales, de todo aquello por lo que ha luchado durante años, de lo que constituye su vida y constituirá también su cementerio. Este Movimiento no inventó la Reforma Agraria. La llevará a cabo. La llevará a cabo íntegramente hasta que no quede campesino sin tierra, ni tierra sin trabajar”. El Che impulsó la política de nacionalizaciones, la planificación económica y el trabajo voluntario. Apostó por la industria siderúrgica para rebajar la dependencia de las plantaciones azucareras como fuente principal de ingresos. Promovió la idea del “hombre nuevo socialista” que trabaja para el bienestar general, borrando de sus motivaciones el egoísmo personal. El Che apoyó este planteamiento con su austeridad personal y con su trabajo como voluntario en tareas especialmente penosas en fábricas, plantaciones de azúcar o la construcción. Su ambición era borrar las diferencias entre el trabajo manual y el intelectual. Sartre y Simone de Beauvoir se entrevistaron con él en 1960 y le describieron como “el hombre más completo de nuestro tiempo”.
Después de separarse de Hilda, que no obstante aceptó la invitación del Che a establecerse en Cuba como alta funcionaria (cargo que ocupó hasta su muerte en 1974), se casó en 1959 con la guerrillera Aleida March, que le dio cuatro hijos. Aleida March procedía de una familia de campesinos con veinte hectáreas. No eran grandes propietarios, pero vivían algo mejor que los guajiros. Aleida estudió Pedagogía y se vinculó al Movimiento 26 de julio en 1956. Conoció al Che en la zona rural de Santa Clara, combatiendo contra las tropas de Batista. El 22 de mayo se celebra el enlace y el 12 de junio el Che realiza su primer viaje diplomático para encontrar nuevos mercados.
Hasta entonces, el azúcar se había vendido de manera casi exclusiva a los Estados Unidos, si bien los beneficios no repercutían en el nivel de vida de la población. El Che se entrevista con Nasser, Nehru y Tito y establece relaciones comerciales con la Unión Soviética, que se compromete a comprar medio millón de toneladas de azúcar. Escribe a su madre: “Soy el mismo solitario que era, buscando mi camino sin ayuda personal, pero ahora poseo el sentido del deber histórico. […] Siento algo en la vida, no sólo una poderosa fuerza interior, que siempre sentí, sino también el poder de inyectarla a los demás y el sentido absolutamente fatalista de mi misión que me despoja del miedo”.
EL ACOSO DE ESTADOS UNIDOS
El 7 de noviembre de 1960 el Che viaja a los países del bloque comunista: Checoslovaquia, la Unión Soviética, China, Corea y la República Democrática de Alemania. Nikita Jruschov le invita a la tribuna del Soviet Supremo para asistir al desfile de aniversario de la Revolución rusa, un privilegio insólito. El embajador ruso le describe como un hombre “altamente organizado”, riguroso, puntual y disciplinado. En China, se entrevista con Mao Zedong y Zhou Enlai y en la República Democrática Alemana conoce a Tamara Bunke, “Tania”, militante socialista, que más adelante le acompañará a Bolivia para luchar como guerrillera. Al finalizar su gira, el Che ha firmado acuerdos comerciales, científicos y financieros con casi todos los países comunistas. Antes de abandonar la Presidencia, Eisenhower corta las relaciones diplomáticas con Cuba y el 17 de abril de 1961 un ejército de 1.500 hombres, entrenados por la CIA y arengados por el dictador nicaragüense Luis Somoza, desembarca en Playa Girón y en Playa Larga de Bahía de Cochinos, empleando buques de la United Fruit Company. La operación ha sido diseñada por Eisenhower. John F. Kennedy concede el visto bueno, pero se niega a implicar abiertamente al ejército norteamericano, lo cual le atrae la antipatía de la comunidad cubana anticastrista exiliada en Miami. El Che se reúne con Jânio Quadros, presidente de Brasil, y Arturo Fronidizi, presidente de Argentina. Poco después son derrocados por golpes militares apoyados por Estados Unidos, alegando que su reunión con el Che es la prueba de su connivencia con el marxismo.
Después del fracaso de la invasión de Bahía Cochinos, la CIA organiza la “Operación Mangosta”, que incluye actos de sabotaje y terrorismo, asesinatos selectivos y atentados contra Fidel Castro. En 1962, la presión norteamericana logra que Cuba sea excluida de la Organización de los Estados Americanos (OEA). La instalación de misiles rusos en suelo cubano surge como una respuesta disuasoria para contener nuevas invasiones. El Che se encargó personalmente de la negociación con las autoridades soviéticas. La guerra fría alcanza su momento de mayor dramatismo. Jruschov decide retirar los misiles sin consultar al gobierno cubano, evitando lo que podría haber sido una guerra nuclear. A cambio, Estados Unidos retira unos misiles instalados en Turquía que apuntaban directamente a la Unión soviética y se compromete a no invadir Cuba. El 22 de noviembre de 1963 muere asesinado el Presidente Kennedy. Las sospechas de conspiración incluyen a los grupos anticastristas, resentidos por el fracaso de Playa Girón.
En 1964, el Che se encuentra en la Unión Soviética, cada vez más desilusionado con la política del Kremlin, pues percibe un comportamiento imperialista con los países de su órbita de influencia. El 9 de diciembre habla en la Asamblea de Naciones Unidas y manifiesta abiertamente su postura crítica: “Nosotros queremos construir el socialismo, nos declaramos como parte de ese núcleo de países no alineados. Porque, además de ser marxistas, los no alineados como nosotros luchan contra el imperialismo”. Deja Nueva York y viaja por el norte de África. En Ghana se dirige al presidente Nkrumah y le comenta: “África, América y Asia deberían unirse a los países socialistas para combatir el imperialismo”. En Argelia se reúne con Ben Bella y declara al periódico Alger Soir: “África está convaleciente. Su enfermedad era el colonialismo y el riesgo de recaída es el colonialismo”. Años más tarde, Ben Bella, héroe de la independencia de Argelia y presidente entre 1963 y 1965, evoca su figura con afecto. Derrocado por un golpe de estado que se opone a sus tendencias socialistas, Ben Bella confiesa que siempre conservó una gran foto del Che en sus años de cautiverio. “Fue el testigo de mi vida diaria, de mis gozos y mis penas. Su imagen irradiaba tanta luz. Tanta luz y tanta esperanza”.
El 24 de febrero de 1965, el Che pronuncia su famoso discurso en Argel, acusando a la Unión Soviética de ser cómplice de la explotación capitalista: “¿Cómo se puede hablar de ‘mutuo beneficio’ cuando se venden a precio de mercado las materias primas producidas con el dolor y el sufrimiento ilimitado de los países pobres y [se pide] que compremos a precio de mercado las máquinas fabricadas por grandes fábricas automatizadas y modernas?”. El Che se distancia del realismo político y adopta de nuevo un rumbo utópico, convencido de la necesidad de extender la revolución por todos los rincones del planeta. Se ha hablado de un distanciamiento con Fidel, más apegado a la necesidad de defender la Revolución cubana mediante el posibilismo y el pragmatismo. Conviene recordar la única condición que impuso el Che a Fidel cuando aceptó participar en la expedición del Granma: “Retomar mi libertad de revolucionario tras el triunfo de la Revolución. Si hay triunfo”.
EL CONGO
El Che nunca ocultó su vocación internacionalista. Escéptico con la posibilidad de una coexistencia pacífica con el capitalismo, impulsó la creación de movimientos guerrilleros en Guatemala, Perú, Nicaragua, Colombia y Venezuela. Ningún grupo sobrevivió, pero se estableció un precedente que sirvió de inspiración a nuevas formaciones revolucionarias, como el Frente Sandinista de Liberación en Nicaragua y el Movimiento de Liberación-Tupamaros en Uruguay. En Argentina, el Che participó en la constitución del Ejército Guerrillero del Pueblo, confiando el mando a Jorge Masseti, director de Prensa Latina hasta 1961, la agencia de noticias que surgió al calor de la Revolución cubana. El grupo guerrillero se estableció en la provincia de Salta, pero fracasó. Todos sus integrantes fueron abatidos o apresados y Masseti, Comandante Segundo, desapareció en la selva, probablemente asesinado.
Después de estos fracasos, el Che consideró que África reunía las condiciones para organizar un amplio movimiento revolucionario. Decide apoyar a la guerrilla que lucha contra el coronel Mobutu. La República Democrática de Congo se encuentra en mitad de una guerra civil después del asesinato de Patrice Lumumba, fusilado y descuartizado en 1961 con la complicidad de agentes de la CIA y del servicio secreto belga tras anunciar la nacionalización de los yacimientos mineros. En 1965, el Che escribe la famosa carta a Fidel, donde renuncia a sus cargos en Cuba e incluso a su ciudadanía para partir hacia un nuevo frente de batalla: “Siento que he cumplido la parte de mi deber que me ataba a la Revolución cubana en su territorio y me despido de ti, de los compañeros, de tu pueblo, que ya es el mío. Hago formal renuncia de mis cargos en la Dirección del Partido, de mi puesto de ministro, de mi grado de Comandante, de mi condición de cubano. Nada legal me ata a Cuba, sólo lazos de otra clase que no se pueden romper como los nombramientos. […] Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos. […] …si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para ti. […] Hasta la victoria siempre. ¡Patria o muerte!” No conviene pasar por alto el fragmento donde el Che intenta deshacer los rumores sobre sus discrepancias con Fidel: “He estado identificado siempre con la política exterior de nuestra Revolución y lo sigo estando”. No olvida mencionar a su familia, fundiendo sus emociones con sus creencias revolucionarias: “No dejo a mis hijos y mi mujer nada material y no me apena: me alegra que así sea. No pido nada para ellos pues el Estado les dará lo suficiente para vivir y educarse”.
El Che escribe otra carta –esta vez privada- dirigida a sus padres: “Vuelvo a sentir de nuevo, en mis talones, los flancos de Rocinante. […] Creo en la lucha armada como única solución para los pueblos oprimidos que quieren liberarse y soy consecuente con mis ideas […] Ahora, una voluntad que he pulido con la perfección de un artista, mantendrá mis piernas cansadas y mi pecho fatigado. Iré hasta el límite”. Si hay tensiones entre Fidel Castro y el Che no se aprecia, pues ambos organizan la infiltración en la República Democrática del Congo, con la cooperación de los servicios secretos cubanos. El Che entra en el país con el nombre falso de Ramón Benítez, pero escoge el sobrenombre de «Tato». Tato significa tres en suajili, que será su posición jerárquica entre los 150 voluntarios cubanos, todos negros. El líder anticolonialista y presidente de Tanzania Julius Nyerere le recibe en secreto en Dar es Salaam. Cuando llega a los campamentos guerrilleros, le atiende Laurent-Désiré Kabila, por aquel entonces un líder de segunda categoría. La indisciplina, las divisiones internas, las diferencias culturales y los problemas con el idioma, provocan una derrota tras otra. Tanzania retira su apoyo, desbordada por sus propios problemas. El 20 de noviembre de 1965 el Che se retira, huyendo de un cerco que se estrecha, gracias a los mercenarios blancos que luchan con Mobutu. Describe la maniobra como “una fuga vergonzosa” y anota en su diario: “Esta es la historia de un fracaso”. Seis voluntarios cubanos han muerto bajo sus órdenes y los rebeldes han quedado a merced del gobierno. “No hubo un solo rasgo de grandeza en esa retirada”, reconoce el Che, consternado. Mobutu toma el poder y establece una brutal dictadura que se prolongará 30 años.
BOLIVIA
El Che pasa un tiempo en Tanzania y, más tarde, se oculta en un apartamento en Praga durante cinco meses. Protegido por el servicio secreto cubano, escribe sobre el manual oficial de Economía Política de la Unión Soviética, mostrando su desilusión por la deriva de los rusos hacia formas atenuadas de capitalismo. De vuelta a Cuba, debate con Fidel Castro la elección del próximo frente. Por su posición geográfica y sus características, Bolivia parece el lugar adecuado. Se encuentra en el centro de Sudamérica, limita con cinco países (Argentina, Brasil, Chile, Perú y Paraguay) y la mayor parte de un territorio de algo más de un millón de kilómetros cuadrados está desierto. Sus cinco millones de habitantes se concentran en un exiguo 10%. Al igual que en Sierra Maestra, la guerrilla podría moverse con una relativa libertad en la zona deshabitada del país, mientras propaga la consigna de la revolución por las naciones limítrofes, con la esperanza de crear una onda expansiva que recorra toda América Latina.
El 3 de noviembre de 1966, sortea los controles del aeropuerto de La Paz. El país está sometido por la dictadura militar del general René Barrientos, que había accedido al poder por un golpe de estado. El Che se ha afeitado la barba y parte de la cabeza, simulando una calvicie inexistente. Detrás de unas gafas de pasta negra, se presenta como Adolfo González Mena y justifica su viaje, alegando que pretende realizar un estudio para la OEA sobre la economía y la sociedad boliviana. El 7 de noviembre de 1966 se reúne con la guerrilla cerca del río Ñancahuazú, una zona de selva y montaña muy próxima a la cordillera de los Andes. Comienza su famoso Diario. Está al mando de 16 cubanos, 26 bolivianos, 3 peruanos y 2 argentinos. Combatirán bajo las siglas ELN, Ejército Nacional de Liberación. Les acompañan Tamara Bunke y Régis Debray. Tamara se hace llamar “Tania” en recuerdo de Zoja Kosmodemjanskaja, la partisana soviética que luchó valerosamente contra los nazis con el mismo sobrenombre. Régis Debray es un intelectual francés fuertemente influido por Louis Althusser que colabora con la Revolución cubana desde 1960. La boliviana Loyola de Guzmán, con sólo 24 años, se encargará de ser el enlace con la guerrilla urbana. El 31 de diciembre el Che se entrevista con Mario Monje, secretario general del Partido Comunista de Bolivia. Monje exige el mando, pues considera que un extranjero no pude estar a la cabeza de la guerrilla. El Che se niega. Se separan con la promesa de continuar el diálogo, pero Monje no regresará. Es el primer revés importante.
El Che transforma el campamento de Ñancahuazú en una base militar, con silos para almacenar alimentos, un horno de pan y una pequeña armería. No olvida que el fracaso del Congo estuvo influido por el desconocimiento del suajili y empieza a estudiar quechua. El 11 de marzo de 1967, dos bolivianos desertan y les denuncian a las autoridades. Poco después, comienza el hostigamiento del ejército, que moviliza a 5.000 hombres con instructores norteamericanos. Comienzan las bajas. El 20 de abril son capturados Régis Debray y Ciro Bustos. Su actitud aún es objeto de polémica. Al parecer, los dos se derrumbaron. Ciro Bustos dibujó hasta las caras de sus compañeros para facilitar su identificación. No está claro si llegaron a ser torturados. Ambos fueron condenados a 30 años, que no cumplieron gracias a la presión internacional. Fueron liberados en 1970.
MENSAJE A LOS PUEBLOS DEL MUNDO
El 17 de abril de 1967, Granma publica el Mensaje a los Pueblos del Mundo a través de la Tricontinental, escrito poco antes de partir hacia Bolivia. El Che denuncia la brutalidad del imperialismo norteamericano en Corea y Vietnam. Evoca la crisis de los misiles, manifestando su preocupación por la amenaza que representó el conflicto para la paz mundial. Se ha dicho que en una entrevista con el Daily Worker, el Che se mostró partidario de utilizar armas nucleares contra Nueva York y otras ciudades norteamericanas, pero en este pasaje de su Diario no oculta su inquietud por “un incidente que pudo haber provocado una guerra de incalculables proporciones”. El Che utiliza un tono parecido cuando habla del sufrimiento del pueblo vietnamita. No es suficiente ser solidario. “Hay que correr la misma suerte; acompañarlo hasta la muerte o la victoria”. No parecen las palabras de un hombre indiferente al dolor humano. El Che señala que, gracias a la resistencia del pueblo vietnamita, “matar deja de ser el más cómodo negocio de los monopolios”. Estados Unidos pierde dinero con su intervención militar en Vietnam, algo semejante a lo que ha pasado décadas más tarde con Afganistán e Irak. El Che apunta que la ONU se ha convertido en una organización con “una ineficiencia rayana en el ridículo o en lo trágico”. Advierte que el fin del colonialismo no evitará la irrupción de un “neocolonialismo económico”. Predice que Estados Unidos no renunciará a su “pretendido derecho a intervenir en cada lugar del globo en el que sus monopolios olfateen buenas ganancias o la existencia de grandes reservas de materias primas”. Cita al sacerdote católico colombiano Camilo Torres Restrepo, precursor de la Teología de la Liberación, que entendió la necesidad de conjugar marxismo y cristianismo. Su participación en la lucha armada le costó la vida en su primer combate. Nos ha dejado una frase famosa: “Si Jesús viviera, sería guerrillero”.
Hay que seguir el camino de Vietnam, afirma el Che. América Latina, con una lengua y una identidad cultural que trasciende la división en países, debe crear “un segundo o un tercer Vietnam” y el resto del mundo debe seguir su ejemplo. “Hay que tener en cuenta que el imperialismo es un sistema mundial, última etapa del capitalismo, y que hay que batirlo en una gran confrontación mundial”. No conviene hacerse ilusiones sobre las posibilidades de un cambio pacífico. No será posible conseguir la libertad sin combatir. “Hay que estar preparado para resistir las represiones más violentas”. Por eso, la victoria sólo podrá alcanzarse con “un verdadero internacionalismo proletario”. Sólo hay una causa: “la redención de la humanidad”. “Cada gota de sangre que se derrame en un territorio bajo cuya bandera no se ha nacido, es experiencia que recoge quien sobrevive para aplicarla luego en la lucha por la liberación de su lugar de origen. Y cada pueblo que se libere, es una fase de la batalla por la liberación del propio pueblo que se ha ganado”. El Che cita a Fidel Castro para explicar la magnitud del combate que se avecina: “Qué importan los peligros o sacrificios de un hombre o de un pueblo, cuando está en juego el destino de la humanidad”. Y finaliza con una premonición y un llamamiento a continuar la lucha, pese a cualquier adversidad: “En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte, bienvenida sea, siempre que nuestro grito de guerra haya llegado hasta un oído receptivo y otra mano se tienda para empuñar nuestras armas, y otros hombres se apresten a entonar los cantos luctuosos con tableteo de ametralladoras y nuevos gritos de guerra y de victoria”.
18 HORAS EN LA ESCUELA DE LA HIGUERA
Se ha dicho que el pueblo boliviano no apoyó a la guerrilla, pero el 24 de junio los mineros de los yacimientos de estaño, estimulados por lucha revolucionaria que desafía al general Barrientos, ocupan las explotaciones. El Ejército boliviano responde disparando contra los huelguistas. Mueren 26 mineros. El crimen será recordado como “la masacre de San Juan”. Mientras tanto, continúan las escaramuzas. La guerrilla se ha dividido en dos columnas desde el 3 de abril por una decisión estratégica del Che. El 31 de agosto una emboscada en el Vado del Yeso extermina al grupo de “Joaquín” (Juan Acuña Núñez) donde se encuentra Tania, que muere mientras cruza el río. Una bala le destroza el pecho. Las circunstancias de su muerte aún se discuten. Algunos afirman que intentó disparar su fusil, pero otros aseguran que sólo llevaba una pistola y no tuvo tiempo para desenfundarla. De hecho, algunos mantienen la versión de que el Che había resuelto su evacuación por su deterioro físico y evitaba exponerla a los riesgos del combate. Su presunta relación como amantes sólo es una leyenda que no se apoya en ningún dato contrastable.
La columna del Che sufre otra emboscada al salir del caserío de La Higuera. El Che propone a los supervivientes dejar la lucha, advirtiéndoles que les espera la muerte. Sin víveres ni medicamentos, con cuatro heridos y cinco enfermos, todos –salvo uno- se manifiestan partidarios de continuar peleando. El 8 de octubre más de trescientos hombres del ejército boliviano les rodean en la Quebrada del Churo. El Che envía a los enfermos por delante, intentando contener al enemigo para facilitar su huida. Sólo quedan 17 hombres, de los que únicamente sobrevivirán cinco, entre ellos Harry Villegas (Pombo), según el cual el Che “pudo escapar, pero traía un grupo de gente enferma que no se podía desplazarse a la misma velocidad que el resto”. El Ejército boliviano cerró el cerco muy despacio y eso permitió a los enfermos huir. El Che ayudó mientras pudo a Juan Pablo Chang, “Chino” (“siempre modesto, siempre sonriente, jamás flaqueó”), que había perdido las gafas y había resultado herido. Juan Pablo Chang era peruano y se ajustaba más al perfil del intelectual que al de guerrillero. Sin las gafas, apenas podía distinguir bultos y nunca se había caracterizado por su complexión atlética. El Che permanece a su lado hasta que las ametralladoras les dispersan, obligándoles a buscar cobijo. Una ráfaga de fusil automático hiere al Che en la pierna derecha y destruye su carabina M‑2 a la altura de la recamara. Juan Pablo Chang consigue huir, pero es capturado al día siguiente. Simeón Cuba, “Willy”, un guerrillero boliviano, ayuda al Che, que jadea por el asma. Cuando están a punto de rebasar una pendiente de 60 metros, tres soldados les encañonan. Aún se discute si la pistola que llevaba el Che llevaba munición o no. Hay diferentes versiones imposibles de verificar. Fidel Castro se inclina por la teoría de que había perdido el cargador. “Sólo eso explica que lo capturaran vivo”. Sí hay consenso en la breve conversación que mantuvo con los soldados. Dirigiéndose al cabo, le preguntó su nombre: “¿Cómo te llamas?”. “Cabo N. Balboa Huayllas”, contesta el militar. “Qué lindo nombre para un comandante guerrillero”. Después de intercambiar estas palabras, el Che comparte sus cigarrillos Astorga.
Trasladado con Simeón Cuba a la escuela de La Higuera, un pueblo compuesto por 30 casas de adobe y 500 habitantes, se registra la mochila del Che y se encuentran su Diario. Su letra apresurada ha anotado las incidencias cotidianas del combate en un cuaderno verde y una agenda alemana. El Che permanece 18 horas en la escuela, sin saber qué le espera. Juan Pablo Chang también se encuentra en La Higuera. Está malherido y algunos soldados se refieren a él como “el ciego”, burlándose de su vulnerabilidad. Después de consultar con Washington, los generales bolivianos deciden asesinar al Che. Se lo comunican el agente de la CIA Félix Ismael Rodríguez, cubano anticastrista, y el coronel Zenteno. El Che escucha la sentencia con ese «fatalismo de combatiente» que le acompaña desde sus primeros viajes por América Latina. Después, le sacan unos momentos al exterior y le fotografían, mostrando al mundo su melena enmarañada y sucia, su visible agotamiento, sus ojos afiebrados y empequeñecidos por la falta de sueño y la inevitable angustia ante la perspectiva de la muerte. El Che evita mirar a la cámara.
Pide hablar con la maestra del pueblo, que accede. Se trata de Julia Cortez. Copio su relato del encuentro:“-Ah, usted es la maestra. En Cuba no hay escuelas como ésta. Para nosotros esto sería una prisión. ¿Cómo pueden estudiar aquí los hijos de los campesinos? Esto es antipedagógico.-Nuestro país es pobre.-Pero los funcionarios del gobierno y los generales tienen automóviles Mercedes y abundancia de otras cosas… ¿verdad? Eso es lo que nosotros combatimos.-Usted ha venido de muy lejos a pelear en Bolivia.-Soy revolucionario y he estado en muchos lugares.-Usted ha venido a matar a nuestros soldados.-Mire, en la guerra se gana o se pierde”.
En la mañana del 9 de octubre, Simeón Cuba y Juan Pablo Chang son fusilados. Poco después, se acaba con la vida del Che. El suboficial Mario Terán se ofrece voluntario. Alega que ha perdido tres compañeros y quiere venganza. Félix Ismael Rodríguez le instruye, indicándole que dispare al cuerpo y no a la cabeza para simular una muerte en combate. Mario Terán contó en 1977 a Paris Match su versión de los hechos: “Cuando llegué, el Che estaba sentado en un banco. Al verme dijo: ‘Usted ha venido a matarme’. Yo me sentí cohibido y bajé la cabeza sin responder. Entonces me preguntó: ‘¿Qué han dicho los otros?’. Le respondí que no habían dicho nada y él contestó: ‘¡Eran unos valientes!’. Yo no me atreví a disparar. En ese momento vi al Che grande, muy grande, enorme. Sus ojos brillaban intensamente. Sentía que se echaba encima y cuando me miró fijamente, me dio un mareo. Pensé que con un movimiento rápido el Che podría quitarme el arma. ‘¡Póngase sereno —me dijo— y apunte bien! ¡Va a matar a un hombre!’. Entonces di un paso atrás, hacia el umbral de la puerta, cerré los ojos y disparé la primera ráfaga. El Che, con las piernas destrozadas, cayó al suelo, se contorsionó y empezó a regar muchísima sangre. Yo recobré el ánimo y disparé la segunda ráfaga, que lo alcanzó en un brazo, en el hombro y en el corazón. Ya estaba muerto”. Son las 13’10. Un suboficial y otro soldado entran a continuación y disparan contra el cadáver, con sadismo y ensañamiento. Mario Terán no recibió la recompensa que le prometieron (un reloj y un viaje a West Point), pero cuarenta años más tarde fue operado de cataratas por médicos cubanos durante las campañas de solidaridad con el gobierno de Evo Morales. Gracias a la intervención, recuperó la vista. Granma contó la noticia: “Mario Terán intentó con su crimen destruir un sueño y una idea, pero el Che vuelve a ganar otro combate. Y continúa en campaña”.
Durante la tarde del 9 de octubre, trasladan el cuerpo del Che al lavadero del hospital de Nuestro Señor de Malta en Vallegrande, utilizando un helicóptero. Se mantuvo expuesto el cadáver durante todo el día, inyectándole compuestos químicos para evitar la descomposición. Nadie se molestó en cerrarle los ojos. Se acercaron a contemplar los restos periodistas, soldados, campesinos, curiosos. A la noche siguiente, le cortan las manos y lo entierran en una fosa clandestina, con seis de sus camaradas, incluidos Simeón Cuba y Juan Pablo Chang. Se rumoreó que había sido incinerado, pero en 1995 una comisión de científicos anuncia que ha localizado los cuerpos. El prestigioso Equipo Argentino de Antropología Forense respalda el hallazgo. El 12 de julio se trasladan los restos de los guerrilleros a Cuba y son enterrados en un solemne acto oficial en el Memorial Ernesto Guevara de Santa Clara.
LA BRUTAL DICTADURA DE FULGENCIO BATISTA
Todavía se discuten aspectos de la captura y ejecución del Che. Se cuestionan la credibilidad de algunas conversaciones, se altera el orden de los hechos, se añaden o restan detalles. Sólo disponemos de los testimonios de los asesinos y de algunos vecinos de La Higuera. La mayoría ya han fallecido, salvo Félix Ismael Rodríguez, implicado en el escándalo Irán-Contra o Irangate en los ochenta, una turbia operación para financiar la guerra sucia contra el gobierno sandinista, que incluyó la venta de armas a Irán durante su guerra contra Irak. Es evidente que la palabra de Félix Ismael Rodríguez nunca será transparente ni fiable. Al margen de las polémicas históricas, resulta deprimente navegar por Internet y descubrir la beligerancia contra una figura emblemática de la izquierda, degradada a icono de moda y, desde hace unos años, acusada de terrorismo sanguinario. Ninguna revolución se lleva a cabo sin violencia. La violencia es deplorable, pero la pobreza, el hambre, el analfabetismo y la desigualdad son mucho más ultrajantes. Sin el avance del Ejército Rojo y el desembarco de Normandía, Hitler habría mantenido su hegemonía en Europa. Ni siquiera nuestra imaginación tolera esa posibilidad. Los juicios de Núremberg sirvieron de fundamento jurídico para crear la Corte Penal Internacional. La creación del concepto de crímenes contra la humanidad surgió del horror suscitado por la barbarie nazi. La postguerra no fue perfecta, pero la guerra fue necesaria. Eso sí, no hay que engañarse. Estados Unidos intervino por razones estrictamente económicas y no por salvar al mundo del fascismo.
Fulgencio Batista no habría caído sin una guerrilla revolucionaria. El artículo sobre Batista en la versión castellana de la Wikipedia pasa de puntillas sobre los crímenes de su dictadura. Hay que acudir a la versión inglesa para acercarse a la verdad. El historiador norteamericano Arthur Meier Schlesinger afirma que “la corrupción del gobierno, la brutalidad de la policía, la indiferencia del régimen a las necesidades de la población en materia de educación, atención médica, vivienda, justicia social y económica constituían una invitación abierta a la revolución”. Schlesinger no es un radical. Es cierto que dimitió de su cargo como asesor de John F. Kennedy cuando se produjo la invasión de Bahía de Cochinos, pero su trayectoria posterior ha incluido fuertes críticas al multiculturalismo y una moderación reacia a cualquier actividad revolucionaria. La versión inglesa de Wikipedia nos relata las corruptelas de Batista para incrementar su fortuna personal, mientras el pueblo cubano se hundía en una miseria cada vez más trágica. Batista colaboró con la mafia en la explotación del juego, la droga y la prostitución, consolidó los privilegios de los terratenientes que poseían las mayores plantaciones de azúcar y defendió los intereses comerciales de las multinacionales norteamericanas, a costa de la soberanía de su propio país.
Su política alentó las protestas estudiantiles y el descontento de una población humillada y hambrienta. Batista respondió con una poderosa policía secreta que empleó una brutalidad desmedida, secuestrando, torturando y asesinando a los opositores y sus familias. Muchas veces organizó ejecuciones públicas para intimidar y propagar el pánico. Estados Unidos respaldó su dictadura con armas y asistencia política y militar. La Wikipedia en versión inglesa establece la cifra de 20.000 víctimas en siete años de terror. Invito a leer el texto, que apoya todos sus datos en fuentes contrastables, pero no me resisto la tentación de rescatar una cita de John F. Kennedy: “Creo que no hay ningún país del mundo donde la colonización económica, la humillación y la explotación sean tan intolerables como en Cuba. Es una de las dictaduras más sangrientas y represivas en la larga historia de represión de América Latina. Hasta cierto punto, Batista es la encarnación de los pecados de Estados Unidos. Ahora estamos pagando por esos pecados”. Batista copió los métodos del colonialismo español, sembrando las calles de cadáveres, a veces horriblemente mutilados. Es sobrecogedor escuchar a Zoé Valdés elogiando la figura del dictador: “Hizo muchas cosas buenas por su país”. Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, ha llegado a decir que en 1959 Cuba era uno de los países más prósperos de la zona. No sé si se refiere a los más de 11.000 burdeles que ofrecían sexo barato a los turistas norteamericanos, muchas veces explotando a menores acuciadas por el hambre y la desesperación. Hay evidencias incontestables de la complicidad entre Batista y la Mafia. En cuanto a la supuesta prosperidad, la atención sanitaria y la educación eran recursos inaccesibles para la gran mayoría.
LOGROS (Y PENALIDAES) DE LA REVOLUCIÓN CUBANA
Se acusa a Fidel Castro y la Revolución cubana de ser responsables de la muerte de 70.000 personas, pero no hay ninguna prueba que respalde esta gravísima acusación. Si existieran indicios consistentes o evidencias irrecusables, la Corte Penal Internacional habría ordenado la detención de Fidel Castro, como hizo en 2009 con Omar al Bashir, presidente de Sudán y acusado de exterminio, tortura, violación y ataques a la población civil. La actitud de la Corte Penal Internacional corrobora la decisión de Naciones Unidas, que en 2007 borró a Cuba de la lista de países donde se apreciaban presuntas violaciones de derechos humanos. La capacidad del gobierno cubano de influir en estas resoluciones es insignificante, pues Cuba es un país pequeño y empobrecido, que aún no se ha recuperado de la grave crisis económica de 1991, cuando perdió a sus socios comerciales del Este. Conviene recordar que Cuba soporta un embargo comercial, económico y financiero desde octubre de 1960, cuyo efecto prolongado ha influido trágicamente en el estrangulamiento de su desarrollo. Además, se le han cerrado las puertas del crédito internacional. Sin embargo, esos obstáculos no han impedido que en el 2009 el Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas situara a Cuba en el puesto 50 en una lista de 177, superando a México y a Brasil. Cuba mantiene un compromiso con la infancia que le ha permitido garantizar a sus niños y niñas una educación universal y gratuita, sin ninguna clase de excepción o discriminación. Cuba fue el primer país de América Latina que erradicó el analfabetismo y actualmente posee la tasa de mortalidad infantil más baja del continente, por debajo incluso de Canadá y Estados Unidos. Las chabolas que salpicaban el paisaje urbano y rural en tiempos de Batista han desaparecido. Las viviendas son modestas, pero reúnen las condiciones básicas de dignidad y salubridad. Según UNICEF, es el único país de América Latina sin desnutrición infantil ni “niños de la calle”. Si lo comparamos con el resto de las naciones, descubrimos que es el país con el mayor número de médicos y maestros desempañando tareas humanitarias en el extranjero. En 47 años, más de 160.000 cooperantes se han implicado en campañas de alfabetización y asistencia médica en el Tercer Mundo. El respeto por el medio ambiente y las políticas a favor de la mujer colocan a Cuba entre los países más escrupulosos en estas materias. La supuesta homofobia institucional que refleja la película Fresa y chocolate (Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Taibo, 1994) no se corresponde con su programa de operaciones gratuitas para reasignación de sexo. Eso sí (y no es un detalle irrelevante), Cuba debería suprimir la pena de muerte de su legislación, un castigo inhumano e innecesario que daña seriamente su imagen internacional.
EL LEGADO DEL CHE
Ernesto Che Guevara no era un líder pacifista, sino un revolucionario que creía en la necesidad de la lucha armada. En Sierra Maestra, combatió contra las tropas de Batista y conoció y soportó toda la crudeza de la guerra. Es imposible derrocar una dictadura sin disparar un fusil. Si reprobamos sus actos como combatiente, tendremos que condenar también a figuras como Simón Bolívar, que el 15 de junio de 1813 firmó la famosa proclama de “Guerra a Muerte” contra los realistas españoles. Algunos consideran que el documento refleja una horrible crueldad, pero no se me ocurre otra forma de defender a los pueblos de América Latina de los crímenes perpetrados por los jefes realistas después de la caída de la caída de la Primera República en 1812. La matanza de republicanos adquirió una magnitud tan desorbitada que el abogado Francisco de Heredia, fiel a la causa monárquica y regente de la Real Audiencia de Caracas, imploró que cesaran las ejecuciones, sin conseguir nada. Simón Bolívar entendió que la independencia exigía transitar por caminos difíciles e ingratos y ordenó actuar con la máxima dureza. “Todo español que no conspire contra la tiranía a favor de la causa justa, por los medios más activos y eficaces, será tenido por enemigo, y castigado como traidor a la patria y, por consecuencia, será irremisiblemente pasado por las armas”. La guerrilla de Sierra Maestra jamás se mostró tan implacable. De hecho, los prisioneros recibían atención sanitaria y jamás se planteó su ejecución. Sólo se ejecutó a traidores y a bandoleros que aprovechaban la guerra para cometer robos, asesinatos y violaciones. Los juicios de la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña no son más reprobables que la justicia aplicada por los países vencedores en la Segunda Guerra Mundial. El aparato represivo de Batista actuó con la misma crueldad que la Gestapo en los países ocupados y la indignación popular exigía una reparación por los incontables casos de torturas, desapariciones y ejecuciones extrajudiciales.
Ernesto Che Guevara conserva intacto su carisma. La foto de Alberto Korda no habría circulado por el mundo, logrando convertirse en un símbolo universal, si no expresara algo esencial: el deseo de liberarse de la opresión, la injusticia, la pobreza, el hambre, la exclusión. El Che sobrevive una y otra vez a los ataques de sus enemigos porque encarna la voluntad de resistencia, la moral del combatiente revolucionario, la obstinación del que no se resigna a ser explotado y humillado. Los jóvenes seguirán buscando su ejemplo, interesándose por su peripecia, leyendo sus diarios y reflexiones, interrogándose sobre la necesidad de no claudicar, aprendiendo que las derrotas sólo son definitivas, cuando renuncias a seguir luchando, asumiendo que ningún cambio social importante puede producirse sin sacrificios individuales y colectivos. El culto a la personalidad no agradaba al Che. Nunca pretendió ser un mito. Los mitos exaltan al individuo y el Che entendió su vida como un servicio a la comunidad. Cuando el Subcomandante Marcos afirmó que detrás de su pasamontañas se encontraban todos los hombres y mujeres identificados con la tarea de construir un mundo donde quepan muchos mundos, un mundo sin desigualdades ni discriminaciones, un mundo plural y solidario, reflejó el verdadero anhelo del Che. Ser un revolucionario significa ser muchos hombres y muchas mujeres, reemplazar el Yo por el Nosotros, sin excluir ni olvidar a nadie. Ser un revolucionario significa comprender que la liberación de la humanidad no se consumará hasta que todos los pueblos concierten sus ilusiones y sus esperanzas en una lucha común, internacional, socialista. El Che desbrozó el camino y, aunque en algunos lugares hayan crecido las malas hierbas, aún se puede contemplar el surco que dejó a su paso. No es un camino sencillo, pero es un camino necesario. Al final, se encuentra un sueño insensato, pero posible. El sueño de un mundo sin niños hambrientos, pueblos esclavizados, trabajadores explotados, jóvenes sin empleo ni futuro, familias desahuciadas, enfermos abandonados a su suerte y escuelas desatendidas, con pizarras rotas y suelo de tierra, semejantes a las de La Higuera. Si renunciamos a ese anehlo, sólo cabrá resignarse a vivir cercados por “los heraldos negros que nos manda la Muerte”. Merece la pena apostar por ese sueño. Fue el sueño del Che. Debe ser nuestro sueño. Y si alguna vez dudamos, sólo tenemos que abrir los ojos y contemplar la extensión del sufrimiento. Ya no podremos cerrarlos y no escuchar el lamento de los infortunados.
RAFAEL NARBONA
2 respuestas
Muy interesante, porque aporta bastante a el conocimiento adquirido, como lector, es agradable refrescar la memoria.
Extraordinariamente relevante