Desde luego, amigos, este rey de la escopeta de oro es un crack, un monstruo, el terror de la pradera africana, el killer de la sabana, la fiera humana del delta del Okavango, el atlético “Tarzán de los moros” (de la tribu de los Kayali, los Salman, los Abdula, los Naif, los Abdulaziz…los siete Sudairi), el cazador sin miedo y sin tacha que allí donde pone el ojo (como Froilán) pone la bala. Pero que no sólo pone la bala (sus balas) sobre la dura piel del paquidermo africano de trompa bajera (que ha inspirado a la nueva Eva Perón rioplatense en la reciente revolución argentina de la nafta) sino sobre todo bicho viviente (preferiblemente grande y salvaje) que haya tenido la mala suerte de nacer y sobrevivir en la bella y ecológica Botsuana.
Porque resulta que después del enorme éxito de la famosa foto del elefante rampante sobre árbol sudafricano con tiro o tiros en la nuca (el deportista/valido Kayali y la secretaria personal, íntima y operativa del monarca, princesa Corinna Larsen, fuman los dos en pipa y también le dan al plomillo que es un gusto) a los ciudadanos españoles nadie nos había explicitado que el españolísimo y regio Tarzán que todavía ocupa por derecho franquista la Jefatura del Estado español (ya por poco tiempo, afortunadamente) también se permitía el lujo de disparar como un poseso, en sus cada vez más frecuentes salidas de caza con o sin Corinna (hay que tener en cuenta que, si es verdad lo que han dejado entrever los compinches de Urdangarín que habitan en La Zarzuela, que yo creo que no, que los tiros apuntan a los fondos reservados, el Kayali era siempre el paganini), a multitud de felinos de la más variada clase y condición, a cornúpetas de tamaño natural y hasta ¡ojo al dato! a rinocerontes, esos monstruos de piel de aleación ligera que pesan toneladas y que llevan cientos de dosis de viagra en su codiciado unicornio.
Sí, sí, esto es así, amigos, pobres y cabreados ciudadanos españoles, y no lo digo yo, que lo dice la prensa canallesca y republicana de este país que lleva ya días y días certificándolo por activa y por pasiva a través de bastantes fotografías (que yo no sé como coño han llegado a sus impías manos) de las diferentes orgías regias (me refiero a las de escopeta, zurrón y chaleco y no a las personales y pasionales de cintura para abajo que este vejete y contrito Borbón haya podido montarse en el diván del bungalow tras dejarle la escopeta a Froilán para que pueda el muchacho seguir castigándose los bajos) que ha protagonizado en los últimos veinte años este nuestro bien amado “Tarzán de los moros” zarzuelero. Y en las que siempre aparece (no cabe duda de que este hombre es un maníaco de las armas, seguramente incluso más que su nieto soriano) en la nada ecológica postura, muy común por otra parte en sus ancestros monárquicos, de pisotear al pobre animal cazado donde más puede humillarle. ¡Desde luego hay que joderse lo poco que han cambiado estos incombustibles y perversos Borbones con el paso de los años! Y eso que ahora se reclaman demócratas y constitucionales. En este país no creo que haya nadie que se trague ese hueso (aunque hay gente para todo) pero la verdad es que siguen haciendo lo mismo de siempre: vivir de sus súbditos, bebiendo y follando a destajo y encima con ínfulas.
Ahora bien, esta desvergüenza regia del elefante y la princesa Corinna preparando güisquis con amor para subirle la trompa a su amigo el Tarzán Juanito no nos ha venido nada mal a la tropa española de a pie que así nos hemos enterado de cosas, que algunos ya sabíamos por lo menos parcialmente pero no con el lujo de detalles, manifestaciones, fotos y demás con las que han aflorado en los últimos días a la candente actualidad española. Me refiero a estas dos en concreto: primera, la propia existencia y el reinado virtual e íntimo de una nueva reina consorte hispano/germana de muy buen ver y apellido impronunciable (como todos los alemanes) que, al parecer, viene reinando desde hace nada menos que seis años en el corazón (y seguramente en otras partes menos poéticas de su castigada y artrósica humanidad) de nuestro cada vez menos amado monarca de estirpe borbónica y mandato franquista. Descubrimiento éste, escandalizador donde los haya, que ha tenido la mágica derivada de poner al personal celtibérico (sobre todo a aquellos a los que suele molestarle todavía el slip cuando se sientan) en una situación harto anómala de envidia, perplejidad, cabreo máximo y subida exponencial, no de la bilirrubina, sino del llamado “síndrome del doctor Guillotin”.
De lo segundo de lo que nos hemos enterado los sufridos recogepelotas de este país (que somos casi todos los ciudadanos a excepción de los jerifaltes zarzueleros, políticos, banqueros, grandes corruptos y sutiles mangantes de cuello blanco y alma tornasolada) es de la peligrosa, ambiciosa y traicionera conspiración borbónico/familiar que, en estos tremebundos días de pena y tribulación, se ha enseñoreado del palacio de La Zarzuela donde, solo y abandonado por casi todos (e excepción de los periodistas del ABC y La Razón, que para eso les pagan), restaña sus heridas de guerra/caza el pobre y contrito monarca al que le obligaron a dar la cara, en un triste pasillo hospitalario, para que se la rompiera en mil pedazos el pueblo soberano prerrevolucionario.
Sí, sí, conspiración judeo/masónico/borbónica, que diría D. Francisco Franco Bahamonde si todavía estuviera entre nosotros, liderada por el “niño de Asturias” (no confundir con el de Soria, el pobre Froilán, que es mucho más joven y con menos ambición de momento), el conocido, sobre todo en Hispanoamérica donde aparece en todos los fregados sucesorios, como “el heredero español mejor preparado de la historia” (de la finca familiar “Jefatura del Estado español”, se entiende) que si Dios no lo remedia, que parece ser que sí, puede okupar el día menos pensado después de darle, eso sí, una contundente patada en la cadera de cerámica a su señor padre.
Pues sí, señores, el felipillo del norte que habita al ladito de La Zarzuela quiere reinar (y gobernar todo lo que le dejen), y pronto, porque el actual baile de la corona dinástica en las sienes de su progenitor, que estos días da vueltas como una peonza, le ha puesto sumamente nervioso y quiere agarrarla cuanto antes y encasquetársela en su cerebelo (o lo que tenga ahí ¡que sabe Dios!) ayudado por una cada vez más numerosa laya de pescadores en río revuelto que se aprestan a subirse como sea a la nueva carroza borbónica.
Así hemos sabido que este jovenzuelo, este militar de atrezzo al que le gusta vestirse de militar, sin serlo, más que a un tonto una lata, ha sido el promotor de la peregrina idea de que su padre (traicionándolo, es cierto, igual que éste hizo con el suyo) entonara el “mea culpa regio con muletas” en el siniestro pasillo del hospital San José de Madrid. Con intenciones totalmente aviesas, desde luego: Dejarlo totalmente en ridículo ante la sociedad española, acabar con él política e institucionalmente hablando, vengarse sibilinamente por los desprecios a su madre y aparecer de pronto, ante la chochez y estupidez de su progenitor, como único salvador de su ya amado pueblo. Casi, casi, como hizo hace treinta y un años el capitán general Juanito la tarde/noche del 23‑F.
Por cierto y con esto termino ¿Por qué les regalan a estos Borbones de guardarropía, antes de okupar indebidamente la Jefatura del Estado, altas graduaciones militares que nos han costado tantos sacrificios alcanzar a los militares de carrera? ¿Por qué no los hacen jueces, magistrados, cirujanos jefes, notarios o registradores de la propiedad? ¡Ya esta bien de que este desvergonzado “heredero” se vista de teniente coronel del Ejército de Tierra, de Aviación, de capitán de fragata o de Jefe territorial de la UME, cambiando cada día el color de la boina que se enjareta, cuando no ha visto un soldado ni por el forro! Si lo único que ha hecho en la vida este muchacho, por imperativo familiar es cierto, es procrear. Y eso que su santa no está para muchos trotes y no le achucha en esa misión dinástica, que si no irían ya por los cuatro o cinco churumbeles regios con derecho a pensión vitalicia. La cosa es que nunca falten herederos o herederas (aunque éstas lo tienen más difícil debido a nuestra sacrosanta Constitución) que puedan ceñirse un día esa invisible corona que, con estupidez supina, les regala el pueblo español.
Y me ha venido a la cabeza lo de procrear porque no sé si se acordarán ustedes del cabreo místico que se cogió nuestro insigne heredero a la corona del elefante rampante cuando, hace un par de años, la prestigiosa revista El Jueves sacó a colación, con gráficos y todo, las prácticas (absolutamente lícitas, no como otras) que utilizaba para cumplir con esa sagrada misión mantenedora de estirpes regias. Y por ellas nos enteramos de que sus aficiones al respecto eran sumamente kamasutreras y sofisticadas, utilizando normalmente una retro posición cuasi pornográfica (para lo que se suele llevar por estos lares) en detrimento de la tradicional y angelical “postura del misionero” recomendada por la jerarquía eclesiástica española y las ancestrales buenas costumbres de la región. Y que como todo el mundo sabe (bueno, los jóvenes quizá no, que ya están por otro rollo) consiste en hacerlo uno arriba y otro abajo (el más gordo abajo), con la luz apagada ¡faltaría más! y sin gemidos orgásmicos superiores a los veinte decibelios, si es de noche u hora de la siesta, o treinta y cinco si es de buena mañana y con el tráfico rodado en hora punta.
Bueno, pues picardías aparte, a mí las aficiones personales de este guaperas de uniforme (que un día puede, como su padre, llegar a ser un famoso cazador de elefantes en Botsuana) en su relación institucional/familiar con su archidelgada y divorciada esposa me importan un pimiento, pero lo de la conspiración contra su señor padre, el cazador contrito, sí. Y de abdicación, nada de nada. Aquí no se trata de cambiar un Borbón (malo seguro) por otro (peor), sino de mandarlos a todos a la porra y si puede ser en helicóptero, mejor. El pueblo español lo que quiere (ahí está Internet) es abolir de una vez esta monarquía corrupta y cazadora y poder elegir en las urnas al Jefe del Estado. De un Estado moderno, avanzado, democrático de verdad, solidario, europeo, federal y ¡republicano!