El Foro Social Mundial (FSM) «cambió nuestras vidas», aunque siga siendo «machista», y los hombres dominen su organización y la mayoría de los paneles, resumió Nalu Farias, coordinadora de la Marcha Mundial de las Mujeres en Brasil.
Apenas una mujer entre siete hombres tenía el comité brasileño que organizó los primeros encuentros del Foro en Porto Alegre, la ciudad del sur del país donde nació hace 10 años este espacio de encuentro de las organizaciones sociales de todo el mundo.
Las personalidades mundiales que ampliaron su celebridad en los sucesivos foros componen una lista con un desequilibrio similar.
Cuando el FSM celebra su primer decenio en la misma ciudad que le dio origen, solo hubo mayoría femenina en una de las 10 mesas de ponentes celebradas a lo largo de esta última semana de enero, la de sustentabilidad. Aun así, las activistas presentes en Porto Alegre alaban el proceso iniciado en 2001, porque les permitió articular alianzas internacionales y acciones comunes, ampliar la repercusión de sus demandas y sus propias visiones.
«Ganamos capacidad de articulación», y el diálogo con otros movimientos y organizaciones sociales «nos obligó a mejorar nuestras formulaciones y el discurso feminista, tuvimos que apropiarnos de temas económicos, ambientales y otras cuestiones sociales», admitió Farias.
El FSM es un espacio de aprendizaje para todos, al reunir en un solo espacio a una inimaginable diversidad mundial de movimientos, luchas, etnias, organizaciones no gubernamentales y grupos de los más distintos matices.
Su dinámica no es la del poder de líderes, sino de facilitadores «para servir, no comandar», a favor de la inclusión «contra la violencia y la imposición», acotó. Eso es lo más importante en el Foro, no el contenido que podría discutirse también en otros ámbitos, concluyó.
El FSM abrió al feminismo un campo inédito para llevar su voz, insertar sus demandas en una acción más global y «contaminar» otros movimientos y activistas con sus ideas, según Cândido Grzybowski, director del Instituto Brasileño de Análisis Sociales y Económicos.
«La contaminación fue mutua, muchos aprendieron y se enriquecieron con nosotras, y nosotras aprendimos con otros movimientos, sobre todo porque la teoría feminista es porosa, está en cambio permanente», evaluó Lilian Celiberti, de la Articulación Feminista Marcosur, con sede en Uruguay.
Esa característica de la corriente feminista contrasta con otras que «aun siendo alternativas tienen vocación hegemónica, como la economía», advirtió.
Celiberti planteó que el diálogo múltiple y horizontal, propiciado por el FSM, contrarresta la fragmentación del conocimiento, una tendencia de la especialización que no se frena «solo por voluntad» de algunos. «Necesita una instancia amplia como el Foro», dijo.
El desafío es «pensar globalmente en interacción con otros, como las indígenas y campesinas», acotó.
Otra ganancia de todos fue «romper estereotipos», que generan daños y distorsiones. Los avances en ese proceso fueron grandes, «hoy los diálogos en el FSM son más complejos», celebró la activista uruguaya, unida por lazos dramáticos con Porto Alegre.
En 1978, fue secuestrada en esta ciudad por policías brasileños en complicidad con militares uruguayos y probablemente no perdió la vida porque algunos periodistas descubrieron el hecho, que era parte del Plan Cóndor, la cooperación represiva e ilegal de países sudamericanos, por entonces todos bajo dictaduras.
Pese a los avances feministas permitidos por el FSM, Celiberti critica la «jerarquización» de las luchas en el proceso de discusión, que pone en posición «secundaria» las cuestiones de género, ante las que se consideran «urgentes, prioritarias», como la pobreza, la desocupación o el imperialismo.
Se estimula la economía de la gratuidad y del cuidado, sin tener en cuenta que presentan «enormes costos para la mujer», cuyo trabajo más generalizado, de asegurar la reproducción de la vida y el cuidado de niños, ancianos y enfermos, es gratuito, señaló.
Además, «se sienten en el Foro» barreras al debate más abierto de cuestiones como el patriarcado. Cuando se trata de protestar contra las guerras participan todos y todas, pero «la violencia contra mujeres» es una lucha específica solo de ellas, lamentó.
La Marcha Mundial de las Mujeres, que asumió el carácter de movimiento en octubre de 2000, tras siete meses de movilizaciones, se distingue de otras vertientes feministas por su opción política de izquierda, su estrategia de auto organización y la alianza con otros movimientos mixtos.
«Renovó el feminismo», aseguró Farias, al promover amplias movilizaciones, incluso dentro del FSM, cuyos organizadores inicialmente se oponían a marchas y actos callejeros como parte del proceso de debates.
«Privilegiamos el movimiento social, actuamos y pensamos», subrayó, mientras rechazó una división en el feminismo entre «acción de unas y pensamiento de otras». Criticó también a las que «abolieron las clases», por pretender una lucha separada por la equidad de género.
Las articulaciones en el FSM y otros encuentros condujeron a la Marcha a un acercamiento más estrecho con La Vía Campesina, en la que la lucha por soberanía alimentaria tiene gran importancia, y con Amigos de la Tierra Internacional, enfocada en el tema ambiental.
Por ello, a veces recibe críticas por priorizar esas alianzas en desmedro de otros grupos feministas.
La Marcha Mundial tiene representación en 70 países. En Brasil, una de las naciones donde estableció raíces más profundas, cuenta con comités en 20 de sus 27 estados.
Su énfasis en las luchas sociales y políticas incorpora las demandas netamente feministas, como despenalización del aborto, pero se enfoca en el derecho de las mujeres a la «autonomía de su cuerpo» y no en posiciones defensivas, como otros colectivos.
También plantea que las mujeres deben impulsar movilizaciones masivas, y no limitarse sólo a presionar a los parlamentos y otros poderes del Estado, para así acumular fuerzas en la sociedad, explicó Farias.
El FSM posibilitó al movimiento organizado de la mujer fortalecerse y ampliarse en el diálogo con otros movimientos y corrientes de pensamiento, ganar más repercusión, establecer nuevas alianzas y desarrollar acciones conjuntas, reconoció la dirigente.
Ante el «machismo» reflejado en la organización, los temas y el derecho a la voz dentro del Foro, la Marcha Mundial logró desde el inicio conquistar espacios mediante sus movilizaciones, actos y talleres de iniciativa propia.
Todo ello para defender un «feminismo crítico, con visión de clase, claramente anticapitalista y contra la mercantilización del cuerpo», concluyó Farias.