En el año 2005, los movimientos nacionalistas rumanos y/o pronorteamericanos hicieron el ridículo en un patético intento de revuelta naranja. En el 2009 volvieron a intentarlo virulentamente y con más apoyo externo que en la primera ocasión. Tenían ganas de desalojar del poder a los eurocomunistas, para ello amagaron con un golpe de estado que lo que realmente buscaba era descalificar, desprestigiar y minar la legitimidad de las instituciones democráticas. No era más que la forma que tenían de dar su particular inicio a la nueva campaña electoral que se avecinaba, ya que los comunistas se quedaron a un escaño de la mayoría necesaria para lograr la presidencia del país y así evitar una nueva convocatoria electoral. La oposición tenía la sartén agarrada por el mango, pero por si acaso utilizaron una arma política no convencional, delictiva y apoyada desde fuera del país.
Después de tanta mentira y paripé, los neoliberales de ideología nacionalista rumana y/o pronorteamericana consiguieron desbancar al gobierno comunista gracias a la alianza con Marian Lupu (escindido de los comunistas un mes y medio antes de las elecciones). El problema es que esta heterogénea coalición no obtuvo la mayoría cualificada requerida en el Parlamento, y por lo tanto, no ha podido investir como Presidente a su candidato Lupu. A partir de ese momento la partida de ajedrez se ha complicado bastante.
La coalición gubernamental se ha negado a convocar nuevas elecciones, alegando que la Constitución hay que interpretarla de la manera que sigue: si el Parlamento después de haber sido disuelto en dos ocasiones en la tercera ocasión no consigue investir un Presidente, no se podrá volver a disolver el Parlamento por una tercera vez en el plazo de un año desde su última disolución.
Esta interpretación contradice la que se había hecho hasta la fecha que consideraba ese periodo como el año natural. De cualquier manera, sea la interpretación que sea la correcta, lo que está claro es que la coalición gubernamental sigue sin confiar en una victoria clara sobre los comunistas, y por ello, ha querido retrasar la convocatoria electoral para modificar las reglas del juego y así asegurarse la victoria. La falsa profecía que han estado vendiendo no se la creen ni ellos, tal y como queda claro en las declaraciones del nacionalista rumano Ghimpu, actual Presidente del parlamento: «Desde luego, puedo disolver el Parlamento y convocar elecciones anticipadas, pero seguiremos sin poder aprobar al presidente, y la crisis constitucional continuará. Por ello, modificaremos la Carta Magna».
La idea es acabar con cualquier vestigio de la democracia consociativa que queda en Moldavia. Un paso en ese sentido, y sin duda el más importante, es la de modificar la fórmula de elección del Presidente que en la actualidad demanda una mayoría cualificada de tres quintos del Parlamento (61 diputados de 101). Para ello, la Comisión constitucional que ha formado el gobierno presentará una nueva propuesta. Se barajan dos posibilidades. Por una parte, proponer que el Presidente sea elegido sólo con la mayoría simple de votos. Y por otra parte, una propuesta que busca reinstaurar la elección por sufragio universal del Jefe de estado para así girar hacia una República más de estilo semi-presidencialista.
La primera propuesta es la apuesta de los partidos neoliberales y nacionalistas rumanos. Creen que así se asegurarán mejor su participación en el poder, ya que en caso contrario, es muy posible que no resistan la pugna por “el todo o nada” de una elección presidencial. Además, Ghimpu, en más de una ocasión ha declarado que está convencido de que la ciudadanía apoyará la reforma constitucional en el referéndum que se celebrará antes del 16 de junio, fecha en la que se cumplirá un año de la disolución del parlamento y por lo tanto, se debería de volver a disolver y convocar elecciones. Pero eso es mucho decir cuando se trata con gente que tiene un sentido de la democracia peculiar. Y es que acto seguido, Ghimpu señala que una vez aprobado el referéndum no habrá disolución de la cámara porque con la modificación constitucional elegirán al nuevo Presidente de la República. Una de sus últimas declaraciones es la que sigue:
«El proyecto de la nueva Constitución deberá ser presentado a referéndum antes del 16 de junio. Si no recibe respaldo popular, estaré obligado a disolver el Legislativo, pero estoy convencido de que recibiremos el apoyo del pueblo». Es decir, que si recibe el respaldo no disolverá. Este es un buen ejemplo de la catadura “democrática” de este persona y de la coalición de partidos que en la actualidad está en el poder. Es curioso el pánico a la confrontación electoral que tienen estos “demócratas”. Pero más grave que su extraño sentido de la democracia es su deliberado intento de aplicar de forma retroactiva posibles modificaciones constitucionales para así evitar la disolución del Parlamento.
El 7 de diciembre de 2009, cuando volvió a fracasar la candidatura de Lupu para la elección del Presidente, automáticamente se pasó a un estado en el que hay que convocar nuevas elecciones (en un principio todo el mundo pensaba que debían ser en enero o febrero de 2010, pero ya se ha explicado que el equipo de gobierno dijo encontrar un resquicio para retrasarlo hasta el verano de 2010 –actualmente está decisión está en los tribunales-). Pero es que ahora resulta que también quieren saltarse esta convocatoria electoral modificando la constitución en la primavera de 2010 y aplicándolo de forma retroactiva. Ver para creer. Aunque claro aquí no pasa nada, si fuese un gobernante ruso, boliviano… Sonarían cantos de sirena en toda Europa.
La segunda propuesta es la de Lupu. Este político oportunista apuesta por una elección por sufragio universal. De esta manera cree que será capaz de arrasar recogiendo votos de la heterogénea coalición y de los comunistas (no en vano durante años fue el número dos de esta propuesta electoral). Argumentos no le faltan, porque en parte uno de los principales problemas que tienen los comunistas es que su líder Voronin no puede volver a presentarse para Presidente al haber cumplido dos mandatos seguidos. Así las cosas, el partido de izquierdas no tiene un candidato lo suficientemente popular y conocido para poder competir con suficientes garantías en una carrera electoral de tipo personalista. En definitiva, sin apoyo de los nacionalistas rumanos y tampoco de los comunistas, parece que será difícil que esta propuesta salga adelante.
El escenario más probable es el primero. De esta manera el Presidente pasará a ser elegido por mayoría simple en el Parlamento. Este cambio, si bien es verdad que desbloquearía el tema de la elección del Presidente, no es menos cierto que dejaría una pugna totalmente abierta en la que los comunistas podrían lograr una victoria suficiente para alcanzar la presidencia, y de igual manera, podría obtenerla también una coalición entre nacionalistas rumanos de centro-derecha y los oportunistas de centro-izquierda (Lupu). Es por ello, que la coalición heterogénea piensa aplicar el cambio constitucional con retroactividad (y todavía dicen que se llaman liberales y defensores del estado de derecho, hace falta tener cara). La cuestión es que es muy probable que una decisión de ese tipo no pueda salir adelante (a no ser que directamente hayan logrado lo que intentaron de forma violenta en el pseudo-golpe de estado de abril de 2009: liquidar el estado de derecho).
Este escenario no acaba de ser muy cómodo para los partidos de centro-derecha. En cambio, para Lupu sí, ya que tras una nueva convocatoria electoral su Partido Democrático podría crecer mucho. Si fuese así, es muy probable que Lupu se convierta en el cauce central de la política moldava con capacidad para hacer coaliciones a su izquierda (con los comunistas moldavos) o a su derecha (con los nacionalistas rumanos). Es más, si el Partido Democrático consigue acercarse en sus resultados electorales a los de los comunistas, entonces los partidos nacionalistas rumanos casi seguro que quedarán fuera de juego, ya que podría conformarse una coalición ideológicamente coherente entre el Partido Democrático y el Partido Comunista.
Asustado ante este escenario, Guimpu se ha sacado otro conejo de su chistera autoritaria. Ha empezado la persecución de las juventudes comunistas y ha ordenado mediante un decreto formar una comisión para evaluar el régimen soviético, y ni corto ni perezoso, apuntando a la comisión cual tiene que ser el final, ha declarado que a su juicio podría derivar en «la prohibición del nombre y los símbolos del partido comunista». Esta baza por si falla la aplicación retroactiva del cambio constitucional, ¡menudo figura el Guimpu!
PD: Voronin cuando abandonó la Presidencia interina de la República de Moldavia mostró mucha valentía, no tenía porque haberlo hecho hasta que fuese investido un nuevo Presidente, pero él y los comunistas querían demostrar que no tenían ningún apego al poder ni miedo a pasar a la oposición. A toro pasado, se puede decir que aquella decisión fue un error. Pensaban que la hasta entonces oposición respetaría las reglas del juego democrático a pesar de los antecedentes de intentos de golpe de estado, fueron muy inocentes. Si Voronin hubiese seguido de Presidente podrían haber evitado la serie de cacicadas que está impulsando el gobierno.