Qué emoción me ha dado ver a mis hermanos farianos empuñando el fusil de la palabra, a través de la cual han asestado un duro golpe a la diplomacia santanderista en Oslo, Noruega.
Ha sido clara la “diplomacia” fariana: la paz que quiere Colombia es la paz con justicia social, no la paz de los cementerios que pretende imponer la oligarquía colombiana.
“La paz no significa el silencio de los fusiles”, dijo Iván Márquez, quien en nombre del Secretariado de las FARC-EP, expuso las causas reales del conflicto, a la vez que denunció el papel del terrorismo de Estado en Colombia y la responsabilidad que este debe asumir por los crímenes que ha cometido.
Llena de orgullo la dignidad del comandante Jesús Santrich al defender frontalmente el derecho histórico de los pueblos a la insurrección. Asimismo las palabras de Iván, al señalar la corrupción del Congreso colombiano y el absurdo de pretender juzgar a los guerrilleros farianos por el hecho de ejercer el derecho a la rebelión y a la insurgencia frente a quienes históricamente han explotado y oprimido al pueblo.
Jesús Santrich, con una sonrisa, manifestó lo paradójico del planteamiento hecho por Humberto la Calle al querer convertir a las FARC-EP en victimarias, cuando sobre el Estado colombiano pesan desapariciones, asesinatos, torturas, montajes judiciales contra luchadoras y luchadores sociales.
Los terroristas, debe quedar claro, son aquellos que han utilizado el narcotráfico y el paramilitarismo para posibilitar la acumulación de capital por medio de la desposesión más brutal del pueblo colombiano, al que han desplazado violentamente para apoderarse de sus tierras o al que le han impuesto un sinnúmero de medidas criminales en materia laboral como la flexibilización, la precarización, el desempleo, el subempleo, todo ello acompañado de violaciones a los derechos humanos.
Quedaron desenmascaradas las verdaderas intenciones del gobierno santista: que la guerrilla entregue las armas, que se desmovilice y que ellos tengan el camino libre para continuar con la aplicación del modelo neoliberal, pero sin destinar ya los recursos que hoy utilizan para hacer la guerra contra la insurgencia revolucionaria, el brazo armado del pueblo explotado.
Ya dirán los cretinos de la industria mediática, que las FARC-EP se pasaron de la raya. Dirán que eso es políticamente incorrecto. ¡Al carajo con sus apreciaciones simplistas y banales! Nos ubicamos en el lado de los malpensantes, de los que no son políticamente correctos, como diría Alfonso Sastre. Por ello no callamos frente a la injusticia, sino que la denunciamos.
Hipócritas que hablan de paz, cuando queda claro que continuarán con la doctrina de seguridad nacional, de la seguridad democrática uribista, del terrorismo de Estado para reprimir al pueblo a través de sus fuerzas militares, policiales y paramilitares. No quieren topar al ejército, quieren mantenerlo intacto. Es decir, ni pensar en hablar de la formación de una fuerza armada nueva, no sometida a los dictados de Washington, de las transnacionales y de la oligarquía santanderista. Militares corruptos, vinculados al narcoparamilitarismo pretenden ser intocables. De las violaciones a los derechos humanos, mejor ni hablar. Los únicos que deben ser judicializados son los guerrilleros de las FARC-EP.
Y la cloaca mediática, como bien la definiera Jesús Santrich, ahora incluso quiere acusar a la insurgencia de ser la causante del despojo de la tierra a los campesinos, sin chistar una palabra contra la oligarquía colombiana que ha sustentado su poder económico y político por medio del negocio sucio, de la cocaína y el paramilitarismo que posibilitó el saqueo de 8 millones de hectáreas de los campesinos colombianos en los últimos 25 años a favor de ganaderos, latifundistas y empresarios narcos.
En Colombia existe una verdadera lumpenburguesía, amparada por un Estado gansteril, que no permitirá que su modelo económico criminal, el capitalista-neoliberal, se tope. Así lo transmitió furibundo, Humberto la Calle, que además señaló que no se discutirá el modelo de inversión extranjera y peor el punto que duele a todo oligarca, que es el relacionado con la propiedad privada.
En ese momento, la sala de la rueda de prensa olía a azufre.
En cambio, las FARC-EP, han sido serias. Si se habla de paz, se habla de las causas que hacen que el pueblo se levante. Si quieren paz, es necesario plantear el cese al fuego. Si aspiran la paz para Colombia, es necesario que el pueblo colombiano participe en los diálogos. Allí no se negocia nada, dijo Jesús Santrich, porque las FARC-EP no buscan para ellas algo particular. Allí lo que se está haciendo es dar inicio a un diálogo en el que debe estar el pueblo colombiano, que es el que debe señalar cuáles son sus necesidades y planteamientos fundamentales para vivir mejor.
En verdad, ese momento se respiro dignidad, esa de la que carecen los representantes del gobierno colombiano. Que distinto ver a un guerrillero haciendo diplomacia, que a un burgués prepotente pretendiendo imponerse sobre el otro.
Marco Calarcá puso la nota hermosa, cuando dejó su puesto a Simón Trinidad. Él estuvo ausente de cuerpo presente, pero su ejemplo de lucha, sus ideas siempre acompañaron a los insurgentes de la diplomacia fariana.
Debe quedarles claro ¡estúpidos oligarcas!: Las FARC-EP no quieren cargos políticos, ni quieren ser un partido más dentro de la estructura podrida de la institucionalidad burguesa, a la que con cinismo llaman democracia en Colombia. Las FARC-EP, como diría Julián Conrado, quiere paz, PAZ con dignidad, PAZ con libertad, PAZ como es la PAZ con felicidad, la PAZ con amor, no la de mentiras del explotador.
Patria Grande, 18 de octubre de 2012