Entrevista de Gara a Periko Solabarria
Cura obrero, abertzale íntegro y militante. Es un ejemplo de luchador. Es el «lehendakari» de Lutxana, como le dicen sus vecinos, a los que saluda uno a uno. Es quizá lo que más define su labor en esa intensa vida. Tiene 82 años y sigue luchando «como antes», a pesar de que sufrió la represión franquista de manera intensa. Es uno de los «imprescindibles», sin duda. Para él, la calle es la manera de llamar la atención y de «romper con los mensajes que lanzan los poderosos» y «sus cómplices, los gobiernos, que son sumisos a los intereses del poder. No hacen nada por favorecer al pueblo», señala preocupado.
Fue parlamentario entre 1979 y 1982 por Herri Batasuna, junto a Telesforo de Monzón, de lo que se siente muy orgulloso y trabajó en todas las grandes obras de construcción en Bizkaia desde el Puente de Rontegi al tren de laminación de AHV donde está el BEC y otras muchas. Encierra una enciclopedia viviente de la evolución política y económica de Euskal Herria y de la lucha de la clase trabajadora, a la que pertenece con orgullo. Llama a la huelga general del 29 de marzo y admite que «o nos movemos, o nos quedamos sin aquellas conquistas que costaron sangre, sudor y lágrimas». Lo dice con orgullo y viendo que Ezkerraldea y Mehatzaldea han pasado de ser el germen de la industrialización vasca a «una terrible desertización ante la complacencia de los gobiernos».
¿Cómo ve en estos momentos las condiciones laborales?
Hay un desengaño, una marcha atrás terrible. Una situación sangrante, dura y dolorosa. Hay una cantidad de gente que no se vé lo que está sufriendo y padeciendo en la precariedad, en la exclusión social, en la pobreza extrema. Están escondidos, pero están ahí, porque no les llega para comer y menos para tener una vivienda. Vivimos en una situación caótica, una situación de extrema dureza, una marcha para atrás terrible. Desde la firma del Pacto de Toledo (a mediados de los años noventa), que fue un hachazo que se dio a los trabajadores, después se ha abundado en los recortes en el Estatuto de los Trabajadores y con las sucesivas reformas laborales.
¿Vamos a peor?
Sí. Nos están haciendo mucho daño desde el sistema capitalista y la banca. La Europa de los Mercados es la que ordena y manda, son los dirigentes políticos de estos países los que obedecen ante los poderosos. La situación es terrible. Creo que es necesario que arda la Europa de los mercaderes para que la clase obrera recupere su posición.
Todas las reformas han recortado derechos a los trabajadores, la última del Gobierno del PP ¿es la peor?
Así es. El despido ha sido prácticamente libre desde que se redactó el Estatuto de los Trabajadores. Cuando iba a defender a los trabajadores, cuando estaba trabajando en las obras, veía que el patrón podía despedir a cualquiera. Al principio, tenías derecho a escoger si volver o no; ahora ya no. A base de dinero compra y manda para casa a los trabajadores. Cada vez está peor. Nos quieren desposeer de nuestra dignidad. No puede ser. Nos tenemos que alzar contra todos estos capitalistas que nos explotan y nos dejan en la pobreza.
Desde su conocimiento, ¿cómo está Ezkerraldea?
Se ha convertido en una zona de servicios, ya casi no queda industria. La han desmantelado. Tanto en Mehatzaldea como en Ezkerraldea. Han desertizado la industria. Babcock, General Eléctrica, Aurrera, AHV, La Naval y Euskalduna han desaparecido. Son miles y miles de trabajadores a los que les han echado de una manera siniestra. No se ha recuperado esta zona. Ahora sigue el mismo camino con, entre otras, Grúas Aldaiturriaga y Konecta, que es una subcontrata de Iberdrola que se carga los empleos y obliga a las mujeres a ir a Barcelona si no quieren perder el puesto de trabajo. Tienen libertad de despido. Estamos en un momento terrible y tenemos que pararlos, por lo menos ponernos en pie, luchar para que la clase trabajadora resurja, porque es el principal valor de un pueblo.
¿Se está disipando la conciencia obrera?
Ha disminuido, porque los sindicatos, sobre todo los de ámbito español, no tienen ese sentido de la lucha y de tomar la calle. Hacen manifestaciones muy ordenadas. Pero, fíjate, en Ezkerraldea hay más de 20.000 personas en paro, más de 40.500 personas tienen un trabajo en precario con un sueldo inferior a 900 euros y, además, casi 52.000 hogares sufren situaciones de pobreza o tienen muchas dificultades para llegar a fin de mes. Los gobernantes no hacen nada. Hemos pasado de una sociedad industrial pujante a una economía de servicios que está arruinando a la mayoría de la población de Ezkerraldea. Tenemos que alzarnos. En el Megapark, por ejemplo, hay grandes superficies que iban a ser las salvadoras del empleo. Trabajan 1.350 personas por sueldos un 30% inferiores al salario marcado por el convenio provincial, trabajan más horas y son más pobres. Ikea conmemoró el séptimo aniversario hace unos días. Tuvo 130 millones de beneficio, pero ha despedido a 42 personas en un año y el 65% de la plantilla trabaja con contratos a tiempo parcial con salarios inferiores a 500 euros.
¿Cómo se puede pasar de una Ezkerraldea puntera en la industria a vivir en una crisis casi perpetua?
Fue cuando Felipe González llevó adelante la reconversión industrial. Europa decidió que algunas empresas no eran ren- tables y que era mejor llevarlas a otra parte. Hubo una lucha obrera grande, en la calle, y la más importante fue en el astillero Euskalduna. Allí se puso en pie la clase trabajadora. Fue combativa. Frente a frente con la Policía. Fue una lucha ejemplar. En AHV se hizo menos. Se fueron a Madrid andando, pero no resultó igual.
Precisamente este año se cumplen 20 años de la «marcha de hierro» contra el desmantelamiento de Altos Hornos.
Así es. Cuando vas a Sestao y ves la «Plaza Roja», que es donde nos reuníamos los trabajadores, donde se hacían los grandes mítines, se lanzaba las actuaciones para parar en las huelgas, hoy, sin embargo, es una plaza de recreo. Allí hubo mucha reunión se repartían las octavillas, se planificaba. Era el «pequeño Moscú» de Ezkerraldea. Lo mismo pasó en Mehatzaldea. Mi padre era barrenador, minero. Todos esos vestigios en Triano han desaparecido. Los han quitado. Tal vez están avergonzados de lo que ha habido allí.
¿Qué recuerda de eso?
La explotación que sufrían y la lucha. Me acuerdo de que mi padre me decía que trabajaban en verano 13 horas, aprovechaban la luz del sol. Era barrenado a los 17 años, pero es que a los 13 años ya estaba trabajando con el pico y llevando agua. Han querido que desapareciera y en Triano donde viví han puesto el campo de golf, lo que demuestra esa imagen. Por allí, desde las minas, se bajaba por todos los pueblos en manifestación en los tiempos de Dolores Ibarruri, que era del tiempo de mi padre, dos años mayor. Con 15 años era una batalladora, una luchadora. Su compañero era barrenador, como mi padre. Luego mi padre trabajó en Altos Hornos, igual que otros muchos mineros.
¿Tiene esperanza en recuperar el espíritu de lucha?
Hay que volver. Creo que en la calle hay que tener más presencia. Hay que tener el orgullo de Grecia. Cada uno donde pueda, pero que se nos vea en la calle. Hay que tener presencia. Hay que denunciar, en grupos grandes o en pequeños. Hay que estar ahí. Hay que hacer una denuncia fuerte y hay que ser combativos. Porque nos están ganando la batalla por la pasividad que hay. Los sindicatos, sobre todo los estatales, son correa de transmisión de los gobiernos porque les inyectan dinero, están a sus órdenes.
¿Hay motivos para secundar la huelga el próximo 29 de marzo?
Hay muchos motivos. Tenemos que salir y luchar. Si no salimos ahora, no vamos a hacerlo nunca. El sistema nos está atenazando, nos ahoga. Tenemos que recuperar la respiración, pero solo se consigue con la lucha. Los poderosos tienen todos los medios para distraernos con la televisión, el fútbol, etc. El dictador Franco ponía la corrida de toros a mediodía el Primero de Mayo. Se trata de distraernos. No podemos caer en el juego de los poderosos y de los gobiernos vendidos al capitalismo feroz.
Usted está integrado en el colectivo Berri Otxoak que ocupa la calle un día sí y otro también.
Sí, en Berri-Otxoak, en las asambleas de parados, etc., se hace un trabajo social importante. No hay que quedarse en casa, porque quienes nos dejan en la pobreza y desprotegidos quieren que no se vea el destrozo social que están provocando. Ocupamos un cajero de BBK, nos difrazarmos de pingüinos para decir que nos dejan helados con los recortes y, entre otras, conmemorar el golpe de estado de Tejero para denunciar que la reforma laboral es un golpe de estado contra los derechos sociales y laborales.
¿Dónde vivía usted?
Yo vivía en un sótano en Barakaldo. Veía las piernas de la gente, pero allí nos juntábamos. A mi casa venía Nicolás Redondo, los Tueros, los Ibarrolas, el padre del lehendaki Patxi López, Txabi Etxebarrieta. Allí coincidíamos. Mi casa era el centro de la conspiración en la época franquista, el baluarte de centro de resistencia. Me detuvieron muchas veces. Pertenecía a la parroquia de Santa Teresa de Barakaldo. En una ocasión decidimos poner una pintada en el Primero de Mayo: «Arriba los trabajadores. Democracia popular». Se montó una buena, al día siguiente.
¿Cuáles son las huelgas que más recuerda en esos tiempos?
En Bandas de Etxebarri (actual Arcelor Mittal) estuvieron seis meses en huelga. Nosotros trabajábamos con la «vietnamita» para hacer copias de las octavillas. La que más recuerdo fue una huelga que hicimos a mediados de los setenta en la Construcción de Bizkaia. Paramos todo, yendo a cada obra, pero en Durango no pudimos hacer nada. Las mujeres de los trabajadores, mi compañera incluida, nos pidieron un autobús para ir. Alquilamos uno, fueron y pararon Durango. Les llamaban esquiroles. Pararon las obras, pero la Guardia Civil detuvo a todas. Les esperamos en la iglesia de Portugalete en asamblea. A las cinco de la tarde llegaron. Fue emocionante. Empezamos a gritar y me trajeron un tricornio de regalo.
¿Es cierto que se enteró que era parlamentario trabajando en las obras de Rontegi?
Sí, porque el recuento entonces era más largo. Me fui a dormir porque tenía que ir a la obra del Puente de Rontegi. Allí me enteré que era diputado por Herri Batasuna cuando vinieron los periodistas. Seguí trabajando allí y en otras obras, porque he estado en muchas. Recuerdo cuando fuimos a recoger las credenciales a Madrid. Fuimos el día anterior: Telesforo de Monzón y Ortzi (Francisco Letamendia), y nos acompañó el ex director de Egin Xabier Sánchez Erauskin y Jokin Gorostidi. Cogimos el acta de diputados a la mañana en el hemiciclo. Telesforo se sentó en el asiento que ocupó en tiempos de la República como parlamentario del PNV. Me emociono recordándolo. Luego fuimos a la cárcel de Soria para intentar entregar allí las credenciales, porque los presos eran quienes debían tenerlas.