En sus cuentos y novelas breves (La hojarasca, El coronel no tiene quien le escriba), García Márquez fue elaborando un universo que justifica la metáfora del “deicidio” apuntada por Vargas Llosa. No es un simple narrador omnisciente, sino un genuino creador que concierta lo cotidiano y lo improbable, el relato histórico y la fantasía onírica, la crónica sentimental y el testimonio colectivo. Todos los cuentos reúne Ojos de perro azul (1947−1955), Los funerales de la Mamá Grande (1962), La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y su abuela desalmada (1961−1972) y Doce cuentos peregrinos (1976−1982). A pesar de sus diferencias, todos los relatos responden a la misma fertilidad creadora, revelando una inequívoca pasión por lo inmanente que no excluye la referencia a lo sobrenatural. El “realismo mágico” de García Márquez se sitúa en las antípodas de las paradojas metafísicas de Borges, pues en su caso lo insólito y lo irracional siempre están asociados a una saturación de los sentidos y no a especulaciones abstractas. García Márquez ha llamado “pararrealidad” a su intención de integrar la realidad ordinaria y lo inverosímil (o alucinatorio) en un espacio común.
Ojos de perro azul no apareció como libro hasta 1974. Publicados inicialmente en las páginas del suplemento dominical del diario bogotano El espectador, estos relatos primerizos nos acercan al taller de un estilo que desde sus inicios utiliza un lenguaje poético e introspectivo, reflejando la herencia de la prosa neobarroca (Lezama Lima, Alejo Carpentier) y los hallazgos del modernismo de principios de siglo. García Márquez recurre al monólogo interior o a la tercera persona para abordar el tema del doble, la recreación de los mitos bíblicos, la naturaleza del tiempo o la exploración del mundo de los sueños. “La otra costilla de la muerte” es un ejemplo de precisión, que cuestiona el escaso fervor del lector español hacia un género poco indulgente con los errores de composición o estilo. Atormentado por la reciente muerte de su hermano gemelo, el protagonista inicia su peripecia con un brusco despertar y finaliza en el umbral de un nuevo sueño. En medio discurren dos pesadillas sucesivas, que evocan la descomposición del cadáver mediante objetos simbólicos (unas tijeras, una cajita azul, un tren que se interna en “una geografía árida, estéril”), claramente inspirados por la poética del surrealismo. “Diálogo del espejo” continúa la historia, pero con un giro inesperado: el hermano vivo descubre que su reflejo anticipa su propia muerte, desangrándose mientras él permanece aparentemente ileso. “Ojos de perro azul” bucea en el inconsciente mediante la exégesis libre de los sueños. Al igual que en “Amargura para tres sonámbulos”, el tema es la soledad (“esa dura soledad de cal y canto”, una expresión de resonancia gongorina). “Ojos de perro azul” son las palabras mágicas que permiten a un hombre invocar la presencia de una mujer en sus sueños. Con ecos de Borges, Unamuno y Calderón, García Márquez juega con sinestesias, desdoblamientos y elipsis. “Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo” anticipa uno de los episodios más conocidos de Cien años de soledad: una lluvia interminable que evidencia el declive de un territorio maltratado por las depredaciones del imperio español y el coloso norteamericano. La lluvia borra las distinciones entre presente, pasado y futuro, aniquilando cualquier ilusión de cambio.
“Los funerales de la Mamá Grande” se sitúa de nuevo en el horizonte de Macondo. El relato que sirve como título refiere la muerte y el entierro de “la soberana absoluta del reino de Macondo”, una anciana que ha usurpado la propiedad de los bienes naturales y sobrenaturales. Todas la consideran la dueña de aguas, cosechas, vidas y haciendas y entienden que sus privilegios están justificados por el derecho divino. Posterior a Cien años de soledad, “La increíble y triste historia…” reelabora una conocida peripecia de la novela: la explotación sexual de una menor por una anciana. Eréndira incendia sin pretenderlo la casa de su abuela y ésta decide prostituirla hasta recuperara el patrimonio perdido. “El viento de la desgracia” se abate una y otra vez sobre la infortunada muchacha, pero su venganza no es menos terrible. Acuchillada en el vientre por Ulises, que ama y desea liberar a la niña-meretriz, la abuela se desploma con una explosión de sangre verde, un líquido que sólo puede brotar de unas entrañas corrompidas.
“Doce cuentos peregrinos” nació –según explica el propio García Márquez- de “un sueño esclarecedor”. El escritor soñó con su propio entierro. A pesar del luto, predominaba un ambiente festivo hasta que se puso de manifiesto el carácter irreversible de la muerte. García Márquez no alude a Macondo, pero no se aleja de su orbe temático: el amor, lo fantástico, el poder político, las alusiones a la mitología clásica y a las narraciones bíblicas. Los imitadores de García Márquez han contribuido a banalizar su poderosa originalidad como fabulador y creador de personajes. En la última década, se puso de moda minimizar su talento. Sin embargo, sus novelas y sus relatos son la prueba irrefutable de su genio. Todos los cuentos es un mosaico deslumbrante de las esperanzas malogradas de un continente con una historia inacabable de violencia y desigualdad. Fatalista, utópico, desencantado, García Márquez entiende que la literatura es la única llave capaz de desvelar la trama urdida por el ser humano para habitar un mundo hostil. Sus cuentos son verdaderas iluminaciones que nacen de un asombroso dominio del viejo arte de contar.