NOTA DEL EDITOR
- Se ha tomado como base de la presente edición de El imperialismo, fase superior del capitalismo el texto de la edición española de las Obras Escogidas de Lenin, en dos tomos, publicadas por Ediciones en Lenguas Extranjeras, de Moscú, en 1948. Este folleto ha sido editado después de haber sido confrontado con la versión china, publicada por la Editorial del Pueblo, Pekín, en septiembre de 1964, y consultado el original ruso de las Obras Completas de Lenin, t. XXII.
Las notas incluidas al final del folleto han sido redactadas y traducidas según las de la edición china, publicada por la Editorial del Pueblo, Pekín.
C O N T E N T S
PROLOGO |
1 |
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PROLOGO A LAS EDICIONES FRANCESA Y ALEMANA |
3 |
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3 |
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I. |
LA CONCENTRACION DE LA PRODUCCION Y LOS MONOPOLIOS |
12 |
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II. |
LOS BANCOS Y SU NUEVO PAPEL |
33 |
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III. |
EL CAPITAL FINANCIERO Y LA OLIGARQUIA FINANCIERA |
56 |
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IV. |
LA EXPORTACION DE CAPITAL |
76 |
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V. |
EL REPARTO DEL MUNDO ENTRE LAS ASOCIACIONES DE CAPITALISTAS |
83 |
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VI. |
EL REPARTO DEL MUNDO ENTRE LAS GRANDES POTENCIAS |
95 |
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VII. |
EL IMPERIALISMO, COMO FASE PARTICULAR DEL CAPITALISMO |
111 |
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VIII. |
EL PARASITISMO Y LA DESCOMPOSICION DEL CAPITALISMO |
126 |
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IX. |
LA CRITICA DEL IMPERIALISMO |
140 |
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X. |
EL LUGAR HISTORICO DEL IMPERIALISMO |
158 |
|
NOTAS |
167 |
pág. 1
1](Ensayo popular )
PROLOGO
El folleto que ofrezco a la atención del lector fue escrito en Zurich durante la primavera de 1916. En las condiciones en que me veía obligado a trabajar tuve que tropezar, naturalmente, con una cierta insuficiencia de materiales franceses e ingleses y con una gran carestía de materiales rusos. Sin embargo, la obra inglesa más importante sobre el imperialismo, el libro de J. A. Hobson, ha sido utilizada con la atención que, a mi juicio, merece.
El folleto está escrito teniendo en cuenta la censura zarista. Por esto, no sólo me vi precisado a limitarme estrictamente a un análisis exclusivamente teórico – sobre todo económico –, sino también a formular las indispensables y poco numerosas observaciones de carácter político con una extraordinaria prudencia, por medio de alusiones, del lenguaje a lo Esopo, maldito lenguaje al cual el zarismo obligaba a recurrir a todos los revolucionarios cuando tomaban la pluma para escribir algo con destino a la literatura «legal».
Produce pena releer ahora, en los días de libertad, los pasajes del folleto desnaturalizados, comprimidos, contenidos
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en un anillo de hierro por la preocupación de la censura zarista. Para decir que el imperialismo es el preludio de la revolución socialista, que el socialchovinismo (socialismo de palabra, chovinismo de hecho) es una traición completa al socialismo, el paso completo al lado de la burguesía, que esa escisión del movimiento obrero está relacionada con las condiciones objetivas del imperialismo, etc., me vi obligado a hablar en un lenguaje servil, y por esto no tengo más remedio que remitir a los lectores que se interesen por el problema a la colección de mis artículos de 1914 – 1917, publicados en el extranjero,2]: para hacer comprender al lector, en forma adaptada a la censura, el modo indecoroso de cómo mienten los capitalistas y los socialchovinistas que se han pasado al lado de aquéllos (y contra los cuales lucha con tanta inconsecuencia Kautsky), en lo que se refiere a la cuestión de las anexiones, el descaro con que encubren las anexiones de sus capitalistas, me vi precisado a tomar el ejemplo… ¡del Japón! El lector atento sustituirá fácilmente el Japón por Rusia, y Corea, por Finlandia, Polonia, Curlandia, Ucrania, Jiva, Bujará, Estlandia y otros territorios del imperio zarista no poblados por grandes rusos.
Quiero abrigar la esperanza de que mi folleto ayudará a orientar en la cuestión económica fundamental, sin cuyo estudio es imposible comprender nada en la apreciación de la guerra y de la política actuales, a saber: la cuestión de la esencia económica del imperialismo.
EL AUTOR
Petrogrado, 26 de abril de 1917
pág. 3
3]
4], ha dado en esta cuestión un paso atrás con respecto al inglés Hobson, pacifista y reformista declarado. La escisión internacional de todo el movimiento obrero aparece ahora de una manera plena (II y III Internacional). La lucha armada y la guerra civil entre las dos tendencias es también un hecho evidente: en Rusia, apoyo de Kolchak y de Denikin por los mencheviques y los «socialistas-revolucionarios» contra los bolcheviques;5]; y lo mismo en Finlandia, en Polonia, en Hungria, etc. ¿Dónde está la base económica de este fenómeno histórico-mundial?
Se encuentra precisamente en el parasitismo y en la descomposición del capitalismo, inherentes a su fase histórica superior, es decir, al imperialismo. Como lo demostramos en este libro, el capitalismo ha destacado ahora un puñado (menos de una décima parte de la población de la tierra, menos de un quinto, calculando «por todo lo alto») de Estados particularmente ricos y poderosos, que saquean a todo el mundo con el simple «recorte del cupón». La exportación de capital da ingresos que se elevan a ocho o diez mil millones de francos anuales, de acuerdo con los precios de antes de la guerra y según las estadísticas burguesas de entonces. Naturalmente, ahora eso representa mucho más.
Es evidente que una supetganancia tan gigantesca (ya que los capitalistas se apropian de ella, además de la que exprimen a los obreros de su «propio» país) permite corromper a los dirigentes obreros y a la capa superior de la aristocracia obrera. Los capitalistas de los países «avanzados» los
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corrompen, y lo hacen de mil maneras, directas e indirectas, abiertas y ocultas.
Esta capa de obreros aburguesados o de «aristocracia obrera», completamente pequeños burgueses en cuanto a su manera de vivir, por la cuantía de sus emolumentos y por toda su mentalidad, es el apoyo principal de la Segunda Internacional, y, hoy día, el principal apoyo social (no militar) de la burguesía. Pues éstos son los verdaderos agentes de la burguesía en el seno del movimiento obrero, los lugartenientes obreros de la clase capitalista (labour lieutenants of the capitalist class), los verdaderos portadores del reformismo y del chovinismo. En la guerra civil entre el proletariado y la burguesía se ponen inevitablemente, en número no despreciable, al lado de la burguesía, al lado de los «versalleses» contra los «comuneros».
Sin haber comprendido las raíces económicas de ese fenómeno, sin haber alcanzado a ver su importancia política y social, es imposible dar el menor paso hacia la solución de las tareas prácticas del movimiento comunista y de la revolución social que se avecina.
El imperialismo es el preludio de la revolución social del proletariado. Esto ha sido confirmado, en una escala mundial, desde 1917.
N. LENIN
6 de julio de 1920
pág. 11
Durante los últimos quince o veinte años, sobre todo después de la guerra hispano-americana (1898) y de la anglo-boer (1899−1902), la literatura económica, así como la política, del Viejo y del Nuevo Mundo, consagra una atención creciente al concepto de «imperialismo» para caracterizar la época que atravesamos. En 1902, apareció en Londres y Nueva York la obra del economista inglés J. A. Hobson, «El imperialismo». El autor, que está situado en el punto de vista del socialreformismo y del pacifismo burgueses – punto de vista que coincide, en el fonda, con la posición actual del ex-marxista C. Kautsky – hace una descripción excelente y detallada de las particularidades económicas y políticas fundamentales del imperialismo. En 1910, se publicó en Viena la obra del marxista austriaco Rudolf Hilferding, «El capital financiero» (traducción rusa: Moscú 1912). A pesar del error del autor en la cuestión de la teoría del dinero y de cierta tendencia a conciliar el marxismo con el oportunismo, la obra mencionada constituye un análisis tebrico extremadamente valioso de la «fase moderna de desarrollo del capitalismo» (así está concebido el subtítulo de la obra de Hilferding). En el fondo, lo que se ha dicho acerca del imperialismo durante estos últimos años – sobre todo en el número inmenso de artículos sobre este tema publicados en
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periódicos y revistas, así como en las resoluciones tomadas, por ejemplo, en los Congresos de Chemnitz y de Basilea, que se celebraron en otoño de 1912 – salía apenas del círculo de ideas expuestas o, para decirlo mejor, resumidas en los dos trabajos mencionados…
En las páginas que siguen nos proponemos exponer someramente, en la forma más popular posible, el lazo y la correlación entre las particularidades económicas fundamentales del imperialismo. No nos detendremos, tanto como lo merece, en el aspecto no económico de la cuestión. Las indicaciones bibliográficas y otras notas que no a todos los lectores pueden interesar, las damos al final del folleto.
*]
¡Casi la mitad de la producción global de todas las empresas del país en las manos de la centésima parte del número total de empresas! Y esas tres mil empresas gigantescas abrazan 258 ramas industriales. De aquí se deduce claramente que la concentración, al llegar a un grado determinado de su desarrollo, por sí misma conduce, puede decirse, de lleno al monopolio, ya que a unas cuantas decenas de em presas gigantescas les resulta fácil ponerse de acuerdo entre sí, y, por otra parte, la competencia, que se hace cada vez más difícil, y la tendencia al monopolio, nacen precisamente de las grandes proporciones de las empresas. Esta transformación de la competencia en monopolio constituye de por sí uno de los fenómenos más importantes – por no decir el más importante – de la economía del capitalismo moderno, y es necesario que nos detengamos a estudiarlo con mayor detaile Pero antes debemos eliminar un equívoco posible.
*].
Medio siglo atrás, cuando Marx escribió «El Capital», la libre concurrencia era considerada por la mayor parte de los economistas como una «ley natural». La ciencia oficial intentó aniquilar por la conspiración del silencio la obra de Marx, el cual había demostrado, por medio del análisis teórico e histórico del capitalismo, que la libre concurrencia engendra la concentración de la producción, y que dicha concentración, en un cierto grado de su desarrollo, conduce al monopolio. Ahora el monopolio es un hecho. Los economistas escriben montañas de libros en los cuales describen manifestaciones aisladas del monopolio y siguen declarando a coro que «el marxismo ha sido refutado». Pero los hechos son testarudos – como dice un refrán inglés – y, de grado o por fuerza, hay que tenerlos en cuenta. Los hechos demuestran que las diferencias entre los diversos países capitalistas, por ejemplo, en lo que se refiere al proteccionismo o al librecambio, condicionan únicamente diferencias no esenciales en la forma de los monopolios o en el momento de su aparición, pero que el engendramiento del monopolio por la concentración de la producción es una ley general y fundamental de la fase actual de desarrollo del capitalismo.
*]. «En todas las empresas del trust del acero («United States Steel Corporation») estaban ocupados, en 1907, no menos de 210.180 obreros y empleados. La empresa más importante de la industria minera alemana, la Sociedad Minera de Gelsenkirchen («Gelsenkirchener Bergwerksgesellschaft») tenía, en 1908, 46.048 obreros y empleados»[**].
Ya en 1902, el trust del acero producía 9 millones de toneladas de acero[***]. Su producción constituía, en 1901, el 66,3% y, en 1908, el 56,1 % de toda la producción de acero de los Estados Unidos[****]. Sus extracciones de mineral de hierro, el 43,9% y el 46,3%, respectivamente.
El informe de la comisión gubernamental norteamericana sobre los trusts dice:
«La superioridad de los trusts sobre sus competidores se basa en las grandes proporciones de sus empresas y en su excelente instalación técnica. El trust del tabaco, desde el momento mismo de su fundación, consagró todos sus esfuerzos a sustituir en todas partes en vasta escala el trabajo manual por el trabajo mecánico. Con este objeto, adquirió todas las patentes que tenían una relación cualquiera con la elaboración del tabaco y empleó para esto sumas enormes. Muchas patentes resultaban al principio inservibles y tuvieron que ser modificadas por los ingenieros que se hallaban al servicio del trust. A fines de 1906,
*]
La competencia se convierte en monopolio. De aquí resulta un gigantesco progreso de la socialización de la producción. Se efectúa también, en particular, la socialización del proceso de inventos y perfeccionamientos técnicos.
Esto no tiene ya nada que ver con la antigua libre concurrencia de patronos dispersos, que no se conocían entre sí y que producían para un mercado ignorado. La concentración ha llegado hasta tal punto, que se puede hacer un cálculo aproximado de todas las fuentes de materias primas (por ejemplo, yacimientos de minerales de hierro) en un país, y aun, como veremos, en varios países, en todo el mundo. No sólo se realiza este cálculo, sino que asociaciones monopolistas gigantescas se apoderan de dichas fuentes. Se efectúa el cálculo aproximado del mercado, el que, según el acuerdo estipulado, las asociaciones mencionadas se «reparten» entre sí. Se monopoliza la mano de obra calificada, se toman los mejores ingenieros, y las vías y los medios de comunicación – las líneas férreas en América, las compañías navieras en Europa y América – van a parar a manos de los
*]. El monopolio se abre camino en todas partes, valiéndose de todos los medios, empezando por el pago de una «modesta» indemnización al que cede y terminando por el «procedimiento» americano del empleo de la dinamita contra el competidor.
La supresión de las crisis por los cartels es una fábula de los economistas burgueses, los cuales lo que hacen es embellecer el capitalismo a toda costa. Al revés, el monopolio que se crea en varias ramas de la industria aumenta y agrava el caos propio de todo el sistema de la producción capitalista en su conjunto. La desproporción entre el desarrollo de la agricultura y el de la industria, desproporción que es característica del capitalismo en general, se acentúa aún más. La situación privilegiada en que se halla la industria más cartelizada, la llamada industria pesada, particularmente el hierro y la hulla, determina en las demás ramas de la industria «la falta mayor aún de coordinación sistemática», como lo reconoce Jeidels, autor de uno de los mejores trabajos sobre «las relaciones entre los grandes bancos alemanes y la industria»**.
«Cuanto más desarrollada está la economía nacional – escribe Liefmann, defensor acérrimo del capitalismo – tanto más se entrega a empresas arriesgadas o, en el extranjero, a empresas que exigen largo tiempo para su
*].
El aumento del riesgo es consecuencia, al fin y al cabo, del aumento gigantesco de capital, el cual, por decirlo así, desborda el vaso y se vierte hacia el extranjero, etc. Y junto con esto 106 progresos extremadamente rápidos de la técnica traen aparejados consigo cada vez más elementos de desproporción entre las distintas partes de la economía nacional, de caos, de crisis.
«Probablemente – se ve obligado a reconocer el mismo Liefmann – la humanidad asistirá en un futuro próximo a nuevas y grandes revoluciones en el terreno de la técnica, que harán sentir sus efectos también sobre la organización de la economía nacional … [la electricidad, la navegación aérea]. Habitualmente, y por regla general, en estos períodos de radicales transformaciones económicas se desarrolla una fuerte especulación» …**
Y las crisis – las crisis de toda clase, sobre todo las crisis económicas, pero no sólo éstas – aumentan a su vez en proporciones enormes la tendencia a la concentración y al monopolio. He aquí unas reflexiones extraordinariamente instructivas de Jeidels sobre la significación de la crisis de 1900, la cual, como sabemos, desempeñó el papel de punto crucial en la historia de los monopolios modernos:
«La crisis de 1900 se produjo en un momento en que, al lado de gigantescas empresas en las ramas principales
*].
Hemos subrayado la indicación relativa a los bancos «adheridos», porque esto se refiere a una de las particularidades características más importantes de la concentración capitalista moderna. Los grandes establecimientos, particularmente los bancos, no sólo absorben directamente a los pequeños, sino que los «incorporan», los subordinan, los incluyen en «su» grupo, en su consorcio (konzern) – según el término técnico – por medio de la «participación» en su capital, de la compra o del cambio de acciones, del sistema de crédito, etc., etc. El profesor Liefmann ha consagrado un voluminoso «trabajo» de medio millar de páginas a la descripción de las «sociedades contemporáneas de participación y financiación»**, pero, por desgracia, agregando razonamientos «teóricos» de calidad más que inferior a un material bruto, a menudo mal digerido. El resultado a que conduce este sistema de «participación», desde el punto de vista de la concentración, se halla indicado mejor que en ninguna otra parte en la obra del «financiero» Riesser sobre los grandes bancos alemanes. Pero antes de examinar sus datos daremos un ejemplo concreto del sistema de «participación».
El «grupo» del «Banco Alemán» es uno de los más importantes, por no decir el más importante, de los grupos de grandes bancos. Para darse cuenta de los hilos principales
*]:
El «Banco Alemán» |
Dependencia de |
Dependencia de |
Dependencia de |
De un modo per- manente Durante un tiempo De vez en cuando |
en 17 bancos » 5 » » 8 » |
de los cuales 9 — de los cuales 5 |
de los cuales 4 — de los cuales 2 |
Total . . . . . |
en 30 bancos |
de los cuales 14 |
de los cuales 6 |
Entre los ocho bancos de «dependencia de primer grado» sometidos al «Banco Alemán» «de vez en cuando», figuran tres bancos extranjeros: uno austriaco (la «Sociedad Bancaria», de Viena – «Bankverein» –) y dos rusos (el «Banco Comercial Siberiano» – «Sibirski Torgovi Bank» – y el «Banco Ruso para el Comercio Exterior» – «Russki Bank dliá vneshnei torgovli» –). En total forman parte del grupo del «Banco Alemán», directa o indirectamente, parcial o totalmente, 87 bancos, y el capital total, propio o ajeno, de que dispone el grupo se calcula en dos o tres mil millones de marcos.
*], ¿no es todo esto una prueba de impotencia?
Pero los hechos no dejan de ser hechos. En Alemania no hay trusts, sino «solamente» cartels, pero dirigen el país no más de 300 magnates del capital, y su número disminuye sin cesar. Los bancos, en todo caso, en todos los países capitalistas, cualquiera que sea la diferencia entre las legislaciones bancarias, intensifican y aceleran enormemente el proceso de concentración del capital y de constitución de monopolios.
«Los bancos crean en escala social la forma, y nada más que la forma, de la contabilidad general y de la distribución general de los medios de producción», escribía Marx, hace medio siglo, en «El Capital» (trad. rusa, t. III, parte II, pág. 144). Los datos que hemos reproducido referentes al incremento del capital bancario, al aumento del número de oficinas de cambio y sucursales de los bancos más importantes, de sus cuentas corrientes, etc., nos muestran concretamente esa «contabilidad general» de toda la clase de los capitalistas y aun no sólo de los capitalistas, pues los bancos recogen, aunque no sea más que temporalmente, toda clase de ingresos monetarios de los pequeños propietarios, de los funcionarios, de la reducida capa superior de los obreros, etc. La «distribución general de los medios de producción»: he aquí lo que brota, desde el punto de vista formal, de los bancos modernos, de los que los más importantes en número de 3 a 6 en Francia, y de 6 a 8 en Alemania, disponen de miles y miles de millones. Pero, por su contenido, esa distribución de los medios de producción no es «general», ni mucho menos, sino privada, esto es, conforme a los intereses del gran capital, y, en primer lugar, del capital monopolista más
*]
DEPOSITOS (EN MILES DE MILLIONES OF MARCOS)
Inglaterra |
Francia |
Alemania |
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En los |
En las |
En los |
En las |
En los |
En las |
En las |
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*].
««Todo banco es una Bolsa». Este aforismo moderno es tanto más justo cuanto más grande es el banco, cuanto mayores son los éxitos de la concentración en los negocios bancarios»[**].6], etc.], «abrió la época de la industrialización de Alemania, en el momento actual los bancos y la industria “se las pueden arreglar de un modo independiente”. La dominación de nuestros grandes bancos sobre la Bolsa … no es otra cosa que la expresión de la organización completa del Estado industrial alemán. Si se restringe de este modo el campo de acción de las leyes económicas que funcionan automáticamente y se ensancha extraordinariamente el de la regulación consciente a través de los bancos, aumenta así en proporciones gigantescas la responsabilidad por la economía nacional de unas cuantas cabezas dirigentes», dice el profesor alemán Schulze-Gaevernitz***, apologista del imperialismo alemán, quien es considerado como una autoridad por los imperialistas de todos los países y que se esfuerza en disimular una «pequeñez», a saber, que esa «regulación consciente» a través de los bancos se basa en el despojo del público por un puñado de monopolistas «completamente organizados». La tarea del profesor burgués consiste no en poner al des cubierto todo el mecanismo y en desenmascarar todas las
*].
En otros términos: el viejo capitalismo, el capitalismo de la libre concurrencia, con su regulador absolutamente indispensable, la Bolsa, pasa a la historia. En su lugar, ha aparecido el nuevo capitalismo, que tiene los rasgos evidentes de un fenómeno transitorio, que representa una especie de mescolanza de la libre concurrencia y del monopolio. Surge de un modo natural la pregunta: ¿a qué tiende la «transición» de este nuevo capitalismo? Pero los sabios burgueses tienen miedo de hacerse esta pregunta.
«Treinta años atrás, los empresarios que competían libremente entre sí realizaban las 9⁄10 de la labor económica que no pertenece a la esfera del trabajo físico de los «obreros». En la actualidad, son los funcionarios los que realizan las 9⁄10 de esa labor económica intelectual. Los bancos se hallan al frente de esta evolución»**.
7]:
«Con el incremento de la concentración de los bancos, se restringe el círculo de instituciones a las cuales uno se puede dirigir en demanda de crédito, como consecuencia de lo cual aumenta la dependencia de la gran industria con respecto a un reducido número de grupos bancarios. Como resultado de la estrecha relación entre la industria y el mundo financiero, la libertad de movimiento de las sociedades industriales que tienen necesidad del capital bancario se ve restringida. Por eso, la gran industria asiste con cierta perplejidad a la trustificación de los bancos (unificación o transformación en trusts), cada día más intensa; en efecto, a menudo se ha podido observar el germen de acuerdos determinados entre los consorcios de
* «Die Bank», 1912, I, pág. 435.pág. 48
grandes bancos, acuerdos cuya finalidad es limitar la competencia»[*].
Una y otra vez más se ve que la última palabra en el desarrollo de los bancos es el monopolio.
En cuanto a la estrecha relación existente entre los bancos y la industria, es precisamente en esta esfera donde se manifiesta, acaso con más evidencia que en ninguna otra parte, el nuevo papel de los bancos. Si el banco descuenta las letras de un empresario, le abre una cuenta corriente, etc., esas operaciones, consideradas aisladamente, no disminuyen en lo más mínimo la independencia de dicho empresario y el banco no pasa de ser un modesto intermediario. Pero si estas operaciones son cada vez más frecuentes e importantes, si el banco «reúne» en sus manos inmensos capitales, si las cuentas corrientes de una empresa permiten al banco – y es así como sucede – enterarse, de un modo cada vez más detallado y completo, de la situación económica de su cliente, el resultado es una dependencia cada día más completa del capitalista industrial con respecto al banco.
Paralelamente se desarrolla, por decirlo así, la unión personal de los bancos con las más grandes empresas industriales y comerciales, la fusión de los unos y de las otras por la posesión de las acciones, la entrada de los directores de los bancos en los consejos de vigilancia (o administración) de las empresas industriales y comerciales, y viceversa. El economista alemán Jeidels ha reunido datos muy detallados sobre esta forma de concentración de los capitales y de las empresas. Seis grandes bancos berlineses estaban representados, por sus directores, en 344 sociedades industriales, y por los miembros de sus consejos de administración, en otras
*]
En los bancos franceses hallamos instituciones similares, sólo que en una forma un poco diferenee. Por ejemplo, uno de los tres grandes bancos franceses, el «Crédit Lyonnais», ha organizado una sección especial dedicada a recoger informaciones financieras: «Service des études financieres». En dicha sección trabajan permanentemente so personas: ingenieros, estadísticos, economistas, abogados, etc. Cuesta de 600 a 700 mil francos anuales. La sección se halla dividida a su vez en ocho subsecciones: una recoge datos especiales sobre las empresas industriales, otra estudia la estadística general, otra las sociedades ferroviarias y navieras, otra los fondos, otra los balances financieros, etc.**
Resulta, de una parte, una fusión cada día mayor, o según la acertada expresión de N. Bujarin, la ensambladura de los capitales bancario e industrial, y de otra, la transformación
*].
En esencia, se trata de las mismas lamentaciones del pequeño capital con respecto al yugo del grande, ¡pero, en este caso, ha pasado a la categoría de «pequeño» capital todo un sindicato! La vieja lucha entre el pequeño y el gran capital se reproduce en un nuevo e inconmensurablemente más elevado grado de desarrollo. Es evidente que, disponiendo de miles de millones, las empresas de los grandes bancos pueden también hacer avanzar el progreso técnico, valiéndose de medios incomparablemente superiores a los anteriores. Los bancos crean, por ejemplo, sociedades especiales de investigación técnica, de cuyos resultados se aprovechan, naturalmente sólo las empresas industriales «amigas». Entre ellas figuran la «Sociedad para el estudio del problema de los ferrocarriles eléctricos», la «Oficina central de investigaciones científico-técnicas», etc.
8] y que supone que el imperialismo es un defecto propio de uno de los pueblos…
Pero el «sistema de participación» no sólo sirve para aumentar en proporciones gigantescas el poderío de los monopolistas, sino que, además, permite llevar a cabo impunemente toda clase de negocios oscuros y sucios y robar al público, pues los dirigentes de las «sociedades madres», formalmente, según la ley, no responden por la «sociedad filial», que es considerada como «independiente» y a través de la cual se puede «hacer pasar» todo. He aquí un ejemplo que entresa-
9], el «Prodamet»[10] y los sindicatos del petróleo, de la metalurgia y del cemento. Por consiguiente, la fusión del capital bancario e industrial, con motivo de la constitución de los monopolios capitalistas, ha dado también en Rusia un gran paso adelante.
El capital financiero, concentrado en un puño y que goza del monopolio efectivo, obtiene un beneficio enorme, que se acrece sin cesar, de la constitución de sociedades, de la emisión de valores, de los empréstitos del Estado, etc., consolidando la dominación de la oligarquía financiera, imponiendo a toda la sociedad los tributos en provecho de los monopolistas. He aquí uno de los innumerables ejemplos de los «negocios» de los trusts americanos, citado por Hilferding: En 1887, Havemeyer constituyó el trust del azúcar mediante la fusión de 15 pequeñas compañías, cuyo capital total era de 6,5 millones de dólares. Pero el capital del trust, «diluido», según expresión norteamericana, fue determinado en 50 millones de dólares. La «sobrecapitalización» calculaba de antemano los futuros beneficios monopolistas, del mismo modo que, también en América, el trust del acero calcula los futuros beneficios monopolistas acaparando un número cada vez más considerable de yacimientos de mineral de hierro. Y, en efecto, el trust del azúcar fijó precios de monopolio y percibió tales beneficios, que pudo pagar un dividendo del 10% al capital siete veces «diluido», es decir, ¡casi el 70% del capital aportado efectivamente al ser constituido el trust! En 1909, su capital era de 90 millones de dólares. En veintidós años, el capital fue más que decuplicado.
pág. 66
En Francia, la dominación de la «oligarquía financiera» («Contra la oligarquía financiera en Francia» es el título del conocido libro de Lysis, cuya quinta edición apareció en 1908) ha adoptado una forma sólo un poco modificada. Los cuatro bancos más importantes gozan no del monopolio relativo, sino «del monopolio absoluto» para la emisión de valores. De hecho, se trata de un «trust de los grandes bancos». Y el monopolio garantiza beneficios monopolistas de las emi siones. Al hacerse los empréstitos, el país que los negocia percibe habitualmente no más del 90% del total; el 10% restante va a parar a los bancos y demás intermediarios. El beneficio de los bancos en el empréstito ruso-chino de 400 millones de francos fue del 8%; en el ruso (1904) de 800 millones, del 10%; en el marroquí (1904) de 62,5 millones, del 18,75%. El capitalismo, que inició su desarrollo con e pequeño capital usurario, llega al final de este desarrollo con un capital usurario gigantesco. «Los franceses son los usureros de Europa», dice Lysis. Todas las condiciones de la vida económica sufren una modificación profunda a consecuencia de esta transformación del capitalismo. Con el estancamiento de la población, de la industria, del comercio y del transporte marítimo, «el país» puede enriquecerse por medio de las operaciones usurarias. «Cincuenta individuos, que representan un capital de 8 millones de francos, pueden disponer de dos mil millones colocados en cuatro bancos». El sistema de la «participación», que ya conocemos, conduce a las mismas consecuencias: uno de los bancos más importantes, la «Sociedad General» (Société Générale) emitió 64.000 obligaciones de la «sociedad filial», «Refinerías de azúcar de Egipto». El curso de la emisión era del 150%, es decir, que el banco se beneficiaba en cincuenta céntimos por cada franco. Los dividendos de dicha sociedad resultaron ficticios,
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el «público» perdió de 90 a 100 millones de francos; «uno de los directores de la “Sociedad General” era miembro de la administración de las “Refinerías”. No tiene nada de sorprendente que el autor se vea obligado a llegar a la siguiente conclusión: «la República francesa es una monarquía financiera»; «es el dominio completo de la oligarquía financiera, que reina sobre la prensa y sobre el gobierno»[*].
Los beneficios excepcionalmente elevados que proporciona la emisión de valores, como una de las operaciones principales del capital financiero, desempeñan un papel muy importante en el desarrollo y consolidación de la oligarquía financiera. «En el interior del país no hay ningún “negocio” que dé, ni aproximadamente, un beneficio tan elevado como el servir de intermediario para la emisión de los empréstitos extranjeros», dice la revista alemana «Die Bank»[**].
«No hay ninguna operación bancaria que produzca beneficios tan elevados como las emisiones». En la emisión de valores industriales, según los datos de «El Economista Alemán», el beneficio anual fue, por término medio, el siguiente:
1895 . . . . . 38,6% |
1898 . . . . . 67,7% |
«En diez años, de 1891 a 1900, la emisión de valores industriales alemanes produjo un “beneficio” de más de mil millones «***.
*], y a cada nuevo «saneamiento» los bancos seguían «embolsándose ganancias».
Una de las operaciones particularmente lucrativas del capital financiero es también la especulación con terrenos en las afueras de las grandes ciudades que crecen rápidamente. El monopolio de los bancos se funde en este caso con el monopolio de la renta del suelo y con el monopolio de las vías de comunicación, pues el aumento de los precios de los terrenos, la posibilidad de venderlos ventajosamente por partes, etc., dependen principalmente de los buenos medios de comunicación con el centro de la ciudad, y dichas vías de comunicación se hallan en marlos de grandes cornpañías, ligadas, por el sistema de la participación y por la distribu ción de los puestos directivos, con esos mismos bancos. Resulta de todo ello lo que el escritor alemán L. Eschwege, colaborador de la revista «Die Bank», que se ha especializado en el estudio de las operaciones relacionadas con la venta e hipoteca de terrenos, etc., ha calificado de «charca»: la furiosa especulación con los terrenos de las afueras de las ciudades, los cracs de las sociedades de construcciones, como, por ejemplo, la firma berlinesa «Boswau y Knauer», que había embolsado hasta 100 millones de marcos por mediación del banco «más importante y respetable», el «Banco Alemán», el cual, naturalmente, obraba según el sistema de la «participación», esto es, en secreto, en la sombra, y salió
*]
Los «hábitos norteamericanos» de los que tan hipócritamente se lamentan los profesores europeos y los burgueses bien intencionados, en la época del capital financiero se han convertido en hábitos de toda ciudad importante de cualquier país.
En Berlín, a principios de 1914, se hablaba de la fundación de un «trust del transporte», esto es, una «comunidad de intereses» de las tres empresas berlinesas de transporte: los ferrocarriles eléctticos urbanos, la sociedad de tranvías y la de autobuses.
«Que este propósito existe – decía la revista “Die Bank” – lo sabíamos desde que fue del dominio público que la mayoría de las acciones de la sociedad de ómnibus había sido adquirida por las otras dos sociedades del transporte… Se puede dar entero crédito a quienes persiguen dicho propósito, cuando afirman que, mediante la regulación uniforme de los transportes, tienen la esperanza de obtener economías de una parte de las cuales, en resumidas cuentas, se beneficiaría el público. Pero la cuestión se complica a consecuencia de que, detrás de ese trust del transporte en formación, están los bancos, que, si quieren,
*]
El monopolio, una vez que está constituido y maneja miles de millones, penetra de un modo absolutamente inevitable en todos los aspectos de la vida social, independientemente del régimen político y de otras «particularidades». En la literatura11] o a la venalidad política norteamericana. Pero el hecho es que aun la literatura burguesa consagrada a los asuntos bancarios de Alemania, se ve constantemente obligada a salirse de los límites de las operaciones puramente bancarias y a escribir, por ejemplo, sobre la «tendencia a entrar en los bancos», a propósito de los casos, cada día más frecuentes, de funcionarios que pasan al servicio de los bancos. «¿Qué se puede decir de la incorruptibilidad del funcionario de Estado cuya secreta aspiración
*] 1) el agotamiento de los yacimientos norteamericanos de petróleo; 2) la competencia de la firma Mantaschev en Bakú; 3) los yacimientos de Austria; 4) los de Rumania; 5) los yacimientos de petróleo transoceánicos, particularmente en las colonias holandesas (las riquísimas firmas Samuel y Shell, enlazadas también con el capital inglés). Las tres últimas series de empresas están relacionadas con los grandes bancos alemanes, con el más importante de ellos, el «Banco Alemán», al frente. Estos bancos han desarrollado de un modo sistemático e independiente la industria petrolífera, por ejemplo, en Rumania, a fin de tener «su» punto de apoyo. En 1907, se calculaba que, en la industria petrolífera rumana, había capitales extranjeros por valor de 185 millones de francos, de los cuales 74 millones eran alemanes**.
Empezó lo que en la literatura económica ha sido calificado de lucha por el «reparto del mundo». Por una parte, el
*].
Estas son las confesiones preciosas que se ven obligados a hacer los economistas burgueses de Alemania. Aquí vemos patentemente cómo, en la época del capital financiero, los monopolios de Estado y los privados se entretejen formando un todo y cómo, tanto los unos como los otros, no son, en realidad, más que distintos eslabones de la lucha imperialista entre los más grandes monopolistas por el reparto del mundo.
En la navegación comercial, el proceso gigantesco de concentración ha conducido asimismo al reparto del mundo. En Alemania, se han destacado dos grandes sociedades: «Hamburg-Amerika-Linie» y el «Lloyd de la Alemania del Norte», ambas con un capital de 200 millones de marcos (acciones y obligaciones) cada una y poseyendo buques por un valor de 185 a 189 millones de marcos. Por otra parte, en Norteamérica, el 1 de enero de 1903, se fundó el llamado
*].
Es también extraordinariamente instructiva la historia de la constitución del cartel internacional del rail. Por primera vez, las fábricas de railes inglesas, belgas y alemanas inten taron ya en 1884, constituir dicho cartel en un período de decadencia intensa de los negocios industriales. Se pusieron de acuerdo para que los países firmantes del tratado no com pitieran en sus mercados interiores, y los mercados exteriores se distribuyeran con arreglo a la proporción siguiente: Inglaterra, el 66%; Alemania, el 27%; Bélgica, el 7%. La India quedó enteramente a merced de Inglaterra. Se hizo una guerra común contra una firma inglesa que se había quedado al margen del acuerdo. Los gastos de dicha guerra fueron cubiertos con un tanto por ciento de las ventas generales. Pero en 1886, cuando salieron del cartel dos firmas inglesas, éste se desmoronó. Es un hecho característico el de que no fue posible conseguir el acuerdo durante los años de prosperidad industrial que siguieron.
*].
Recordemos también el sindicato internacional del zinc, fundado en 1909, que distribuyó exactamente el volumen de la producción entre tres grupos de fábricas: alemanas, belgas, francesas, españolas, inglesas; después el trust internacional de la pólvora, esa «estrecha asociación, completamente moderna – según las palabras de Liefmann –, entre todas las fábricas alemanas de explosivos, que más tarde, juntas con las fábricas de dinamita francesas y norteamericanas, organi zadas de un modo análogo, se han repartido, por decirlo así, todo el mundo»**.
Según Liefmann, en 1897 había cerca de 40 cartels inter nacionales con la participación de Alemania, y en 1910, ya había cerca de un centenar.
*], intenta resumir los datos concretos sobre la extensión de las posesiones coloniales de Inglaterra, Francia y Alemania durante distintos períodos del siglo XIX. He aquí, brevemente expuestos, los resultados obtenidos:
EXTENSION DE LAS POSESIONES COLONIALES
Años |
Inglaterra |
Francia |
Alemania |
|||
Superficie |
Población |
Superficie |
Población |
Superficie |
Población |
|
1815 – 30 . . 1860 . . . 1880 . . . 1899 . . . |
? |
126,4 |
0,02 |
0,5 |
– |
— |
*], que en 1852 un hombre de Estado inglés como Disraeli, tan inclinado en general al imperialismo, decía que «las colonias son una rueda de molino que llevamos atada al cuello». ¡En cambio, a fines del siglo XIX, los héroes del día en Inglaterra eran Cecil Rhodes y Joseph Chamberlain, los cuales predicaban abiertamente el imperialismo y aplicaban la política imperialista con el mayor cinismo!
*].
Así hablaba, en 1895, Cecil Rhodes, millonario, rey financiero, principal culpable de la guerra anglo-boer. Esta defensa del imperialismo es simplemente un poco grosera, cínica, pero, en el fondo, no se diferencia de la «teoría» de los señores Máslov, Sudekum, Pótresov, David, del fundador del marxismo ruso, etc., etc. Cecil Rhodes era un socialchovinista algo más honrado…
Para dar un panorama lo más exacto posible del reparto territorial del mundo y de los cambios habidos en este aspecto durante las últimas décadas, utilizaremos los datos suministrados por Supan, en la obra mencionada, sobre las posesiones coloniales de todas las potencias del mundo. Supan compara los años 1876 y 1900; nosotros tomaremos el año 1876 – punto de comparación elegido muy acertadamente, ya que puede considerarse, en términos generales, que es precisamente entonces cuando termina el desarrollo del capitalismo de la Europa occidental en su fase premonopolista y el año 1914, sustituyendo las cifras de Supan por las más recientes de Hubner, que entresacamos de sus «Tablas geográfico-estadísticas». Supan estudia sólo las
*]. Incluso la política colonial capitalista de las fases anteriores del capitalismo se diferencia esencialmente de la política colonial del capital financiero.
La particularidad fundamental del capitalismo moderno consiste en la dominación de las asociaciones monopolistas de los grandes empresarios. Dichos monopolios adquieren la máxima solidez cuando reúnen en sus manos todas las fuentes de materias primas, y ya hemos visto con qué furor los grupos internacionales de capitalistas dirigen sus esfuerzos a arrebatar al adversario toda posibilidad de competencia, a acaparar, por ejemplo, las tierras que contienen mineral de hierro, los yacimientos de petróleo, etc. La posesión de colonias es lo único que garantiza de una manera completa el éxito del monopolio contra todas las contingencias de la lucha con el adversario, sin excluir la de que el adversario desee defenderse por medio de una ley sobre el monopolio de Estado. Cuanto más adelantado se halla el desarrollo del capitalismo, cuanto con mayor agudeza se siente la insuficiencia de materias primas, cuanto más dura es la competencia y la caza de las fuentes de materias primas en todo el mundo, tanto más encarnizada es la lucha por la adquisición de colonias.
«Se puede aventurar la afirmación‹escribe Schilder –, que a algunos puede parecer paradójica, de que el creci-
12], que hemos citado más arriba, escribe que hay que añadir las causas de orden social a las causas económicas de la política colonial contemporánea:
«A consecuencia de la complejidad creciente de la vida y de las dificultades que pesan no sólo sobre las masas obreras, sino también sobre las clases medias, en todos los países de vieja civilización se están acumulando “la impaciencia, la irritación, el odio, que ponen en peligro la tranquilidad pública; hay que hallar una aplicación a la energía sacada de un determinado cause de clase, encon-
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trarle aplicación fuera del país, a fin de que no se produzca la explosión en el interior” »[*].
Puesto que hablamos de la política colonial de la época del imperialismo capitalista, es necesario hacer notar que el capital financiero y la política internacional correspondiente, la cual se reduce a la lucha de las grandes potencias por el reparto económico y político del mundo, crean toda una serie de formas de transición de dependencia estatal. Para esta época son típicos no sólo los dos grupos fundamentales de países: los que poseen colonias y los países coloniales, sino también las formas variadas de países dependientes políticamente independientes, desde un punto de vista formal, pero, en realidad, envueltos por las redes de la dependencia financiera y diplomática. Una de estas formas, la semicolonia, la hemos indicado ya antes. Modelo de otra forma es, por ejemplo, la Argentina.
«La América del Sur, y sobre todo la Argentina – dice Schulze-Gaevernitz en su obra sobre el imperialismo británico –, se halla en una situación tal de dependencia financiera con respecto a Londres, que se la debe calificar de colonia comercial inglesa»**.
Según Schilder, los capitales invertidos por Inglaterra en la Argentina, de acuerdo con los datos suministrados por el cónsul austro-húngaro en Buenos Aires, fueron, en 1909, de
*].
*].
Esta definición no sirve absolutamente para nada, puesto que es unilateral, es decir, destaca arbitrariamente tan sólo el problema nacional (si bien extraordinariamente importante, tanto por sí mismo como por su relación con el imperialismo), enlazándolo arbitraria y erróneamente sólo con el capital industrial en los países que se anexionan otras naciones, colocando en primer término, de la misma forma arbitraria y errónea, la anexión de las regiones agrarias.
El imperialismo es una tendencia a las anexiones; he aquí a lo que se reduce la parte política de la definición de Kautsky. Es justa, pero extremadamente incompleta, pues en el aspecto político es, en general, una tendencia a la violencia y a la reacción. Pero lo que en este caso nos interesa es el aspectoeconómico que Kautsky mismo ha introducido en su definición. Las inexactitudes de la definición de Kautsky saltan a la vista. Lo característico del imperialismo no es justamente el capital industrial, sino el capital financiero. No es un fenómeno casual que, en Francia precisamente, el desarrollo particularmente rápido del capital financiero, que coincidió con un debilitamiento del capital
*], esto es, el superimperialismo, la unión de los imperialismos de todo el mundo, y no la lucha de los mismos, la fase de la cesación de las guerras bajo el capitalismo, la fase de la «explotación general del mundo por el capital financiero unido internacionalmente»[**].
Será preciso que nos detengamos más adelante en esta «teoria del ultraimperialismo», con el fin de hacer ver en detalle hasta qué punto rompe irremediable y decididamente con el marxismo. Lo que aquí debemos hacer, de acuerdo con el plan general de este trabajo, es echar una ojeada a los datos económicos precisos que se refieren a esta cuestión. ¿Es posible el «ultraimperialismo», «desde el punto de vista puramente económico», o es un ultradisparate?
Si se entiende por punto de vista puramente económico la «pura» abstracción, todo cuanto se pueda decir se reduce a la tesis siguiente: el desarrollo va hacia el monopolio; por lo tanto, hacia un monopolio mundial único, hacia un trust mundial único. Esto es indiscutible, pero, al mismo tiempo, carece de todo contenido, como la indicación de que «el desarrollo va hacia» la producción de los artkulos alimenticios en los laboratorios. En este sentido, la «teoría» del ultraim-
*]
Ante esto, cabe preguntar: en el terreno del capitalismo, ¿qué otro medio podía haber que no sea la guerra, para suprimir la desproporción existente entre el desarrollo de las fuerzas productivas y la acumulación del capital, por una parte, y el reparto de las colonias y de las «esferas de influencia» para el capital financiero, por otra?
*].
Recordemos que, para el año 1915, dicho capital aumentó aproximadamente en dos veces y media.
«El imperialismo agresivo – dice más adelante Hobson –, que cuesta tan caro a los contribuyentes y tiene tan poca importancia para el industrial y el comerciante… , es una fuente de grandes beneficios para el capitalista que busca el modo de invertir su capital» … [En inglés esta noción se expresa con una sola palabra: «investor», rentista]. «El estadístico Giffen estima en 18 millones de libras esterlinas, calculando a razón de un 2,5% sobre un giro total de 800 millones de libras esterlinas, el beneficio anual percibido en 1899 por la Gran Bretaña de su comercio exterior y colonial».
Por grande que sea esta suma, no puede explicar el imperialismo agresivo de la Gran Bretaña. Lo que lo explica son los 90 ó 100 millones de libras esterlinas que representan el beneficio del capital «invertido», el beneficio del sector de los rentistas.
¡El beneficio de los rentistas es cinco veces mayor que el beneficio del comercio exterior del país más «comercial» del mundo! ¡He aquí la esencia del imperialismo y del parasitismo imperialista!
*].
Con respecto a Alemania, el editor de la revista berlinesa «Die Bank», A. Lansburgh, escribía en 1911 lo siguiente, en el artículo «Alemania, Estado-rentista»:
«En Alemania la gente se ríe de buena gana de la tendencia a convertirse en rentista que se observa en Francia. Pero, al hacerlo, se olvidan de que, por lo que se refiere a la burguesía, las condiciones alemanas se parecen cada día más a las de Francia»**.
El Estado-rentista es el Estado del capitalismo parasitario y en descomposictón, y esta circunstancia no puede dejar de reflejarse tanto en todas las condiciones político-sociales de los países correspondientes en general, como en las dos tendencias fundamentales del movimiento obrero en particular. Para mostrarlo de un modo más evidente, cedemos la palabra a Hobson, el cual es un testigo «seguro», ya que no se le puede considerar como sospechoso de apasionamiento por la «ortodoxia marxista» y, por otra parte, es un inglés bien informado de la situación del país más rico en colonias, en capital financiero y en experiencia imperialista.
Describiendo, bajo la viva impresión de la guerra anglo-boer, el lazo que une al imperialismo con los intereses de los
*] Se debería decir: de la cual los políticastros burgueses y los oportunistas «socialistas» hacen poco caso.
Entre las particularidades del imperialismo relacionadas con los fenómenos de que hemos hablado, figura la disminución de la emigración de los países imperialistas y el aumento de la inmigración (afluencia de obreros y transmigraciones) a estos últimos, procedente de los países más atrasados, donde el nivel de los salarios es más bajo. La emigración de Inglaterra, como lo hace observar Hobson, disminuye a partir de 1884: en este año, el número de emigrantes fue de 242.000, y de 169.000 en 1900. La emigración de Alemania alcanzó el máximo entre 1881 y 1890: 1.453.000, descendiendo en las dos décadas siguientes hasta 544.000 y 341.000. Por el contrario, aumentó el número de obreros llegados a Alemania procedentes de Austria, Italia, Rusia y otros países. Según el censo de 1907, en Alemania había 1.342.294 extranjeros, de los cuales 440.800 eran obreros industriales y 257.329 agrícolas**. En Francia, una «parte considerable» de los obreros mineros está constituida por extranjeros: polacos, italianos, españoles***. En los Estados Unidos, los inmigrados de la Europa oriental y meridional ocupan los puestos peor retribuidos, mientras que los obreros norteamericanos su-
*]. El imperialismo tiene la tendencia a formar categorías privilegiadas también entre los obreros y a divorciarlas de la gran masa del proletariado.
Es preciso hacer notar que, en Inglaterra, la tendencia del imperialismo a escindir a los obreros y a acentuar el oportunismo entre ellos, a engendrar una descomposición temporal del movimiento obrero, se manifestó Mucho antes de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Esto se explica porque, desde mediados del siglo pasado, existían en Inglaterra dos importantes rasgos distintivos del imperialismo: inmensas posesiones coloniales y situación de monopolio en el mercado mundial. Durante decenas de años, Marx y Engels estudiaron sistemáticamente ese lazo existente entre el oportunismo en el movimiento obrero y las particularidades imperialistas del capitalisrno inglés. Engels escribía, por ejemplo, a Marx el 7 de octubre de 1858:
«El proletariado inglés se va aburguesanda de hecho cada día más; por lo que se ve, esta nación, la más burguesa de todas, aspira a tener, en resumidas cuentas, al lado de la burguesía una aristocracia burguesa y un proletariado burgués. Naturalmente, por parte de una nación que explota al mundo entero, esto es, hasta cierto punto, lógico».
Casi un cuarto de siglo después, en su carta del 11 de agosto de 1881, habla de «las peores tradeuniones inglesas que consienten ser dirigidas por individuos vendidos a la
*].
Como la enmienda reformista de las bases del imperialismo es un engaño, un «buen deseo», como los representantes burgueses de las naciones oprimidas no van «más allá», hacia adelante, el representante burgués de la nación opresora va «más allá», hacia atrás, hacia el servilismo con respecto al imperialismo, cubierto con una pretensión de «cientifismo». ¡Vaya una «lógica»!
Las cuestiones esenciales en la crítica del imperialismo son la de saber si es posible modificar con reformas las bases del imperialismo, la de saber si hay que seguir adelante desarrollando la exacerbación y el ahondamiento de las contradicciones engendradas por el mismo o hay que retroceder, atenuando dichas contradicciones. Como las particularidades políticas del imperialismo son la reacción en toda la línea y la intensificación del yugo nacional como consecuencia del yugo de la oligarquía financiera y la supresión de la libre concurrencia, a principios del siglo XX, en casi todos los países imperialistas, aparece una oposición democrática pequeñoburguesa al imperialismo. Y la ruptura con el marxismo por parte de Kautsky y de la vasta corriente internacional del kautskismo consiste precisamente en que Kautsky no sólo no se ha preocupado, no ha sabido enfrentarse a esa oposición pequeñoburguesa, reformista, en lo económico fundamentalmente reaccionaria, sino que, por el contrario, se ha fundido prácticamente con ella.
En los Estados Unidos, la guerra imperialista de 1898 contra España provocó una oposición de los «antiimperialistas», los últimos mohicanos de la democracia burguesa, los
*]. Pero mientras toda esa crítica tenía miedo de reconocer el lazo indisoluble existente entre el imperialismo y los trusts, y, por consiguiente, entre el imperialismo y los fundamentos del capitalismo; mientras temía unirse a las fuerzas engendradas por el gran capitalismo y su desarrollo, no pasaba de ser una «aspirasión inocente».
Igual es la posición fundamental de Hobson en su crítica del imperialismo. Hobson se ha anticipado a Kautsky al levantarse contra la «inevitabilidad del imperialismo» y al invocar la necesidad de «elevar la capacidad de consumo» de la población (¡bajo el régimen capitalistat). Mantienen una posición pequeñoburguesa en la crítica del imperialismo, de la omnipotencia de los bancos, de la oligarquía financiera, etc., Agahd, A. Lansburgh, L. Eschwege, citados reiteradas veces por nosotros, y, entre los escritores franceses, Víctor Bérard, autor de la obra superficial «Inglaterra y el imperialismo», aparecida en 1900. Todos ellos, sin ninguna pretensión de marxismo, ni mucho menos, oponen al imperialismo la libre concurrencia y la democracia, condenan la aventura del ferrocarril de Bagdad, que conduce a conflictos y a la guerra,
*]
Por parte de los economistas burgueses esa ingenuidad no tiene nada de sorprendente; además, para ellos es ventajoso aparecer tan ingenuos y hablar «seriamente» de la paz bajo el imperialismo. Pero ¿qué es lo que le queda del marxismo a Kautsky, cuando en 1914, 1915 y 1916 adopta ese mismo punto de vista burgués-reformista y afirma que «todo el mundo está de acuerdo» (imperialistas, pseudosocialistas y social-pacifistas) en lo que se refiere a la paz? En vez de analizar y de poner al descubierto en toda su profundidad las contradicciones del imperialismo, vemos únicamente la «aspiración inocente» reformista de evitarlas, de deshacerse de ellas.
He aquí una pequeña muestra de la crítica económica del imperialismo por Kautsky. Este toma los datos sobre la exportación y la importación de Inglaterra en Egipto en 1872 y 1912: resulta que esa exportación e importación aumentó menos que la exportación y la importación generales de Inglaterra. Y Kautsky saca de ello la conclusión siguiente:
«No tenemos fundamento alguno para suponer que, sin la ocupación militar de Egipto, el comercio con dicho país hubiera crecido menos bajo la influencia del simple peso
*].
13], constituye la base de la crítica kautskiana del imperialismo y por esto debemos detenernos más detalladamente en él. Empecemos por una cita de Hilferding, cuyas conclusiones Kautsky ha declarado muchas veces, por ejemplo, en abril de 1915, que eran «aceptadas unánimemente por todos los teóricos socialistas».
«No incumbe al proletariado – dice Hilferding – oponer a la política capitalista más progresiva la era del librecambio, que se ha quedado atrás, y la actitud hostil frente al Estado. La respuesta del proletariado a la política económica del capital financiero, al imperialismo, puede ser no el librecambio, sino solamente el socialismo. El fin de la política proletaria no puede ser actualmente la restauración de la libre concurrencia – que se ha convertido en un ideal reaccionario –, sino únicamente la destrucción completa de la competencia por medio de la supresión del capitalismo»**.
Kautsky ha roto con el marxismo al defender para la época del capital financiero un «ideal reaccionario», la «democracia pacífica», «el simple peso de los factores económicos», pues este ideal arrastra objetivamente hacia
*].
Lansburgh deduce de estos hechos una divertida moral pequeñoburguesa: cuán inconsistente y desigual es la exportación relacionada con los empréstitos, lo mal que está exportar capitales al extranjero en vez de desarrollar la industria patria de un modo «natural» y «armónico», lo «caras» que le resultan a Krupp las propinas de muchos millones al ser concertados los empréstitos extranjeros, etc. Pero los hechos hablan con claridad: el aumento de la exportación está precisamente relacionado con las maquinaciones del capital financiero, que no se preocupa de la moral burguesa y saca al buey dos cueros: primero, el beneficio del empréstito, y segundo, un beneficio de ese mismo empréstito, cuando éste es invertido en la compra de los artículos de Krupp o de material ferroviario del sindicato del acero, etc.
Repetimos que no consideramos perfecta, ni mucho menos, la estadística de Lansburgh, pero era indispensable reproducirla, porque es más científica que la de Kautsky y de Spectator, ya que Lansburgh indica una manera justa de enfocar la cuestión. Para razonar sobre la significación del
*].
Hobson:
«El cristianismo, que se ha consolidado en un número limitado de grandes imperios federales, cada uno de los cuales dispone de varias colonias no civilizadas y de varios países dependientes, les parece a muchos como la evolución más legítima de las tendencias actuales, una evolución, además, que haría concebir las mayores esperanzas en una paz permanente sobre la base sólida del interimperialismo».
Kautsky califica de ultraimperialismo o superimperialismo lo que Hobson, 13 años antes, calificaba de interimperialismo. Si exceptuamos la creación de una nueva y sapientísima palabreja por medio de la sustitución de un prefijo latino por otro, el progreso del pensamiento «científico» en Kautsky consiste únicamente en la pretensión de hacer pasar por marxista lo que Hobson describe, en esencia, como manifestación hipócrita de los curitas ingleses. Después de la guerra anglo-boer era natural que este honorable estamento dirigiera sus mayores esfuerzos en el sentido de consolar a los pequeños burgueses y a los obreros ingleses, los cuales habían tenido no pocos muertos en los combates surafricanos y fueron obligados a pagar impuestos elevados a fin de garantizar mayores utilidades a los financieros ingleses. Y ¿qué consuelo podía ser mayor que el de que el imperialismo no era tan malo, que se hallaba muy cerca del inter o ultraimperialismo, capaz de asegurar la paz permanente? Cualesquiera que fueran las buenas intenciones de íos curitas ingleses o del dulzón de Kautsky, el sentido objetivo, esto
*].
A esto hay que añadir que no sólo en los países nuevamente descubiertos, sino incluso en los viejos, el imperialismo conduce a las anexiones, a la intensificación de la opresión nacional, y por consiguiente, también, a la intensificación de la resistencia. Al hacer objeciones a la intensificación de la reacción política por el imperialismo, Kautsky deja en la sombra la cuestión acerca de la imposibilidad de la unidad con los oportunistas en la época del imperialismo, cuestión que ha adquirido particular importancia vital. Al oponerse a las anexiones, da a sus objeciones una forma tal, que resulta la más inofensiva para los oportunistas y fácilmente aceptable por ellos. Kautsky se dirige directamente al auditorio alemán y, sin embargo, escamotea precisamente lo más esencial y más actual, por ejemplo, que Alsacia-Lorena es una anexión de Alemania. Para apreciar esta «desviación del pensamiento» de Kautsky, tomemos un ejemplo. Supongamos
*].
No hay nada que decir: excelente «refutación» de Marx, que da un paso atrás, del análisis científico exacto de Marx a la conjetura – genial, pero conjetura al fin – de Saint-Simon.
Escrito en enero-junio de 1916.
Publicado por primera vez en forma de
folleto en Petrogrado, en abril de 1917.
Impreso según el manuscrito y confron-
tad o con el texto d el folleto.
From Marx to Mao |
Apuntos sobre |
«El imperialismo, fase superior del capitalismo » fue escrito en la primera mitad de 1916. El estudio de publicaciones de distintos países acerca del imperialismo lo inició Lenin en Berna, en 1916; el libro empezó a escribirlo en enero de 1916. A fines de este mes, Lenin se trasladó a Zurich y siguió trabajando en el libro, en la biblioteca cantonal de esa ciudad. Los extractos, apuntes, observaciones y cuadros que Lenin hizo de centenares de libros, revistas, periódicos y resúmenes estadísticos extranjeros componen más de 40 pliegos de imprenta. Estos materiales fueron publicados en edición aparte en 1939 bajo el título de Cuadernos sobre el imperialismo.
El 19 de junio (2 de julio) de 1916, Lenin termino el trabajo y envió el manuscrito a la Editorial Parus. Los elementos mencheviques atrincherados en la Editorial suprimieron de él la dura crítica que se hacía de las teorías oportunistas de Kautsky y de los mencheviques rusos (Mártov, etc.). Cuando Lenin decía «transformación» (del capitalismo en imperialismo capitalista) ellos pusieron «conversión», el «carácter reaccionario» (de la teoría del «ultraimperialismo») lo sustituyeron por el «carácter atrasado», etc. Con el título de El imperialismo, etapa contemporánea del capitalismo la Editorial Parus lo imprimió a principios de 1917 en Petrogrado.
A su llegada a Rusia, Lenin escribió el prólogo del libro, que vio la luz en septiembre de 1917.
Con respecto a la significación del libro El imperialismo, fase superior del capitalismo, véase el Compendio de Historia del Pártido Comunista (bolchevique) de la URSS. [pág. 1]
pág. 168
Véase: págs, 156 – 157 del presente folleto. [pág. 2]
El presente prólogo fue publicado por primera vez, bajo el título de El imperialismo y el capitalismo, en el N.ƒ 18 de la revista La Internacional Comunista, correspondiente al mes de octubre de 1921. [pág. 3]
«Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania «, partido centrista fundado en abril de 1917. Lo fundamental en él era la organización kautskiana «Confraternidad del Trabajo». Los «independientes» propugnaban la «unidad» con los socialchovinistas descarados, a los cuales justificaban y defendían, y reivindicaban el abandono de la lucha de clases.
El Partido Socialdemócrata Independiente se escindió en octubre de 1920, en el Congreso de Halle. Una parte considerable de él se fundió en diciembre de 1920 con el Partido Comunista de Alemania. Los elementos derechistas formaron su partido, al que dieron el viejo nombre de Partido Socialdemócrata Independiente; éste subsistió hasta 1922. [pág. 9]
Espartaquistas, miembros de la unión Espartaco, que se formó durante la Primera Guerra Mundial. Al comenzar la conflagración, los socialdemócratas alemanes de izquierda formaron el grupo Internacional, que dirigían K. Liebknecht, R. Luxemburgo, F. Mehring, C. Zetkin y otros, grupo que empezo a llamarse también unión Espartaco. Los esparta quistas mantuvieron entre las masas la propaganda revolucionaria contra la guerra imperialista, denunciando la política rapaz del imperialismo alemán y la traición de los jefes de la socialdemocracia. Pero los espartaquistas, los alemanes de izquierda no estaban exentos de errores semimencheviques en importantísimos problemas de la teoría y la política: fomentaban la teoría semimenchevique del imperialismo, impugnaban el principio de la libre determinación de las naciones en su interpretación marxista (es decir, hasta la separación y la formación de Estados independientes), negaban la posibilidad de las guerras de liberación nacional en la época del imperialismo, no estimaban suficientemente el papel del partido revolucionario y se inclinaban ante la espontaneidad del movimiento. La crítica de los errores de los izquierdistas alemanes fue hecha por Lenin en sus trabajos Sobre el folleto de Junius, Sobre una caricatura de marxismo y sobre el «economismo imperialista «, y otros, y por Stalin en su carta Sobre algunas cuestiones de la historia del bolchevismo. En 1917, los espartaquistas ingresaron en el partido centrista de los «independientes» sin perder su autonomía en materia de organización. Después de la revolución alemana de noviembre de 1918, los espartaquistas rompieron con los «independientes» y en diciembre del mismo año fundaban el Partido Comunista de Alemania. [pág. 9]
pág. 169
Los escándalos de Gründer se produjeron en el período de fundación intensa (Gründer en alemán significa fundador) de sociedades anónimas en Alemania a principios de los años 70 del siglo pasado. El creciente proceso de fundación de estas sociedades iba acompañado de fraudulentas maniobras de los negociantes burgueses enriquecidos y de una especulación desenfrenada sobre tierras y valores en la Bolsa. [pág. 45]
«Gaceta de Francfort » («Frankfurter Zeitung»): Periódico burgues aleman que editóse desde 1856 en Francfort de Main. [pág. 47]
Lenin se refiere a G. V. Plejánov. [pág. 59]
Produgol : «Sociedad Rusa de comercio del combustible mineral de la cuenca del Donetz». Fue fundada en el año 1906. [pág. 65]
Prodamet : «Sociedad para la venta de artículos de las fábricas metalúrgic