Por: Rebeca E. Madriz Franco
Nuestra posición en la sociedad es resultado de las asimetrías de poder, y en tal sentido, la construcción de la democracia paritaria busca saldar esa deuda y promover una cultura de participación política contraria a la hegemónica donde exista una representación proporcional de la sociedad que se exprese en un 50 y 50 de participación entre mujeres y hombres.
El proceso de “democratización de la participación política de las mujeres” debe entonces abarcar varios ámbitos simultáneamente. El del poder constituyente en primera instancia, donde las organizaciones de base, los movimientos sociales tienen el enorme reto de partir por comenzar a manifestar nuevas fórmulas posibles, y salir de los rígidos marcos heredados de la cultura de la izquierda tradicional, donde se cuela sin mayor inconveniente la cultura patriarcal. Desde el poder constituido también se plantean escenarios por conquistar, pues desde allí se toman importantes decisiones, incluidas las leyes.
Es necesario visibilizar la relación directa que hay entre la igualdad y la equidad de género y la democracia, lo que requiere entre otras cosas, voluntad política por parte de los factores políticos ubicados en posiciones de poder para coadyuvar a dar este viraje necesario en las democracias que venimos conociendo hasta ahora.
No se trata de reformas superficiales que tengan que ver sólo con la representatividad, sino fundamentalmente de una cuestión de inclusión y reconocimiento de una perspectiva distinta a la androcéntrica, que tome en cuenta y revalorice la participación y los aportes de las mujeres a la sociedad. Se trata de una garantía de más y mejor democracia.