Las rupturas revolucionarias, con raras excepciones, se producen sin fecha en el calendario. En otras palabras, no son fácilmente previsibles y ocurren en lugares donde no eran esperadas.
Cito entre otras, la mexicana, la boliviana, la vietnamita, la cubana, la argelina, la chilena, la portuguesa de Abril del 74. En la propia Rusia, la Revolución de Octubre de 1917, en secuencia de la Revolución de Febrero, contradijo tesis de Marx al asumirse como socialista en un país capitalista atrasado.
Difieren mucho las motivaciones complejas que están en el origen de esas y otras revoluciones, así como el rumbo y desenlace de cada una. Un denominador común –resulten ellas de levantamientos populares o del funcionamiento de mecanismos institucionales- es él rechazo de los oprimidos a seguir sometidos pasivamente a las políticas de la clase dominante que no dispone más de la fuerza suficiente para imponerlas. El análisis de Lenin sobre el tema mantiene su validez.
En las rupturas violentas en que el pueblo actúa como sujeto directo, el momento en que las masas se movilizan contra el Estado opresor y lo destruyen es inseparable de situaciones históricas que varían de caso en caso.
En la gran Revolución Francesa de 1789 una generación de brillantes pensadores había demostrado hace mucho que la monarquía de derecho divino, con sus resquicios feudales, era un régimen monstruoso, una aberración en la Francia setecentista. Más fue preciso que el precio del pan aumentara después de una sucesión de cosechas desastrosas para que en el auge de una crisis económica profunda, se produjese el levantamiento popular en una ruptura que asumió rápidamente los contornos del desafío revolucionario.
En las guerras coloniales, la desesperación de pueblos sometidos por las potencias europeas a sistemas de explotación con características casi esclavistas funcionó cómo mecha de las luchas de liberación. Jean Paul Sartre subrayó que, el colonialismo degrada tanto al hombre que la propia vida, bien supremo, pierde significado y la insurrección armada surge como la opción impuesta por la defensa de la dignidad.
El imposible aparente puede transformarse entonces en realidad, como aconteció en Vietnam y en Argelia, cuando dos pequeños y pobres pueblos derrotaron grandes potencias imperiales.
TIEMPO DE VIRAJE
La humanidad enfrenta una crisis de civilización sin precedentes. Difiere de otras porqué es global.
El imperialismo, transformándose, sin renunciar a su esencia inhumana y depredadora, pretende, sobre todo a través de su polo hegemónico, los Estados Unidos, mantener a los pueblos sometidos a su proyecto de dominación universal.
Incapaces de superar la crisis estructural del capitalismo, los EEUU, con el apoyo de los grandes de la Unión Europea, desencadenaran contra países de Asia y de África guerras genocidas para saquear sus recursos naturales.
Empantanado en esas agresiones, el imperialismo pretende justificarlas utilizando un engranaje mediático planetario que forja una realidad virtual. Transmuta el crimen en virtud y enmascara guerras destructoras como “intervenciones humanitarias” en defensa de la libertad y de la democracia.
Una constante en esa perversa masacre mediática es la formación de que la era de las revoluciones finalizó y que el neoliberalismo, rebasadas crisis coyunturales, emerge como la ideología definitiva.
No convence a los pueblos. El caos mundial generado por el sistema capitalista demuestra cada nuevo día que la lucha de clases se intensifica en decenas de países y que la humanidad se encuentra en el umbral de una era de nuevas revoluciones.
Tómese a Grecia cómo ejemplo. No hay campaña mediática, ni discurso de Obama o Merkel, o decisión de banqueros de los EEUU o de la UE que pueda apagar la evidencia de que los trabajadores de Grecia responsabilizan al imperialismo por los sufrimientos de su pueblo.
PORTUGAL, ANTES Y HOY
En Portugal ocurrieron en el siglo XX transformaciones sociales profundas que los historiadores y cientistas políticos tienen dificultades para explicar.
Durante casi medio siglo el pueblo portugués fue sometido a una dictadura fascista. Una única fuerza política organizada, el Partido Comunista Portugués, combatió en la clandestinidad contra ese régimen, brutalmente represivo, que mantuvo al país en un atraso económico y cultural inocultable. Las Fuerzas Armadas, la iglesia y la burguesía apoyaron a Salazar. Hubo resistencia, pero solo una minoría participó en las luchas sociales lideradas por la vanguardia comunista.
Fue la guerra colonial la que funcionó como espoleta del descontento popular, creando condiciones para la ruptura de Abril de 1974.
Ocurrió entonces lo inimaginable. El derrocamiento del fascismo por el Movimiento de las Fuerzas Armadas desemboco en un proceso revolucionario. La alianza del Pueblo con la vanguardia militar, el MFA, permitió que en tiempo muy breve Portugal fuera escenario de una gran revolución.
En poco más de un año, en los gobiernos provisionales del general Vasco Gonçalves, el pueblo, reasumiéndose como sujeto de la Historia, realizó conquistas revolucionarias que Europa Occidental no conocía desde la Comuna de París.
La ruptura de la alianza del movimiento popular con el MFA-afectado por graves divisiones internas- abrió las puertas al inicio de la contrarrevolución.
El golpe del 25 de Noviembre del 75 señaló el fin del periodo revolucionario. En la nueva correlación de fuerzas, un MFA que renunciaba a su programa, permitió que el Partido Socialista y el Partido Popular Democrático, hoy PSD, desencadenasen la contrarrevolución legislativa, en un reflujo histórico desconcertante.
Pero la gradual supresión de las conquistas de Abril fue lenta, en un proceso sinuoso, iniciado por Mario Soares.
Los trabajadores lucharon tenazmente en defensa de las nacionalizaciones. Fueron necesarios casi quince años para que el PS y el PSD, en complicidad, reconstituyesen el latifundio, destruyendo la Reforma Agraria que resistió en una gesta heroica.
LUCHAS Y ABSURDOS
Alternándose en el poder, el PS y el PSD ejecutaron políticas de derecha de recorte neoliberal y en el plano exterior se sometieron a todas las exigencias del imperialismo norteamericano y europeo.
El gran capital financiero recuperó el poder político y una estructura monopolista más poderosa de la que tuvo el fascismo –en gran parte controlada por el imperialismo domina la economía nacional, asfixiándola.
Hoy, el país, sometido a uno de los gobiernos más reaccionarios de la Comunidad Europea, está arruinado y fue conducido a orilla del abismo.
¿Cómo fue posible? Se formula la pregunta diariamente, pero encontrar una respuesta no es fácil.
Al gobierno de derecha y proimperialista de Sócrates le sucedió otro aún peor, más agresivo y más sumiso a las exigencias de Bruselas y Washington.
Las exigencias tortuosas del capital entregan en ocasiones las insignias del poder a políticos, ostensiblemente mediocres. Los EEUU tuvieron un George Bush hijo; Salazar impuso a Américo Tomás.
Pero raramente, igualmente en la era fascista, Portugal habrá soportado un gobierno con tamaño ramillete de gente perversa, ignorante o privada de inteligencia mínima.
El Primer Ministro refleja la imagen del conjunto. Cultiva un discurso cantinflesco en que amontona frases pomposas sin significado. Pero a diferencia del mexicano Mario Moreno, siempre solidario con los oprimidos, Passos, en sus arengas reaccionarias, presta vasallaje a los opresores.
¿Y qué decir de su ministro de Economía, personaje que hace recordar a los compères de las antiguos espectaculos de veaudeville de Lisboa?¿Y de un Relvas, criatura que parece arrancada de una pieza de teatro del Absurdo?
HASTA CUANDO
La condena de esa estrategia de traición nacional es evidente. Quedó expresada en gigantescas y frecuentes manifestaciones de protesta y en dos huelgas generales.
¿Hasta cuando esto va a durar? Cualquier previsión sería irresponsable.
La única certeza es que el fin de la pesadilla exige una ruptura. Pero las condiciones subjetivas para que ella asuma un carácter revolucionario no están aún creadas.
¿Qué hacer entonces, en esta dramática curva de la historia portuguesa?
La mayoría del pueblo, bombardeado por un engranaje mediático montado por él gran capital, cree aún en la posibilidad de una salida institucional frente a la crisis, es decir, admite que las fuerzas progresistas pueden llegar al gobierno a través de elecciones para retomar el proyecto democrático de Abril.
Estamos frente a una ilusión. La ruptura, para ser real, no puede procesarse en el ámbito del sistema: tendrá que intentar la difícil, pero necesaria destrucción del sistema.
Ella depende de la participación torrencial de las masas populares. Pero ésta, por la dinámica de choque con el poder, asumirá gradualmente un carácter revolucionario antisistemico, porque el objetivo será entonces no un imposible regreso a Abril, sino la destrucción del propio sistema, esto es, del capitalismo.
Repito la afirmación inicial. Las rupturas revolucionarias no son preestablecidas. Contrarían previsiones y toman casi siempre un rumbo inesperado.
En Portugal, la actual política de traición nacional es condenada por la aplastante mayoría de la población. Será finalmente el pueblo el que le ponga fin.
Vila Nova de Gaia, 13 de Julio de 2012
Traducción: Jazmin Padilla. La Rosa Blindada