El articulo que publicamos apareció en Liberation el pasado día 5 y en el se apunta directamente a los servicios policiales españoles como causantes de la desaparición y muerte de Jon. En el articulo Kart Laske dice entre otras cosas “la pista de un error policial español gana terreno” o que la “búsqueda infructuosa en hospitales o morgues descartan el accidente o suicidio”.
Tras la aparición de este tipo de artículos en Francia, era urgente tanto para los estados francés como español, la aparición del cuerpo de Jon y así poder dar una versión interesada.
Brillante traducción del francés, la que nos han hecho llegar y sin más os dejamos con la misma
Sospechas de secuestro en Bayona-Toulouse
Jon Anza, militante de ETA, desapareció en un tren el 18 de abril de 2009. La pista de un error policial español gana terreno.
Por KARL LASKE
Para la justicia, no es más que una «desaparición inquietante». La de un hombre, con problemas de vista, que se evaporó en un tren. El 18 de abril de 2009, hacia las 7 de la mañana, Jon Anza, 47 años, atraviesa la estación de Bayona, guiado por Maïxo, su compañera. Se sube al TER en dirección de Toulouse y se sienta en un compartimiento. Maïxo le dio su billete vuelta, y ya no lo ha vuelto a ver.
Un mes más tarde, la organización independentista vasca ETA anunció que Jon Anza era uno de sus militantes, y que no se había presentado a la cita que tenía en Toulouse el 18 de abril. ETA denuncia un secuestro. «Sé que está muerto, pero quiero saber lo que pasó y donde está», ha dicho hoy tristemente Maïxo, 37 años, que cogestiona un garaje familiar.
La investigación preliminar dirigida por las autoridades de Bayona no ha dado ningún resultado por el momento, pero tras una solicitud de ayuda judicial de Francia, un juez de instrucción, Fernando Abreu, ha sido designado en España a principios de febrero. La búsqueda infructuosa en hospitales y morgues ha permitido descartar a priori la hipótesis de un accidente o de un suicidio. La de un secuestro ha ido ganando terreno. La fiscal de Bayona, Anne Kayanakis, ha pedido a los españoles que presten atención a las declaraciones de un periodista del diario vasco Gara que indicó, el 2 de octubre, que el ex preso habría sido secuestrado y enterrado clandestinamente en Francia. Citando «fuentes en contacto directo con el caso», Gara escribió que un equipo de la policía española habría intentado «interceptar» a Jon Anza en Francia, provocando su muerte en un «interrogatorio ilegal». Evocando «una farsa», el Ministro de Interior español, Alfredo Pérez Rubalcaba, declaró temer «que ETA lo buscara también».
«La tesis del atropello policial es una tesis entre otras», comenta Anne Kayanakis. Una posibilidad. Tres meses antes de la desaparición de Anza, otro refugiado vasco, Juan Mari Mujica, había sido detenido ilegalmente y retenido durante varias horas «en una cabaña», en Saint-Palais (Pirineos-Atlánticos), por policías españoles. In situ se encontró el rastro de varios teléfonos móviles españoles pero se trata de teléfonos de prepago, por lo tanto no identificables. Este precedente, seguido por tres otros en el País Vasco español, ha reforzado las sospechas del secuestro.
Transporte de dinero. Maïxo había conocido a Jon dos años antes, cuando daba cursos de vasco en Saint-Jean-de-Luz. «Sabía que era independentista, pero tenía la impresión que eso había quedado atrás», ha dicho. Condenado en febrero de 1982, a la edad de 21 años, a una pena de 103 años de prisión por su pertenencia al comando Lau Haizeta (Cuatro vientos), Jon Anza finalmente hizo veinte años de cárcel. Libre en 2002, se instala en Francia en 2005. Licenciado en periodismo, trabaja en una empresa que fabrica sillones. «Con Maïxo, vivía tranquilo y feliz», dice su hermano Koldo. Se había comprometido simplemente en el apoyo a los presos vascos. «Era un militante con una «m» mayúscula, ha dicho un amigo. «Un militante muy determinado».
Jon Anza había secretamente vuelto a ser un «etarra». En su comunicado de 18 de mayo de 2009, ETA precisó que transportaba, el día de su desaparición, una «cantidad importante» de dinero. En Toulouse, no se había presentado a la primera cita, ni tampoco a las otras dos previstas «por si pasaba algo» los días 18 y 19 de abril, en el centro de la ciudad. Según ETA, la policía lo había identificado, algunos meses antes, al descubrir un escondite de «material informático» en el que se encontraron sus huellas dactilares, en el bosque de Saint-Pée-sur-Nivelle (Pirineos-Atlánticos).
La revelación de un transporte de fondo ‑que algunos medios de comunicación españoles calcularon de manera misteriosa en 300.000 euros- provoca la apertura en París de una investigación sobre «financiación de terrorismo». Por su parte, la PJ (policía judicial) de Bayona obtiene confirmación del descubrimiento de huellas dactilares en documentos encontrados en Saint-Pée-sur-Nivelle, el 16 de noviembre de 2008, o sea cinco meses antes de la desaparición.
«Un cazador había encontrado un envase Tupperware conteniendo soportes informáticos y un manual de supervivencia en medio hostil para clandestinos que puso en manos de la gendarmería, explica la fiscal Anne Kayanakis. La fiscalía se había dirigido a la PJ y a la subdirección antiterrorista (Sdat) para analizar el contenido. Se encontraron huellas dactilares, pero el fichero nacional automatizado de huellas dactilares (Fnaed) no las reconoció.» Según la fiscal, después de la comunicación de ETA la PJ transmitió las huellas a los españoles, que inmediatamente las habría identificado como las de Jon Anza. «Antes, no se había solicitado la ayuda de los españoles. Los investigadores esperaban el final del análisis del material incautado, en particular, de las llaves USB, que no dio nada, puesto que la información estaba codificada.»
IRM. Este plazo de espera no es la norma en los métodos antiterroristas. La estrecha cooperación franco-español se pone en marcha a la más mínima información. Por otra parte, el bosque de Saint-Pée-sur-Nivelle, donde el envase fue encontrado, se encuentra a pocos kilómetros del domicilio de Anza, en el pueblo de Ahetze. No se excluye que un servicio español diera cuenta del hecho y hubiera localizado y vigilado al militante. La otra tesis, la del Ministro de Interior español, según la cual Jon Anza habría podido desaparecer por propia iniciativa, choca, entre otras cosas, con la precariedad de su estado de salud. En paro por enfermedad desde el otoño anterior, no podía conducir ni desplazarse solo. Tenía la cara inflada por un tratamiento con cortisona, era «irreconocible» según sus amigos. «Tenía un tumor benigno que neutralizaba el nervio óptico, explica su compañera. La semana siguiente a su vuelta del viaje, tenía una cita para realizar un IRM y comenzar una radioterapia.»
«Sabemos que Jon se sube al tren. Si había una pista, era la del tren. Pero los videos de las estaciones se destruyeron», lamenta Koldo, su hermano. «Hemos hecho que se sobrevolara toda la línea férrea, ha precisado la fiscal Anne Kayanakis. Se interrogó a los pasajeros habituales. Pero la SNCF borra los registros video de las distintas estaciones al cabo de ocho días.» El Comité de apoyo Jon Anza pidió, a finales de enero, la designación de un juez de instrucción y la apertura de una información judicial por «rapto y secuestro».
La fiscalía contesta que, formalmente, la familia no ha pedido su intervención. Está claro que la cancillería prefiere ser ella la que tenga en mano este expediente sensible.
Libération, 5 de marzo de 2010