La hora de Nuestra América es también la de la izquierda. No más repliegue ni defensiva. La hora es la de la ofensiva.
La hora de la ecología. La hora de Nuestra América es la de defender sus recursos naturales: las más importantes reservas planetarias de agua dulce, biodiversidad, minerales estratégicos y energía. La izquierda debe inventariarlas, recuperarlas y preservarlas para el uso social y racional, impedir su consumo predatorio y su entrega a las transnacionales o a minorías locales cómplices, controlar o vetar la producción de transgénicos y biocombustibles y la patente sobre seres vivientes.
La hora del trabajador. Nuestra izquierda debe culminar reformas agrarias integrales. Maquilas y legislaciones neoliberales pauperizan a las masas, disimulan la relación de trabajo y multiplican la economía informal y la marginalidad. La izquierda debe ser la vanguardia de centenares de millones de trabajadores y de excluidos en la lucha por sus derechos y por una vida plena y productiva.
La hora de los movimientos sociales. La hora de Nuestra América es la de la integración de su izquierda con los movimientos sociales. Un movimiento social resulta de luchas reivindicativas que ni partidos convencionales ni Estados lograron hacer suyas. Por ello perdieron vigencia Estados y partidos, y debieron admitir nuevas orientaciones y dirigencias. Nuestra izquierda debe impedir que los movimientos sociales terminen corrompidos por las agencias imperiales.
La hora de las economías integradas. Nuestra izquierda debe convertir en propiedad social los principales medios de producción, reivindicar los derechos de naciones y Estados a proteger sus economías, priorizar la creación de bienes básicos para el consumo de las mayorías, incorporar mayor valor agregado a las exportaciones, promover acuerdos que defiendan el justo precio de estas y privilegien el intercambio regional, proseguir la política multipolar que ha librado a Nuestra América de la crisis, y librarse de la esclavitud de las deudas externas.
La hora de la política. Nuestra izquierda debe aprender a conquistar el poder y a defenderlo contra la violencia de oligarquías e imperios. Debe desechar la antipolítica, y comprender que Partido y Estado son herramientas para abrir la ruta hacia el Socialismo. Ha de librar al Estado de la maraña de pactos y compromisos que someten su soberanía a cortes, juntas arbitrales u organismos foráneos. Debe evitar que diferencias regionales, étnicas o parroquiales provoquen intentos de secesión como el de la Media Luna en Bolivia.
La hora de la estrategia continental. Nuestra izquierda debe revisar el prejuicio que en algunos países la opone a todo lo militar. El ejército es el arma de la clase dominante, pero si los dominados quieren superar su condición de tales, deben disponer de ejércitos. Reto de toda izquierda triunfante es crear un nuevo ejército con milicias populares de apoyo, abierto a todos los sectores. América Nuestra debe concertar sus propias alianzas estratégicas para oponerlas a pactos de servidumbre como Tiar, y desalojar las 47 bases estadounidenses en la región.
La hora de la integración. Esa izquierda nuestra que lucha por la integración y la unidad de Nuestra América debe comprender la necesidad de integrarse y unirse ella misma a nivel nacional, continental y mundial.
La hora de la revolución cultural. La izquierda que predica la revolución cultural debe revolucionar su propia cultura. Ha de considerar que los medios de producción son ecológicamente limitados, lo que imposibilita la copia de la sociedad de consumo para todo el planeta. Usar la informática para la automatización de todo trabajo no creativo y la infinita y gratuita multiplicación del bien más valioso, para desconcentrar las ciudades y lograr una participación democrática y una creatividad jamás antes vislumbrada