Alicia Eguren se entregó a la desobediencia de cuerpo entero. Nunca se le perdonaría tanta transgresión. En 1977 fue secuestrada, torturada y arrojada al Río de Plata
Alicia Eguren jamás pasó inadvertida. Ese fue su signo distintivo, junto con el inconformismo y la vocación de caminar por grandes realidades. Inteligente y apasionada, plena de seducción, era alta, muy alta, de ojos negros, inmensos e indiscretos. Como precursora de lo que para muchos constituye un oxímoron (la izquierda peronista), como casi profeta de una generación que se planteó el problema del poder, y como mujer (en ese, su tiempo), se vio obligada a romper con un conjunto de convenciones, y a radicalizar el giro inquisitivo en diferentes planos.