Ya sabemos como será la bomba nuclear iraní: una bola con la mecha encendida, como la de los dibujos animados para niños. El primer ministro israelí la ha mostrado con un dibujo a la Asamblea General de las Naciones Unidas, como un maestro de escuela de la maternal, sacó un rotulador y trazó sobre la bomba una bella línea roja. Aquí, explicó, debe pararse «el más peligroso régimen terrorista del mundo», el iraní, «antes de que lleve a cabo el enriquecimiento nuclear necesario para fabricar una bomba». Otro panorama debería haberse presentado a las Naciones Unidas: el del potente arsenal nuclear israelí, dentro de la línea negra del secreto y de la «omertà». Según el Jane’s Defense Weekly, Israel ‑la úniuca potencia nuclear de Oriente Medio- posee de 100 a 300 cabezas nucleares, listas para su lanzamiento en misiles balísticos que, con el Jericho 3, tienen un alcance de 8 – 9 mil kilómetros. Alemania ha proporcionado a Israel (como don o a precio reducido) cuatro submarinos Dolphin modificados: en cada uno de ellos, a los seis tubos de lanzamiento de misiles de crucero a corta distancia se le han sido añadidos cuatro para los Popeye Turbo, misiles nucleares de 1.500 km de alcance. Los submarinos israelíes made in Germany, silenciosos, pueden estar en inmersión durante una semana, están en el Mediterráneo oriental, en el Mar Rojo y en el Golfo Pérsico, en alerta 24 horas sobre 24, preparados para el ataque nuclear. Estados Unidos, que ya ha proporcionado a Israel más de 350 caza-bombarderos F‑16 y F‑15, se ha comprometido a proporcionarles al menos 75 aviones caza F‑35, con doble capacidad nuclear y convencional. El Pentágono, que guarda secretos los códigos de acceso al sofware del F‑35 incluso con los países (como Italia) que participan en su construcción, los dará a Israel para que pueda integrar a los F‑35 sus propios sistemas de guerra electrónica. Dará prioridad al entrenamiento de los pilotos israelíes, preparándoles al ataque nuclear con aviones caza de quinta generación.
Israel, que a diferencia de Irán rechaza el Tratado de no proliferación, no admite que posee un arsenal nuclear (cuya existencia está reconocida por la Agencia Internacional para la Energía Atómica), pero deja entender de manera amenazante que lo tiene y que puede servirse de él. Rechaza igualmente participar en la Conferencia para la creación en Oriente Medio de una zona sin armas nucleares, ordenado por Naciones Unidas, a la que Irán por el contrario se ha adherido. Durante este tiempo Israel, que según el SIPRI ha producido en 2011, 690 – 950 kg de plutonio, continúa produciendo una cantidad suficiente para fabricar cada año de 10 a 15 bombas de una potencia como la de Nagasaki. Fabrica seguramente también tritium, un gas radioactivo con el que fabrica armas nucleares de nueva generación. Entre ellas mini-nukes [mini bombas nucleares], que se utilizarían en un teatro de guerra reducido, y armas neutrónicas, que provocan una contaminación radioactiva menor, pero de una letalidad más elevada a causa de su fuerte emisión de neutrones rápidos: las más adaptadas contra los objetivos poco distantes de Israel.
Los Estados árabes de la AIEA, que habían preparado una resolución sobre «Las capacidades nucleares israelíes», han retrasado, bajo presión de Estados Unidos, su presentación a 2013.
Mientras tanto la mecha de la bomba, no la iraní de los dibujos animados, sino la de verdad, la de Israel, puede ser encendida en cualquier momento.
Manlio Dinucci
Edición de Il Manifesto del 2 de octubre de 2012
[Traducido del francés por Boltxe kolektiboa.]