El domingo 11 de marzo se cumple un año del grave accidente nuclear de Fukushima Daiichi en Japón. Un accidente que alcanzó el nivel más alto 7 de la escala de accidentes nucleares.
Tras el accidente de Chernobyl, el de Fukushima es el más grave de los ocurridos en centrales nucleares.
A consecuencia del accidente más de 1.500 km² alrededor de la central tuvieron que ser desalojados. Hoy, todavía más de 80.000 personas continúan desplazadas de sus hogares, viviendo en casas prefabricadas y muchas de ellas jamás podrán volver a sus pueblos de origen.
Tras meses de trabajos y costosos procedimientos se ha logrado parar en frío los reactores 1,2 y 3, pero la inestabilidad sísmica en la zona continúa, poniendo en peligro la validez de estos trabajos. El gobierno japonés no puede hacer frente a todos los trabajos para paliar los desastres de la explosión. Hasta ahora, solo ha procesado el 5% de los 23 millones de toneladas de escombros y no sabe que hacer con los 28.000 millones de m3 de suelos contaminados.
Los trabajos de descontaminación durarán la friolera de 25 años, por lo menos.
En cuanto a las personas, se calcula que unas 7.000 recibieron altas dosis de radiación, dentro de 10 a 20 años, aumentarán los casos de cáncer y enfermedades inmunológicas en la zona.
De los 6 reactores de Fukushima, 4 no funcionarán más, y queda por saber que hacer con el 5 y el 6. De los 53 reactores que hay en Japón, ahora solo 2 están operativos, el resto están parados, bien por las afecciones del terremoto, por revisiones o por recargas de combustible.
Tras el accidente de Japón, la preocupación por el peligro que supone la energía nuclear se volvió a desatar en el mundo. Millones de personas se manifestaron en contra de este tipo de energía sucia y peligrosa.
Alemania y Suiza tomaron la determinación de su cierre progresivo, Italia rechazó en referéndum las centrales nucleares y China ha decretado la moratoria a sus proyectos.
Pero desgraciadamente en el Estado español hay quien no aprende, mejor dicho, no quiere aprender de este accidente nuclear.
El Gobierno, dentro del golpe de estado que ha decretado contra el medio ambiente, ha decidido prorrogar por otros 6 años más, la vida de la central nuclear más vieja, la de Garoña.
Garoña, una central inagurada por Franco y que ya ha cumplido 41 años, con este decreto puede llegar a cumplir casi 50. Una central que es gemela del reactor 1 de Fukushima, no solo en el aspecto técnico y de edad, sino que también se le parece en cuanto a problemas y deficiencias.
La vida de Garoña en estos 41 años ha estado plagada de incidentes, averías y accidentes.
Emisiones atmosféricas y nube radioactiva (1975), fugas de agua radioactiva (1981), chatarra radioactiva (2004), calentamiento del Ebro…
Una central vieja, que se encuentra muy próxima a grandes núcleos de población (Gasteiz 45 km. y Bilbo 80 km.) y cuyo aporte al sistema eléctrico apenas supone un 1’5%, siendo fácilmente de sustituir por energías renovables.
La única razón para prorrogar su vida es el negocio. Al estar amortizada desde hace 15 años, es muy rentable para sus propietarios, por ello el Gobierno (el anterior también) se pliega a los intereses de las eléctricas, en lugar de apostar por la seguridad de los ciudadanos.
No es de extrañar por lo tanto, que la totalidad de instituciones vascas (Parlamento V.; Diputaciones; Ayuntamientos..) se hayan pronunciado una y otra vez en contra de la prórroga de vida a esta vetusta central.
Y lo mismo hemos hecho los ciudadanos vascos, que mayoritariamente deseamos el cierre de la central de St. Mª de Garoña.
Por ello, hoy, miembros de Eguzki hemos procedido a pintar un gigantesco sol antinuclear – casi 2.000 m²- en la playa de La Concha, para exigir el cierre inmediato de Garoña y por que no queremos más Fukushima.
Tras el accidente de Chernobyl, el de Fukushima es el más grave de los ocurridos en centrales nucleares.
A consecuencia del accidente más de 1.500 km² alrededor de la central tuvieron que ser desalojados. Hoy, todavía más de 80.000 personas continúan desplazadas de sus hogares, viviendo en casas prefabricadas y muchas de ellas jamás podrán volver a sus pueblos de origen.
Tras meses de trabajos y costosos procedimientos se ha logrado parar en frío los reactores 1,2 y 3, pero la inestabilidad sísmica en la zona continúa, poniendo en peligro la validez de estos trabajos. El gobierno japonés no puede hacer frente a todos los trabajos para paliar los desastres de la explosión. Hasta ahora, solo ha procesado el 5% de los 23 millones de toneladas de escombros y no sabe que hacer con los 28.000 millones de m3 de suelos contaminados.
Los trabajos de descontaminación durarán la friolera de 25 años, por lo menos.
En cuanto a las personas, se calcula que unas 7.000 recibieron altas dosis de radiación, dentro de 10 a 20 años, aumentarán los casos de cáncer y enfermedades inmunológicas en la zona.
De los 6 reactores de Fukushima, 4 no funcionarán más, y queda por saber que hacer con el 5 y el 6. De los 53 reactores que hay en Japón, ahora solo 2 están operativos, el resto están parados, bien por las afecciones del terremoto, por revisiones o por recargas de combustible.
Tras el accidente de Japón, la preocupación por el peligro que supone la energía nuclear se volvió a desatar en el mundo. Millones de personas se manifestaron en contra de este tipo de energía sucia y peligrosa.
Alemania y Suiza tomaron la determinación de su cierre progresivo, Italia rechazó en referéndum las centrales nucleares y China ha decretado la moratoria a sus proyectos.
Pero desgraciadamente en el Estado español hay quien no aprende, mejor dicho, no quiere aprender de este accidente nuclear.
El Gobierno, dentro del golpe de estado que ha decretado contra el medio ambiente, ha decidido prorrogar por otros 6 años más, la vida de la central nuclear más vieja, la de Garoña.
Garoña, una central inagurada por Franco y que ya ha cumplido 41 años, con este decreto puede llegar a cumplir casi 50. Una central que es gemela del reactor 1 de Fukushima, no solo en el aspecto técnico y de edad, sino que también se le parece en cuanto a problemas y deficiencias.
La vida de Garoña en estos 41 años ha estado plagada de incidentes, averías y accidentes.
Emisiones atmosféricas y nube radioactiva (1975), fugas de agua radioactiva (1981), chatarra radioactiva (2004), calentamiento del Ebro…
Una central vieja, que se encuentra muy próxima a grandes núcleos de población (Gasteiz 45 km. y Bilbo 80 km.) y cuyo aporte al sistema eléctrico apenas supone un 1’5%, siendo fácilmente de sustituir por energías renovables.
La única razón para prorrogar su vida es el negocio. Al estar amortizada desde hace 15 años, es muy rentable para sus propietarios, por ello el Gobierno (el anterior también) se pliega a los intereses de las eléctricas, en lugar de apostar por la seguridad de los ciudadanos.
No es de extrañar por lo tanto, que la totalidad de instituciones vascas (Parlamento V.; Diputaciones; Ayuntamientos..) se hayan pronunciado una y otra vez en contra de la prórroga de vida a esta vetusta central.
Y lo mismo hemos hecho los ciudadanos vascos, que mayoritariamente deseamos el cierre de la central de St. Mª de Garoña.
Por ello, hoy, miembros de Eguzki hemos procedido a pintar un gigantesco sol antinuclear – casi 2.000 m²- en la playa de La Concha, para exigir el cierre inmediato de Garoña y por que no queremos más Fukushima.